jueves, mayo 09, 2013

Del Amores platónicos al Tengo frío-(Sexenio-Puebla 29/04/13)


El pasado viernes 26 abril era la fecha, después de 5 años Julieta Venegas volvía a pisar tierras angelopolitanas.

Julieta es otra compositora que forma parte del soundtrack de mi vida. En esta ocasión no pude concertar una entrevista individual, pero sí acceder a la conferencia de prensa.

Julieta llega una hora antes de su presentación, ante diversos medios locales y nacionales, portando un vestido rosa que denotaba su belleza.

Todos peleándose por hacer una pregunta; algunos hacían constatar el conocimiento de su carrera  y otros una ignorancia total, sin embargo ella atendió a todos con una sonrisa y un humor avante. Ahí comentó que Puebla es el segundo lugar, en México, donde viene a promocionar su más reciente producción: Los momentos, disco donde la cantautora buscó reflejar sus preocupaciones emocionales sobre México, sin ser combativa. Considera que el miedo con el que se vive en México no debe definir nuestras acciones. Comentó que los mexicanos tienen la tendencia a cerrarse ante el miedo y creen que lo que pasa en otros Estados no tiene que ver con ellos, sin embargo tiene que ver con todos; por eso sugiere mirarnos entre todos para lograr que las cosas cambien. Respecto a su parte creativa, Julieta no se considera una compositora conceptual, pues se deja llevar más por su intuición. La inspira todo lo que ve, lee, escucha y lo que le preocupa. Prefiere probar y que la curiosidad la siga llevando en el acto de crear. No cree en las formulas musicales ni en los estilos, cree en contar historias y en las canciones; por eso no se considera alternativa, electrónica, popera o rockera. A Venegas no le incomoda la fama, no cree en ella, prefiere vivir su vida y la música es parte de la misma; tal vez por eso disfruta la inmediatez que las redes sociales otorgan, pues es un lugar donde ella puede compartir sus gustos musicales o lo que está realizando en el día a día. Parte importante de su vida es su hija Simona, a quien le compuso la canción Hoy, que forma parte de Los momentos.

Siendo las 8:30 en punto y durante hora y media, Julieta Venegas  deleitó a sus fans –que abarrotaron el Foro Artístico de la Feria de Puebla 2013- con canciones como A tu lado, Tuve para dar, Amores platónicos, Bien o mal, Despedida, Te vi, Por qué, Limón y sal, Lento, El presente, Eres para mí, Andar conmigo. Preciso mencionar que su actuación formó parte del Festival Internacional 5 de Mayo 2013, tal y como lo hizo la última vez que estuvo en Puebla en el antes nombrado FIP.

Y sí, logré tomarme una foto con ella y accedió a tomarse una foto promocionando la revista UniDiversidad.
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Contrastante, pero no menos emotiva fue la presencia de Ely Guerra en el Festival Internacional 5 de Mayo el sábado 27 de abril.

Teniendo de fondo el Estadio Cuauhtémoc, una leve llovizna y cerca de trescientas personas, que en palabras de Ely: parecían más mil almas; la compositora cantó canciones como: Peligro, ¿Por qué tendría que llorar por ti?, Tengo frío, Te amo, I love you, Ojos claro, labios rosas, Lucrecia y Rigoberto, Mi condición, Stranger. Mismas que fueron coreadas por sus fans. El momento cumbre y emotivo fue cuando Ely Guerra cantó a capela: Júrame, canción que hizo vibrar a todos los presentes y dejo constancia de la gran voz que ostenta.

Lo que podría haber sido un concierto masivo, se convirtió en uno casi íntimo. Sin embargo, la entrega tanto de Ely Guerra como de sus fans estuvo siempre presente, quizá por eso el concierto duró cerca de dos horas. Quizá la poca publicidad o la lejanía fueron factores.

Ely Guerra, estuvo en Puebla en menos de un mes. La vez pasada lo hizo en el marco del 1er festival 5 sentidos, donde compartió escenario con Natalia Lafourcade, Molotov, Paté de Fuá y Dannah Garay.
 Esta ocasión no viajó con su vida, se hizo acompañar sólo de un guitarrista.

A diferencia de muchos artistas que han participado en el Festival, esta ocasión no se realizó conferencia de prensa con la cantautora. Sólo algunos reporteros que esperaron al final, pudimos obtener una foto exprés con la cantante, misma que se logró gracias a la sencillez de Ely Guerra.
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Aunque Julieta Venegas abarrotó, muchos creíamos que merecía presentarse en el Zócalo; al igual que Ely Guerra.

