La
vida está llena de hallazgos, a veces positivos y otras más son experiencias
negativas que enriquecen el camino.
Semanas atrás
asistí a la región más transparente del
aire al 8avo remate libros, realizado en las instalaciones del Auditorio
Nacional. Un evento organizado por diversas editoriales y librerías con el afán
de vender aquellos libros almacenados en las bodegas y así lograr salvarlos del
olvido o la desaparición.
La oferta es
impresionante. Hay cosas muy buenas y otras dignas del olvido. Recorrí cada
estante, al menos unas tres ocasiones. Algunos libros me llamaron, otros los
escogí. Formar una biblioteca personal no es cualquier cosa, algunos optan por
aquellos libros o autores imprescindibles, otros buscan algún equilibrio entre
lo aprobado por el canon y lo apreciado por uno mismo. En mi caso, quiero una
biblioteca conformada por temas que me inquietan y por escritores que me
agradan. Hace mucho dejo de importarme la opinión de académicos o críticos. Uno
es dueño de sus gustos, temas o inquietudes. La crítica debe ser vista, tan
sólo como un enriquecimiento del debate, nunca como una absoluta certeza.

La poesía que
contenida en estos poemarios está llena de certezas humanas, cotidianas. Sus
metáforas provienen de la vida misma, de la experiencia.
El tiempo, la
muerte, la guerra, la ausencia y el abandono son los temas que inquietan a
Zagajewski y que se impregnan en cada verso. Incluso el propio poeta se convierte
en una de las grandes metáforas de cada poemario.
Su poesía nos
recuerda que las guerras, la tecnología, la rutina y las ideologías nos han
acaparado y con ello hemos olvidado el significado de ser y vivir. Quizá por
ello nos espanta morir. Incluso su poesía busca describir, aquello que pocos
nos detenemos a contemplar: la belleza de los paisajes naturales y citadinos.
Zagajewski
parece afirmar que la mejor forma de saber que no todo está perdido es
sufriendo una pérdida significante.
Es imposible
no salir herido al leer la poesía de Zagajewski.
La verdadera
poesía lastima.
No creo en los
poetas que optan por la forma y olvidan el fondo. Tampoco creo en los poetas
que adornan sus versos y se olvidan de la carne: el dolor, los sentimientos,
las heridas de vida.
Adam
Zagajewski lastima hondo.
Sus poemas son
un canto a la vida, a través del dolor, pues si lo afrontamos cabalmente
-quizá- lograremos reconocernos.
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