miércoles, noviembre 22, 2006

Introspección XIII.

Es jueves por la noche, el frió me cala los huesos. No me importa. El aire tiene un sabor a marihuana y a cigarro común. Inhalas. Tampoco importa. Sólo interesa el movimiento de mi cabeza de un lado al otro. De arriba hacia abajo. Siempre intentando llevar el ritmo de la música. Son años de la última tocada a la que fui. Ya ni recuerdo cuánto ha pasado entre la última tocada y esta. Las condiciones son distintas, desde el lugar hasta el acompañante. Hoy es Israel y el siguiente concierto, seguro será otro. Yo también soy otro. Mentira sigo siendo el de siempre, el de antes y el de nunca. El eterno oculto a la mirada de otrora.
Todavía no dan las nueve de la noche y la adrenalina ya corre por mis venas de forma intempestiva. Sólo quiero asistir a miles de tocadas y mi vida no vale nada sin el rock.
Se apagan las luces. La banda aplaude porque han visto bajar de una camioneta gris a su líder moral. Al guía del desmadre organizado para pinches locos marihuanos que no saben, sabemos, qué pedo, todos ellos, yo, son, somos pinches lacras de la sociedad.
Faltan como diez minutos para que aparezca el legendario Tri de Lora y la banda se salta la barda. Yo quiero. No me atrevo. Tengo que conservar la postura. ¿Cuál postura? Soy un hipócrita. Sólo me importa estar lo más cerca que sea de Lora.
Por fin sale. En un abrir y cerrar de ojos, también estoy cerca del escenario. Sale Lora con toda la banda del Tri. Los que ahí estamos gritamos. Es un encuentro generacional, hay abuelos, padres e hijos, quizá hasta nietos.
Los pies lo siento hechos hielo. No es para tanto. Aunque así lo fuera. Ahí está. Sólo queda brincar y gritar todo lo que no he podido en años. Eso que la amena trova no hace: desahogarme. Sí. Eso necesito.
Hoy sólo quiero tomar mi ADO e irme a la chingada de aquí. Necesito acordarme que sólo soy un perro negro y callejero, sin hogar, sin hembra y sin dinero. En otras palabras soy un culero.
Y aunque no lo quiera, también recuerdo que inmenso vació que se siente cuando ella no está. Lo peor de todo es que ni siquiera hay alguien. Sólo vagos sueños. Divagaciones de mi mente y deseos de este infructuoso corazón.
No importa, nada. Hoy sé, que la cosa está difícil y es como un juego de ajedrez, todos queremos ponerle jaque al rey, pero no cualquiera la hace. Además, de todos modos, siempre todo lo que hago me sale mal.
Mañana será otro día y siempre las piedras rodando se encuentran. Espero hallar pronto la mía o al menos el camino que me guíe.
Hoy con este frío sin luna ni estrellas sólo me interesa protestar contra todo y nada. Ya mañana volveré al Silvio para seguir soñando con ser poeta algún día, y soltar todo y largarme.

lunes, noviembre 20, 2006

Interpretando a Sandra Becerril.

El texto que sigue es el que tuve honor de leer para la presentación del libro de Sandra Becerril: La Calle de las Brujas, el sábado pasado en la Capilla de los Mixtecos del Convento de Santo Domingo, dentro del 8avo Festival Internacional de Puebla.

Una crackera visión acerca de una calle.

“-Hijo, nunca te fíes de ellas. Todas las viejas son unas brujas, unas desgraciadas hechiceras, te envuelven y luego ni cómo salir de su encuentro. No hay forma. Ella –tomaba el marco de la foto con ternura y melancolía-, era la peor, la más maldita, la más canija de todas. Vieja desgraciada. Por eso la ame tanto. Y por eso sufrí cuando se fue. Extraño sus ternuras”.

