sábado, septiembre 22, 2007

Morelos en los ojos de Palou.--El legado es el rescate de la conciencia de lo americano y reivindicación étnica.



Nuevo Excelsior
Por: Virginia Bautista
06/09/2007
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El rescate de la conciencia de lo americano y una reivindicación étnica es el legado del líder independentista José María Morelos y Pavón, a quien el escritor Pedro Ángel Palou define como el “líder comunitario por excelencia”, el aportador del primer pensamiento agrario-social.
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El editor y promotor cultural devela en su novela más reciente, Morelos. Morir es nada, al héroe y al hombre, al sacerdote y al amante, con sus dolores de cabeza, sus vacilaciones y sus temores. “Necesitamos redimensionarlo; pues Morelos es el verdadero independentista, el verdadero americano. Se la juega completa, es el único que dice se acabaron las castas, todos somos americanos.”
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Para el profesor y periodista, al acercarse a un personaje histórico, “sobre todo si es un icono”, hay que desterrar la imaginación. “Hay que usar los métodos del historiador, ser muy cuidadoso con la documentación; y la libertad del escritor está en el ordenamiento de los hechos, en la forma de contar.”
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Explica que lo primero que se debe encontrar son las razones del héroe y partir de la premisa de que “son seres humanos que viven vicisitudes y se convierten en héroes con el tiempo, en la historia”.
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Confiesa que lo que le fascinó del autor de los Sentimientos de la Nación fue la “conciencia de orfandad que tenía desde muy chico, sus 14 años de arriero, su gran conocimiento del campo y de las vías de comunicación entre Michoacán y Guerrero. “No es novato ni analfabeta, es un cura bien formado que leyó a los jesuitas, por lo que tiene clara la noción de guerra justa y así se defiende en el juicio inquisitorial.”
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Las tres mujeres que tuvo, una de las cuales es la narradora, y la imagen casi mesiánica que tiene de Hidalgo son recreados con detalle. “Hidalgo no lo quiere, no se acuerda de él; y cuando lo recibe le dice que no puede ser su capellán, que tiene cara de general. Lo que no es cierto, pues era gordito y chaparrito. Le dijo que se fuera y que lo nombraba Jefe de los Ejércitos del Sur. Pero muere Hidalgo, cuyo movimiento duró nueve meses, y él siguió en la lucha durante cinco años.”

La vida oculta de Morelos.---Prócer y cura con hijos y amigos herejes.



Luz Adriana Santacruz Carrillo, Univision Online
14 de Septiembre de 2007
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CIUDAD DE MÉXICO - Irreverente y contradictorio, con un pasado turbulento que dio de qué hablar en su época. Un sacerdote católico que tuvo mujeres e hijos, odiado por muchos y querido por otros. Así fue José María Morelos y Pavón, artífice de la segunda etapa de la Guerra de Independencia de México.
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A Morelos se le conoce por sus estrategias militares y su participación en el proceso de Independencia en el país, pero poco se sabe de sus amoríos, su doble vida y su pasado antes de que fuera luchador social.
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Morelos, morir es nada descifra algunos de estos enigmas relatados en una novela del escritor Pedro Ángel Palou.
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La vida y suerte del caudillo es narrada por una de sus mujeres, quien, obligada por la Iglesia a arrepentirse, utiliza esta penitencia como una forma para que su hija conozca la verdadera historia de su padre
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Es por esta razón que Palou decidió narrar en Morir es nada, las historias poco conocidas de Morelos. En entrevista exclusiva con Univision.com nos explicó un poco más de la personalidad de este héroe de la patria.
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P. ¿Por qué Morir es nada?
R. Es revelar los amores de Morelos, de un ser humano que vivía todas las contradicciones de la época. Era un sacerdote, pero también un ser humano, aceptó el celibato pero no pudo vivirlo; creía en Dios pero aceptó que hubiera guerras justas. Sustituyó la imagen del rey, al que odiaba, por la Virgen de Guadalupe.
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P. ¿Cómo era Morelos?
