martes, marzo 20, 2012

La obesidad infantil y la novela gráfica-(Sexenio-Puebla 12/03/12)

Hace unos años la Encuesta Nacional de Nutrición en México[1] lanzaba cifras preocupantes en cuanto al tema de la obesidad infantil: 27.5% de los niños en edad escolar presentan sobrepeso. Aquí algunos datos con mayor precisión: Un niño obeso tiene 12.6 más probabilidades de tener diabetes mellitus y 9 veces más probabilidades de ser hipertenso a edad temprana que niños no obesos. Mientras que los niños con 15% de sobrepeso tienen alteraciones ortopédicas, dificultad para estar erguidos, alteraciones de alineación de columna y extremidades debido al enorme depósito de grasa abdominal. Todo esto provoca que al hacer ejercicio, el niño/a se fatiga rápidamente porque el corazón late más veces por minuto de lo normal, los pulmones ventilan inadecuadamente y si continúa la actividad, pueden aparecer calambres, dolor por fricción del hígado con las costillas (de caballo) y otras complicaciones.

Como se ve los datos son alarmantes. Un par de años atrás la SEP tomó cartas en el asunto y prohibió tajantemente la venta de comida chatarra, así como el aumento de clases de educación física.

Un aporte para cambiar estos índices, sin duda, es Señor Fritos escrito por Mauricio Montiel Figueiras e ilustrado por Bernardo Fernández “BEF”, bajo el sello editorial de Sexto piso, dentro de su novedosa colección: Sexto piso ilustrado.

El dueto conformado por Mauricio Montiel y BEF, a lo largo de 100 páginas, cuenta la historia de Andrés, un niño que come hotdogs, hamburguesas, frituras, golosinas y odia ingerir frutas y verduras. Disfruta de ver el fútbol y de platicar con Don Ari, su mejor amigo, –dueño de la tienda Los 3 Arieles- con quien comparte la afición por el fútbol y las golosinas. Conforme avanza el relato Andrés va viviendo todos los efectos negativos que conlleva el sobrepeso: imposibilidad para jugar el fútbol, burla de sus compañeros. Originando en Andrés problemas de índole psicológico, emocional, así como una gran falta de autoestima. Aunque sus amigos y familiares buscan hacer cambiar de opinión Andrés, éste no cede ante los consejos, pues no se imagina una vida sin golosinas, además de asumir que todo la demás sabe feo, pues su imaginación así lo indica. Todo cambiará para Andrés a partir de la muerte de Don Ari y de un sueño futurista que tiene después de haber sufrido un dolor de cabeza, en dicho sueño Don Ari se aparece ante Andrés para hacerle ver lo que le espera en el “más allá” si no cambia sus hábitos alimenticios, y le recuerda que: “Somos lo que comemos y morimos como comemos”. Al despertar, Andrés tomará la decisión de cambiar su vida y practicar, en serio, su mayor pasión deportiva: el fútbol.

Señor Fritos es una novela gráfica agradable que pone las cartas sobre la mesa respecto a la obesidad infantil en México y aporta más que la campaña emprendida por la SEP, al presentarse como una opción para que los padres de familia, maestros y/o hermanos lean al lado de los niños.

Habrá que agradecer a Sexto piso por tocar temas tan importantes para el futuro de México y hacerlo de tan bella forma.



[1] http://www.pumitasfutbol.unam.mx/obesidad.html

lunes, marzo 19, 2012

El meloso de Damasco (Diario Milenio/Opinión 19/03/12)

Una cosa es cometer crímenes contra la humanidad, y otra que no tenga uno su corazoncito.


Medio mundo recuerda a Linus van Pelt no como el hermanito de la temible Lucy, sino como aquel niño retraído que se pasaba el día chupándose el pulgar y sobándose el moflete con un trapo que por ningún motivo podía faltarle, pues sin él era presa de tremebundos ataques de pánico. Si, para estar contenta, Lucy necesitaba seguir tiranizando al siempre sufrido Charlie Brown, su hermano se bastaba con la estabilidad emocional brindada por el trapo redentor: una de esas manías que de niños nos hacen ver vulnerables, tanto así que aprendemos primero a disimularlas y luego a sustituirlas, porque al fin cada cual tiene su trapo y a ninguno le gusta que se lo quiten.

