lunes, diciembre 31, 2007

FELIZ AÑO NUEVO A TODOS LOS QUE HAN PASADO, A LOS QUE PASEN Y SIGAN PASANDO.
ESPERO SU 2007 NO HAYA SIDO MALO Y QUE ESTE 2008 SEA A TODA MADRE.
UN ABRAZO MUY AFECTUOSO Y FRATERNAL
FREDO.

Bang, bang, Benazir



Diario Milenio-México (31/12/07)
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Del tamaño del sapo...
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Una de las escenas más recordadas de Bruce Lee es aquella de Operación Dragón en la que manipula los chacos a la velocidad de un rehilete, para desgracia de sus oponentes y pasmo religioso de los espectadores. Debimos de ser varias decenas de miles los adolescentes que abandonamos el cine intercambiando remedos de patadas voladoras, y en noches subsiguientes soñando con un día manejar los chacos igual que aquel difunto legendario. La mayoría jamás lo intentamos, que yo recuerde sólo algunos extremos vanidosos accedieron a levantarse a las cuatro de la madrugada para ir a hacerse ninjas al Ajusco. Alguna vez, cuando estaba ya cerca de comprarme unos chacos, un amigo juicioso me preguntó qué pasaría si un día yo sacaba esos chacos y el enemigo terminaba dándome con ellos. ¿Cómo negar que era lo más probable? Cabía, además, la posibilidad de que al introducir un arma en la contienda mi adversario se sintiera tentado a responder con un arma mayor, o cuando menos más manejable. Un ladrillo, un bat, una lata de gas lacrimógeno. Por eso nunca tuve unos chacos, ni hasta la fecha me imagino qué haría con un revólver en las manos. Qué tal que ando de malas ese día...
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Años después, aún influido por el verdugo heroico del malvado Han, pasé un par de años tomando en unas clases de tae-kwon-do que eran tremendo antídoto contra la neurosis. Aunque algunos, tal vez los mismos que esperaban un día convertirse en ninjas de algún shogún local, disfrutaban gritando como lobas en celo cada vez que soltaban una patadita. La clase de entusiasta que lo primero que hace al iniciarse es comprar camiseta y calcomanía alusivos. Poder llevar alguna insignia encima que acredite su superioridad guerrera. Que a la hora de hinchar el pecho de gallito rijoso sobresalgan las letras coreanas en el pecho, cuya traducción será siempre la misma. Tú que me miras feo y yo que te reviento el hocico. Comúnmente, a los empistolados les divierte hacer blanco en esas camisetas.
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El que tenga más juguetes gana
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Toda riña se mueve dentro de ciertos límites y niveles de agresión. La introducción de un arma en la pelea supone el reto a llegar más allá. Ser no sólo enemigo, sino enemigo mortal. Escupir en el suelo que ha pisado cualquiera de los suyos: todos malditos. Las peores satrapías se caracterizan por ejercer violencia extrema no únicamente contra el responsable de la presunta falta, sino de paso contra sus familiares. Supuestamente el último límite de la agresión consiste en pretender exterminar la semilla de una estirpe o una raza. Hay que estar desquiciado para querer ganar un juego donde se apuesta en esos niveles, por motivos sin duda menos concretos que la sangre que está por derramarse. Quizás lo más pasmante del asesinato de Benazir Bhutto sea que hubiera aún quien se pasmara. Su historia es la de un western sofocliano que comienza horas antes del ahorcamiento de su padre, justo en la celda donde le promete continuar su lucha. El hecho de hubiera muerto en Rawalpindi, a tan poca distancia del patíbulo de Zulfikar Alí Bhutto, confirma la materia teatral de una tragedia largamente cantada.
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Cuando los talibanes se llamaban mujaidines, parecía una buena obra darles armas y entrenamiento para enfrentar a los invasores soviéticos. Tan buena como en su caso lo sería darle a un niño un cuchillo para evitar que lo molesten en la escuela. Cada vez que algún niño dispara o se dispara accidentalmente un arma de fuego, nos preguntamos quién ha sido el idiota que la dejó cargada y a su alcance. Creemos, y en eso nadie está en desacuerdo, que un niño de nueve años no es capaz de responsabilizarse por un arma, y asumimos por mera abulia cerebral que quien cruza la línea de los dieciocho años está mágicamente facultado para hacerse cargo del poder destructivo de un juguete equipado con pólvora y plomo. Favorito, por cierto, de tantos imbéciles.
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Enojo de mujaidín
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En un país que se llame a sí mismo civilizado no debería ser posible, ni acaso concebible, que se permita a nadie poseer un arma sin haber aprobado toda suerte de exámenes que acrediten su estabilidad mental y el manejo adecuado del juguete de mierda, amén de acreditar un nivel de instrucción hasta hoy impensable en buena parte de los que legalmente llevan armas de fuego encima. ¿Cuál era, a todo esto, el nivel de instrucción de los ex-mujaidines a los que el civilizado y civilizador gobierno de Benazir Bhutto repartió en su momento el poder de las armas? Si juzgamos por lo que han hecho como talibanes, habrá que acreditar que sus conocimientos alcanzan solamente valor curricular en el área del odio y los prejuicios. No fue precisamente un gesto civilizado dar a un puñado de retrógradas rencorosos e intransigentes un poder de destrucción del que pocos después querrían abdicar —ningún otro tendrían, en tal caso.
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Aún hoy corre el cuento moralista de que el doctor Joseph-Ignace Guillotin, gran promotor de la medida humanitaria de ejecutar a los condenados a muerte mediante un aparato preciso e igualitario —antes de la irrupción jacobina, los familiares ricos de quienes morían por hacha o sable pagaban al verdugo por un trabajo raudo y certero—, había muerto asimismo guillotinado. Lo cierto es que ninguno de sus familiares consiguió que el Estado accediera a renombrar el pérfido adminículo, motivo por el cual procedieron a guillotinarse el apellido. ¿Sabría Benazir Bhutto, empañado a menudo su civilizado entendimiento por la cruzada que la tenía en pie, que no hay arma que no tenga dos filos? Hoy, cuando su enemigo Pervez Musharraf se esmera en exponer las siniestras virtudes del quemacocos como arma mortífera, no queda más que sentarse a esperar en qué momento llega otro más hábil, le arrebata los chacos al tirano y lo tunde con ellos espectacularmente. Qué no habría hecho el pasmante Bruce Lee al mando de unos chacos rematados en ojiva nuclear.

viernes, diciembre 28, 2007

Para no olvidar y hacer memoria de nuestro pasado

De Las Herencias Ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX de Carlos Monsiváis, transcribo este texto que se me hace fundamental para ir entendiendo la historia de nuestro país.
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Prieto y su divisón de la historia del México ya hispanizado:
  1. Desde la toma de la ciudad de México hast ala venida del primer virrey. Codicias, asesinatos en masa, imposición brutal de creencias, arrasamiento del mundo prehispánico.
  2. Hasta la terminación del cominio de la Casa de Austria. Explotación inmiserecorde de los recursos del país, rapiña, acumulación de bienes, concentración de la propiedad territorial, destrucción por trabajos forzados de las comunidades indígenas, aislamiento total del país (interdicción a los extranjeros, lo "que quitaba todos los beneficios de la sociabilidad"), virreyes buenos o regulares, burocracia, racismo aplicado contra los mismos criollos.
  3. Hasta el grito de insurreción dado en la Nueva España el 16 de septiembre de 1810. Acumulación del descontento, lenta y sólida germinación de la idea de Independencia, conspiraciones criollas, recelos y persecuciones a los disidentes de los españoles, emergencia de los insurgentes, y
  4. De 1810 a la República Restaurada. Aquí, lo primero es el panteón de los héroes. prieto incluye una tabla "Para ayudar a la memoria sobre la Guerra de Independencia", y elige cinco "Personajes Prominentes": Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Rayón, Jóse María Morelos y Pavón, Francisco J. Mina y Agustín de Iturbide. En los años siguientes, los historiadores expulsan a iturbide, contra quien ya vierte Prieto críticas feroces ("...cuidando no recargar los negros colorres con que s epuede caraterizar a Iturbide, sin recordar los hechos horribles de Morelia ni los bandos entre los cuales alguno mandaba quitar a una polbación, incluyendo mujeres y niños..."). Pero al santoral, ya determinado, se agrega pronto a don Benito Juárez.

Lo que aconteció este 2007 en el ámbito cultural.

