sábado, enero 05, 2008

Crónica: Crónicas de América Latina. Fiesta mexicana

El País/Suplemento cultural:Babelia (05/01/2008).
Jorge Volpi
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Cada semana ocupará este espacio un autor latinoamericano. Para inaugurarlo, un encuentro entre tres grandes. El humor de Carlos Monsiváis está en los ensayos de Octavio Paz. La épica de Carlos Fuentes habita las crónicas de Monsiváis. La sutileza de Paz fecunda los personajes de Fuentes.
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Olvidemos sus figuras majestuosas, las poses más o menos artificiales de las solapas de los libros, las fotografías borrosas o truncadas de los manuales, el gesto con el que han pasado o están a punto de pasar a la historia, o a esa tímida inmortalidad a la que aspira un escritor. Borremos los gestos arquetípicos -el bigote imperioso, la barba entrecana, el cabello revuelto-, los prejuicios a favor y en contra, la simpatía o la severidad de cada uno. Eliminemos el barniz de autoridad que los torna inalcanzables o geniales o perversos. Procuremos no mirarlos ahora, en 2008, cuando nos aprestamos a conmemorar los 10 años del fallecimiento de uno y a celebrar los 80 y los 70 años de vida de los otros dos. Imaginémoslos allá, en un pasado no tan remoto, hace cuatro décadas, reunidos en una no tan improbable fiesta en 1969 o 1970.
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Octavio Paz. Carlos Fuentes. Carlos Monsiváis. Persigámoslos entre la multitud: uno baila tango como profesional, otro se mofa de la concurrencia, el último divaga sobre la luminosidad de la champaña. Luego los tres intercambian pullas y abrazos. Y se ríen de sus chistes. La Santísima Trinidad de las letras mexicanas, en una fiesta, cantando a Los Panchos, por ejemplo. Y perseverando en otra de sus aficiones: observar, juzgar y cuestionar la naturaleza de sus compatriotas. A fuerza de oír a sus panegiristas y a sus adversarios, a sus respectivas barras bravas, a tantos y tantos críticos, y a fuerza también de encontrarlos a diario en la prensa y la televisión, de escuchar sus voces agudas o sobrias o destempladas, y en especial de no leerlos, olvidamos quiénes eran, lo que en realidad hacían (además de bailar, tomar canapés o burlarse de los demás), y lo que representan para nosotros ahora, en México, mientras recordamos sus aniversarios.
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Octavio Paz no llegaba a los sesenta, acababa de volver al país tras renunciar a la Embajada en India, se preparaba para convertirse en el jefe máximo de la cultura del país y había escrito algunos de los poemas y ensayos indispensables del siglo XX. Carlos Fuentes, a los cuarenta, para muchos el mayor seductor del continente, había publicado varias novelas definitivas. Y Carlos Monsiváis, de apenas treinta, ya era Carlos Monsiváis de cuerpo entero (apenas más delgado): el crítico más agudo y perspicaz de la vida nacional. Los tres colaboraban en La Cultura en México, el legendario suplemento dirigido por Fernando Benítez, y los tres iban a fiestas. Sí, a muchas fiestas. A pachangas -guateques, se decía entonces- como ésta.
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Pero, insisto, despojémonos de los retratos hechos y no pensemos que quien sonreía a las jovencitas era Fuentes, quien se mofaba de sus vecinos era Monsiváis y quien peroraba sin cesar era Paz: si los observamos atentamente, desoyendo las insidias y rumores que han corrido desde esos días, podremos ver que, al menos hoy, Paz se deja llevar por el ritmo del mambo -el momento en que el mexicano se encuentra, en abrazo mortal, con otro mexicano-, Fuentes cuenta un chiste picante y, sin pizca de ironía, Monsiváis se escabulle misteriosamente por las escaleras. Insisto: si hacemos a un lado su papel en la historia de la literatura, si aparcamos sus reyertas y desacuerdos y nos entrometemos en la charla que traban en medio de la fiesta, descubriremos que el lúcido humor de Monsiváis también está presente en los ensayos e incluso en algún poema de Paz, que el aliento épico de Fuentes habita las feroces crónicas de Monsiváis, que la sutileza argumentativa de Paz es el germen de numerosos personajes de Fuentes. Porque desde entonces los tres no han dejado de intercambiar opiniones, de discutir, de pelear y de llevar a alturas inusitadas el arte de la conversación.
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Habrá a quien le incomode rememorar esta fiesta. Quien se empeñe en señalar sus divergencias o recordar las patadas bajo la mesa. Quien niegue su "aire de familia". Son los chapuceros que miran el baile desde la ventana, los aguafiestas que no fueron convocados. Porque el diálogo sostenido entre estos tres escritores -entre sus libros- es uno de los más ricos y fecundos de la literatura en español en la segunda mitad del siglo XX. Paz era el mayor y ejercía, a veces con demasiado énfasis, como maestro: no es difícil descubrir su poderoso influjo en los otros, pero tanto Fuentes como Monsiváis, más hermanos menores que hijos, replicaron incisivamente a las ideas -y los regaños- del poeta.
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Durante décadas los tres se dedicaron a reflexionar y disputar sobre la condición mexicana, ese tema que ahora suena un tanto fantasioso -¿qué distingue a los mexicanos de los demás seres humanos?-, en ensayos, novelas, cuentos y crónicas que no han dejado de entreverarse desde entonces. Los tres se empeñaron en definir el retrato que los mexicanos poseemos de nosotros mismos y, al hacerlo, han contribuido como pocos a la conformación -mejor: a la invención- de nuestra identidad. Por ello, el mejor homenaje que podría hacérseles sería escuchar con admiración y sin prejuicios, críticamente, sus acuerdos y sus divergencias, los perfiles que se encargaron de desentrañar o de crear: el mexicano abismado en la soledad de Paz, el mexicano taimado y anguloso de Fuentes, el mexicano ingenioso y chapucero de Monsiváis. Recordémoslos así, en esa fiesta, mientras divagan y se divierten a nuestras costillas, y pasemos 2008 leyéndolos, rebatiéndolos, discutiéndolos, esforzándonos por renovar su voluntad crítica. -

jueves, enero 03, 2008

Querido blog (o una coversación entre una maquina y un hombre, donde la maquina sólo escucha)