R. Morelos medía 1.62, era bastante gordito, difícilmente podría haber tenido la imagen del general; Miguel Hidalgo se burlaba de él. Sin embargo, este hombre se lo tomó en serio y en unos días tenía a más de 2,500 soldados. Venía de un estrato social absolutamente humilde, de pobreza, de orfandad, de 14 años como herrero. En él hay un pensamiento agrario que no existe en ninguno de los independentistas.
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P. Como sacerdote tenía que seguir el celibato, pero al parecer no lo hizo...
R. En el juicio inquisitorio se atreve a hablar de sus mujeres, incluso de las relaciones que tenía con personajes acusados de herejía. Después de la Inquisición todavía hay 25 días de tortura, 2 batallones le apuntaban a la cara las 24 horas del día y él nunca delató a sus compañeros de armas.
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P. ¿Qué se sabe de sus amores?
R. Morelos tiene primero una mujer que se llama Brigida Almonte, con la que procrea a su primogenito Juan Nepomuceno Almonte, un hijo que le sale muy mal y que termina siendo ministro de Maximiliano (emperador austríaco en México). Tiene una hija con otra segunda mujer a la que deja anónima en la junta inquisorial y todavía tiene una tercera en Oaxaca, Francisca Ortíz, con la que tuvo un hijo.
Estas familias se perdieron con el tiempo, no se supo de su descendencia.
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Bajo el acoso de la culpa
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P. Morelos es muy conocido por su paliacate inseparable. ¿Tenía algún significado?
R. Hay dos versiones. Una es que padecía de migrañas muy fuertres desde los 12 años y el paliacte servía para sostenerle, usaba remedios populares, y por el tro lado ocultaba el rizo, el pelo; su origen mulato no era muy patente en el color de la piel, pero sí en el cabello, lo que lo hacía parecer mucho más mestizo de lo que era.
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P. ¿Y qué puede decirse de su carácter?
R. Era muy necio, muy tozudo, casi inflexible, muy formado en la dureza del campo, muy poco amable, con poco setido del humor, muy devoto y esto seguramente le produjo culpa, pues había roto muchos de esos votos: el del celibato especialmente, y el del rey a la corona.
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P. ¿Y sentimentalmente?
R. Seguramente era muy duro porque no hay testimonio. Sus relaciones eran ocultas, casi prohibidas.Vivía en "pueblo chico, infierno grande". Su mujer anónima era ayudante del sacristán, la que daba clases de retórica a los niños en el catecismo. Seguramente sus relaciones estaban muy marcadas por el signo de la culpa, por el signo de lo oculto.
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P. ¿Qué tiene Morelos que no tengan otros personajes de la historia de México?
R. Acercarse a Morelos en el siglo XXI es acercarse a una figura que lo mismo luchó por su propia libertad, por tener un reconocimiento en una sociedad de casta, racial, que por resolver temas personales como su propia orfandad, su propia libertad sexual frente al celibato y la libertad política frente a la corona.
Me enseñó la velantía, y que no hay que claudicar en los ideales y por eso el título del libro: Morir es nada. Morelos trata de salvar a la patria y nos enseña que la libertad se consigue en México.
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P. ¿Cómo se imagina al Morelos de este nuevo siglo?
R. Muy molesto, profundamente perturbado por lo que está pasando en este país en donde vemos que hemos trabajado tanto para constuir una democracia que es tan costosa. Los héroes son héroes porque la historia los hace héroes, pero antes que eso fueron seres humanos: sufrieron, amaron, fueron traicionados, fueron queridos, y por eso hay que humanizarlos.

El escritor habla de su novela histórica sobre el "Siervo de la nación".---Ningún libertador tuvo conciencia de la americanidad como Morelos: Palou




La Jornada --> sábado 15 de septiembre de 2007 → Cultura
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“Seguimos importando un modelo de nación y no nos reconocemos en los muchos Méxicos”
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Arturo García Hernández
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El intenso debate –intelectual y político– que se dio a lo largo del siglo XIX sobre el proyecto de nación, no ha terminado. Sigue abierto y de él forman parte numerosos títulos publicados en los años recientes –históricos, ensayísticos, literarios–, a los que ahora se suma la novela más reciente de Pedro Ángel Palou, Morelos: morir es nada, que cuenta la vida del caudillo independentista, quien se autodenominó “El siervo de la nación”.