Ya será para la otra y esperemos que no pasen tantos años para volver a ver a Julieta en Puebla y Ely tenga un escenario que esté a la altura de su calidad.

martes, mayo 07, 2013

Rulfo, la “mijería” y el progreso / y II (Diario Milenio/Opinión 07/05/13)


A la par, aunque de manera más escueta, Rulfo también le dedicó comentarios elogiosos, comentarios que también involucraban el uso del vocablo “esperanza”, a Luis Rodríguez, o don Luis, como lo llamó haciendo eco del trato respetuoso que le prodigaban los mixes a su líder. En su descripción de Zacatepec, una capital del distrito mixe, Rulfo hizo hincapié en la similitud del paisaje de miseria que compartía con otros poblados de la sierra, pero también recalcó que “en categoría política sobrepasa a cualquiera. Allí radica “el hombre” que mueve los ánimos de los hombres mixes, el patriarca de una raza que ha sabido subsistir a pesar de todas las adversidades: Luis Rodríguez, o don Luis, como se le nombra con respeto. Basta una orden suya para poner en movimiento al imperio mixe de un confín a otro. Basta un consejo, una palabra de consuelo, para que Tlahuitoltepec o Ayutla, azotados por algún mal, recobren la esperanza.”. A don Luis, tanto como al ingeniero Sandoval, Rulfo le atribuye una “visión extraordinaria”.
En una serie de frases sueltas que no llegó a convertir en una argumentación articulada en párrafos, Rulfo esbozó, sin embargo, algunas de sus ideas fundamentales acerca del mundo indígena y su relación con el impulso modernizador de la época. Lejos de detenerse en consideraciones esencialistas que tanto han privilegiado el “alma” de los pueblos o la diferencia inmanente del indígena, Rulfo se concentró en sus procesos de trabajo, especialmente el trabajo colectivo, también conocido como tequio, en tanto “formidable elemento de producción” y en tanto modo “solidario y orgánico” de producir comunidad. Es ahí donde radica, a su ver, es decir, de acuerdo con la visión del que estuvo ahí y lo vio todo, “la utilidad social” que había hecho posible la construcción de obras “en beneficio de su nación”. Si se destruían los vínculos generados por el trabajo colectivo, auguraba Rulfo, “la nación se convertiría en comunidades dispersas … fácil sería entonces que se vieran despojados de sus tierras”.
Muchos años después, hacia finales del siglo XX, Floriberto Díaz, el antropólogo mixe que impulsó el Comité de Defensa de los Recursos Humanos y Culturales Mixes, el cual tendría continuidad en la Asamblea de Autoridades Mixes, y la fundación de Servicios del Pueblo Mixe en 1998, prestó una similar atención a la relación del trabajo colectivo con la formación y la sobrevivencia de los pueblos indígenas. Además de considerar que “las plantas, el agua, las rocas, las montañas también expresan y captan sentimientos,” es decir, que el ser humano, el jää´y, no es el único con estas capacidades, los mixes han hecho del trabajo, en especial del trabajo colectivo conocido como tequio, la liga de producción que los une a la tierra y la liga de liderazgo que los estructura como entidad política. “Kutunk, en mixe, nada tiene que ver con el significado occidental de la palabra autoridad, significa, literalmente, “cabeza de trabajo”; en la práctica es quien con su ejemplo motiva que la comunidad realice las actividades necesarias para su desarrollo” (61). El trabajo comunal, el tequio, es “una energía transformadora que mantiene, además, al ser humano en constante contacto creativo con la naturaleza” (63).
No deja de ser llamativo que en “Una visión del Pueblo Mixe”, uno de los capítulos que integran el libro Floriberto Díaz. Escrito. Comunidad, energía viva del pensamiento mixe, compilado por Sofía Robles Hernández y Rafael Cardoso Jiménez, Díaz muestre una especial animadversión por el tipo de proyectos modernizadores que, generados desde el centro del país desde una óptica mestiza e integradora, nunca comprendieron la relevancia del trabajo colectivo de las comunidades indígenas, produciendo así despojo, dislocación y pobreza. Acusando la injusta adjudicación de tierras comunales mixes por parte de representantes de “los intereses de la nación” (las comillas son usadas así, en el original), Díaz acusó especialmente a “la Comisión del Papaloapan, Fábricas de Papel Tuxtepec, y el propio Instituto Nacional Indigenista y sus representantes regionales” (83). El ángel melancólico del progreso agita sus alas con desesperación: Juan Rulfo, escritor ejemplar, fue empleado en distintos tiempos de su vida por al menos dos de estas agencias citadas por Díaz. Asesor e investigador de campo para la Comisión del Papaloapan. Integrante del Departamento de Publicaciones, cuando estaba a cargo de Carlos Solórzano, del Instituto Nacional Indigenista desde 1963, hasta su muerte en 1986. Y el ángel del progreso guarda silencio.
En varios de los obituarios que se le dedicaron al ingeniero Raúl Sandoval en 1956 se comentó, casi al pasar, que su muerte había sido resultado de un accidente. Omar González, autor del texto “Juan Rulfo: Oaxaca”, publicado en el semanario Punto y Aparte el 19 de mayo del 2011 afirma, citando a su vez un artículo de Alberto Vidal en el número 409 de México en la cultura, que la muerte del apresurado constructor de la presa Miguel Alemán, el “domador de ríos” y, a decir de Rulfo, “el héroe de esos doscientos cincuenta mil huérfanos de la cuenca del Papaloapan”, fue producto de un asesinato “mientras investigaba negocios turbios en torno a la obra [de a Comisión del Papaloapan]”. Una fotografía de Rulfo, la ahora famosa “Músicos mixes” fue utilizada, en todo caso, para ilustrar el número con el que México en la cultura honoró la muerte de Raúl Sandoval. En el reverso, la foto llevaba la inscripción “Músicos Zacatepec-Mixes, Oax”.