Y las doce campanadas sonaron, más nunca las escuché. Pero sí escuche el aumente de precio a la canasta básica, provocado por el llamado gasolinazo, que entrará en vigor a partir del 7 de enero. Sí vi, una Cámara de Diputados y Senadores, dispuesto a hacer y deshacer el IFE, alargar sus decisiones, retardarlas, y el país, incluyendo sus instituciones: que chinguen a su madre. A claro, su aguinaldo, ese si, no puede pasar por desacuerdos ni traspapelarse, ni dejarse para regresando de vacaciones. Pues cómo, si el descanso se lo tienen bien ganado. Robarle al pueblo no es cosa de niños, es cosa seria, la maña cuesta amaestrarla y dominarla. Creerse el cuento de que al pueblo lo engañan, supongo, ha de llevar su gran inversión en psicólogos, psiquiatras, que se yo. Hay que reponer el gasto.
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Mientras que el pueblo sufra y se apriete el cinturón.
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Estos climas provocados tan densos, extremos y en algunos casos insólitos, gracias al consumismo y al poderío del que goza la humanidad, ubicado más haya de lo comprensible, y es que resulta idiota y absurdo, darse cuenta que los avances tecnológicos en lugar de mejorar nuestra calidad de vida, la empeoran. Las empresas abusan de ella, por encima de cualquier advertencia de catástrofes futuras. Los países súper-desarrollados la utilizan para inventar y obtener nuevas formas de acabar con el país enemigo en turno. En fin, que tenga tos, no tiene nada de malo, se quita. Pero ver algunos municipios de Puebla o de Tlaxcala en los que ni a la ficción más verosímil se le pudo haber ocurrido hacer que nevara, resulta que a la naturaleza ya descontrolada desde años atrás, se le vino la idea mágica de regalarnos tan bonita postal, pero si estas bajas temperaturas llegan a cobrar vidas humanas, entonces daremos un espacio pequeño a la conciencia humana –espero- y diremos: esto es resultado de nuestra contaminación.
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En lo que los diputados nos roban y el clima nos congela. Los regalos de Santa Clos se han nacionalizado. Hacen unos días, recibí desde el meritito Estado de Sonora, los números 4 y 6 de la revista La línea del cosmonauta, en el número más reciente, que es el 6, salió publicado un artículo que prepare sobre Pedro Ángel Palou y la influencia que Italo Calvino con sus Seis propuestas para el próximo milenio tienen sobre el autor de Morelos, morir es nada (Planeta, 2007), a petición del colega bloguero: Josué Barrera, quien dirige mencionada revista. Pero esa no sería la única sorpresa que Santa Clos había preparado para mí, junto a ése paquete estaba adherido un libro de cuentos: Conducta amorosa. El autor para agrado y sorpresa personal, es el mismo que dirige la revista y escribe un blog llamado: El ritmo que nos mueve. El libro fue editado por el Programa Editorial de Sonora 2007. La edición es preciosa, sencilla, pero muy buena. El libro promete, en estos días estaré leyendo y escribiré al respecto.
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Y por si lo anterior no fuera por demás agradable. Hay que agregar la reciente adquisición de En busca de Klingsor y El fin de la locura, ambos de Jorge Volpi. Regalos que tuvo a bien dejar el bienaventurado Santa navideño. Pero Santa no sólo viste de rojo, también de amarillo y pasó por la Gandhi a dejar un gran tesoro: El Libro Rojo de los liberales Vicente Riva Palacio y Manuel Payno. Un libro por demás fenomenal. La constatación de hazañas, o como dice Monsiváis: México a través de las anécdotas. Lo fenomenal no fue sólo hallar su existencia, casi nula, si no el precio: 60 pesos. Y sólo existían dos ejemplares. Ahora poseo ambos, uno es para Israel Aguilar y el otro mió. Israel me dio el pitazo y volado salí a comprarlos.
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El año escolar parece ser más prometedor que el pasado. Se vienen las últimas etapas, es hora de elegir seminarios y me atascaré de Literatura, que chingue su puta suerte la maldita y mierdosa Lingüística. Seguro me divertiré y aprenderé con las clases de Ramírez Arenas, Tendencias Literarias I y Seminario Optativo de Novela Política. Son áreas que el domina muy bien y disfruta. Eso ya es garantía.
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Así pintan estos días que vienen, a ver que dicen en su transcurso tan incierto.

LA REPRODUCCION PIRÁTICA



Diario Milenio-México (01/01/08)
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El original no existe, se sabe. En una época que ha puesto en duda de manera sistemática no sólo el valor sino la existencia misma de lo “auténtico” es sólo natural (y utilizo esta palabra aquí con sumo cuidado) que las copias y sus auras, como dijera Walter Benjamin en uno de los ensayos más citados del siglo XX, ocupen un lugar especial y controvertido (y también especialmente controvertido) en las vidas cotidianas de los consumidores contemporáneos. Ya en 1936, cuando el torturado filósofo alemán publicó “El arte en la era de la reproducción mecánica”, ambivalentemente denostaba y celebraba las capacidades tecnológicas de una época que, por una parte, aseguraban la reproducción de la obra de arte aunque, por otra, lo hacían a costa de la pérdida de su aura, su aquí y ahora que, según él, constituía su certificado de autenticidad (algo que definía como “la cifra de todo lo que desde el origen puede transmitirse en ella desde su duración material hasta su testificación histórica”). ¿Qué decir unos 70 años después ya en plena era de la reproducción pirática? Si bien una mercancía no es un objeto artístico y sí, por el contrario, un objeto de uso masivo resultado de la desarrollada capacidad tecnológica para producir en serie, todo parece indicar que las habilidades reproductivas, especialmente cuando éstas son tan masivas como las productivas, ocasionan efectos económicos y culturales que bien vale la pena revisar.
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Basta pasearse por cualquier calle céntrica de cualquier ciudad del país o por cualquier mercado bautizado con el nombre genérico de la pulga o el piojo (por razones que todavía no puedo descifrar a ciencia cierta pero que sí puedo intuir) para encontrarse con esa serie de objetos que posan, y posan muy bien, posan, es más, de manera escandalosa, como el objeto original. Impostores pero exactos, fieles y falsos al mismo tiempo, estos objetos que ocupan un lugar cada vez más preponderante en formas de comercio informal en nuestra época me hacen pensar lo siguiente:
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1) La mercancía pirata transforma el concepto de autenticidad en un asunto de fe. La calidad creciente de las réplicas hace realmente difícil distinguir entre el objeto original y el objeto no-original. Así, al ir comparando detalle por detalle y no encontrar diferencia alguna entre uno y otro, el consumidor no tiene otra alternativa más que recurrir a la creencia de que, como el objeto ha sido adquirido en un establecimiento autorizado, es decir, en un establecimiento que paga impuestos al estado, el objeto, luego entonces, es el objeto original. Esta relación entre el estado y el objeto, escandalosa de por sí, significaría poca cosa, sin embargo, sin la mediación de la creencia. Y es ésta, no el objeto ni el estado, la que nos hace exclamar, dependiendo del anhelo o la convicción del caso, que lo que tenemos entre manos es un objeto original.
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2) La mercancía pirata democratiza y uniformiza el consumo. Transformando en realidad una promesa que todo régimen político hace pero ninguno cumple, la reproducción pirática participa en un extraño proceso de democratización de ciertos objetos (películas, ropa, bolsas, zapatos, discos, entre tantos otros) al extraerlos de los canales de comercialización elitistas y ponerlos al alcance de un público masivo. De esta manera, independientemente de sus ingresos económicos, las mayorías tienen acceso a los objetos de estatus social que alguna vez fueron el coto cerrado de los pocos. Tal vez por eso es que la reproducción pirática copia, sobre todo, aquellos artículos que, anunciando en su propia superficie su seña de identidad básica, es decir, su marca, facilitan su identificación a los ojos del ávido consumidor. Democratizadora, sí, pero uniformadora también, la reproducción pirática parece encadenada a las consonantes que la enuncian.
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3) La mercancía pirata obliga a enunciar lo obvio y, luego entonces, a denunciarlo. En un retruécano de probada perversión, la mercancía pirata devela la descarada búsqueda de estatus de los consumidores. La clase media no nace, se hace a través de las etiquetas de la ropa que se pone. Cuando el consumidor se ve obligado a anunciar que la mercancía en uso es la “original”, lo que el consumidor confiesa es que poco le importa el disfrute del objeto (por eso los defensores de lo “auténtico” no pueden ser verdaderos hedonistas) y mucho, en cambio, el status que el objeto le confiere. Lo original es el poder (económico) de poder decir “lo original”.
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4) La mercancía pirata se sale con la suya. Paródica lo es, no cabe duda. Y también es irónica. La mercancía pirata coloca esa sonrisa socarrona en la cara de quien pagó menos de la mitad y aún menos por una etiqueta muy bien copiadita.
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5) ¿Y no es la idea misma del Clon una derivación más de las posibilidades físico-ontológicas de la reproducción pirática?