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Palou sostiene que “el siglo XIX tiene todavía muchas preguntas que responder, no es gratuita la aparición de libros como El cura Hidalgo y sus amigos, de Paco Ignacio Taibo II, el ensayo Las herencias ocultas (de la reforma liberal del siglo XIX), de Carlos Monsiváis, uno de los grandes libros sobre ese periodo, o la biografía de fray Servando (Teresa Mier), de Christopher Domínguez.”
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Morelos es el segundo personaje de la historia de México al que se aproxima Palou. Antes lo hizo con Emiliano Zapata.
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–¿Cómo y por qué el salto de Zapata a Morelos?
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–Estos libros surgieron como parte de una tetralogía sobre lo que yo llamo sacrificios históricos: es decir, muertes terribles que no representaron, sin embargo, un gran avance en la historia de México. Son el de Zapata, este de Morelos, uno de Cuauhtémoc y uno sobre Pedro Díaz Cuscat, líder tzotzil que encabezó la primera rebelión indígena contra Porfirio Díaz, en San Juan Chamula.
“En el caso de Zapata, su muerte es tremendamente trágica porque impide que se cumpla un verdadero reparto agrario y la revolución termina siendo una revolución burguesa, de los ricos y hacendados del norte.
“En la guerra de Independencia, los indios, los mulatos y los negros son los grandes perdedores, terminan ganando los criollos. Por eso me interesan esos personajes, porque pienso, por ejemplo, que si Morelos o Zapata hubieran triunfado, otro gallo nos hubiera cantado.”
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–No obstante, Zapata y Morelos hoy son inmensas estatuas de bronce.
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–Utilizadas sobre todo por el PRI, durante muchos años, para construirnos una historia falsa de padres de la patria.
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–¿Entonces también hay en la novela sobre la vida de Morelos un propósito desmitificador?
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–Absolutamente. Me interesa que el lector conozca las razones del héroe; el héroe cuando vive no es héroe, es un ser humano y tiene también razones individuales para hacer lo que hace. Morelos no es español, no es criollo, es un mestizo con ascendencia mulata que está luchando por tener un lugar en una sociedad que no abre un espacio para él.
“Mientras Hidalgo grita ‘¡Viva Fernando VII!’ y Bolívar juega badmington con el mismo Fernando VII en Francia, Morelos escribe ‘América para los americanos’ y rompe con la corona: tiene una conciencia de la americanidad que no hay en ningún otro libertador. Es quizá el único con plena conciencia de lo que eso significa. Dice: aquí todos somos iguales, se acabaron las castas, no hay indios, mulatos mestizos, todos somos americanos.”
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–¿Era un ideólogo?
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–Es un hombre muy instruido, había leído y se nota en las actas inquisitoriales porque cita de memoria, después de cinco días de tortura, a Hugo Grocio y la idea de guerra justa. Cita a los padres jesuitas del liberalismo francés. Puede escribir de puño y letra Los sentimientos de la nación, un texto tan moderno que lo único inaceptable para nuestra mentalidad actual es que dice que sólo puede haber una religión, la católica. Salvo esto, el texto podía haber sido escrito ayer, como respuesta a la falta de democracia en el país, a la inequidad existente hoy día, a la falta de oportunidades.
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–¿Es biografía o novela histórica?
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Novela histórica. El biógrafo y el novelista se parecen, sin embargo el novelista tiene libertades que el biógrafo no. Por ejemplo, yo escojo como narrador a una de las tres mujeres de Morelos, reconocida por él en las actas inqusitoriales pero que deja anónima para protegerla. La primera mujer fue Brígida Almonte, madre de Juan Nepomuceno Almonte, quien termina siendo ministro plenipotenciario de Maximiliano; es decir, todo lo contrario que Morelos.