Destaca Profética como la sede de mayor actividad literaria en Puebla (Intolerancia Diario 28/12/07)
Federico Vite
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Durante este año se buscó deficientemente la reapertura de la Escuela de Escritores, se homenajeó a los narradores René Avilés Fabila, Sergio Pitol y al poeta José Luis Rivas.
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De acuerdo con varios de los foros que en Puebla programaron presentaciones de libros, lecturas de poesía u homenajes a literatos, se hizo un resumen de las actividades más destacadas en materia literaria.
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La Casa del Escritor fungió como la sede para que uno de los libros más comentados del país se presentara en septiembre: El deseo postergado, ganador del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2007, al cual asistieron más de 200 personas, en su mayoría jóvenes, que atendieron los comentarios de los poetas Álvaro Solís, Jaír Cortés, Alí Calderón y Mario Bojórquez, quien, con este poemario, es el primero de los mexicanos en formar parte de la editorial Lumen en la colección de “Poesía”.
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Fue un recinto para que diversos poetas jóvenes ofrecieran lecturas de poesía. Y durante el pasado Festival Internacional de Puebla (FIP), en noviembre, alojó a los escritores invitados como parte del FIP. Estuvieron, por ejemplo, los poetas Jorge Fernández Granados y Andrés Hinostrosa; también la venezolana María Auxiliadora y Alan Mills, de Canadá.
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Homenajes
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En el salón Paraninfo del edificio Carolino se realizó en julio pasado un homenaje al novelista René Avilés Fabila, porque su novela Los juegos cumplió 40 años de haber sido publicada por primera vez (1967). Sobre este libro, polémico en su momento, Avilés comentó: “un joven me hizo el mejor piropo que me han hecho de esta novela, pues dijo que parecía haber sido escrita por un “ceceachero” en plena huelga, bien encabronado y bien “mariguana”.
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En aquella ocasión, ante más de cien personas, los escritores Horacio Porcayo, Juan Gerardo Sampedro, Felipe Galván, Ricardo Cartas y Roberto Martínez Gracilazo hablaron de la trayectoria del autor de El gran solitario del palacio.
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Reseñaron el transcurso de un texto que a los 40 años que haberse editado, sufre una transformación, pues fue reeditada por Nueva Imagen con la intención de que los jóvenes lectores puedan conocer esta emblemática novela de la generación que sufrió la revuelta del 68 en nuestro país, pues critica tanto a los intelectuales mexicanos, como a los hechos violentos que orquestó el gobierno.
-Avilés, en su turno al micrófono, agradeció los comentarios de todos los participantes. “No me es fácil hablar de un libro que se inició en 1960; quizá el mejor comentario, sin menospreciar de ninguna manera los que acabamos de escuchar fue hablar de él a tantos años de su nacimiento.
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“Todo lo dicho aquí es cierto, este libro me dio una salida ruidosa en mi carrera, aunque sólo quería decir, al escribir Los juegos, que este sistema nos está dando ‘atole con el dedo’, que su caída es inminente y no sólo yo lo he dicho, mucha gente, desde los 60 ya está anunciando este problema. Aún es un sistema que nos está dando ‘atole con el dedo’”, afirmó.
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Otro de los homenajeados en este mismo recinto fue el veracruzano Sergio Pitol, en esta ocasión, el 4 de septiembre, los integrantes del colectivo artístico La Fuga Literaria y algunos maestros del Colegio de Lingüística y Literatura Hispanoamericana, Alma Corona, Atala García (estudiante de la UDLA), el catedrático de la UDLA-P Alfonso Montelongo y los integrantes de la Fuga Literaria, Alfredo Godínez e Israel Aguilar, hablaron de la trayectoria del ganador del premio Cervantes 2005.
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Y en su turno Pitol comentó: “este homenaje ha sido una cosa que me llegó al alma, el hecho de que no estén separadas las universidades y el ver tanta juventud en este bellísimo Paraninfo”. Explicó que planeaba, para este 2008, publicar una novela, esto después de que estudió a varios escritores de Latinoamérica, por ejemplo, Mario Bellatin; Rodrigo Rey Rosa, de Guatemala; a César Aria (argentino); a Roberto Bolaño, que más que chileno es mexicano; Ricardo Piglia (argentino); “son autores que han vitalizado la forma de escribir novelas en el continente”, dijo en aquella ocasión.
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Eventualidad
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Una eventualidad ocurrió en la Casa de la Cultura, vía alumnos y exalumnos del Colegio de Lingüística y Literatura, se programó la presentación de Ante un cálido norte del poeta y traductor José Luis Rivas; este acto también fue parte de un homenaje que los poetas Álvaro Solís, Jaír Cortés, Alí Calderón y Jorge Mendoza rindieron a quien diera voz en español a Pierre Reverdy, Michel Tournier, Jean Marie C. Le-Clezio, Henri Bosco, Georges Schehadé, T.S. Eliot, Saint-John Perse, Jules Supervielle, Derek Walcott, Arthur Rimbaud, Joseph Brodsdky y Les Murray.
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Esta celebración de la trayectoria literaria de Rivas se realizó interinstitucionalmente entre la Maestría en Literatura Mexicana de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) y la Casa del Escritor.
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En aquella ocasión, Rivas agradeció la presencia de más de 200 personas que se dieron cita para escuchar a uno de los poetas vivos más destacados del país.
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Dijo que estaba conmovido, que el mejor homenaje que le hacían era la presencia de tanta gente ante un poeta.
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Profética
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Esta sede, usualmente en activo cada jueves por la noche, ha presentado el trabajo de diversos autores jóvenes y de escritores ya conocidos, al igual es parte del grupo de organizadores de los premios de poesía Gutierre de Cetina y Alejandro Meneses de cuento. De igual manera hizo posible el primer concurso Muestra tu Moleskine, para los interesados en artes plásticas.
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Durante todo el año se ha mantenido una persistente actividad literaria en este foro, desde charlas acerca de astronomía hasta disertaciones poéticas, como la ofrecida por el escritor Julián Herbert acerca de Piedra de sol, poema del Nobel Octavio Paz.
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En este sitio de igual manera se comentaron números de revistas varias como Metapolítica o Tierra Adentro.
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Estuvo presente en Arterótico como el punto de encuentro de las Veladas Literarias en las que participación los escritores Alberto Ruy Sánchez, Mónica Lavín y Coral Bracho; además del editor de literatura erótica Alejandro Zenker. Estas charlas versaron acerca del oficio de escribir y del erotismo, fueron conducidas por la pintora Rosa Borrás y el reportero Óscar López Hernández.
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Aparte, durante el Congreso de Poesía y Poética, organizado por alumnos de la Maestría en Literatura Mexicana, en el patio de Profética se hicieron las lecturas de poesía, decenas de escritores mostraron su trabajo en este foro que aglutina gran parte de las actividades literarias.
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Convenios
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En el bar El Breve Espacio fungió como la sede de varios títulos del Fondo Editorial Tierra Adentro, presentó poetas, narradores y ensayistas jóvenes, es otro de los foros destinados a la divulgación de la literatura.
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Destacó que en marzo de este año, el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP), la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y la Casa del Escritor organizaron una serie de actividades con miras a reiniciar las actividades de la Escuela de Escritores de Puebla. El narrador Hernán Lara Zavala, René Avilés Fabila, el poeta Jaime Augusto Shelly, la narradora Mónica Lavín, la dramaturga Estela Leñero y el novelista Agustín Ramos dieron algunos cursos y charlas relacionadas con la literatura.
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Y las Galerías de Palacio se convirtieron en un espacio para lecturas de poemas, en las que estuvieron Kenia Cano, Claudia Posadas, Jorge Fernández Granados, Roxana Elvridge, Mario Bojórquez, Coral Bracho y Armando González Torres; de igual manera se presentaron algunos libros como Bajo el peso de nuestro propio fuego, de Gerardo Oviedo; la revista literaria Rimbaud, de Tlaxcala; y el poemario Mutaciones, de Gerardo Lino.
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Finalmente, la biblioteca Palafoxiana ha presentado los libros y catálogos que la Secretaría de Cultura en coedición con LunArena ha ido publicando.
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De los pocos textos de dramaturgia que se presentaron, la Casa del Escritor albergó a Contigo América, un registro histórico que da cuenta del trabajo de este grupo escénico que a lo largo de 25 años trayectoria se ha convertido en un emblema del teatro independiente en México. Los presentadores, en esta ocasión, fueron el dramaturgo Felipe Galván, el director escénico Williams Sayago y el compilador e investigador de este volumen, Julio César López.

jueves, diciembre 27, 2007

Mis doce uvas



Diario Milenio-Puebla (27/12/07)
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Hace exactamente un año unos cretinitos que andan por ahí me desearon, en una pobre nota periodística del día de los inocentes, todo el mal que a alguien se le puede desear. Muy a pesar de que no tomé en cuenta esas tonterías –no broma, sí encono– no esperaba otra cosa que terminara 2007. Ya casi termina, ya casi. No son malos o buenos los años, somos nosotros y nuestras circunstancias, como lo dijera Ortega y Gasett.
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Justamente ayer pasé al supermercado y compré unas latas que vienen con las doce uvas que, por tradición, se deben consumir a la hora de las doce campanadas que indican que el año se va, al tiempo de pedir doce buenos deseos. A veces se confunden los deseos con los propósitos, existe el riesgo. Pero los propósitos son también deseos.
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Yo aquí tengo los míos y los comparto a pocas horas de abrir la lata de las uvas. No voy a confesarlos todos porque vienen acompañados del secreto; si no, jamás se lograrían.
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Espero antes que nada conservar a mis amistades, todos aquellos que han depositado su confianza en mí. Gracias amigos míos, que sí los tengo y son muchos/ Espero, por otro lado, mantener a los que se dicen mis enemigos alejados, muy alejados, tan alejados como siempre, allá, que no se me acerquen/ En mi nota de deseos y propósitos he decidido seguir hablando de los plagiarios de la teoría del cuento mexicano; si algo tiene de vergonzoso una investigación es precisamente el plagio con la creencia de que los lectores somos tontos/ Seguiré caminando por las mañanas en el Parque Ecológico y con mis rutinas de Yoga ahí con la maestra Coral/ trataré de abandonar el Rivotril y el Lexotán, será mejor quizá acompañar el sueño con un buen traguito de Hornitos/ Que mis amigos y mis amigas hagan frente a sus problemas, ellos y ellas saben a qué me refiero y, por último dentro de esta pequeña lista revelada, deseo con todo el corazón que cambien para bien las cosas en la Secretaría de Cultura: ese personaje sin autocrítica que se sigue sintiendo secretario ha llenado de torpezas la cultura de Puebla. El 2007 fue terrible para la cultura. Por fin hace poco, el compañero Eduardo Montagner habló de los motivos de su renuncia: la humillación de que fue víctima por parte del arrogante secretario, quien así como llegó a esa Secretaría (sin merecimientos y por suerte) pudo haber tenido otro papel lejos de la cultura.
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Por fin se termina 2007. Hubo meses que se me hicieron eternos, como mayo y junio; otros pasaron más rápido que los tranvías.
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Deseo por último que a ustedes, mis amigos y lectores, les espere un excelente 2008, sin sobresaltos, sin los problemas que a veces da la vida cotidiana. Yo entonces a mis asuntos, a seguir trabajando. Feliz año.