La historieta mexicana en los años sesenta y setenta

Diario Milenio-Puebla (03/01/08)
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Lejos aún está, a pesar de los buenos intentos, de escribirse el registro de la historieta mexicana. Carlos Monsiváis ha dejado constancia de algunas historietas que han nacido a iniciativa de algunos escritores y dibujantes mexicanos. Hay casos de uno que otro guionista –como Gonzalo Martré o Gerardo de la Torre– que durante un buen lapso de tiempo hicieron posible que semanalmente tuviéramos los lectores en nuestras manos el Fantomas, a pesar de que no se trata de una historieta mexicana. Muchas de nuestras generaciones crecimos –y las actuales siguen creciendo– leyendo sólo historietas extranjeras. Me acuerdo particularmente de “Los Supersabios”, de “Lorenzo y Pepita” o de “La Pequeña Lulú”, sólo para citar tres ejemplos.
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Los investigadores Harold F. Hinds, Jr. y Charles M. Tatum, han escrito –sin ser mexicanos— un libro que habla precisamente de la historieta mexicana en los años sesenta y setenta. La traducción está a cargo de Francisco Ledesma y el texto ha sido editado apenas en el 2007, que por fin ha concluido por el Instituto Cultural de Aguascalientes. Quiero pensar que los errores que he marcado se deben a los problemas que siempre de la traducción, en el mejor de los casos. Sin embargo en el libro aparecen imprecisiones que no creo que sean atribuibles sólo a la traducción. En todo caso, aquí hay un problema que se atribuye a ambas partes.
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Éstas son algunas de las historietas que han tomado en cuenta para su estudio: Kalimán (recuerdo que en la versión radiofónica las voces protagónicas eran las de Luis Manuel Pelayo como Kalimán y Luis de Alba como Solín)/ Lágrimas, Risas y Amor de Yolanda Vargas Dulché y publicadas por EDAR (Editorial Argumentos)/ Los Supermachos y Los Agachados del popularísimo Rius/ Chanoc/ El Payo/ La Familia Burrón de Gabriel Vargas y La novela policiaca.
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Saltan sin embargo –en este muy buen intento— los “detalles que no encajan”. Por ejemplo –y sólo por poner un par de ejemplos— se dice aquí que Vargas Dulché comenzó a dar a conocer sus historietas en los años setenta. No es verdad: Vargas Dulché es autora de varias fotonovelas que las amas de casa de los sesenta consumían ávidamente ya en la gloria de la repetición. “Rubí”, “Encrucijada” y “María Isabel” ya se habían publicado a finales de los cincuenta. Hay que hacer notar, sin embargo, que los autores de este libro jamás mencionan estos tres títulos. Quizá para ellos “Lágrimas…” comienza con “Rarotonga”, aunque es difícil pensar que desconocer los primeros títulos porque sí hablan de “La Doctora Corazón”, una publicación de Vargas Dulché y Guillermo de la Parra, todas ellas ilustradas por Antonio Gutiérrez.
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Otro dato que no coincide y que no sé a quien se le pueda atribuir el error (ya que sí es un error grave) es la equivocación que se da al nombrar –al registrar– los nombres de los personajes de “La Familia Burrón”. Se menciona a La Borola y a don Regino, a Macuca y a al Tejocote pero permanece el error al escribir que la tía rica de Borola se llama Griseta en lugar de Cristeta Tacuche, y a Foforito, el hijo de Susano Cantarranas que adoptaron los Burrón, lo nombran “Fosforito”, como si tuviera algo que ver con los cerillos. Me dirán que es sólo una pecata minuta pero no, para el registro de la historieta mexicana de los sesenta y setenta sí son errores que hay que cuidar, en caso de una segunda edición corregida y aumentada.