“Sabemos que existió una mujer en Oaxaca, Francisa Pachita Ortiz. La decisión de Morelos de no dar el nombre de la tercera me da mucha libertad en el manejo del punto de vista del personaje.”
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Morir es nada
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Para Pedro Angel Palou, el punto de vista y el tono son centrales en Morelos: morir es nada. “Es una novela histórica construida a partir de la confesión de una mujer que amó a Morelos”. El autor decide llamar a esta mujer Jerónima.
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–Se expresa con mucha claridad, parece una mujer muy instruida.
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–Hay razones para eso. Cuando a Morelos lo cambian de su primer curato, en Churumuco, a Curécuaro, junto a Nocupétaro, el ex cura de ese pueblo deja una sobrina que le ayudaba en las clases de retórica; era una mujer instruida, no monja, no preparada de manera formal, pero sí por su tío. Eso le permite tomar la pluma, ser una gran lectora. Y en el caso de la novela, además puede hacer citas. Tiene muchos papeles de Morelos que ha recuperado.
De los hechos que no puede testimoniar, porque no estuvo en el momento (algunas batallas, por ejemplo, o el fusilamiento en Ecatepec), la mujer cita a otros personajes reales:
“Porque todos los personajes, salvo ella, están basados en documentación histórica. Por eso digo: me interesa la novela histórica siempre y cuando no mienta.”
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–¿Qué le quiere decir al presente mexicano haciendo estos libros sobre el pasado?
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–Primero, que los grandes perdedores de la historia tienen más que decirnos que los que aparentemente ganaron. Que ahí donde están las derrotas de la historia de México es donde debemos explorar nuestras deficiencias. Cuando fuimos a la primaria nos enseñaron una historia de triunfos pírricos.
“El 5 de mayo ganamos la batalla de Puebla, sí, y el 6 de mayo y todo el año tuvimos el sitio y luego un imperio francés. Los niños héroes, todos, se inmolaron. Nos enseñaron una revolución como un triunfo cuando en realidad no ganó ninguno de los verdaderos revolucionarios y terminó siendo una revolución de hacendados.”
En cambio, “si exploramos en los grandes derrotados sus razones y sus causas, como creo que lo hice con mucha justicia para Zapata, hay una visión de largo plazo para México que nos permite respondernos en qué nos seguimos equivocando”.
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–¿En qué nos seguimos equivocando?
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–Fundamentalmente en seguir importando un modelo de nación, en no reconocer que México es muchos Méxicos. No nos reconocemos en la pluralidad. Es un resabio de 70 años de priísmo en el que imperó la noción de un único país. Hoy estamos perfectamente conscientes de que hay muchos Méxicos, no sólo el México profundo de Guillermo Bonfil Batalla.
“Debemos estar conscientes de lo que el peruano José María Arguedas supo desde hace muchos años: no es posible vivir felices todas las patrias. Lo que queda claro es que no estamos y no podemos en este momento ponernos de acuerdo en los mínimos comunes múltiplos de esas patrias para vivirlas felices porque no somos el mismo México. Por que no es el mismo Chiapas, que el Distrito Federal o el Norte. Ese mito de unidad mexicana nos ha hecho mucho daño.

jueves, septiembre 20, 2007

El Colegio de San Juan, reciente edición de la UDLA-P



Diario Milenio-Puebla (20/09/07)
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El maestro Ernesto de la Torre Villar, a sus noventa años cumplidos, recientemente publicó, bajo el sello editorial de la Universidad de las Américas-Puebla, una de sus más recientes investigaciones en la que trabajó durante algunos años: El Colegio de San Juan/ Centro de Formación de la Cultura Poblana. El libro está escrito con la colaboración de Ramiro Navarro de Anda. La edición es verdaderamente pulcra y el diseño es de Germán Montalvo y de Zared Lamadrid. Las fotografías de interiores provienen de la cámara de Rafael González Sánchez.