martes, diciembre 25, 2007

Fotografía y posmemoria



Diario Milenio-México (25/12/07)
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Dice Milorad Pavic, en esa maravillosa novela que responde al nombre de Paisaje pintado con te, que el pasado siempre está a punto de ocurrir. En Tiempo pasado: Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión, Beatriz Sarlo argumenta que “el regreso del pasado no es siempre un momento liberador del recuerdo, sino un advenimiento, una captura del presente”. De ahí que el tiempo propio del recuerdo sea, precisamente, el presente: “es el único tiempo apropiado para recordar, y también el tiempo del cual el recuerdo se apodera, haciéndolo propio”. Tal vez pocos artefactos como las imágenes fotográficas transmitan con tanta convicción –con una convicción, eso sí, paradójica– ese estar-a-punto-de que caracteriza a lo que, habiendo sido, sigue siendo. En efecto, son pocos los elementos fragmentarios, y una fotografía de suyo lo es, que convocan, con tanta naturalidad, diríase que hasta con urgencia, la continuidad de un relato. El que ve un retrato, se apropia de una historia porque su mirada, lo quiera o no así, la reaviva, continuándola. El que ve, no se transporta hacia el pasado sino que, tal como lo sugieren Pavic y Sarlo, traen ese pasado a colación en el presente. Tal vez pocos objetos nos conviertan, a través de una acción tan aparentemente inocua como ver, en sus cómplices. El que ve un retrato, se implica.
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Hace más o menos un año recibí una invitación por parte de José Rojas Loa para participar, junto con los historiadores Cristina Sacristán y Andrés Ríos, en la presentación de una serie de fotografías del Manicomio General, comúnmente conocido como La Castañeda, la institución inaugurada en 1910 con bomba y platillo por el entonces presidente Porfirio Díaz, como primer acto de las celebraciones del centenario de la independencia de México. No tendría que explicar pero explico que la invitación se relacionaba a los muchos años que, en mi faceta de historiadora, he pasado leyendo e interpretando material textual y fotográfico del dicho manicomio. Mi relación con la institución, quiero decir, no es personal. Nunca fui, que yo sepa, una de las internas que ven hacia la lente de la cámara fotográfica con azoro o estupefacción o indiferencia. De haber sufrido de algún desajuste mental, mis ancestros lidiaron con esas condiciones en el extra-muros del mundo de la provincia norte. Nunca visité a interno alguno en sus pabellones y ni siquiera entretengo, como tantos otros, historias o macabras o divertidas sobre los avatares de La Castañeda en el barrio de Mixcoac –hoy por hoy una zona en la que la locura más cotidiana es, como en toda la ciudad, el tráfico. No soy integrante, quiero decir, de esa segunda generación que, a decir de Marianne Hirsch, podría hacer de mí, al ver las fotografías de La Castañeda, una agente de la posmemoria.
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Y, sin embargo, después de esos muchos años que he pasado leyendo con cuidado expedientes y oficios, y observando en obsesivo detalle fotografías y retratos del manicomio, es del todo difícil asegurar que mi relación con la institución no es personal. Menciono todo esto porque en la discusión que Beatriz Sarlo anima contra el concepto de posmemoria acuñado por Hirsch –un término que a Sarlo no sólo le parece narcisista y redundante sino también carente de toda eficacia teórica– la pensadora sudamericana acota que la única especificidad de la así llamada posmemoria no es su supuesta naturaleza mediada y lacunar, vicaria o abierta, sino más bien el grado de implicación subjetiva del sujeto que, desde el presente, y más específicamente desde posiciones concretas de clase y género de su presente, invoca o busca, o invoca por el sólo hecho de buscar, ese pasado. Dice Sarlo en un ejemplo que involucra testimonios de hijos de hombres y mujeres desaparecidos durante la dictadura militar: “Es la intensidad de la dimensión subjetiva la que diferencia la búsqueda de los restos de un padre o una madre desaparecidos por sus hijos, de la práctica de un equipo de arqueólogos forenses en dirección al esclarecimiento y la justicia en términos generales… [s]implemente se habrá elegido llamar posmemoria al discurso donde queda implicada la subjetividad de quien escucha el testimonio de su padre, de su madre, o sobre ellos”.
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Vuelvo a las fotografías de la Castañeda, a esas imágenes que he visto una y otra vez con la clase de “intensidad subjetiva” que produce el extraño reino del Como-Si. No soy nada de ellos, en efecto, pero cada mirada me ha convertido con el paso de los años en la hija o nieta o, en todo caso, la cómplice de una experiencia que, en sentido literal no me pertenece, pero que en el sentido político de todo lo que acontece, debería. Cuando veo las imágenes y, más aún, cuando las llevo a presentaciones varias, a charlas que responden a títulos como “El manicomio y la ciudad: la modernidad mexicana desde la locura”, la intención es, sin duda, extender el extraño reino del Como-Si a unos espectadores que disfrutan o padecen, según sea el caso, un presente que es consecuencia directa, pálpito, continuación de los rostros y las rejas y el dolor del manicomio. En el reino del Como-Si, entonces, soy algo de ellos, y lo eres tú. La experiencia no es nuestra, pero la elección, la intensa elección subjetiva, que es, y Sarlo tiene razón en esto, profundamente política, nos produce como la posmemoria de la Castañeda. Intrigante inversión de términos.

lunes, diciembre 24, 2007

¡Feliz Navidad a todos! Que la pasen a gusto con su familia y amigos.
Gracias por seguir pasando a este blog.
Afectuosamente.
Alfredo.

¿De qué color es el poncho?



Diario Milenio-México (24/12/07)
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1. En el principio estaba una camisa
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Esta mañana recibí un extraño regalo, cuyo solo recuerdo difícilmente me permite escribir en torno a otro tema. Más que un obsequio, era una provocación, acaso concebida con el fin de fumigar en el destinatario cualquier vestigio de espíritu navideño. Se me invitaba a ver un video en YouTube, que en principio creí asociado a la política. Según la información, los ponchos rojos, fuerza de choque afín al gobierno de Evo Morales, tildaban a Percy Fernández, alcalde separatista de Santa Cruz, de dictador. Rara vez hago caso a una invitación anónima, pero ésta contenía mi nombre y me deseaba unas felices fiestas, de modo que hice click y apareció el video, que había sido tomado de la televisión boliviana. En primer plano, a la derecha de una pantalla dividida, aparecía una entrevista con el alcalde de Santa Cruz, donde hablaba de excesos y actos de barbarie no del todo explicados. Fue entonces cuando reparé ya con cierta atención en las imágenes a la izquierda, afortunadamente sin sonido, donde un grupo de ponchos rojos se amontonaba sobre un pedestal, peleando en apariencia por la posesión de un perro. Retrocedí el video, vi de nuevo y sí, efectivamente, los salvajes se estaban peleando el cuerpo del perro sujeto e indefenso… para decapitarlo. Quieren participar, desesperadamente. Si se mira de nuevo, se ve al pobre animal agitando las patas traseras, segundos antes de que sus verdugos alcen el cuerpo ya sin cabeza, proclamando que van a hacer justo eso con los oligarcas. Y de paso con Percy Fernández.
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A quien siga leyendo en este punto, sólo puedo ofrecerle no abundar; si bien escribo aún bajo el influjo abyecto de la escena, que me remite a otra del 1900 de Bertolucci, donde un camisa negra, encarnado por Donald Sutherland, habla a sus conciudadanos con un gato entre brazos, explicándoles cómo el enemigo –los comunistas– sabe inspirar ternura a fuerza de confundirse con un inofensivo gatito, tras lo cual se lo sube a la cabeza y estrella ésta contra la pared. Después se alza entre ellos presentes ya con una corona hecha de vísceras, cuero y sangre de gato. Una escena espantosa pero aún ficticia –nadie imagina a Donald Sutherland haciendo eso delante de la cámara– que cierra la primera mitad de la película con el camisa negra y sus seguidores cantando “Somos los fascistas, terror de los comunistas”. Habrá quien diga que estoy abundando y es de pésimo gusto hacerlo en Navidad, pero al fin hablo de un largometraje. Está Dominique Sanda, con Depardieu y De Niro. Son cosas que pasaron, conciliamos el sueño creyendo que han dejado de ocurrir. ¿Qué pesadilla sería despertar y encontrar que el monstruo ya no es un hijo de puta en un filme de época, sino una turba de ellos en un noticiero?
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2. Lazos de sanguinolencia
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“Hermano”, se llaman uno al otro los ponchos rojos. Celebran asambleas comunitarias donde las opiniones adversas parecen cuando menos indignas de un hermano. “Los que estén de acuerdo, levanten la mano con el chicote”, los instruye el líder, y ellos votan así, como en esas reuniones fraternales donde se invoca a la familia para apelar no tanto a su lazo afectivo como a su compromiso mafioso. La familia como el chantaje sucio de la sangre. La familia como ese clan siniestro donde todos se lanzan de bruces al perjurio en contra de quien sea antes que dejar a uno caer en desgracia. La familia decente que acusa a la sirvienta piruja de seducir al primogénito ingenuo y embarazarse arteramente de él. La familia que corre cien kilómetros de carretera para ir a abandonar al perro, que es como degollarlo cariñosamente. Hay un lado siniestro de la familia, donde coinciden los peores conservadores, y que tiene que ver con doblegar el propio sentido de justicia frente al inobjetable veredicto del clan. Por alguna razón quizá supersticiosa, a la gente le escuece reconocer que en su familia hay un pobre infeliz que se tira a sus hijas al tiempo que reparte lecciones de moral.
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¿Me estoy yendo muy lejos? No tanto. Me dan miedo las camarillas de creyentes que se nombran hermano unos a otros. Podrán de pronto ser bellísimas personas, pero el hecho de así llamarse en público les da pie para ver, juzgar y condenar más de lo soportable para cualquier amante de la libertad. De hecho, la palabra amante les perturba, aunque menos que el término libertad, odioso a los oídos de todo ortopedista moral. No sabe uno si cualquier día el supuesto pacto de sangre que les une será la sed de sangre que les haga cómplices. “No degollamos a dos perros por nada”, dirán los ponchos rojos, hermanados por su misión de odio inopinable. Su mensaje es bien claro: se atreven a cualquier atrocidad.
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3. Vergüenza de especie
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Parecía una ley absurda la que impedía a los judíos poseer mascotas, durante la alemania nazi. Se decía que la ejecución inmediata de perros y gatos a manos de los inspectores era una crueldad innecesaria. Pero Himmler y Göring pensaban diferente. Los actos de barbarie contra los animales amedrentan al ciudadano común, lo acobardan al punto de insensibilizarlo; lo preparan así para otras atrocidades, mayores desde el punto de vista de nuestra especie. La sangre, al fin, es una. Derramarla con odio manifiesto es declarar la guerra violenta, y hacerlo con apoyo del Estado es abrazar idéntica doctrina que Attila Mellanchini, el personaje de Donald Sutherland. Por lo demás, todo esa perorata racista de Evo Morales y aliados no permite apreciar distancia real entre camisa negra y poncho rojo. ¿O será que hacen juego?
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¿Achacachi, se llama la localidad de La Paz elegida por los ponchos rojos para dar curso a su sed de venganza a costillas de un par de pobres chuchos que debieron de agonizar atónitos ante todo ese odio que a a cualquier ser sensato tendría que causarle horror, asco y desprecio –el efecto buscado, tal vez–. Una turba cobarde y perversa unida para masacrar a dos inocentes, en el nombre de algunos atavismos imbéciles: tal fue el regalo que recibí esta mañana. Envuelto en color rojo.