La negación del pasado indígena es el gran problema de México: Pedro Ángel Palou

Diserta sobre la trilogía histórica de este país, de la cual ha publicado las novelas Zapata y Morelos, y actualmente trabaja en la creación de Cuauhtémoc.
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Diario Intolerancia/Cultura (03/01/08)
Iris García / Federico Vite
Pedro Ángel Palou en la Fil-G 05. Foto: Alba Lucía. Archivo: Pingtajo.
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La negación del pasado indígena es el gran problema de México, advirtió el novelista Pedro Ángel Palou acerca de las conclusiones que ha obtenido durante la revisión histórica que ha hecho de este país para crear la trilogía Zapata, Morelos y Cuauhtémoc.
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En entrevista, el ahora investigador de la Sorbona de París, Pedro Ángel Palou García, antes de irse a radicar a Francia, comentó que su intención de escribir acerca de personajes históricos mexicanos surge de la relectura de Muertes históricas, de Martín Luis Guzmán; libro (que le recuerda al autor de Con la muerte en los puños al Suetonio de La vida de los doce césares) en el que este escritor de la Revolución Mexicana trabajó la biografía de los protagonistas de aquella justa armada.
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“Aunque esta idea de muertes, me sugiere pensar en tragedias históricas. De ahí que primero pensara, acerca de esta trilogía, en Zapata, luego en Morelos y ahora en Cuauhtémoc. Por qué primero Zapata, porque fue el primer proyecto negado en la Revolución, pero me empezó a plantear preguntas que el siglo XX no podía responder, así que fui hasta la época de la Independencia, entonces aparecieron más preguntas que mediante la presencia de Morelos iba tratando de dilucidar”, explicó.
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Es importante, agregó, mencionar que hay grandes líneas paralelas entre Morelos y Zapata: “ambos se consideraban héroes reales, profundamente realistas; morían por sus ideales, además no permitían que el poder los tratara de corromper”, dijo.
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Pero, aseveró, hay preguntas que no me respondió Morelos, intuyo que me las debe dar Cuauhtémoc, como el gran sacrificado de un periodo de la historia mexicana, pero aún no escribo este libro.
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Fundamental vernos en la Historia
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Acerca de la importancia de conocer e interpretar la Historia, Palou expuso que “la lectura de la Historia es fundamental en cualquier momento; leemos desde el presente, no lo leemos anacrónicamente; mientras damos una lectura de Zapata en el siglo XXI, tienes que ahondar e intentar atrapar a los jóvenes lectores que se preguntan qué respuestas se les negaron a la Historia de México, ¿qué no respondimos? ¿Qué no supimos contestar? Por eso escribo estos libros con la idea del sacrificio”.
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Precisó, con la intención de no considerar a estas novelas como una respuesta a los problemas añejos del país, que con los libros sólo se encuentran las interrogantes que se evitaron solucionar en determinados momentos.
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Fidelidad a la historia
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Dijo que para la elaboración de esta trilogía, se planteó algunos retos y se dio algunas libertades en cuanto al tratamiento del tema biográfico.
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“Por ejemplo, no quiero mentir, en Zapata, Morelos y Cuauhtémoc. Planteo los libros desde referencias históricas; el lector verá que me puse la cortapisa de hacer el recuento de estas vidas. No busco ficcionar escenas o anécdotas de estos líderes. Aunque hay algunas variantes, como se ha dicho en Zapata.”
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Explicó que siempre se ponía como una segunda imagen a este héroe, pero en la novela ocurrió al revés, el zapatismo estuvo de fondo; Emiliano aparece como una figura humana.
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En el caso de la segunda novela de la trilogía, dijo: “tuve la misma libertad con Morelos, es decir, mediante las mujeres que cruzaron la vida del ‘Ciervo de la Nación’, se conocen a la primera y a la tercera, no la segunda; las mencionadas son Brigida Almonte y ‘Pachita’ Francis Ortiz, pero no es que haya existido una tercera, sino una segunda con quien tuvo una hija, pero siempre la consideró anónima, la protegió con eso. De ahí que la novela esté dirigida a la hija. Y me tomé la libertad en crear a esta mujer, entonces se reconstruye la imagen de Morelos a partir de este hecho”.
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Abordar la nueva historiografía
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Sobre los riesgos de tocar a Cuauhtémoc en los típicos lugares planteados por libros históricos, explicó que ha buscado asesoría para abrevar información directamente de códices.
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“Si primero pasamos del códice al glifo, esto porque no teníamos una escritura como tal, entonces al ponerlo en letras cambia todo, por eso busco tener fuentes principales; sobre todo, considerando que Cuauhtémoc era experto en la lectura de códices”, reveló.
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Detalló que esta novela comenzará cuando atrapan a Cuahtémoc y culmina, obviamente, con su muerte. “Habrá varios retrocesos para que vayamos comprendiendo cómo se construyó este hombre, cómo fue su infancia, qué fue este hombre para su pueblo”, refirió.
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Especificó que lee mucha de la denominada nueva historiografía para evitar seguir la probación de mitos, como la superioridad de la raza blanca contra la oscura; el proceso de evangelización, entre otros.
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“La intención de la novela, como les decía, es abrir nuevas preguntas se trata de recrear una puerta de la vida de México. Entonces, será una novela épica, debo contar batallas, la destrucción de Tenochtitlán. Y recrear que en pleno centro de la ciudad de México detuvieron a Cuauhtémoc, es replantear gran parte de la Historia de México”, afirmó.
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Agregó: “busco la desmitificación; con esto, un replanteamiento de la identidad. Visto desde Zapata que la revolución la ganó el grupo del norte y ellos intentaron darnos una identidad; aunque en la Independencia, siendo liberal, me replanteo los errores del liberalismo, las fallas desde Juárez a la fecha. Creo que la negación del pasado indígena es el gran problema de México, perdimos el póquer para siempre; son muchos pasados indígenas. Entonces se plantea el tema de la identidad en México como multicultural”.
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Finalmente, concluyó: “veremos si esta novela plantea nuevas preguntas no resueltas, pero las novelas no son las respuestas”.
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Libros publicados
Novelas
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Como quien se desangra, Conaculta, Tierra Adentro, 1991.
En la alcoba de un mundo, FCE, Cuadernos de la Gaceta, 1992.
El fracaso de los cuerpos, Tava, 1995.
La memoria de los días, Joaquín Mortiz, Serie del Volador, 1995.
Bolero, Nueva Imagen, 1997.
El último campeonato mundial, Aldus, La Torre Inclinada, 1997.
Paraíso clausurado, Modernos y Clásicos, Barcelona, 2000.
Demasiadas vidas, Plaza & Janés, 2001.
Con la muerte en los puños, Alfaguara, 2003.
Malheridos, Joaquín Mortiz, 2003.
Qliphot, Sudamericana, 2003.
La casa de la magnolia, Sudamericana, 2004.
Quien dice sombra, Joaquín Mortiz, 2005.
El diván del diablo, Ediciones B, 2005.
Zapata, Planeta, 2006.
Morelos, Planeta, 2007.
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Relato
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Pequeño museo de la melancolía, UAP, 1998.
Un hombre con suerte, LunArena, 1999.
La naturaleza de las cosas, Libros del Bosque, 2002.
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Cuento
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Adiós a la luna, UNAM-INBA, 1988
Los placeres del dolor, UAP, Asteriscos, 1999
Música de adiós, Premiá 1989.
Amores enormes, gobierno del estado de Guanajuato, 1992.
Los placeres del dolor, Nueva Imagen, 2002.
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Ensayo
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La ciudad crítica, América Latina y sus intelectuales, Universidad Simón Bolívar, Colombia, 1997.
La casa del silencio, México 1910-1940, El Colegio de Michoacán, 1998.

miércoles, enero 02, 2008

"Italo Calvino en Pedro Ángel Palou"(publicado en Artículos sobre autores, sección de la revista"La línea del Cosmonauta"Año 2,Número 6,págs. 13-15)


