sábado, noviembre 29, 2008

Aclaraciones.

Los cierres son exhaustivos, a veces el entorno aprieta, ahoga, como invitando a que uno vocifere: váyanse todos a la chingada.
Pero, no, uno debe aprender a calmarse.
Hay tanto alrededor: el qué dirán, el que no la debe y por razón justa, no debería pagarla; enseguida, el todopoderoso creador de lo que conocemos como vida, que está ahí, listo para degollar al idiota que no esté preparado para gozar de su imperio celestial y, antes, por encima de todo: la familia, ese apellido que uno carga sin haberlo escogido, a la que uno puede dejar en mal, por culpa de una mala decisión o una palabra, frase u oración, mal empleada por mi culpa, por su santa culpa, mi puta culpa.
Por eso ruego a quién se deje engañar por mi verborrea, que no me abandone en las tinieblas.
Me da tanto miedo la oscuridad.
La vida es corrosiva lo que no hace daño, no sabe. Lo que no mata, simplemente no es agradable.
Quizá por eso, desde chico he tolerado que pasen por encima de mí.
Hay que aprender a ser pisoteado, para después, chingarme a todos a gusto.
Y si alguien me pregunta por qué, le diré: es más humano que los lleve de la mano al camino que conduce a la chingada, a aventarlos a la deriva.

viernes, noviembre 28, 2008

jueves, noviembre 27, 2008

Ernesto Cardenal en Zacatecas

Diario Milenio-Puebla (27/11/08)
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Esta vez voy a reproducir para todos los interesados parte del boletín de prensa que recibí del gobierno del estado de Zacatecas y que contiene la programación del Festival Internacional de Poesía 2008, ahora con la presencia del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal:
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El antecedente del Festival Internacional de Poesía “Ramón López Velarde” se remonta al festival que desde 1982 se comenzó a organizar para dar a conocer las más recientes ediciones de la colección Praxis-Dosfilos.
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El Festival de Poesía se ha celebrado durante la primera semana del mes de diciembre y desde 1990 se ha honrado la obra de alguno de los más sobresalientes poetas, entre los que se podrían mencionar a Tomás Segovia, Jaime Augusto Shelley, Homero Aridjis, Eduardo Lizalde, Dolores Castro, Jaime Labastida, Sergio Mondragón, Alejandro Aura, Juan Gelman y Elsa Cross.
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Con el objetivo de conmemorar el 175 aniversario de la Universidad Autónoma de Zacatecas y el 25 aniversario del Festival de Poesía, en el 2007 se elevó al rango de “Festival Internacional de Poesía” y honra la obra no sólo de alguno de nuestros más notables poetas en lengua española, sino también extranjera.
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Y este 2008, entre los días que corren del 3 al 6 de diciembre, el poeta invitado es Ernesto Cardenal. Paralelamente el Festival Internacional de Poesía participa de la organización de la Feria Municipal del Libro, de una serie de exposiciones plásticas (individuales y/o colectivas) y de una ofrenda floral en la ciudad de Jerez a la inestimable memoria de Ramón López Velarde.
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Ernesto Cardenal nació en Granada, Nicaragua, el 20 de enero de 1925. Es sacerdote católico y poeta. Un destacado promotor de la teología de la liberación.
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De 1942 a 1946 realiza estudios de literatura en la ciudad de México y de 1947 a 1949 los continúa en Nueva York. En julio de 1950 regresa a Nicaragua y participa dentro de la denominada «Revolución de Abril» de 1954 en contra del régimen de Anastasio Somoza García. Por diversas circunstancias, el plan revolucionario fracasa y posteriormente Cardenal ingresa en el monasterio de Gethsemani (Kentucky). En 1959 lo abandona para estudiar teología en Cuernavaca.
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Recuerdo a Ernesto Cardenal recibiendo el Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Puebla en 1980, en el tercer patio del Edificio Carolino, de manos del entonces rector Luis Rivera Terrazas. Cardenal es autor de varios libros de poesía: Hora 0 (1960); Epigramas (1961); Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965); Salmos (1967); Oráculo sobre Managua (1973); El Evangelio de Solentiname (1975); Nueva antología poética (1979), etcétera; y de los libros de memorias: Vida perdida (1999), Las ínsulas extrañas (2002) y La revolución perdida (2004).
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Entre los organizadores del festival, gracias al decidido apoyo de la gobernadora Amalia García Medina, están el ayuntamiento de la ciudad, el Instituto Zacatecano de Cultura, la Universidad Autónoma de Zacatecas, la Asociación de Libreros de Zacatecas, el Instituto Jerezano de Cultura y Dosfilos Editores. Allá los esperamos.