sábado, diciembre 22, 2007

Donde hubo fuego, cenizas quedan

Termina el año y la vida sigue sin decirte nada. Todo es cotidianidad absoluta. Es lunes inicio de semana, la única diferencia es el número y el nombre del mes que marca el calendario, así como el número que le ha tocado a este lunes, puede ser diez o diecisiete, no interesa realmente. Tú estás parada atrás del mostrador de la tienda de ropa, -ubicada en la plaza comercial de moda de tu ciudad-, esperando a que por la puerta entre alguna cliente dispuesta a desembolsar la chequera de su esposo u amante según sea el caso, para poder vestir la mejor ropa, y así tenga que presumir ante la sociedad. Pero para tu sorpresa ha entrado Roberto Pérez. Tu último amor antes de terminar la Universidad. No te ha visto, finges demencia, mientras la memoria te hace ver la película en la que hasta ahora llevas veintiséis capítulos-años actuando.
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La vida tiene la costumbre de abofetear a cualquiera de sus habitantes de la manera más tierna, sin que se puedan dar cuenta, con alguna de sus múltiples ironías que tiene reservada para cada uno. Los refranes existen por algo, el idiota o la idiota que los inventó, tuvo que tener alguna razón lógica para ello. Cuando ibas en la preparatoria, juraste nunca trabajar en una tienda de moda, es tan banal y absurdo para ti que la gente construya su imagen según lo que dicte la moda. Y mírate, ahí, en un mostrador de una tienda de modas que almacena y vende las mejores marcas existentes en el mercado para la mujer. Primera frase para recordar el resto de tus días: nunca digas de esa agua no he de beber. Aunque todo tiene una explicación, una muy buena, porque el humano no puede romper las promesas personales ni hacer a un lado los principios, así por que sí. Para todo error, existe un pretexto.
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Tu fatalidad se empezó a escribir hace unos meses, justo cuando por fin pensaste haber encontrado la felicidad y anexada la estabilidad. Todo apuntaba a la perfección, tu racha mala había terminado. Los noviecitos de juego en tu secundaria, eran ya anécdotas, los novios de paso que llegaste a tener en la preparatoria, una simple experiencia para lo venidero: la Universidad. Los compromisos en cuanto a relaciones, por tu educación recibida desde niña, siempre fueron cosa seria y no deberían de tomarse a la ligera; y en tu familia la mayoría utilizaban la Universidad para cazar marido. Aunque por otro lado, existía la disyuntiva de que a nadie se le puede negar un poco de amor, y que sin este la vida es muy vacía. ¿Quién eres tú para negarles a otros tu amor? Eso justifica tu comportamiento. Tenía demasiadas razones para adoptar la costumbre de cambiar hombre cada mes, una era la sensación de tener en tu cama y sentir en tu cuerpo a otro, la cual ya se estaba volviendo una adicción en ti. La otra consistía en un punto de vista muy particular: la Universidad se hizo para estudiar y divertirse, no le veías caso el tener una relación con miras al matrimonio, y la durabilidad en la relación era síntoma de ello, por eso no te permitías pasar del año en tus relaciones amorosas. Pero siempre existe un alguien a quién decepcionar, tu abuela si estuviera viva sería ese alguien. Según cuenta tu hermana, ella acostumbraba decirle cuando la veía salir con un novio: cuida esa joyita, que no todos son dignos de poseerla. ¿Joyita? Años, materias universitarias y hombres tuvieron que pasar por ti, para que comprendieras que joyita era una vil metáfora para referirse a la vagina. Para tu bien, la literatura te dio una salida alterna. La joyita, podría ser, visto de otra manera, como tu corazón o tu esencia. Aquí nace tu propio refrán: no todo hombre es digno de conocerte por completo. Y es que el cuerpo y sus componentes sexuales –según tú-, realmente no tienen nada de novedoso para el hombre, lo pueden ver en una película, además, desde chicos estuvieron acostumbrados al contacto con los senos, la única diferencia es que aquellos senos eran maternos, ahora son ¿sexuales? Y no hay como el placer de sentirse dueña del amor de un hombre, que mientas duré enamorado, es capaz de hacer lo que sea por ti. Pero pobrecitos, si supieran que sólo te interesaba su cariño por un rato. En fin ya habrá otra que le cure sus penas, te respondías al menor asomo de culpa, cada que terminabas con un hombre. La vida cobra caro, las frases razón tienen, una amiga alguna vez te dijo: no hagas a otros, lo que no quieres que te hagan.
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Estás a punto de terminar la carrera, te faltaran escasas dos materias y la avalancha de miedos y responsabilidades empiezan a ser tu pan cada día y tu café de cada noche. Tus padres son un martirio constante: si no te piensas casar al terminar la carrera, ve buscando un trabajo para que vayas pagando tus gastos personales. Frase que te aparecía cada mañana desde hace dos meses, era como tener un duende programado a las seis de la mañana para joderte al mismo tiempo que tu despertador. Tu orgullo es como la muralla china, desde la luna se podría ver. Jamás ibas a ceder. Maldito feminismo, decía para sus adentros tu padre cada vez que le recordabas tu idea de no casarte hasta que tú lo creyeras correcto. Para beneplácito personal y de tus padres, obtuviste una tesis con recomendación a ser publicada, a pesar de tener un promedio por debajo de lo exigido. En la vida siempre hay que elegir, tú tenías dos opciones mientras hacías la carrera: obtenías buenas calificaciones, pero te olvidabas de amigas y amantes ocasionales, o sacabas la universidad como fuera y en cambio solidificabas amistades y te llenabas de amantes a tu antojo. La segunda opción fue la ganadora. Segunda frase que hiciste tuya: el fin justifica los medios. En este caso tu fin era tu felicidad y los medios, la forma en que la lograste. El trabajo nunca apareció en esta parte de tu vida. Ahora venía la segunda decisión importante de tu vida: buscar una relación con vías a la formalización, al matrimonio. Eso necesitaba un giro en tu personalidad, requería de despedirte de las relaciones de paso para acceder a las relaciones duraderas. Pero al mismo tiempo tenías que buscar trabajo, uno que permitiera seguir con tu próxima vida de estudiante, ahora en Maestría, al mismo tiempo que tu vida personal. La burocracia siempre fue una opción fácil y segura, tu padre lleva trabajando para el Estado toda la vida, o al menos desde que la memoria dio vislumbres de vida en tu mente. Pero como siempre, tu orgullo era quien tenía la última palabra, así que inexperiencia en mano y orgullo como vestimenta, saliste por las calles de la ciudad en busca de opción que cubriera tus expectativas.
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El karma, el maldito karma, así habré sido en mi vida pasada –repetías incesantemente-, que por más vueltas que diste, nada de lo que esperabas estaba con el glorioso estado de vacante. Sólo quedaba una opción, con buen sueldo, horario flexible de acuerdo a tus necesidades: vendedora de ropa para mujer en una tienda de moda, ubicada en la plaza comercial con más auge de gente nice. Era eso o nada. Analizando tu vida actual, se venía la Maestría, obvió tu padre no iba a soltar ya ni un peso más. Luego la búsqueda de una relación duradera y formal, para ellos había que invertir dinero en tu vida social. No había de otra, tenías que tomar el trabajo. Ya llevabas ocho de horas buscando y nada. Esto o la pobreza. Todo tiene un lado positivo, pensaste, al mismo tiempo que vino a tu mente aquella frase: siempre que se cierra una puerta, se abre una ventana. La puerta cerrada: tu opciones primera de trabajo, la ventana: este empleo que permitía burlarte del vacío existente en las mujeres de la aristocracia de tu ciudad y de pilón el placer de que ellas pusieran de su dinero para pagarte. Acto seguido, cerraste los ojos y le dijiste a la señorita, que atendía y se tardo más de veinte minutos explicándote todo lo referente al trabajo: acepto. Igual y sería una oportunidad para encontrar algún caballero que despistado en qué regalarle a la novia, acabe enamorándose de ti, si existen el don Juan, tú serías algo así como: doña Cleopatra, por aquello de la hermosura y la sensualidad inherente en tu persona e irresistible para los hombres.
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Y hete ahí, son ya tres años que llevas trabajando en esa tienda exclusiva, mujeres presuntamente felices han entrado y salido, tu maestría estás a punto de concluir y el desgane te carcome toda. Siempre hay que hacer un sacrificio en esta vida, decía tu madre, para poder merecer en un futuro el paraíso, terminaba la frase tu padre. Sin duda, si hoy te murieras, el cielo ganado ya lo tienes por tanto sacrificio que has hecho, -le aseguras a tu compañera del trabajo-, que se ha vuelto como una amiga para ti. Pero el amor se ha escondido de ti. Cupido se olvido de ti. Pero en el fondo sabes que sólo tú tienes la capacidad para darle fin a tu situación tan dañina. Y así como la vida te ha abofeteado con la ironía de tenerte trabajando en una tienda de ropa para mujer, a pesar de tus principios. También te da lecciones. Tu antigua maestra de preparatoria acostumbra pintar cada día en el pizarrón de su salón la siguiente frase: uno no valora lo que tiene hasta que lo sabe perdido. Su razón explicita era para intentar hacerles entender la necesidad de valorar a cada persona que forme parte de su vida y disfrutar cada momento. ¡Qué trillado!, y aún así nunca la recordaste, al menos no antes, sino hasta hoy que has visto a Roberto Pérez entrar a comprar en tu tienda, pero ¿qué hará ahí adentro, en la tienda en la que justamente trabajas? Lo notas indeciso, abandonas uno de los mostradores para acercarte a él y asesorarlo, de paso quizá te reconozca y te ponga al tanto de su vida, no está demás saberlo. ¿En algo puedo servirle?, le preguntas. Sí, que amable señorita, estoy buscando una blusa de x o y estilo, es para el regalo de mi esposa y no sé exactamente cuál puede gustarle. Tragas todo tu orgullo y a la vez la sorpresa te inunda las venas. Tomas valor y le contestas: para poder ayudarte Roberto, primero necesito me describas a tu esposa y teniendo alguna de sus características, quizá pueda asesorarte como se debe. Se sorprende y pregunta si te conoce o cómo es que sabes su nombre, tú le contestas que eres Angélica Hernández, otrora novia suya en el último semestre de la carrera de Ciencias Políticas. No puede evitar l sensación de darte un abrazo, de esos que años no recibías, tan lleno de un algo que no alcanzas a describir, cariño le pones para salir del hoyo. Se ponen al tanto de la vida de cada uno, luego te da las señas de su esposa, te dice que se casaron hace dos años, que la ama, pero que nunca como lo hizo contigo, que sigues siendo la única, te asegura. Paga y se va. Te quedas inerte, fría, sin reacción, actuaste por mero mecanismo. De la nada reaccionas y sales corriendo a ver si lo alcanzas, le das tu número, le pides el suyo y quedan de un café matutino, como los de antaño en el lugar de antes, el de siempre: afuera de lo es la Facultad de Derecho. Se cumple la fecha. El café ha sido grato. Se ofrece ir a dejarte a tu departamento de soltera. Aceptas. Sube hasta él, so pretexto de ir al baño. Tú caminas, hay algo que te pide actuar, pero sabes que las consecuencias son caras y pueden costarte la dignidad. Un próxima Maestra en Sociología no puede permitirse perder lo que años de orgullo te ha costado. Pero el amor, todo lo justifica y lo vale.
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Antes que salga del baño, entras a tu cuarto, buscas una foto de ambos, se la regalas como recuerdo a lo que fueron, él toma la foto, la observa y te dice: qué tiempos aquellos, haría lo que fuera por regresar un instante. Ya para qué, es tarde y ya no es lo mismo, tú nunca me quisiste como yo a ti, termina su soliloquio. Mejor me voy. Es ahora o nunca, gritas. Se detiene y te pregunta si dijiste algo, y antes de que voltee a verte, su espalda se empieza a llenar de sangre, tu piso se vuelve laguna de sangre. Tres veces salieron las tijeras para entrar cuatro y por fin caer al suelo lentamente, pues lo vas sosteniendo. Después el fuego generado por ti empieza a comer tus sillones de la sala. Luego ira a tu cuarto donde has acostado a Roberto, a tu lado. Si es cierto que el amor genera fuego, cuando este es intenso. Ahora tú le haces un monumento al amor que te tuvo Roberto y terminas con tu soledad que te carcome. El fuego todo lo borra. Nadie será culpable de nada, al menos no tú.