La Generación del Crack ha llegado a siete años de existencia. Los escritores que la conforman de manera oficial y constante son: Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Vicente Herrasti, Eloy Urroz, Ricardo Chávez Castañeda y Alejandro Estivill.
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Quizá los más nombrados son Jorge Volpi e Ignacio Padilla, gracias a que ambos obtuvieron dos premios de suma importancia: el primero en 1999 se hizo acreedor al Premio Biblioteca Breve por su novela En busca de Klingsor, mientras que el segundo en el 2000 obtuvo el Premio Primavera de Novela por su novela Amphitryon; para el 2003, y ya con el ruido que había creado esta generación, Con la muerte en los puños de Pedro Ángel Palou gana el Premio Xavier Villaurrutia.
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La crítica ha sido despiadada en innumerables ocasiones con Volpi y Padilla, pero sin duda a quien peor le ha ido es al actual Rector de la Universidad de las Américas: Pedro Ángel Palou. La mayoría ha acusado al autor de Zapata (Planeta, 2006) de no tener un proyecto literario. Tomando como ejemplo a Jorge Volpi -quien hasta hace poco nos entregó el último libro de la trilogía de los acontecimientos políticos del siglo XX- o a Padilla que a lo largo de su obra se ha preocupado por hacer una literatura de viaje, vagamente se dice que Palou no tiene línea, que escribe de lo que sea sin ton ni son.
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Sin embargo, si uno lee con cuidado la obra de Pedro Ángel Palou, se puede entender que su narrativa sí tiene un proyecto, una línea a seguir. Su literatura se puede catalogar como la literatura de la melancolía y el fracaso. Ninguno de sus personajes triunfa, ni sale de su profundo abismo, se acostumbran a éste y añoran el pasado.
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En el Manifiesto del Crack, que saliera a la luz en 1996 y fuera publicado recientemente por Mondadori en el 2004. Pedro Ángel Palou abre dicho manifiesto hablando de las Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino (Siruela, 2005) y fueron escritas para ocupar la cátedra de las Charles Eliot Norton Poetry Lectures en la Universidad de Harvard. Italo habría impartido esta cátedra de 1985 a 1986, pero al terminar de estructurar sus conferencias y una semana antes de partir rumbo a Harvard la muerte vino para llevárselo el 19 de septiembre de 1985.
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El fin de este ciclo que Calvino iba a dar era rescatar algunos valores, cualidades o especificidades de la literatura que él consideraba particularmente caros e iba a tratar de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio. Al leer este libro uno asiste a un nacimiento de una teoría. Una manera distinta para analizar los textos más recientes. Una obra que por separado o en conjunto contenga: Levedad […1) Un aligeramiento del lenguaje mediante el cual los significados son canalizados por un tejido verbal como sin peso, hasta adquirir la misma consistencia enrarecida; 2) El relato de un razonamiento o de un proceso psicológico en el que obran elementos sutiles e imperceptibles, o una descripción que comporte un alto grado de abstracción y 3) Una imagen figurada de levedad que cobre un valor emblemático, como en el cuento de Boccaccio, Cavalcanti saltando con sus delgadas piernas por encima de la losa sepulcral…], Rapidez […Rapidez de estilo y de pensamiento quiere decir sobre todo agilidad, movilidad, desenvoltura; cualidades todas que se avienen con una escritura dispuesta a las divagaciones, a saltar de un argumento a otro, a perder el hilo cien veces y a encontrarlo al cabo de cien vericuetos…], Exactitud […1) un diseño de la obra bien definido y bien calculado; 2) la evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables; en italiano tenemos un adjetivo que no existe en inglés, “icástico”, del griego Ekiautikós; y 3) un lenguaje lo más preciso posible como léxico y como expresión de los matices del pensamiento y de la imaginación…], Visibilidad […es como advertencia del peligro que nos acecha de perder una facultad humana fundamental: la capacidad de enfocar imágenes visuales con los ojos cerrados, de hacer que broten colores y formas de alineamiento de caracteres alfabéticos negros sobre un página blanca, de pensar con imágenes. Pienso en una posible pedagogía de la imaginación que nos habitúe a controlar la visión interior sin sofocarla y sin dejarla caer, por otra parte, en un confuso, lábil fantaseo, sino permitiendo que las imágenes cristalicen en una forma bien definida, memorable, autosuficiente, “icástica”…], Multiplicidad […Tenemos el texto unitario que se desenvuelve como el discurso de una sola voz y que resulta ser interpretable en varios niveles (…). Tenemos el texto múltiple que sustituye la unicidad de un yo pensante por una multiplicidad de sujetos, de voces, de miradas sobre el mundo, según ese modelo que Mijail Bajtin ha llamado “dialógico” o “polifónico” o “carnavalesco”, y cuyos antecedentes encuentra en autores que van de Platón a Rebeláis y a Dostoievski. Tenemos la obra, que ansiosa por contener todo lo posible, no consigue darse una forma y dibujarse unos contornos, y queda inconclusa por vocación constitucional, como hemos vista en Musil y Gadda. Tenemos la obra que corresponde en literatura a lo que en filosofía es el pensamiento no sistemático, que procede por aforismos, por centelleos puntiformes y discontinuos, (…). Entre los valores que quisiera que se transmitiesen al próximo milenio figura sobre todo éste: el de una literatura que haya hecho suyo el gusto por el orden mental y la exactitud, la inteligencia de la poesía y al mismo tiempo de la ciencia y de la filosofía (…). (…) ojalá fuese posible una obra concebida fuera del self, una obra que permitiese salir de la perspectiva limitada de un yo individual, no sólo para entrar en otros yoes semejantes al nuestro, sino para hacer hablar a lo que no tiene palabra, al pájaro que se posa en canalón, al árbol en primavera y al árbol en otoño, a la piedra, al cemento, al plástico], además de tener tanto un buen inicio como un buen final.
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Una de las obras que más sirve para ejemplificar estos valores en la obra de Pedro A. Palou es su novela Casa de la Magnolia (Sudamericana, 2004). El personaje principal es Maia, quien recuerda aquellos días en donde todo era comienzo y la vida se abría. Su memoria le trae la imagen –el recuerdo- de la joven que fue, enamorada de otra mujer (Adriana Yorgatos), más sabia, más vieja, más próxima a la muerte. El amor que existió entre ellas fue la forma más lenta de aniquilación, por eso se tiñe por el dolor, acompañado tan sólo por un breve instante de placer y largas horas de reproche. Su visita al pasado –su pasado- sólo le confirma la existencia de una imposibilidad para poder cambiar lo terrible, un verano donde Maia aprendió que se puede morir varias veces la misma muerte.
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La estructura de esta novela está hecha en forma de capítulos enumerados por romanos, pero también puede ser una estructura poética. La narrativa de Pedro Ángel Palou, siempre se ha caracterizado por tener tintes poéticos. Haciendo que cada texto sea independiente y al mismo tiempo parte de un todo.
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El inicio de la novela de entrada cumple con la Exactitud y la Rapidez:
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Hoy cumplo cincuenta años, exactamente la edad que tenía ella cuando la conocí. El tiempo no se detiene ante el recuerdo, ni ante el amor. Entonces apenas pasaba de loas quince y me entregué a esa pasión de la única manera que me era lícito: a través de la imaginación y el incansable alimento de la belleza de Adriana Yorgatos, gracias a mi vecindad con la mansión que alquiló para pasar ese verano en la costa, la Casa de la Magnolia, como se la conocía. Para ella sólo un lugar de recreo; para mí, en cambio, la tierra de mis mayores y el pueblo gris y somnoliento de mi infancia.
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En una buena historia, todo lo que sucede es causado siempre por algo más. En este caso las cosas fueron empujadas por las palabras. La voz y el rostro que expresaban esas palabras vinieron después. Me pidió desde dentro de la casa, apenas asomada por la ventana, que fuera ayudarle con su correspondencia Así lo dijo, y no pude imaginarme cómo era la mujer que pronunciaba esas frases y me cuestionaba si sabía yo algo de mecanografía. Aun ahora me pregunto cómo se le ocurrió a Adriana Yorgatos que pudiese servirle como amanuense durante esos meses de descanso.
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El caso es que al día siguiente crucé su puerta.
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Y aún no regreso.
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Aunque la cita es excesivamente larga, es necesaria para poder ilustrar muchas cosas. De entrada el lector puede ver que la Exactitud se cumple en todas sus formas, Calvino pide tres requisitos, el primero debe ser un buen diseño de la obra, este inicio ya está marcando la pauta, siempre la va a contar una mujer desde su futura hacia su pasado –el recuerdo-: la añoranza como arma narrativa. De la misma forma advierte que la narradora no entiende cómo es que llego a ese lugar –La Casa de la Magnolia- y maldice de la misma forma el no poder salir de ahí. Las imágenes que busca dar el narrador, son logradas tal y como lo marca el segundo requisito de la exactitud, y el lenguaje es sencillo, no es rebuscado, es inmediato. El autor dice lo que debe y tiene que decir, no va más allá, no pierde el tiempo en absurdas descripciones, cumpliendo así con el tercer precepto de la Exactitud. Aviente al lector una bomba. Cumpliendo de esta forma con la Rapidez.
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La Visibilidad está muy hermanada con la Exactitud. La Visibilidad quizá corresponde más al lector que al autor, para que lector pueda imaginar sin que le afecte el excesivo bombardeo de las tecnologías que a cada rato nos invaden con imágenes predeterminadas, sin darnos la posibilidad de usar la imaginación, el autor debe lograr con párrafos precisos, imágenes capaces de permanecer en la mente del lector por encima de las ofrecidas por la televisión. Y la novela a lo largo cumple con la Visibilidad, aquí un ejemplo:
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¿De cuántas acciones está hecha una vida? ¿De cuántos hechos? ¿De cuántos sucesos? Muy pocos, a decir verdad. Todo lo demás es un ir y venir sin sentido en el que se gastan las horas.
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Se entra. Se sale.
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Nada más.
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Un telefonazo, quizá, de vez en cuando, que te recuerda que hay algo allí afuera, que eres recuerdo, vaga memoria.
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Luego ceniza.
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La levedad y la multiplicidad se pueden ver a lo largo de la obra. Una obra es múltiple cuando la historia relatada puede suceder en todas partes, pero también es abarcadora, lo mismo puede ser política como filosófica y religiosa. En este caso, la multiplicidad consiste en que la historia le sucede a Maia en una un lugar denominada: Casa de la Magnolia, una casa que no tiene ubicación alguna: quizá esté en Chiapas, en Puebla o en el DF. Mientras que la levedad es la fácil lectura, sin abandonar una trama portentosa.
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Para cerrar la ejemplificación, cierro con el final de la novela:
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Hoy cumplo cincuenta años, exactamente la edad que ella tenía cuando la conocí. EL tiempo no se detiene ante el recuerdo, ni ante el amor. Sólo delante de las palabras aminora el paso y nos concede tregua. Por eso he querido volver atrás, responderle a Adriana Yorgatos que no, que no he podido comprenderla.
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Ya no se mueven las palabras, aspiran al silencio. Me he quedado seca, sin música, sin palabras.
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Lo que sólo sirve no pude sino morir. No hay quietud, no hay olvido. Silencio.
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Yo entiendo poco de dioses, Adriana, pero es cierto:
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-El cielo es infinito y el infierno eterno.
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La Casa de la Magnolia, como se puede verse, es una clara demostración de que Palou es un adicto a las novelas melancólicas, donde los personajes siempre fracasarán, recordarán y no encontrarán la paz interna hasta que la muerte los alcancé.
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Y es este, entonces, el proyecto literario de Palou, obtener una obra extensa que con distintas voces, pero sin perder el estilo, se dedique a contar historias ávidas en sufrimientos y melancolías.
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Para saber más de la revista: www.lineadelcosmonauta.blogspot.com
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Es preciso decir que esta revista se realiza gracias a la Convocatoria Estatal de Apoyo a la Edición de Revistas Culturales del Instituto Sonorense de Cultura.
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El encargado de dirgir esta revista es Josué Barrera, quien recientemente acaba de publicar su libro de cuentos: Conducta amorosa, dentro del Programa Editorial de Sonora 2007.