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De la larga trayectoria de Ernesto de la Torre Villar como investigador menciono La Historia de la Educación en Puebla, Metodología de la investigación bibliográfica, archivística y documental, Historia de México, La Biblioteca Mexicana de Juan José de Eguiara y Eguren e Instrucciones y memorias de los virreyes de la Nueva España. Como bien sabemos, el maestro de la Torre Villar es poblano. Nació en Tlatlauqui el 24 de abril de 1917 y realizó sus estudios profesionales de abogado en la Facultad Nacional de Jurisprudencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Posteriormente ingresó al Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México y a la Escuela Nacional de Antropología. Se especializó en la Facultad de Letras de la Universidad de París (Sorbonne) y en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de París. Actualmente es investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Este libro que publica ahora la UDLA-P es una investigación importantísima para los historiadores de México. Desde la parte introductoria se advierte que es un libro donde se asientan “los colegiales que entran y salen en los reales y muy insignes colegios de San Juan y San Pedro de la ciudad de los Ángeles”.
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La investigación de Ernesto de la Torre Villar habla del proceso educativo realizado en Puebla por las autoridades civiles y eclesiásticas, bajo la influencia cultural realizada en algunas regiones de la Nueva España.
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El Colegio de San Juan/ Centro de Formación de la Cultura Poblana contiene entre sus páginas la escritura de donación de don Juan de Palafox y Mendoza de la biblioteca para la formación de quienes ingresaban a los colegios.
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Luego de la fundación de las universidades en Europa –explica Ernesto de la Torre—“en América, al iniciarse la organización clerical, los mitrados formaron poco a poco a sus propios estudiantes llamados a proseguir una carrera eclesiástica”.
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Y esta investigación de Ernesto de la Torre que nos ofrece la UDLA contiene varios anexos donde se da cuenta del registro pormenorizado de los alumnos que poblaron los colegios de San Juan y de San Pedro en 1655. Y no sólo eso, se cuenta el registro de los padres de los alumnos y las fechas en las que abandonaron los colegios para dedicarse a otras actividades. Estamos ante una muy interesante investigación de Ernesto de la Torre Villar cuya lectura es desde ahora obligada para los investigadores que quieran ahondar sobre la historia de la educación.

domingo, septiembre 16, 2007

Suplemento-Laberinto-Diario Milenio (15/09/07)

EntrevistaPedro Ángel Palou: Morelos, el héroe desconocido
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Antes de 1810, muy poco se sabe del “Siervo de la Nación”, afirma Palou, quien habla en entrevista de su narración acerca de este personaje y sobre el devenir de la novela histórica en México.
15-Septiembre-07
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Pedro Ángel Palou entrega el segundo libro de la que él llama su tetralogía “Sacrificios históricos”: Morelos. Morir es nada (Planeta), donde explora la vida del insurgente, desde sus borrosos inicios hasta su trágico final.
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¿Qué significa Morelos en tu obra y qué significa para la historia mexicana?
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Morelos forma parte de una tetralogía que llamo “Sacrificios históricos”, que empezó con Zapata. Me estoy yendo para atrás a propósito porque voy haciendo una especie de descubrimiento como escritor. Yo creo que el escritor va descubriendo, como dice Faulkner en El sonido y la furia, a aprender a leer; yo estoy aprendiendo a leer hacia atrás. Así que comencé con Zapata, aunque sabía que las contradicciones de un personaje y de una época tan ambigua y tan compleja, como lo es la de Revolución, me iban a llevar a una serie de contradicciones que no me responde Zapata, que no me responde el siglo XX, que seguramente me iban a llevar al otro héroe que yo pensaba que era importantísimo y que se une al primero bajo el mismo concepto de sacrificio.