jueves, diciembre 20, 2007

Civilización y enfermedad



Diario Milenio-Puebla (20/12/07)
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Estos últimos días en que se ha discutido tanto la posible decisión que pueda tener el enfermo terminal para abandonar todo tipo de tratamiento y morir simplemente “en paz”, he revisado un libro que desde 1943 se editó en inglés con el título de Civilization and disease y en que en 1987 fue traducido al español por Ramón Aguirre Dávila y publicado por el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Nacional de Salud Pública, mismo que me ha parecido muy actual, pese a los veinte años que nos separan de su primera versión al castellano.
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El libro es una investigación de Henry E. Sigerist y –no estoy seguro de que se consiga, a no ser que se haya reeditado– se puede conseguir en la colección “Biblioteca de la Salud”.
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Ahora que se sigue discutiendo por las Cámaras el problema de la eutanasia (que no deja de ser un problema ético) la investigación a la que hago referencia debería de convertirse en un punto importante de referencia.
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Sobre este tema ya había tratado en varios de sus escritos Susan Sontang. Encuentro un punto acuerdo entre Sontang y Henry E. Sigerist: “la enfermedad es un proceso biológico, una respuesta fisiológica a un estímulo excesivo o a una condición anormal”. Tarde o temprano, escribía Susan Sontang en La enfermedad y sus metáforas, estaremos en la orilla a la que nadie desea llegar, en la orilla donde nos espera la enfermedad.
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Sin embargo, hay un concepto de salud y enfermedad que tiene que ver con la visión que el hombre se ha hecho de la “civilización”.
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Pensamos que la enfermedad es lo no deseado o lo que a nadie se le desea. Y nos preguntamos: ¿por qué a mí? ¿Y por qué no? Todos, desde el momento de la concepción nos comenzamos a morir poco a poco. Estoy consciente que el tema no es muy atractivo para muchos, pero hay que tenerlo presente.
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En 1943, el autor de Civilización y enfermedad escribía que cien años atrás (en 1843) había sólo unos cuantos centros de investigación médica. Pereciera que las cosas no han variado tanto, si tomamos en consideración que la población –en más de cien años— ha crecido de manera importante.
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Actualmente hay mucha gente que no tiene acceso a los servicios de salud pública y enfermarse se ha convertido en un peligro y un lujo. Los medicamentos se han encarecido y las consultas de los especialistas siguen por las nubes.
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El libro de Henry E. Sigerist Civilización y enfermedad, a lo largo de los capítulos que lo conforman hace un recorrido por la historia de la medicina y nos advierte que “la interpretación científica de la enfermedad es aún muy joven”. Me llamó mucho la atención porque creo que esa afirmación es también muy actual, pese a los indiscutibles avances tecnológicos que en materia de medicina ha habido en los últimos años. Habrá que recordar que la penicilina apenas es un descubrimiento de los años cuarenta del siglo pasado. Es muy joven y sin ella muchas vidas no se hubieran salvado. El autor de este libro opinaba –en el lejano 1943– que los países socialmente adelantados habían erradicado la lepra (enfermedad medieval) y algunas enfermedades venéreas y que la tuberculosis sería “una enfermedad del pasado”. Aunque ya Roberto Koch había descubierto el bacilo causante de la tuberculosis, ésta no podía ser erradicada completamente por la disposición heredada de los hombres y su medio social.
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En la larga historia de la enfermedad se han erradicado algunas, pero han aparecido otras. El mundo medieval experimentó nuevas pandemias durante siglos enteros. Ahora se pueden mejorar las condiciones de vida, sólo eso. Lo demás es una certeza: tarde o temprano –como dicen Sontang y Sigerist– estaremos de aquel lado. Por lo pronto, esperemos el bienestar para todos durante este 2008 que casi comienza.

miércoles, diciembre 19, 2007

El artista como forjador de una identidad (Parte 1)

Este texto lo publiqué días atrás, pero lo he corregido, Nuevamente lo subo con sus cambios respectivos.
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El viernes siete de este mes que se nos va Carlos Monsiváis estuvo en Puebla, como casi cada año o cada dos años se ha vuelto costumbre, esta ocasión el lugar fue el Auditorio del Museo Amparo y la razón: hablar sobre Frida Kahlo, la gran pintora mexicana. El evento estaba programado a las 7:30, empezó unos minutos después, pero con un lleno, ¡claro, es Monsiváis!
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Frida Kahlo para Monsiváis: “es uno de los pocos personajes que se ha incrustado no diré yo en el imaginario colectivo, en donde desde luego está innumerosamente, sino también en el de los emblemas de la Nación, y la Nación en la globalidad, no la Nación histórica o la Nación tradicional. ¿Quiénes serían en el siglo XX? Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas, Pancho Villa, Francisco I. Madero, todos relacionados con el poder o con la resistencia al poder, Ricardo Flores Magón que es extraordinario no está en esa panoplia, y Frida Kahlo y Diego Rivera, son los dos artistas que han entrado a esa visión constitutiva de lo que es sin duda la Nación, tal y como se representa en tiempos en que la idea de Nación tiende a disminuir o estaba desapareciendo”.
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“Frida es la imagen de una intimidad pública. Las fotos de Frida son ya parte de la obra de Frida, porque es tal el poderío de la leyenda, del mito, de la contingencia iconográfica, que uno ve las fotos de Frida y sabe que el centro de las fotos de Frida no es que esté ahí plasmada, sino que tiene un poderío tal, que le da a las fotos su aura icónica, lo que es deslumbrante y lo que francamente sólo de Zapata puede decirse eso, pero en Zapata está la lucha de todo un pueblo, está la reivindicación de la tierra, está la revolución traicionada, (…) en el caso de Frida está estrictamente el poderío de una mujer que no se confina en el sufrimiento, que no se deja atrapar en la idea del artista que pinta del sufrimiento, que le da a la vida de inválida, proporciones notables de celeridad y de cambio, y de lo que podría ser variedad amorosa, no promiscuidad, que es un tema cargado de culpas tradicionalistas, sino variedad amorosa que es lo que todos quisiéramos”.
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Las obras de Frida, desde mi perspectiva, son únicas, en ellas encontramos al existencialismo y al surrealismo conviviendo sin ningún problema estético ni ideológico. A Kahlo como a muchos escritores y creadores, les debemos una identidad de Nación. En cuanto Identidad Nacional no me refiero a ponerse de pie en un país extranjero cuando uno ve la Bandera Mexicana, ni cantar el Himno Nacional en el estadio Azteca cada que juega la selección. Me refiero a esta capacidad de respetar nuestra Historia y recordar los sucesos que nos han ido formando (trágicos algunos y heroicos otros) para evitar repetirlos. Una identidad Nacional la concibo como algo que nos refleja desde las raíces hasta lo más banal y, es comprendido y valorado por un mexicano y apreciado por un extranjero. Es plasmar nuestras ideas con un sentido crítico ante nuestro entorno. Es no perder esta capacidad de ejercer nuestro punto de vista sin temor a ser callados.
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La labor de los escritores como Pitol, Del Paso, Poniatowska, y de cualquier creador como Vicente Rojo, aparte de tener una postura política e ideológica ante la sociedad, es la de evitar que la memoria se pierda. Ellos, la élite cultural, deben usar su arte para plasmar su entorno, no importa la corriente artística o ideológica ni los intereses que persigan, todos nos han ido y nos seguirán formando como lo que somos: una Nación libre y soberana, donde lo único que no cabe es la apatía ante cualquier acontecimiento de índole nacional.
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Carlos Monsiváis en su libro Las Herencias Ocultas (Debate, 2007), nos da un ejemplo de ello, ha dedicado 372 páginas para hablar de aquellos escritores de nuestro siglo XIX mexicano que no sólo nos dieron un romanticismo y pre-realismo muy mexicano y único, también forjaron una Patria desde las filas liberales, algunos combatiendo con su pluma, otros más utilizaron las armas y algunos más hicieron uso de ambas. Pero siempre defendiendo sus ideales. Nuevamente son los creadores vinculados con el poder o contra el poder. Creo, ahí debe estar creador, siempre opinando y nunca callado.

EL INCONSCIENTE ÓPTICO



Diario Milenio-México (18/12/07)
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¿Qué es lo que verdaderamente hacemos cuando sonreímos, nos arreglamos el cabello y, viendo directamente hacia la lente de la cámara, inclinamos el cuerpo o estiramos el cuello para asegurarnos de que quedaremos dentro de ese rectángulo, hasta ese momento puramente imaginario, que después se convertirá en la fotografía del nosotros? Un acto en apariencia cotidiano y, por lo tanto, inocente o, peor aún, insulso, adquiere dimensiones intrigantes, tanto a nivel histórico como teórico, en Family Frames: Photography, Narrative and Postmemory, el muy famoso libro en el que Marianne Hirsch acuñó un concepto, el de posmemoria, que ha dado lugar a no pocas polémicas en el ámbito de los estudios culturales. Según Hirsch, las fotografías familiares tienen la virtud, o el peligro según se vea, de provocar y manifestar al mismo tiempo la cohesión de los núcleos familiares, constituyendo simultáneamente una crónica de sus ritos así como el objetivo central de los mismos. No sería del todo descabellado pensar, luego entonces, que muchas de las reuniones familiares en las que participamos se llevan a cabo sobre todo para tener la oportunidad de producir las fotografías a través de las cuales la idea y la práctica de la familia se vuelven no sólo palpables sino también “naturales”.
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Si éste fuera el único alcance —un alcance de suyo hegemónico— de la fotografía de las familias, sería difícil explicarse cómo es que estas imágenes repetitivas y consabidas, trilladas e ineluctables, logran enternecer o emocionar a quienes las conservan en álbumes o cajas —artefactos celosamente guardados en sitios especiales del hogar— sólo para tener la oportunidad de compartirlas (con frecuencia a la menor oportunidad), de volverlas legibles ante los ojos del extraño que se aproxima. Así las cosas, es de sospecharse que hay más. Según Hirsch, ese más empieza por localizarse justo en el punto de articulación entre el mito de la familia y su, con frecuencia contrastante, realidad. Y de ahí parte hacia ese aspecto de la relación familiar que con frecuencia pasa desapercibida: “las maneras en que el sujeto individual es construido en el espacio de la familia a través de la práctica de la mirada”. A través del encuadre y la luz, con la complicidad de la pose y la contribución del azar, la fotografía familiar descubre, pues, una cierta interacción visual que por cotidiana suele volverse transparente, es decir, invisible, pero que emerge con singular fuerza en lo que Benjamín denominara como el inconsciente óptico, al cual nos da acceso la cámara fotográfica.
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Así entonces, lo que termina llamando la atención de muchas de esas imágenes no es lo que conocemos de las personas que mejor conocemos, sino lo que, de repente, lo que gracias al obturador y al flash, ha quedado detenido dentro del recuadro de la fotografía sin que el fotógrafo o el fotografiado tengan plena conciencia de ello. Lo que la fotografía nos brinda es, luego entonces, el punto ciego de la relación familiar, esa zona de ininteligibilidad que provoca sorpresa o miedo, suspicacia, rechazo, amor. La lista de ejemplos podría ser larga: la inclinación del cuerpo que, literal, delata una inclinación no expresada o apenas intuida; la mano que, cerrada sobre un hombro, manifiesta o terror o mesura o incredulidad, o todas las anteriores; la vena yugular que, exaltada, prefigura conflictos que, desde el futuro, que es el punto de vista del que ve la foto, parecen naturales; el calzado que, gastado o sucio, delata la buscada falsedad de las ropas de fiesta. “Las miradas que intercambian los miembros de la familia se localizan en puntos específicos: son pues locales y contingentes”, asegura Hirsch, “son mutuas y reversibles; y están atravesadas por el deseo y por la falta”.
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Acaso sea por eso que ver fotografías, incluso fotografías tan predecibles como las de las familias, siga siendo un ejercicio que con facilidad nos lleva a concluir, junto con el Roland Barthes de Camera Lucida, que la fotografía, más que un arte, es en realidad pura magia: lo que está ahí, impreso en papel, aunque más frecuentemente latiendo en la pantalla, no es una reproducción sino una emanación del referente que nos transmite el pálpito ése de su haber-estado-ahí y la melancolía de su ya-nunca-estar. Acaso sea por eso que no pocos puedan pasar horas enteras observando fotografías con el cuidado y la paciencia del que busca lo que no sabe que ya es: la cara de sí mismo en forma de la del extraño que se aproxima.

lunes, diciembre 17, 2007

Y con ustedes el escritor más controversial de México

A partir de esta semana y antes de que termine el año. Este blog estará alojando todos los lunes la columa que Xavier Velasco escribe para el Diario Milenio. Un escritor al que admiro y tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en Puebla. Esto es como un homenaje, y saludos a él donde quiera que ande escribiendo, ya sea DF o Río de Janeiro.