Lista de libros leídos

Los marcados con rojo son los libros que leí empezando otoño 2007, más o menos por principios de septiembre.
El número de libros leídos: 14.
La meta para primavera 2008 es conservar ese mismo margen o subirlo al menos 3 libros más.

Libros que he leído de mi pequeña biblioteca:
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Narrativa:

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Vicente Riva Palacio: Los cuentos del General (Cuento).
Emilio Rabasa: La Bola (Novela).
José López Portillo: La Parcela (Novela).
Rafael Delgado: La Calandria (Novela).
Federico Gamboa: Santa (Novela).

Jorge Ibargüengoitia: Los relámpagos de agosto (Novela).
Mariano Azuela: Los de abajo (Novela).
B. Traven: Macario. (Novela).
Juan Rulfo: Pedro Páramo/El llano en llamas (Novela y cuento).
Sergio Pitol: La vida conyugal (Narrativa).
Elena Poniatowska: Querido Diego, te abraza Quiela (Narrativa).
José Emilio Pacheco: Los principios del placer (Cuento y Noveleta).
Guillermo Samperio: Ellas habitan un cuento (Cuento).
Daniel Sada: Luces artificiales (Novela).
Carlos Fuentes: Aura. (Novela).
Pedro Ángel Palou: Pequeño Museo de la Melancolía (Relato).
Pedro Ángel Palou: Los placeres del dolor (Cuento).
Pedro Ángel Palou: Música de Adiós (Cuento).
Pedro Ángel Palou: El Último Campeonato Mundial (Novela)
Pedro Ángel Palou: Bolero (Novela).
Pedro Ángel Palou: Demasiadas vidas (Novela).
Pedro Ángel Palou: Casa de la Magnolia (Novela).
Pedro Ángel Palou: Con la Muerte en los Puños (Novela).
Pedro Ángel Palou: En la Alcoba de un Mundo, Una vida de Xavier Villaurrutia (Novela).
Pedro Ángel Palou: Memoria de los Días. (Novela)
Pedro Ángel Palou: Qliphoth (Novela).
Pedro Ángel Palou: Quien dice sombra (Novela).
Pedro Ángel Palou: El diván del diablo (Novela).
Pedro Ángel Palou: Zapata (Novela).
Ignacio Padilla: Amphitryon (Novela).
Ignacio Padilla: Espiral de artillería (Novela).
Ignacio Padilla: Una forma falsa de verdad (Selección de textos).
Ignacio Padilla: Las Antípodas y el Siglo (Cuento).
Ignacio Padilla: La Gruta del Toscano (Novela).
Jorge Volpi: A pesar del oscuro silencio (Novela).
Jorge Volpi: El juego del Apocalipsis (Novela).
Jorge Volpi: Sangrar tu piel amarga (Novela).
Jorge Volpi: El temperamento melancólico (Novela).
Eloy Urroz, Ignacio Padilla y Jorge Volpi: Tres bosquejos del mal (Cuento).
Cristina Rivera Garza: Nadie me verá llorar (Novela).
Mario Bellatin: Flores (Novela).
Mario Bellatin: La jornada de la mona y el paciente (Novela-Diario).
David Toscana: Lontananza (Relato).
David Toscana: Duelo por Miguel Pruneda (Novela).
Gerardo Kleinburg: No honrarás a tu padre (Novela).
Luis Humberto Crosthwaite: Instrucciones para cruzar la frontera (Relatos).
Xavier Velasco: Luna llena en las rocas (Crónicas).
Xavier Velasco: Diablo Guardián (Novela).
Xavier Velasco: Materialismo Histérico (Cuento).
Xavier Velasco: Éste que ves (Novela).
Mónica Lavín: Cambio de vías (Novela).
Beatriz Rivas: La hora sin diosas (Novela).
Sandra Becerril: La calle de las brujas (Novela).
Victoria García: Historias de otros (Novela).
Juan Gerardo Sampedro: Ojos de Entonces (Novela).
Juan Gerardo Sampedro: Nudos (Cuento).
Gabriel Wolfson: Caja (Cuento).