Hace unos días que el periódico inglés The Guardian hizo pública la correspondencia electrónica desam@alshahba.com y ak@alshahba.com: una ñoña pareja de enamorados que sería totalmente anodina si más allá del mundo digital no fueran conocidos como Asma y Bashar al-Assad. ¿Conocidos, he dicho? ¡Pero si es hasta ahora que los conocemos! Si otros dictadores se hacen notar por sus desmesuradas excentricidades, Bachar y su sofisticada esposa inglesa pecan en todo caso de discretos. De hecho, podrían ser dos emigrantes sirios adinerados, quizás establecidos en Miami, a juzgar por su lifestyle.

“El que he sido últimamente no es el que yo quiero ser”, entona apasionado el cantante Blake Shelton en su versión al éxito cristiano God Gave Me You: regalo del romántico sam@alshahba.com a su querida ak@alshahba.com, a través de la tienda de iTunes. Una compra sin duda privilegiada, no por los quince pesos mexicanos que cuesta la canción, sino por el embargo vigente que en teoría impide a un ciudadano sirio llevar a cabo transacciones en Estados Unidos. ¿Y no ha sido justamente al-Assad la voz cantante en el denuesto del demonio yanqui? Una cosa, no obstante, es que el sanguinario hijo del sanguinario Hafez al-Assad abomine de todo lo gringo, y otra muy diferente que no pueda obtener su dotación de música country en iTunes.

Cierto es que la palabra “sanguinario” no remite a la imagen de un hombre de familia que juega con sus hijos en el iPad y le manda a su esposa canciones cursilonas, sino a la de una suerte de vampiro carnicero que se deleita haciendo correr sangre y ni en sueños ha conocido el calor humano. I’ve been a walking heartache, I’ve made a mess of me, confiesa la canción que debió de ponerle la carne de gallina a la querúbica Asma. Ahora cuando menos podemos inferir que el infeliz Bashar últimamente anda hecho un desastre y trae una espinita en el miocardio, acaso porque no es trabajo fácil producir todos esos miles de muertos por defender su edén particular. Casado con la hija de un multimillonario, jefe máximo de una dinastía cuyo poder abarca ya más de cuatro décadas, el también protector de Hezbolah y Hamás lucha con lo que tiene por emular la vida de un ricachón de Miami Beach sin tener que salir de Damasco.

¿Debería conmovernos la noticia de que la dulce Asma no sólo se entretiene haciendo shoppingelectrónico en Harrod’s, sino también navega en busca de chalecos, chaquetas y camisetas antibalaspret-a-porter, para que su marido se mire al propio tiempo guapo y seguro? “So cute, I miss youuuuuuu”, comenta la mujer al pie de una fotografía de su marido, en donde se le ve de camiseta, dueño de una sonrisa tan generosa como espontánea. Cuesta algo de trabajo conciliar al Bachar que Asma conoce con aquél gigantón de gesto adusto y habla terminante, médico y oftalmólogo cuyos esbirros prohíben a los doctores en los hospitales, bajo pena de ejecución sumaria, que osen curar o siquiera atender a los heridos de guerra.

“Serás siempre la gran mártir del amor, y yo el tonto halagado…”, susurra Bashar al oído de Asma por intermedio de esa canción que atribuye su angelical arribo a “una conspiración divina”, mientras en Homs sus francotiradores disparan inclusive contra quienes pretenden correr hacia una tienda para comprar comida, si es seguro que no hacen online shopping. Puede el mundo acabarse, finalmente, que de cualquier manera Asma y Bashar lo enfrentarán con los audífonos puestos, de manera que en vez de bombardeos escucharán dichosos su canción, como en esas películas de Hollywood donde la gente se enamora con música. Lo dicho, pues: cada quien su trapito.