I.- El palacio de las impresiones

Son los primeros párrafos de la novela La Calle de las Brujas de Sandra Becerril que en su blog personal se describe como: Escritora, soñadora, nerviosa y obsesivaSi no escribo no soy. Esta que soy, no puede dormir antes de las 2 am ni despertar antes de las 7 am. Al leer esto me viene a la cabeza la reciente novela de Mario Bellatin: La jornada de la mona y el paciente, donde muestra un ejercicio interesante de autocrítica a su escritura y de búsqueda de las posibilidades reales de la misma.
En la novela de Sandra veo un juego discursivo de tiempos, entre presente y pasado. Crea en el lector una herramienta para adentrarse más en la novela, y a la par un manejo perfecto del ritmo. El personaje principal va contando la historia y la intercala con los recuerdos, el famoso flashback.
Otra cosa interesante en esta obra es la división de los cinco capítulos. Existe un juego de posible independencia entre cada uno.
La novela va mostrando distintos nombres de mujeres/brujas: Cristal, Amada, Celeste, Amarga, Marilú, Alondra, Remedios, Roció, Lira, Sol, Ángel y Ana; todas ellas habitantes de La Calle de las Brujas, metáforas quizás de las distintas definiciones que Sandra tiene de sí misma. Proyecciones que comparte con el lector.
En este viaje entre lo real y lo fantástico, se puede descifrar un retrato del sueño y el deseo, del puede ser, existe (aunque no lo crean todos).
Sandra, me aventuro a afirmar, hace una crítica y revaloración a la condición de la mujer al relacionarse con el otro, donde vemos la fórmula: trucos es igual a encantos y mientras que los poderes malévolos se contrarrestan o desaparecen con el amor que el hombre les da, siempre y cuando sea sincero.
Otro aspecto interesante es la mezcla de escenas de algunos cuentos o textos comúnmente conocidos como infantiles: Alicia en el país de las maravillas, Blanca Nieves, La leyenda artúrica, El Príncipe Encantado, Pulgarcita y, Hansel y Gretel, incluso obras tolkianas. Quizá busca hacer una narración fácil y digerible: no hay que olvidar que escribir sencillo es difícil, lo que hace que una obra sea compleja
Por último esta novela da muchas vueltas de tuerca al posible lector, entre tantas, una de ellas recae casi al final, donde se descubre el nombre del personaje que está narrando la historia.

II.- El cuarto de la interpretación

Es inevitable para mi, tal vez porque es un estigma que yo decidí cargar (puede que hasta resulte un martirio para todo aquel que convive conmigo), pero hay algunas partes del Manifiesto del Crack, en especial, la hecha por Pedro Ángel Palou, donde cabe perfectamente esta novela. Ahí, Palou, habla muy a la manera de esta Generación contestaria de la literatura contemporánea, de las Seis propuestas para el próximo milenio hechas por Italo Calvino, de las cuales, adaptadas por el Crack para este tiempo, se pueden encontrar en La Calle de las Brujas: rapidez sin dejar a lado un texto bien hecho, ahora ya no hay tiempo para las novelas grandes de más de 400 páginas; multiplicidad atrapa al lector, tiene una superposición de mundos y le pide al lector que se hallé en el texto; exactitud ya que pone la palabra precisa que quiere darle al lector.
El inicio de esta novela me recuerda a otro y perdonen el redundante nombre, a una novela de Pedro Ángel Palou: Quien dice sombra, la coincidencia recae en que el abuelo de la novela de Sandra y la de Pedro, dan la frase intempestiva que marcará la obra.
A mitad de la novela la aurora deja ver su influencia que tiene del existencialismo con la siguiente frase: Mentí al principio, mi padre no ha muerto. Murió para mí que es diferente. Y ahora lo extraño tanto…Esta frase, remite al inicio del El extranjero de Camus.
Otro autor que me rememora esta obra sería al inolvidable Hesse en su Demian, ya que habla de la confusión de dos mundos.
Hasta la autora se atreve, pienso, a rendirle un pequeño homenaje a José Alfredo Jiménez. Y por si fuera poco, su viaje, tiene tendencias de corte dantesco y C. S. Lewiscianas, pasando por Narnia y su triología cósmica.
Los citados, me aventuro a afirmar, son un ejemplo de la variedad de estilos que la autora maneja en su obra.

III.- El fin de la locura

Sandra como Mario Bellatin deja ver en su narración el ejercicio de escribir por escribir. No buscan otra cosa más que escribir. Bellatin dice en su libro: Cuando alguien se decide a escribir algo tendrá que escribir sólo y únicamente sobre lo que está escribiendo. Se le está negado el derecho al escribiente de ir construyendo una estructura abierta, interpretativa, para lo cual debe apelar a una serie de subterfugios tales como la asociación libre de ideas, el recuerdo o el uso de las imágenes del inconsciente. No sé puede escribir más de lo que se está escribiendo.
Sandra escribe quizá lo que algún día soñó y se adueño de ella.

A 18 de noviembre de 2006, Puebla de los ángeles, y demonios también.