Mario Calderón: Destino y otras ficciones (Cuento).
Mario Calderón: Donde el Águila paró (Cuento).
Ricardo Cartas Figueroa: La Noche de Karmatrón (Cuento).
Felipe Galván: Autor anónimo (Novela).
Antología de narradores en Puebla: Varios. (Narración).
Insólitos y ufanos, antología de cuento poblano: Varios (Cuento).
Fronteras del deseo: Varios (Cuento).
El eco hecho carne: Varios (Cuento y poesía).
Augusto Monterroso: Movimiento perpetuo.
Pedro Antonio de Alarcón: El sombrero de tres picos (Novela).
Gabriel García Márquez: Cien años de soledad (Novela).
Gabriel García Márquez: Extraños doce cuentos peregrinos (Cuento).
Roberto Bolaño: Los detectives salvajes (Novela).
José Saramago: El evangelio según Jesucristo (Novela).
Vila-Matas: Bartleby y compañía (Novela).
J. M. Coetzee: Desgracia (Novela).
Antonio Tabucchi: La Cabeza Perdida de Damasceno Monteiro (Novela).
Albert Camus: El Extranjero (Novela).
Milan Kundera: La Insoportable Levedad del Ser (Novela).
Truman Capote: A sangre fría (Novela).
Truman Capote: Música para Camaleones (Cuento).
Michael Ende: Momo (Novela).
Franz Kafka: El Proceso (Novela).
Franz Kafka: La Metamorfosis (Cuento o novela).
Lewis Carroll: Alicia en el País de las Maravillas/A Través del Espejo (Cuento o novela).
V. Nabokov: Lolita (Novela).
V. Nabokov: Desesperación (Novela).
W. Faulkner: ¡Absalón! ¡Absalón! (Novela).
Heinrich Böll: El honor perdido de Katharina Blum (Novela).
Hesse: Demian (Novela).
Hesse: Lobo estepario (Novela).
Hesse: Bajo las ruedas (Novela).
Hesse: El último verano de Klingsor (Novela).
H. Melville: Bartebly, el escribiente y otros cuentos (Cuento).
Conrad: El corazón de las tinieblas (Novela).
Robert L. Stevenson: Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Novela).
Gustave Flaubert: Madame Bovary (Novela).
Fedor Dostoievsky: Crimen y Castigo (Novela)
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Poesía:
Dante Allighieri: La divina comedia (Poesía).
Charles Bukowsky: Poemas de viejo indecente (Poesía).
Rafael Argullol: Duelo en el Valle de la Muerte (Poesía).
Eduardo Casar: Mar privado (Poesía).
Luigi Amara: Envés (Poesía).
Alí Calderón: Imago Prima (Poesía).
Alejandra Peart: En estas horas (Poesía).
Roberto Martínez Garcilazo: Responso ante la Ceniza (Poesía).
Roberto Martínez Garcilazo: Lumbre oscura (Poesía).
Juan Carlos Canales: Teoría (Poesía).
Juan Carlos Canales: Antología (In) necesaria (Poesía).
Enrique de Jesús Pimentel: Criatura Tú (Poesía).
Enrique de Jesús Pimentel: Catacumbas (Poesía).
Mario Calderón: Vibraciones de la Creación (Poesía).
Ignacio Sánchez Prado: Poesía para nada (Poesía).
Miguel A. Maldonado: Magia corriente (Poesía).
Miguel A. Maldonado: La Carne Propia (Poesía).
Julio Eutiquio Sarabia: Mudar de vida (Poesía).
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Ensayo, Conferencias, Memorias, Diarios y Teorías:
Faulkner, Hemingway, Capote, etc...: El Oficio del Escritor (Entrevistas).
Italo Calvino: Seis propuestas para el próximo milenio (Cátedra).
V. S. Naipaul: Leer y escribir (Memorias).
Mempo Giardinelli: Final de novela en Patagonia (Diario).
Gabriel Zaid: Los demasiados libros (Ensayo).
Sergio Pitol: Pasión por la trama (Memorias-Ensayo).
Sergio Pitol: El arte de la fuga (Narrativa).
Carlos Monsiváis: Las Herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX (Ensayo).
Pedro Ángel Palou: Resistencia de Materiales (Ensayo).
Ignacio Padilla: El Peso de las Cosas (Ensayo).
Chávez Castañeda, Estivill, Herrasti, Padilla, Palou, Urroz y Volpi (y Tomás Regalado que no es del Crack): Crack. Instrucciones de Uso (Variado).
Guillermo Cabrera Infante, Roberto Bolaño, Jorge Franco, Rodrigo Fresán, Santiago Gamboa, Gonzalo Garcés, Fernando Iwasaki, Mario Mendoza, Ignacio Padilla, Edmundo Paz Soldán, Cristina Rivera Garza, Iván Thays y Jorge Volpi: Palabra de América (Ensayo).
Ignacio Padilla y Rubén Gallo: Heterodoxos mexicanos (Antología de narrativa mexicana a modo de ensayo-conversación).
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Otras disciplinas:
F. Nietzsche: Así habló Zaratustra (Filosofía).
F. Nietzsche: El Anticristo (Filosofía).
F. Nietzsche: Más allá del bien y del mal (Filosofía).
Cioran: Adiós a la filosofía y otros textos (Ensayo-aforismos).
Erich Fromm: El arte de amar (Filosofía).
Michel Maffesoli: El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos (Sociología).
Michel Maffesoli: Posmodernidad (Sociología-Cátedra).
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En proceso:
Pedro Ángel Palou: Morelos, morir es nada (Novela).
José Luis Trueba Lara: Masones en México (Ensayo).
Jorge Volpi: En busca de Klingsor (Novela).
Jorge Volpi: El fin de la locura (Novela).
Josué Barrera: Conducta amorosa (Cuento).
Homero: La Iliada.
Cirlot: Bronwyn (Poesía).
Nabokov: Curso de Literatura Europea (Memorias).
Lev Tolstói: Anna Karénina (Novela).
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Me faltan:
Fedor Dostoievsky: EL jugador (Novela).
Fedor Dostoievsky: Los Hermanos Karamazov (Novela).
Heinrich Böll: Opiniones de un payaso (Novela).
Benito Pérez Galdós: El Gran Oriente (Novela).
Julio Cortazar: Rayuela (Novela).
Julio Cortazar: El perseguidor y otros relatos (Cuento).
Jorge Luis Borges: El libro de los Seres Imaginarios.
Sergio Pitol: Adicción a los ingleses (Ensayo).
Sergio Pitol: De realidad a la literatura (Cátedra).
Fritz Glockner: Memoria Roja (Ensayo).
José Manuel Villalpando: Mi gobierno será detestado (Novela).
Ignacio Trejo Fuentes: El vaquero más auténtico que existió (Novela).
Carlos Montemayor: Minas del retorno (Novela).
James Joyce: Ulises (Novela).
F. Nietzsche: Consideraciones Intempestivas (Filosofía).
F. Nietzsche: Sobre el porvenir de nuestras escuelas (Filosofía).
F. Nietzsche: Ecce homo (Filosofía).
Cervantes: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha I y II.
Homero: La Odisea

martes, enero 01, 2008

Se fue el 2007 y seguimos vivos. Nos esperan más cambios climáticos y con ellos, vienen las enfermedades, las muertes y las desgracias que sirven para cubrir a todo dar, la mitad de los noticieros de Tv Azteca o Televisa.
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En vía de mientras, yo sigo leyendo Las Herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX (Debate y Círculo Editorial Azteca, 2007). Es un libro fundamental para entender nuestro pasado político-cultural-social, y como una va afectando y explicando a la otra.
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Hace un repaso por autores esenciales: Juan Bautistas Morales, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno y Vicente Riva Palacio. Al mismo tiempo revisita la imagen de Benito Juárez poniendo un poco de ironía al asunto, y nos da un repaso breve, grosso modo, de la relación existente en esos tiempos entre el Estado y la Iglesia.
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Transcribo otro fragmento muy agradable que pone Monsiváis en su libros, ahora toca el turno a los Mandamientos de Jesús Muñoz que aparecieron publicados un 21 de noviembre de 1910 en El Hijo del Ahuizote:
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Los mandamientos de las Leyes de Reforma son diez: los tres primeros pertenecen a la Madre Patria, y los otros siete al provecho y honra de sus ciudadanos:
1° Amarás a tu Patria sobre todas las cosas.
2° No protestarás en vano las Leyes de Reforma.
3° Santificarás los días de gloria y luto de la Patria.
4° Nonrarás a los mártires y héroes de la libertad.
5° No te vestirás de cuero para machetear al pueblo.
6° Tomarás familia para no seguir el mal ejemplo de papas, cardenales, obispos y demás frailes.
7° Distribuirás convenientemente las contribuciones del pueblo a favor del bienestar y progreso.
8° No calumniarás a los conciudadanos.
9° No buscarás amistades de liberales pancistas (oportunistas o aprovecahdos), ni leerás periódicos vendidos.
10° No codiciarás los puestos públicos cuando seas inepto para desempeñarlos.
Hasta aquí los Mandamientos.