La justiciera injusticia



Diario Milenio-México (17/12/08)
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1.-Superhéroes, absténganse
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Una cosa es pelear por la justicia y otra contra la injusticia. Trabajos ambos tan ingratos como a la postre injustos. Supermán, por ejemplo, lucha por la justicia, si bien muy poca encuentra como Clark Kent, a quien le toma cincuenta y ocho años contraer matrimonio con Luisa Lane. Pero si Supermán radicalizara su lucha por la justicia, lo probable sería que acabara en el cementerio de Villa Chica, embalsamado en kryptonita verde. Curioso síntoma, éste. Frecuentemente, quienes se miran como superhéroes pretenden arreglar los entuertos del mundo desde su Villa Chica personal. Se diría que el hombre de la calle sólo recibe superpoderes si antes se acredita como pueblerino del mundo.
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Quienes dicen luchar contra la injusticia tampoco suelen tener éxito en su entorno inmediato. Además, si la justicia tiene defectos tan señalados como ser vulnerable, corrupta y enclenque, la injusticia es en cambio corpulenta, disciplinada y escurridiza. Cuando, cosa muy rara, conseguimos vencerla en el campo de batalla, descubrimos que se ha metido en nuestra casa. Y si intentamos radicalizar la lucha en su contra, será preciso poner en marcha una tiranía aún más vigorosa, y encima narcisista, capaz de husmear en cada rincón de la vida —comenzando por la conciencia— donde la injusticia podría llegar a esconderse. De ahí a buscar punzón en mano la marca del demonio sobre la espalda del sospechoso no media gran distancia. ¿O es que alguien pone en duda que no puede existir un ser viviente más injusto que el hombre del trinche y los cuernos?
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2.-Festín de superpoderes
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Al Che Guevara se le reverencia por sus años de lucha contra la injusticia, y hasta se hace leyenda en torno a esa manía deportiva de tirar y eludir las balas canturreando. De su lucha por la justicia —emprendida ya como funcionario público, con superpoderes a la mano— se dicen cosas menos admirables, como ese pragmatismo displicente de resolverlo todo vía paredón. Esto es, con la pequeña ayuda de la injusticia, que es la que por supuesto se merecen los enemigos de la justicia. Tres o cuatro retruécanos más tarde, ya no será posible averiguar quién era quién, ni dónde está lo justo de lo injusto de lo justo. Por eso lo más fácil es equiparar la lucha por la injusticia con la lucha contra la injusticia, pero hasta donde la experiencia demuestra, quien es bueno luchando contra la injusticia —donde el fragor de la batalla exige disciplina vertical y justifica todos los excesos— no consigue arreglárselas luchando por la justicia —donde hay que razonar, negociar, conceder, aceptar y no siempre resolver: un suplicio para cualquier héroe—.
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No se concibe la injusticia sin el poder, ni un poder absolutamente justo. Sin esa dualidad decepcionante, serían legión los demagogos profesionales que tendrían que arreglárselas como merolicos. Y eso quién sabe, pues hasta hoy los merolicos no viven sino de explotar la insatisfacción humana, contra la cual un simple pelapapas podría parecer remedio milagroso. Cada vez que aparece publicada la fotografía final de una junta cumbre, me da la tentación de imaginar a aquellos sonrientes mandatarios vestidos de Supermán. Armado cada uno de sendos superpoderes que le permiten luchar por la justicia, comprometido antes con el personaje que con la persona, sonriendo ante del espejo de la Historia con un inevitable orgullo tribal. Nadie puede saber, por esa sola foto, la clase de Supermán que es en su pueblo cada uno de los fotografiados. Se diría que son todos encantadores, además de modernos, abiertos y cosmopolitas. ¿No es verdad que hasta el payaso de Ghaddafi parece un tipo amable y civilizado? ¿No luce Vladimir Putin tan internacional y bon vivant como los enemigos de James Bond? El problema es que basta un mal arreglo entre tantos amigos oficiales de la justicia para que se consumen injusticias extraoficiales inenarrables, contra las cuales siempre hay algún profesional a cargo, listo para acuñar plegarias a medida.
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3.-Servidumbre con alas
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No sé si sea lo mismo el Cielo que el Reino de los Cielos, pero lo cierto es que el primero atrae con la fuerza que el segundo repele. Formar parte de un reino, y tener que rendir por ello pleitesía, no es exactamente lo que uno esperaría de la justicia divina. El Reino de los Cielos me parece, de entrada, terroríficamente poderoso, y por ello capaz de consumar las peores injusticias en el nombre del Bien Universal. Opinión que, supongo, no estará a discusión, ni podré yo hacer nada por modificar. Más aún, tendré que declarar públicamente que todo me parece siempre justo, y que quien venga y diga lo contrario será seguramente un enviado del diablo. Es decir que mientras todo el concepto del Cielo me parece glorioso, aunque aburrido, esa idea del Reino de los Cielos se asemeja tétricamente a la idea de un Reino de la Justicia, donde los agraciados ciudadanos no tendrían otra opción constructiva que la de competir por hacerse cortesanos y destacar en el Campeonato Celestial de Lambiscones.
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Nunca será lo mismo luchar por el Cielo que en contra del demonio, aunque ambos sean al cabo trabajos infernales. Al demonio se le combate en todas partes y a cada minuto, no pocas veces revirando sus trucos e instalando un sistema de control que él mismo envidiaría. Por eso, combatir al demonio es darse cuando menos los mismos permisos de que él disfruta, y a su vez disfrutar de la coartada que el hombre de los cuernos precisa de mentir para obtener. Tal es la diferencia, si el ángel miente menos es por la buena fama. Pero no hay que olvidar que su procedencia: el interfecto es súbdito con alas de una opresiva dictadura celestial, donde toda injusticia ha sido oficialmente proscrita y las almas son oficial e infinitamente buenos y felices.
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El día que exista el Reino de la Justicia, no quedará otra opción que luchar contra él.

domingo, diciembre 16, 2007

Frase, una frase absoluta

"La soledad es una patria a la que se llega o un trayecto para ir hacia uno mismo, para atreverse también a salir de uno y pensar, para obtener la victoria de no precisar de amigos, pero saber quiénes son los enemigos."


Victoría García. Historias de otros.

jueves, diciembre 13, 2007

David Huerta ante la crítica



Diario Milenio-Puebla (13/12/07)
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Asistí, invitado por José Prats Sariol, a la sesión de crítica literaria en donde se expusieron los trabajos de los alumnos del taller que imparte en la Universidad de las Américas. Durante un semestre completo se estudió con meticulosidad el libro Incurable de David Huerta, premio Xavier Villaurrutia en el año 2005 por Versión y autor también de un poemario importantísimo para la literatura mexicana: Cuaderno de noviembre.
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David Huerta escuchó las reseñas que se fueron presentando sobre Incurable y luego pasó a realizar un comentario de cada una de ellas.
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Ameno, sencillo y mostrando su gran conocimiento en materia de poesía, David Huerta fue redescubriendo su obra, su extenso poema publicado por la editorial Era.
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Este 2007 se cumplen veinte años de la primera edición de Incurable. Entonces la invitación que la Universidad de las Américas le hizo a David Huerta, fue al mismo tiempo una celebración por los primeros veinte de Incurable. Narró el poeta que el título original del poemario (llamó versículos a los versos, en clara alusión a los pasajes bíblicos) era “Caldo”, pero que los editores y sus amigos le hicieron ver que ese título no era el más afortunado. Una velada muy amena. Estar ante un poeta como David Huerta, escucharlo, es un verdadero privilegio.
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De las reseñas que ahí se leyeron hablaré muy brevemente de dos de ellas. De Claudia A. Muñoz Campos se leyó la reseña titulada “Incurable: compromiso poético y más en tiempos inciertos”.
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Cita la autora al comienzo y del propio Huerta: “Por fatalidad, por elección personal, por gusto de las palabras y por amor a mis seres queridos vivos y muertos quise escribir poesía, pero no he conseguido, todavía, escribir el poema”.
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Más adelante agrega que la única manera de explicarse la vigencia de una obra publicada hace veinte años se debe a que ahora resulta propicio “replantear temas vitales respecto a la poesía, sobre todo aquella que emana de una militancia intelectual”. ¿Dónde cabe –se pregunta— una obra como Incurable?
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Y se responde: “es un texto guía que funge como brújula”.
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En su momento y en su reseña titulada “Los azares del espejo”, Miguel Ángel Andrade comentó que la reunión era un ágape para celebrar los veinte años del poema. Y expresó que “En Incurable (…) se advierte un largo caminar, un movimiento que aún en los instantes de inmovilidad sigue maquinando sus reflexiones. Un motor que no para de respirar. David Huerta –dijo– es de aquéllos a quienes Bonifaz Nuño se dirigía en el poema 24 de “Los demonios y los días: para los que quieren mover el mundo/ con su corazón solitario,/ los que por las calles se fatigan/ caminando, claros de pensamiento”.
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David Huerta comentó cada una de las reseñas en un ejercicio de crítica y autocrítica. Hizo referencia de la poesía mexicana y habló de su generación. Creo que Andrade resumió bien la poesía de Huerta en estas palabras: “Es un poeta del deseo, un interminable deseo que desborda sus contornos a una dimensión de infinitud.”
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Celebremos entonces los veinte años de la primera edición de Incurable.

miércoles, diciembre 12, 2007

Una frase certera


Una regla general de la escuela -leáse Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica de la BUAP- es que no importa cuán tarde sea la primera clase, siempre dará hueva llegar.
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Carmen Barranco (12/12/07, 00:40 hrs).