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De la misma manera en que Martín Luis Guzmán hablaba de las muertes históricas, a mí me parece que tendría que hablar de los sacrificios, es decir, aquellas muertes que no significaron nada finalmente, a pesar de que hoy están en el panteón como iconos de lo mexicano; Zapata no representó nada, ninguna de las reivindicaciones agrarias se ha cumplido, ni mucho menos lo que él pensaba que tenía que ser el reparto agrario. Él, si hubiera estado vivo, hubiera hecho la revolución a Lázaro Cárdenas, hubiera descreído, sabiendo sobre todo la necesidad de la tierra, en el minifundio, con toda seguridad. Y Morelos es alguien que te permite responder a otras razones. Siempre he pensado que cuando uno escribe sobre historia, y quiere ser respetuoso profundamente con la Historia —que es otro de mis objetivos en esta tetralogía, quitar la imaginación novelesca, que sólo esté basado en documentos, que realmente haya un trabajo muy cuidadoso sobre la documentación histórica—, cuando uno tiene este prurito, decía, no de la verosimilitud que tenemos todos los novelistas, sino de verdad histórica, entonces Morelos me permite pensar en las razones del héroe.
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Finalmente los héroes no sólo responden a lo que la historia ha querido ver expuesto en ellos, sino a reivindicaciones incluso personales: en Morelos se da la reivindicación étnica, es central para mi novela y central para entenderlo; reivindicación del hombre americano, como la libertad, y por lo tanto de las liberaciones, es el gran personaje para hablar de las libertades individuales, más allá de las libertades sociales; y luego es el primer agrarista, está muy demostrado en todos los documentos; él es único no criollo realmente en todo el pensamiento americano, mientras Bolívar —nuestro libertador— está jugando bádminton con Fernando VII, divertidísimo en Francia, existe en México un verdadero libertador peleado con la Junta Nacional de Zitácuaro, con López Rayón y con todos los realistas de nuestra Independencia, porque es el primero en afirmar, en un texto casi infantil para la guerra de Independencia —no para Morelos, porque él llega tarde—: se acabaron las castas, aquí no hay indios, no hay mulatos, no hay negros, hay americanos, y América para los americanos, y de ahí su insistencia y su necedad —parecida a la de Zapata— de no permitir ningún reconocimiento a la Corona española; misma necedad que lo llevará a la postrera muerte. Él no siguió una línea criolla de pensamiento, que es la de todas las libertades americanas, salvo la de Morelos.
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Estoy convencido de que cuando se le presenta Morelos a Hidalgo en plena campaña, éste lo debe haber visto con un desprecio criollo absoluto. Seguro dijo: “¿Y qué hago con este negro?”, y en vez de llevarlo con todos a Guadalajara, le dice que él, más que capellán parecía general. “Vaya a liberar el sur, que no tiene un solo liberado”, le ordena. Lo manda a la guerra más absoluta, nada más que éste está tan loco que logra reunir más de 5 mil soldados, levanta la zona negra de Guerrero, una zona siempre muy ruda, la zona de lo que es la tierra caliente de Michoacán, y junta un ejército maravilloso, donde están varios de nuestros más fuertes independentistas: los hermanos Galeana, los Bravo, Mariano Matamoros —su queridísimo Matamoros— e incluso Guadalupe Victoria.
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¿Qué sigue después de Morelos en tu tetralogía?
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Sigue Cuauhtémoc, que me parece que es central para entender todos los sacrificios, y central para entender una de las grandes pérdidas en México. Y voy a cerrar con un personaje muy curioso, mucho menos conocido en la historia de México, que es Pedro Díaz Cusca, un líder tzotzil de San Juan Chamula, que en los mismos tiempos que sucedió la rebelión de Tomóchic, encabeza una rebelión indígena maya, llena de matices religiosos, que es lo que me interesa también en toda la tetralogía.
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¿Cuánto se sabe de Morelos en México?
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Poquísimo. En primera, no sabemos nada antes de 1810. Entre otras cosas porque es un personaje muy menor, miserable, un curita de pueblo, con el peso étnico terrible de ser mulato, que fue enviado a una zona muy insalubre para esas fechas en la zona de Morelia, adonde más bien se dedicó a dar extremaunciones.