lunes, diciembre 31, 2007

FELIZ AÑO NUEVO A TODOS LOS QUE HAN PASADO, A LOS QUE PASEN Y SIGAN PASANDO.
ESPERO SU 2007 NO HAYA SIDO MALO Y QUE ESTE 2008 SEA A TODA MADRE.
UN ABRAZO MUY AFECTUOSO Y FRATERNAL
FREDO.

Bang, bang, Benazir



Diario Milenio-México (31/12/07)
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1
Del tamaño del sapo...
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Una de las escenas más recordadas de Bruce Lee es aquella de Operación Dragón en la que manipula los chacos a la velocidad de un rehilete, para desgracia de sus oponentes y pasmo religioso de los espectadores. Debimos de ser varias decenas de miles los adolescentes que abandonamos el cine intercambiando remedos de patadas voladoras, y en noches subsiguientes soñando con un día manejar los chacos igual que aquel difunto legendario. La mayoría jamás lo intentamos, que yo recuerde sólo algunos extremos vanidosos accedieron a levantarse a las cuatro de la madrugada para ir a hacerse ninjas al Ajusco. Alguna vez, cuando estaba ya cerca de comprarme unos chacos, un amigo juicioso me preguntó qué pasaría si un día yo sacaba esos chacos y el enemigo terminaba dándome con ellos. ¿Cómo negar que era lo más probable? Cabía, además, la posibilidad de que al introducir un arma en la contienda mi adversario se sintiera tentado a responder con un arma mayor, o cuando menos más manejable. Un ladrillo, un bat, una lata de gas lacrimógeno. Por eso nunca tuve unos chacos, ni hasta la fecha me imagino qué haría con un revólver en las manos. Qué tal que ando de malas ese día...
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Años después, aún influido por el verdugo heroico del malvado Han, pasé un par de años tomando en unas clases de tae-kwon-do que eran tremendo antídoto contra la neurosis. Aunque algunos, tal vez los mismos que esperaban un día convertirse en ninjas de algún shogún local, disfrutaban gritando como lobas en celo cada vez que soltaban una patadita. La clase de entusiasta que lo primero que hace al iniciarse es comprar camiseta y calcomanía alusivos. Poder llevar alguna insignia encima que acredite su superioridad guerrera. Que a la hora de hinchar el pecho de gallito rijoso sobresalgan las letras coreanas en el pecho, cuya traducción será siempre la misma. Tú que me miras feo y yo que te reviento el hocico. Comúnmente, a los empistolados les divierte hacer blanco en esas camisetas.
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2
El que tenga más juguetes gana
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Toda riña se mueve dentro de ciertos límites y niveles de agresión. La introducción de un arma en la pelea supone el reto a llegar más allá. Ser no sólo enemigo, sino enemigo mortal. Escupir en el suelo que ha pisado cualquiera de los suyos: todos malditos. Las peores satrapías se caracterizan por ejercer violencia extrema no únicamente contra el responsable de la presunta falta, sino de paso contra sus familiares. Supuestamente el último límite de la agresión consiste en pretender exterminar la semilla de una estirpe o una raza. Hay que estar desquiciado para querer ganar un juego donde se apuesta en esos niveles, por motivos sin duda menos concretos que la sangre que está por derramarse. Quizás lo más pasmante del asesinato de Benazir Bhutto sea que hubiera aún quien se pasmara. Su historia es la de un western sofocliano que comienza horas antes del ahorcamiento de su padre, justo en la celda donde le promete continuar su lucha. El hecho de hubiera muerto en Rawalpindi, a tan poca distancia del patíbulo de Zulfikar Alí Bhutto, confirma la materia teatral de una tragedia largamente cantada.
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Cuando los talibanes se llamaban mujaidines, parecía una buena obra darles armas y entrenamiento para enfrentar a los invasores soviéticos. Tan buena como en su caso lo sería darle a un niño un cuchillo para evitar que lo molesten en la escuela. Cada vez que algún niño dispara o se dispara accidentalmente un arma de fuego, nos preguntamos quién ha sido el idiota que la dejó cargada y a su alcance. Creemos, y en eso nadie está en desacuerdo, que un niño de nueve años no es capaz de responsabilizarse por un arma, y asumimos por mera abulia cerebral que quien cruza la línea de los dieciocho años está mágicamente facultado para hacerse cargo del poder destructivo de un juguete equipado con pólvora y plomo. Favorito, por cierto, de tantos imbéciles.
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3
Enojo de mujaidín
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En un país que se llame a sí mismo civilizado no debería ser posible, ni acaso concebible, que se permita a nadie poseer un arma sin haber aprobado toda suerte de exámenes que acrediten su estabilidad mental y el manejo adecuado del juguete de mierda, amén de acreditar un nivel de instrucción hasta hoy impensable en buena parte de los que legalmente llevan armas de fuego encima. ¿Cuál era, a todo esto, el nivel de instrucción de los ex-mujaidines a los que el civilizado y civilizador gobierno de Benazir Bhutto repartió en su momento el poder de las armas? Si juzgamos por lo que han hecho como talibanes, habrá que acreditar que sus conocimientos alcanzan solamente valor curricular en el área del odio y los prejuicios. No fue precisamente un gesto civilizado dar a un puñado de retrógradas rencorosos e intransigentes un poder de destrucción del que pocos después querrían abdicar —ningún otro tendrían, en tal caso.
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Aún hoy corre el cuento moralista de que el doctor Joseph-Ignace Guillotin, gran promotor de la medida humanitaria de ejecutar a los condenados a muerte mediante un aparato preciso e igualitario —antes de la irrupción jacobina, los familiares ricos de quienes morían por hacha o sable pagaban al verdugo por un trabajo raudo y certero—, había muerto asimismo guillotinado. Lo cierto es que ninguno de sus familiares consiguió que el Estado accediera a renombrar el pérfido adminículo, motivo por el cual procedieron a guillotinarse el apellido. ¿Sabría Benazir Bhutto, empañado a menudo su civilizado entendimiento por la cruzada que la tenía en pie, que no hay arma que no tenga dos filos? Hoy, cuando su enemigo Pervez Musharraf se esmera en exponer las siniestras virtudes del quemacocos como arma mortífera, no queda más que sentarse a esperar en qué momento llega otro más hábil, le arrebata los chacos al tirano y lo tunde con ellos espectacularmente. Qué no habría hecho el pasmante Bruce Lee al mando de unos chacos rematados en ojiva nuclear.