martes, diciembre 11, 2007

ESCRITURA PROCESUAL



Diario Milenio (11/12/07)
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Me pregunta Paul Fallon, autor de “Negotiating a (Border Literary) Community on line en la línea” y profesor de literatura en la Universidad de Carolina del Este (atinadamente, y entre paréntesis, me pide que no le haga preguntas acerca de las divisiones geográficas de su estado) sobre el destino, si es que tuvo alguno, de la blogsívela que escribí en el año 2002, como parte de Words Are the Very Eyes of Secrecy, el blog que abrí en aquel entonces. Dice (palabras más, palabras menos): “asigné en mi clase el ensayo suyo sobre su blogsívela y también los primeros dos meses del blog. Resulta que ya no existen los textos que el ensayo menciona. Por eso, mi pregunta es: ¿qué pasó con estos textos, y más allá de eso, con la idea de escribir ´sin borradores, sin correcciones´?”. Por fortuna, el profesor Fallon aclara que “no se lo pregunto como crítica sino como manera de entender qué hace Ud. ahora en su desarrollo de la escritura-en-proceso (¿se trasladó al blog “vamp”?) y para pasarles esta información a mis estudiantes”.
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Sucede que, en efecto, hace algunos años, cuando abrí mi primera bitácora electrónica, decidí convertirla en una novela. Las causas eran prácticas y teóricas. Por una parte, estuvo el incontrovertible hecho de que la blogescritura se transformó, desde el inicio, en una adicción. La imagen que utilizo para explicar el proceso es la siguiente: es como poner a un niño en una tienda de dulces: todo gratis: todo a la vez. Escribía ya de manera constante, ciertamente, pero no escribía entonces todo el tiempo. Ese todo debe ir, naturalmente, en itálicas. La escritura en el blog constató algo que ya sabía que pasaba pero que me gustaba ignorar: la realidad, al menos la mía, sólo era posible a través de, en, dentro de, la escritura. Saberlo a ciencia cierta, saberlo con todas las pruebas en la mano, me ocasionaba, al menos, ansiedad. De ahí que a pocos meses de dar inicio con una forma de escritura cuyas consecuencias apenas empiezo a vislumbrar en fechas recientes decidiera darle forma, una forma familiar, a esa otra forma de escritura. Comencé, así, una novela.
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Las razones teóricas eran diversas también. Me interesaba entonces, como me sigue interesando ahora, trabajar dentro del terreno de la escritura–en-proceso–-una serie de ideas generadas en ámbitos tan variados como las artes visuales y la teoría pura que cuestionan, entre otras cosas, la relación entre el objeto y el sujeto de la práctica creativa, la relación de esa práctica con el espacio y el tiempo en que se genera, la noción misma de producto acabado, así como la teleología que lo funda: esa idea de que el “producto acabado” iba a ser “naturalmente” como aparece al final. El afán, se entiende, era y es un afán crítico. Quería que la escritura pudiera concentrar en sí el estado de emergencia que, de acuerdo a Walter Benjamin, caracteriza bien a la realidad, y quería, además, que se notara. Quería que la escritura lo abarcara todo, que lo desbordara todo y que no hiciera “como si” eso no estuviera ocurriendo todo el tiempo. No me interesaba el tipo de libro que se propone reproducir la realidad, sino aquel que en total inconciencia y puro placer se planteara la posibilidad, con una cierta utilización de las herramientas propias del oficio, de producirla.
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De todo eso surgió, pues, la novela que, con el paso del tiempo (que es otra manera de decir con el paso de los posts) tuve que empezar a denominar la blogsívela. Me explico. El tema, como suele ser el caso de la blogescritura, era la vida cotidiana: el aquí y el ahora en perpetua exploración de su propia forma. Sin referencias geográficas explícitas, la blogsívela estuvo, así entonces, enraizada firmemente en el lugar y la hora de su producción: la frontera más izquierda del país. El cruce. Los personajes, lejos de representar algo ajeno de sí, lejos de ser parapetos de otra cosa, fueron siempre construcciones textuales que resultaban de las interacciones con las personas implicadas en la producción del siguiente post. El cruce. La anécdota, en lugar de ser la ruta más o menos flexible que autoriza un autor, fue formándose en los vínculos que el lector iba generando en su lectura cotidiana. El autor, en este sentido, siempre fue un lector. Lo que pasaba en el texto era, sin duda, el texto mismo: el texto en su sentido más apegado a la materia del texto. El texto material y el texto más humano. El texto que se negaba a revelar (en el sentido de andar balconeando a “su contenido”) y se proponía velar, sí-velar, es decir, escribir, cualquier cosa que no fuera él mismo.
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No pude seguir escribiendo eso (sorry, profesor Fallon, las mudanzas, los horarios, las pesquisas). Pero todas estas cosas que ahora menciono (y todas las otras que no menciono) se han ido trasminando como prácticas cotidianas de escritura en textos variopintos. Tres nociones como punto de partida: 1) la noción de un libro permanentemente abierto que, apegado a la materialidad del lenguaje, produce, en efecto, una realidad que, siendo en sentido estricto ésta, es, siempre, otra; 2) la noción de que la responsabilidad del autor es vaciar tanto como sea posible las formas familiares para que las conexiones internas de un libro se conviertan en la responsabilidad del lector, es decir, en su entera implicación; 3) la noción de que un libro es el capítulo del otro libro que la escritura escribe a través del autor.

domingo, diciembre 09, 2007

El artista como forjador de una identidad

El viernes pasado Carlos Monsiváis estuvo en Puebla, como casi cada año o cada dos años se ha vuelto costumbre, en esta ocasión el lugar fue el Auditorio del Museo Amparo y la razón: hablar sobre Frida Kahlo, la gran pintora mexicana, quizá la única de la cual hasta los más incultos tienen noción de su existencia. El evento estaba programado a las 7:30, empezó unos minutos después, pero con un lleno, ¡claro, es Monsiváis!
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Algo que Monsiváis vino a recordar sobre Frida Kahlo, fue su gran pasión por la vida, su necesidad de decir las cosas tal cual eran, sin ocultar nada. La crudeza en su máxima expresión.
Frida Kahlo para Monsiváis: “es uno de los pocos personajes que se ha incrustado no diré yo en el imaginario colectivo, en donde desde luego está innumerosamente, sino también en el de los emblemas de la Nación, y la Nación en la globalidad, no la Nación histórica o la Nación tradicional. ¿Quiénes serían en el siglo XX? Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas, Pancho Villa, Francisco I. Madero, todos relacionados con el poder o con la resistencia al poder, Ricardo Flores Magón que es extraordinario no está en esa panoplia, y Frida Kahlo y Diego Rivera, son los dos artistas que han entrado a esa visión constitutiva de lo que es sin duda la Nación, tal y como se representa en tiempos en que la idea de Nación tiende a disminuir o estaba desapareciendo”.
“Frida es la imagen de una intimidad pública. Las fotos de Frida son ya parte de la obra de Frida, porque es tal el poderío de la leyenda, del mito, de la contingencia iconográfica, que uno ve las fotos de Frida y sabe que el centro de las fotos de Frida no es que esté ahí plasmada, sino que tiene un poderío tal, que le da las fotos su aura icónica, lo que es deslumbrante y lo que francamente sólo de Zapata puede decirse eso, pero en Zapata está la lucha de todo un pueblo, está la reivindicación de la tierra, está la revolución traicionada, (…) en el caso de Frida está estrictamente el poderío de una mujer que no se confina en el sufrimiento, que no se deja atrapar en la idea del artista que pinta del sufrimiento, que le da a la vida de inválida proporciones notables de celeridad y de cambio, y de lo que podría ser variedad amorosa, no promiscuidad, que es un tema cargado de culpas tradicionalistas, sino variedad amorosa que es lo que todos quisiéramos”.
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Frida Kahlo como todos los artistas ahora reconocidos, en su tiempo no lo eran, Carlos contó que era tal la falta de dinero que tenían en ese tiempo la pareja Rivera Kahlo, que llegaban a pedir prestado dinero a sus conocidos e inclusive Frida llego a vender una de sus obras en 500 pesos de antes. Y es que a Frida no la querían ni la valoraban en sus tiempos por su crudeza y amplia sinceridad al mostrarse tal cuál era, a enfrentar y compartir con el otro, su realidad. Frida nunca se tuvo lastima ni piedad. Su invalidez tal como lo dijo Monsiváis en lugar de impedirle crear, le motivo a seguir creando más y mejor.
Las obras de Frida, desde mi perspectiva, son únicas, pues en ellas encontramos al existencialismo y al surrealismo conviviendo sin ningún problema estético ni ideológico.
A Kahlo, como otros muchos escritores, le debemos una identidad de Nación.
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Quizá, entonces, la labor del artista no sólo sea plasmar sus ideas y sensaciones, sino también ir forjando con distintas perspectivas una identidad. Un algo que nos refleje desde las raíces hasta lo más banal y pueda ser comprendido, y valorado de la misma manera por un mexicano como por un extranjero.
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Si existió este año una Fridomanía, el autor de Las Herencias Ocultas (Debate, 2007) es el claro ejemplo de cómo un gran escritor puede llegar a ser en su país igual de querido y famoso, que cualquier cantante reconocido como Juan Gabriel, para algunos México perderá mucho cuando se muera ese prócer “varonil” de la música mexicana, mientras que otros dirán que México perderá todo: memoria, historia, vida, alma, etc., cuando se nos muera Carlitos Monsiváis. Esto tira una teoría, más que nada mito: la Cultura y todas su expresiones artísticas no son negocio, y si no, pregúntenle a Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Xavier Velasco, Fernando Del Paso, y otros escritores más se me escapan en esa lista, a todos ellos debemos agradecerles no sólo su gran calidad literaria, también y de forma particular su compromiso social con los movimientos políticos que acontecen en México como en el caso de Del Paso, Poniatowska y Monsiváis.
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La labor de los escritores, y de cualquier creador, aparte de tener una postura política e ideológica ante la sociedad, es la de evitar que la memoria se pierda. Ellos deben usar sus plumas para plasmar su entorno, no importa la corriente ni los intereses que persigan, todo nos ha ido y nos seguirá formando como lo que somos: una Nación libre y soberana, donde lo único que no cabe es la apatía ante cualquier acontecimiento de índole nacional.
Y si no me creen, pregúntenle a Carlos Monsiváis que en su libro Las Herencias Ocultas (Debate, 2007), ha dedicado 372 páginas para hablar de aquellos escritores de nuestro siglo XIX mexicano que no sólo nos dieron un romanticismo y pre-realismo muy mexicano y único, también forjaron una Patria desde las filas liberales.
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Hasta aquí los divagues, las vacaciones están encima y retornaré al blog nuevamente. Vacaciones que estarán llenas de lecturas muy históricas, empezando por Morelos: morir es nada de mi amigo y maestro, ahora ubicado al otro lado del charco, Pedro Ángel Palou, luego continuamos con Las Herencias Ocultas, del ya citado a lo largo del texto, en está lista interminable sigue Masones en México de José Luis Trueba Lara, que espero pronto conocerlo, agregamos Memoria Roja de Fritz Glockner y terminamos con Mi gobierno será detestado de José Manuel Villalpando.

jueves, diciembre 06, 2007

¡AL CARAJO!