Yo no fui, fue el mercado (Diario Milenio/Opinión 06/05/13)


Un villano tenaz domina el mundo y se ha propuesto acabar con los libros. A juzgar por el miedo que despierta en quienes se presumen víctimas indefensas e inminentes, su sola sombra augura un futuro ominoso para autores, lectores, editores y, ay, niños y jóvenes. Cierto es que sus feroces antagonistas —varios entre los cuales se abstienen de nombrarlo por superstición, asco o fervor ideológico— suelen magnificarlo tanto o más que quienes se le rinden igual que a un dios cabal y bondadoso, y es a esos despropósitos gazmoños que debe su nivel de personaje. Atrás, pues, crucifijos y detentes, que he de invocar al pérfido Mercado.
La sola insinuación de que un libro será lanzado al mercado mueve a extrañas censuras y justificaciones. Parecería que se habla de lanzarlo a la hoguera, y peor aún porque al menos las llamas prestigian sin querer las hojas que calcinan, mientras en el mercado se arriesgan a morir poquito a poco, bajo la indiferencia de una gran mayoría seducida por ofertas distintas y quién sabe si dignas de comparación.
Se acepta que jabones, martillos o camisas sean considerados mercancía. Álbumes musicales y películas disfrutan asimismo del rango de producto sin que los exquisitos levanten una ceja. ¿Pero libros? Ahí es donde la puerca tuerce el rabo, ya que lo culteranamente correcto es escandalizarse por ese tratamiento igualitario, a menos que haya indicios de que dicho volumen no oculta sus aviesos fines mercantiles. Una mierda de libro, claro está, cuyo título es más que suficiente para estigmatizar al comprador ante una minoría inquisidora.
Un libro que disfruta de éxito comercial despierta toda clase de sospechas, discolerías y envidias.¿Cómo pudo gustarle una sola novela a tanta gente, si ya se sabe que la gente no lee y es en su mayoría ignorante y estúpida?, respingan los lectores excluyentes —aquellos que se precian de ignorar cuanta página parezca fácil y comprender mejor que nadie lo “difícil”— con un celo en tal modo defensivo que delata la grave desazón del que no está dispuesto a pasar lista entre la muchedumbre. Es curioso, no obstante, que esta rancia avidez de aristocracia se valga de argumentos “democráticos” para disimular su terror a la plebe, cuando menos ante los distraídos.La culpa es del mercado, pontifican, con la nariz tapada y una cita elegante a flor de labio.
Uno puede entender el miedo, la soberbia o el fervor timorato del autor que se rinde al repelús que le causa la idea intolerable de promover sus obras, sobre todo si tuvo la dudosa fortuna de colgarse del puro patrocinio estatal. Y digo que es dudosa porque le evita el riesgo, inherente a su oficio, de jugarse el pellejo por su trabajo y atreverse a crecer como profesional. Hacerle ascos sonoros a la ley de la oferta y la demanda y estirar la manita por lo bajo para exigir subsidio paternal evidencia un apego al privilegio que en nada se parece a la virtud, tan cacareada en estas ocasiones.
Verdad es que no todos los libros entrañables encuentran el mercado generoso que según suponemos merecerían, y de hecho son pocos los afortunados. Pues pasa que el mercado no tiene el compromiso ni la capacidad de ser piadoso, altruista o tan siquiera justo. Nadie puede obligarnos a comprar y leer un cierto libro, por más que sea estupendo, profundo y seductor. Nadie se va al infierno si no sigue el consejo de la crítica y prefiere lo menos preferible. Nadie lee por bondad, sino por interés; el mercado se encarga de poner eso en claro sin el menor indicio de misericordia, de ahí quizás la furia de sus malquerientes.
Si echamos un vistazo a la publicidad editorial vigente, observaremos que es mediocre y apocada. Tal parece que quien anuncia el libro da por hecho que a medio mundo le interesa, o que pide disculpas por la frivolidad de tratarlo como a un producto más. ¿Es que acaso nos venden elCorán, la Biblia, el Ramayana? Y aun si fuese así, ¿debemos suponer que quien imprime un libro religioso comete algún pecado por ponerlo a la venta? ¿Es posible poner cualquier cosa a la venta sin exponerla a los vaivenes del mercado? ¿Atrae o acaso ahuyenta a los lectores la sacralización de la escritura?
Pocos éxitos causan tanto escozor entre exquisitos y persignados como el de un libro fácil o banal. Habría que ver cuántos de los libros difíciles y sin duda valiosos podrían publicarse, y a qué precio, sin las ganancias de esos fenómenos de ventas que tanto satisfacen al populacho y equilibran las cuentas del editor. “Ganancias”. “Ventas”. “Precio”. Qué palabras prosaicas. Pareciera que estamos en un pinche mercado.