sábado, mayo 27, 2006

El vaso, la dama y una mosca.

I
Un vaso a medio terminar
y una noche que amenaza
con esconder las costumbres
y relucir las perversiones.

II
El uno, el dos y el tres
del candor de las juveniles
caderas de la dama de rosa-café
que se adueñan de la atención de todos
y penetra como rayo en mis pupilas,
la acompañan otros más en la pista,
el vaso se ha vaciado, luce solo.

III
El vaso de vuelve a poblar de líquido
y un continente helado,
al igual que el vacío,
provocado por tu ausencia.

IV
Una mirada que me incomoda,
a lo lejos,
una mosca que sobrevuela mi cabeza
y un olor a alcohol que penetra
hasta los oídos
y la dama rosa-café de largos cabellos
interfieren mi intención de mirar
la seca laguna que ahí habita.

V
Un vaso derramado
y tu recuerdo que se esfuma
al movimiento de las ramas
de un árbol solitario como esta mano
que insiste en buscar algún resto
de tu existencia en absurdas palabras.

VI
La dama ha dejado de mirar,
el acoso se acaba.
Vuelvo a llenar el vaso
y una mosca nada en el líquido negro
que pronto será parte mi cuerpo.

Podredumbre.

Si hay tantas moscas en el aire,
en mi mesa de comer
en la sala de estar
y en sobrevolando mi cabeza;
entonces hay mucho de podrido.

Pero ¿qué se ha podrido?

Además de la fruta de la cocina,
se pudrió tu foto, tu recuerdo,
la religión, las ansias de ver muerto
al régimen conservador religioso,
los deseos de ver un nuevo mundo
y si esto no basta o me falta por en listar más,
puede ser posible que las palabras
también se hayan podrido.