Bajo el Sol (Diario E-consulta Puebla-06/12/07)
Por Roberto Martínez Garcilazo
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Para Johnny be good
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De repente Uno abre los ojos en su cama y siente una extraña y caliente energía animar su cuerpo que súbitamente se torna ligero y fuerte:
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Y entonces Uno decide mandar todo al carajo.
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- ¡Al carajo! Dice a su sí mismo. ¡Hoy no voy a trabajar, pase lo que pase, hoy no trabajo y tampoco me baño! Y de un salto Uno ya está en vaqueros y playera dentro del coche agarrando camino en busca de la salida de la ciudad que más cerca le queda para la huída.
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Toma el bulevar 5 de mayo hasta San José, dobla a la derecha, le mete tercera y en un tris ya está en Los Fuertes.
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Mete la cuarta, pasa la horrorosa fuente de Ignacio Zaragoza y enfila hacia la salida a Tehuacán.
Piensa llegar a San Salvador El Seco y de ahí tomar a la laguna de Atezcá, rumbo a Perote.
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Recuerda a Johnny be good.
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Su amigo, aquel a quien su madre le decía con el índice admonitorio cual katana: Pórtate bien ya no andes de parranda con tus cuates buenos para nada, que eso del teatro no te va a dejar nada bueno...
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Decía la mamá de JBG y tuvo razón, nada bueno le dejó, si acaso la memoria de la interminable temporada de ensayos de El Rastro, de Elena Garro, en los que Adrián Barajas, el héroe que era –es- JBG, tambaleándose de borracho y encantado por la nostalgia de una tierra y un tiempo que todavía no existen, le dice a su amada Delfina que él, Adrián be good, sólo quiere cantar con sus amigos y mecerse de alegría en la rama más alto del pino del atrio de la iglesia de La Gloria, el pueblo de JBG, que también es el de Adrían Barajas y el de la Garro, que nunca imaginó que un pueblo polvoriento pudiera llamarse así.
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¡Échenle una mano a Juan Barajas! Recuerda que decía su amigo y mete el acelerador y ya le urge a Uno llegar a la laguna de Atescá donde recuerda que Juan the good le dijo hace años que debajo de la fría superficie vivía una criatura semejante a la del lago Ness:
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- ¡Un dinosaurio en la laguna! ¡No mames Juanito!
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- ¡Que sí, lo digo porque lo vi. Yo vine a nadar, y me eché al agua y llegué hasta el centro inmóvil de la laguna y ahí me quedé flotando de a muertito cuando de pronto frente a mi emergió la cabeza de la criatura, una cabeza parecida a la de un dragón, si, un dragón de agua, yo lo vi, él me vio, cerró los ojos y de nuevo se sumergió!
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La luz del día emborrona de violeta las nubes y Uno recuerda otra madrugada en la que corría por la pista que conduce a Atlixco y maravillado miraba el azul eléctrico del cielo ir mudando lentamente de matiz, una mudanza indescriptible por lo fino y contundente del cambio que ante sus ojos, ante el auto que iba como un tiro a 190 kilómetros por hora, ocurría en el silencio sagrado que nimba los milagros.
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¡Todo al carajo! Dice sonriendo

El fin del Café Aguirre



Diario Milenio-Puebla (06/12/07)
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Lo que paulatinamente había venido sucediendo en un café tradicional –de una ciudad de tradición como Puebla– parece que ha llegado a una fase casi terminal. El café Aguirre de la 5 de Mayo (entre la Avenida Reforma y la 2 Oriente/Poniente) está en el abandono y quizá (en un corto plazo) cierre para siempre sus puertas al público. A principios de los noventa, un ingeniero lo remodeló para empeorarlo. Me acuerdo, por ejemplo, de un absurdo que no escapó a la vista de quienes lo frecuentábamos a diario. No sé cómo se les ocurrió simular unos ventanales y sus rejas ubicadas a la orilla de las mesas. Pero eso no es todo: metieron al fondo una televisión cuyo monitor lo cubría una planta de plástico.
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El "Aguirre" debió haberse inaugurado en los cincuenta o un poco antes porque, según lo he investigado, la primera remodelación la realizó en los sesenta el arquitecto Everardo Morales Pardo. Ése es el café que yo conocí en 1977, el que tenía una barra y un biombo que un poco protegía del frío durante el invierno. Lugar que frecuentaban los periodistas, escritores y políticos de Puebla, lugar de enorme tradición, ahora ha dividido el espacio para rentarlo –me han dicho– a la empresa de Telcel. Si ya sus propietarios habían terminado con la tradición de los chilaquiles y los tacos Petri, ahora (no le doy mucho tiempo) están por terminar con todo. En algunos países de Europa, sus habitantes tratan de conservar sus sitios tradicionales. Lástima que no hay alguien que se dedique en México a esa tarea. La preservación de las ciudades y sus espacios es la preservación de sus habitantes mismos. Antes, también lo recuerdo, la gente esperaba a que se desocupara alguna mesa porque el café tenía una clientela importante que era atendida por las amables Delfina (que en paz descanse) Bety, Cristina, Agustina o Lucía. Pronto, luego de la horrible remodelación de los noventa, el Aguirre no volvió a ser lo mismo. Se fue quedando solo poco a poco, dejaron de asistir los clubes de jugadores de dominó y los periodistas que gustaban de una orden de tamales, de los tacos Petri o del buen café que sólo ahí se ofrecían. Se terminó entonces ya una tradición de muchos años.
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En una de las carpetas que ponen ahí con los cubiertos, yo dejé un mensaje como este: “señor (me dirigía por supuesto al señor Vicente Aguirre): se ha cerrado una página de la historia de Puebla. Un café tradicional ha dejado de serlo para que crezca una empresa de telefonía celular. Es una lástima”.
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Y no dudo que la señorita que me atendió haya tomado la carpeta y, sin ver una sola línea, la haya tirado a la basura. Es una verdadera lástima. Ni modo, qué se le va a hacer cuando no se supo administrar un café como el "Aguirre". Lo que queda del "Aguirre" está en el descuido total. Pronto nada existirá: “no me preguntes cómo pasa el tiempo” como el título del poemario de José Emilio Pacheco.

RENÉ AVILÉS FABILA Y LAS MAFIAS LITERARIAS

Bajo el Sol (e-consulta puebla 06/12/07)
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De Fuentes a Monsiváis y Poniatovska o las varias caras de Ruperto Berriozábal
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Por Roberto Martínez Garcilazo

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Invitado por la academia de literatura de la preparatoria Emiliano Zapata, estuvo en Puebla el pasado viernes 23 de noviembre, el escritor mexicano René Avilés Fabila. En la biblioteca Germán List de la preparatoria Zapata develó una placa en su honor y en el salón Barroco del Carolino dictó una conferencia sobre literatura mexicana ante un público formado por jóvenes estudiantes universitarios.
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Durante la conferencia, después de recorrer gran parte de la historia de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX, recapituló y abordó el tema del cuarenta aniversario de la primera edición de su primera novela, Los Juegos.
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Dijo que hace cuatro décadas, en 1967, denunció y satirizó la existencia de una poderosa capilla literaria dirigida por Carlos Fuentes, en la novela se llama Ruperto Berriozabal, y que ahora en el 2007, tal si fuera una variación del Dinosaurio de Monterroso, ese grupo omnímodo sigue imperando pero con distinto jefes. Ahora son Monsiváis y Poniatovska.
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En ese momento de su exposición RAF dijo que, ante la negativa de distintos periódicos y revistas para publicar su articulo Pesadilla de una noche de otoño, o para documentar la biografía de Carlos Monsiváis, decidió hacerlo del conocimiento general por medio de su diario electrónico: http://recordanzas.blogspot.com Acto seguido narró los primeros párrafos del artículo. Yo, ahora, opto por reproducirlos textualmente:
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Hace exactamente cuarenta años, en 1967, escribí y publiqué mi primera novela, Los juegos. Qué escándalo. La historia ha sido repetida una y otra vez y yo he procurado esparcirla con audacia y cierto cinismo. En ella, una obra contracultural, critiqué a un grupo destacado de intelectuales, quienes se llamaban a sí mismos La Mafia, y aunque eran una suerte de broma pesada contra México, tenían un poder que ofendía el desarrollo armónico de la cultura nacional. Es curioso, y quizá Vicente Leñero me lo advirtió, las cosas no han cambiado un ápice. A lo sumo uno o dos de los mafiosos de aquella época (razones naturales) se han muerto de vejez o de inanición literaria. Es decir, nada ha cambiado desde entonces a pesar de que el PRI perdió el control del país, los medios de comunicación lograron hacerse más o menos independientes y los periodistas formados en aquella época oscurantista y represiva pasaron de sumisos a "independientes y rebeldes", algunos hasta progresistas son hoy. A los intelectuales les sucedió algo semejante y se convirtieron en héroes de una izquierda ilusoria aplaudida por una sociedad en pañales. En esa "mafia" destacaba un hombre un poco mayor que yo, que ya era famoso por haber sido un niño particularmente arrogante, catedrático y dueño de una memoria sin duda prodigiosa. Era Carlos Monsiváis, heredero de las glorias de todo grupo o persona que aspirara a ser dueña de México o al menos a tener la razón por encima de todo. Con mi generación, que a pesar de la escasa diferencia de los años, tres o cuatro, no se entendió. Nos miraba con desdén y nosotros nos negamos a recibir sus consejos o directrices. José Agustín le hizo las primeras bromas hirientes no exentas de ingenuidad: "¿Monsiváis a dónde vais? Ni lo sabéis ni lo buscáis" ...
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Hasta aquí la cita. El artículo tiene una extensión de 13 páginas a renglón seguido. En una primera lectura pude contar 58 alusiones descriptivas de Carlos Monsiváis. Por las páginas de esta pieza literaria pasa la Generación de la Onda, Tlatelolco 68, José Revueltas, Octavio Paz, Elena Garro, Carlos Fuentes, Elena Poniatovska, Consuelo Zaizar, López Obrador, Julio Scherer, Carlos Hank González y Gastón García Cantú, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari Gabriel García Márquez entre muchos más.
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René Avilés Fabila es un iconoclasta. Pero también es un moralista que critica la vida social y cultural de México. Es un destructor de los iconos de la hipocresía política y literaria, un denunciador despiadado de los vicios públicos de los personajes del carnaval mexicano.
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Termino citando el último párrafo de la Pesadilla de una noche de otoño e invitándote a leer en el blog de RAF el artículo en su integra, hilarante, implacable lucidez y extensión :
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¿Qué hubiera sido de Carlos Monsiváis si en lugar de nacer en el convulsionado Defe lo hubiera hecho en Suiza, donde no hay miseria ni terremotos, ni la policía mata estudiantes, un país sin caudillos, democrático, donde como bien dijo Orson Wells, en trescientos años de tranquilidad sólo han inventado el reloj cucú, sitio hermoso con lagos y ríos potables que Borges seleccionó para morir porque en su infancia la ausencia de ruido le permitió concentrarse en la lectura, país en el que no hay tragedias y entonces los periodistas se aburren contando calles limpias y tranquilas, sin policías ni ambulantes, lejos de un sistema idiota de partidos como el nuestro?
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Sería el caudillo del silencio, sin temas dramáticos sobre los cuales escribir y deambularía buscando alguna notoriedad por bancos en los que millonarios ladrones de todo el orbe esconden sus fortunas y con una profunda "tristeza reaccionaria" por no ser un mexicano que vive y disfruta sus tragedias nacionales.