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Otra época que se desconoce son los años que pasa como arriero, prácticamente huérfano. Morelos queda al cuidado del abuelo, al que quiso muchísimo, siendo muy pobres en una hacienda agustina muy cerca de la vieja Valladolid, hasta que muere el abuelo y la madre, desesperada, manda a José María, de 14 años, con un tío que era arriero a Apatzingán. Años interesantes, no sólo para la especulación y por lo que él contó a Carlos María de Bustamante, porque es en los últimos cuatro años de hacer comercio entre Apatzingán y Acapulco donde aprende el territorio de sus campañas y acude al espectacular bautizo del hijo de un hacendado de apellido Iturbide, quien pondrá fin a la carrera militar de Morelos, aunque no a su vida, en Valladolid, en una emboscada.
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Habla de tu proceso de trabajo con la novela.
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Comencé con la documentación, y de ahí hice, como en Zapata, un recorrido exhaustivo por el territorio de las escenas. Hay un momento que para mí fue muy difícil de describir, porque ha cambiado mucho: la batalla de Acapulco, porque yo necesitaba realmente ver la bajada del Aguacatillo, y observar cómo fue el doble encuentro con el grupo que venía del fuerte y el que venía de la bahía en contra de Morelos, y cómo se le convierte una necedad histórica de 18 meses esa batalla, que es el tiempo que le da a Calleja para reagruparse. Yo creo que si él toma Toluca o entra a Puebla, fácilmente puede entrar a la capital de la Nueva España, y pasa como con Hidalgo. Ambos tienen la posibilidad de obtener el triunfo, pero nunca dan el último paso.
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En la novela coinciden tres libros, ¿cuál de ellos te complace más?
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El de en medio es el que más me gusta, porque es el más veloz. El episodio de la guerra es muy fácil de contar. A pesar de que no tenemos novelistas que narren guerras, y algunos como Carlos Montemayor que incluso dicen “no sé cómo haya sido, pero me la imaginé como mis clásicos griegos”. A mí me interesaba muchísimo contar las batallas, y se vuelven muy ligeras. Lo que más me gustó fue el final de la novela, que es pura altura tonal, y cierra muy bien con los oficios de difuntos.
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Habla un poco de tu experiencia como lector y hacedor de novela histórica en México.
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Creo que hay una revitalización cuando Fernando del Paso escribe Noticias del Imperio, tuvimos a la novela de la Revolución, que es todo menos novela, es una especie de crónica velada con excelentes momentos como Martín Luis Guzmán, con la mejor de todas que es Nellie Campobello, pero la mejor novela histórica está ligada a la época reciente. Cuando Del Paso escribe Noticias… para todo mundo parecía un anacronismo. ¿Qué hacía este gran novelista dedicando ocho años de su vida a una investigación sobre Carlota y Maximiliano? Hace un prodigio, que abre la puerta otra vez a una literatura muy mediocre, y empieza a haber novelistas que han logrado grandes obras en México. Pienso indudablemente en Enrique Serna y su Seductor de la patria; Eugenio Aguirre que escribió un buen Victoria, aunque ya había hecho un Gonzalo Guerrero interesante.
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Creo que empieza a haber una necesidad de recontar nuestra historia literariamente. No hay una novela histórica mexicana, una escuela, ¡qué bueno! Tenemos desde un Ibargüengoitia que hace entrar a López de Santa Anna en patines, hasta Taibo II con la parte más testimonial del Villa, pero también con lo hecho con La búsqueda del tesoro y el anarquismo; aunque no debemos olvidar una novela que es una contribución importante a la novela de la Independencia, que ha sido poco leída, que es La campaña de Fuentes.
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La novela histórica o es muy alegórica —Son vacas, somos puercos, la novela sobre los piratas de Carmen Boullosa— o apenas alcanza un estado de madurez en estos años, y la marca para mí es Fernando del Paso.
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Praxedis Gilberto Razo
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Editorial:EDITORIAL PLANETA MEXICANA
Sección:Lit. Ibero.Mexicana
ISBN: 9789703706877
Edición: 1ª
Año:2007
No. de páginas:272
Idioma:ESPAÑOL
País:MEXICO
Colección:[SIN COLECCION]
EAN:9789703706877