martes, noviembre 25, 2008

Historia y collage

Diario Milenio-México (25/11/08)
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Desde que escribo historia, que es mucho después de que empezara a escribir novelas, tuve la sospecha de que el público en general no lee libros de historia porque la gran mayoría, independientemente del tema que traten o la anécdota que intenten desarrollar, van escritos de la misma forma. Me refiero, por supuesto, a los libros de historia académica, a los libros académicos de historia que suelen explorar, por cierto, temas de suyo interesantes y anécdotas por demás amenas o escandalosas. Sin embargo, organizados de acuerdo a principios inculcados, ya subrepticia o ya de manera evidente, por manuales de reglas metodológicas o libros de consejos acerca de cómo escribir una tesis, muchos de estos textos se conforman de acuerdo a, y de paso confirman, una narrativa lineal en modo aristotélico, la cual incluye, a saber, tres pasos: la elaboración de un contexto estable y debidamente documentado; la descripción, de preferencia en gran detalle, del conflicto y/o hecho que ocurre en dicho contexto; y la producción de una resolución final o una lección, de preferencia ligada a un lenguaje teórico que incluya grandes conceptos. Esta narrativa, que tiende a reproducir una idea lineal, es decir, secuencial, es decir visual, de lo narrado, tiene como consecuencia el ocluir el sentido de impermanencia y de simultaneidad tan asociadas a las labores del oído y la presencia. Una escritura histórica en modo etnográfico, luego entonces, precisará de estrategias narrativas que contrarresten este fenómeno y abran las posibilidades dialógicas del texto. Y aquí es donde los consejos de Walter Benjamín, y sus peculiares notas para una filosofía de la historia, vuelven a hacer su aparición: el collage como estrategia para componer una página de alto contraste cuyo resultado es el conocimiento no como explicación del “objeto de estudio” sino como redención del mismo.
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Ciertos expedientes históricos suelen responder, de hecho, a una composición basada en un principio semejante. Me refiero, claro está, a los expedientes médicos. Aunque firmado por un doctor, el diagnóstico pocas veces es lineal o definitivo. Todo lo contrario: una lectura detallada de este material textual pone en evidencia que el diagnóstico, como el expediente mismo, es un constructo multi-vocal y, además, contradictorio. Para muestra basta un botón: he aquí una vez más el expediente de Matilda Burgos (no es su verdadero nombre), la enferma que hablaba mucho y que, por ello, se convirtió en el personaje central de un libro. En la boleta de admisión, la primera hoja del expediente de Matilda Burgos, se responde a la pregunta acerca de la causa de su admisión con las siguientes dos alternativas: Confusión mental amoralidad. Demencia precoz hebefrénica. La primera de estas anotaciones está conspicua y significativamente tachada. A manera de palimpsesto o de capa geológica, el expediente acoge ésta y otras revisiones pero sin borrar las notas precedentes y, de más importancia para el lector en modo etno-historiográfico, sin incorporar las nuevas versiones a las anteriores, es decir, sin normalizarlas. El texto, en este sentido, no sólo es una colección de marcas sino una colección de marcas o inscripciones en permanente y perpetua competencia. Una escritura histórica que se pensara ante todo como escritura tendría que proponerse como reto el encarnar en la página del libro este sentido de composición competitiva y tensa, esta estructura dialógica propia de e interna al documento mismo. El collage, así, no sería una medida de representación arbitraria o externa al documento, sino una estrategia que, en ciertos casos, en casos como el de Matilda Burgos, contribuiría a llevar al papel su historia y la manera en que esa historia fue compuesta a inicios de siglo XX dentro de las instalaciones del Manicomio General La Castañeda, que es donde ella estuvo. Así entonces, no basta con identificar “todas” las versiones posibles y rechazar sólo una, la versión final, sino que hay que mostrarlo. La función del collage es sostener tantas versiones como sea posible, colocándolas tan cerca una de la otra como para provocar el contraste, el asombro, el gozo—ese conocimiento producido por la epifanía no enunciada sino compuesta o fabricada por el mero tendido del texto, su arquitectura.
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Lo que esto significa en términos de la posición del autor dentro del texto, especialmente en una era en que se experimenta con la muerte del autor, es importante. El historiador en modo etnográfico que escribe de acuerdo a los principios del collage no puede preservar su posición hermenéutica como intérprete de documentos o como descifrador de signos. No se trata de un historiador que ande en busca de la verdad escondida de las cosas. Este otro historiador, y aquí utilizo un símil del mundo de la música contemporánea, cumplirá más bien las funciones de compositor o, aún mejor, de director de orquesta gestual muy a la Boulez. Lo cito: “El director debe tener en todo momento disponible en su cabeza, y de manera instantánea, el dibujo de la disposición, tanto más cuanto que los acontecimientos que se quieren suscitar no se producen de raíz de una secuencia fija, o porque dicha secuencia puede ser improvisada y puede cambiar en cualquier momento. Hay que “tocar” a los músicos, como si fueran las teclas de un piano” *. Hay que “tocar” a los documentos, parafraseo ahora, como si fueran las teclas de un piano. Y esto lo debe saber tanto el historiador como el escritor de novelas históricas.
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* Pierre Boulez, La escritura del gesto. Conversaciones con Cécil Grilly (Barcelona: Gedisa, 2003), 117.

lunes, noviembre 24, 2008

Oficio: Mini-Ministro

Diario Milenio-México (24/11/08)
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Se rifa estigma
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Casi todos podemos recordar la última vez que fuimos regañados en público. Una experiencia amarga durante la infancia o la adolescencia; peor todavía si ocurrió después. Puede uno soportar que le den trato de niño siempre que aún sea niño, de otramanera deberá cargar con el peso de una infumable humillación. Incluso para los testigos, a los que si algo queda de decencia les incomodará la situación, sentirán pena por el pobre infeliz que es sobajado en público y no le queda más que agachar la cabeza, o en su caso ubicarse a la altura de la ocasión poniendo una impecable cara de imbécil. No quiere ni pensarlo el regañado, pero ya debería ir calculando que cada uno de los presentes tendrá algo qué contar en los próximos días. Tendrías que haber visto la santa cagotiza que le pusieron anteayer a Zutano.
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No me he repuesto aún del Hugo Chávez Show, el documental de la PBS que circula actualmente en internet (www.pbs.org), centrado en esa suerte de pedestal-patíbulo mediático que es Aló Presidente, programa de concurso que por igual reparte premios y castigos, desde el cual prácticamente gobierna Venezuela. A la cabeza de una junta televisada con la totalidad de sus colaboradores, aparece el promotor del Socialismo del siglo XXI, subido en la tarima del maestro-prefecto-director. Cada vez que un problema entra en escena, se le ve regañar con saña a sus ministros, que acuden al programa como el niño a cada una de las clases en una escuela militarizada y por supuesto no pueden responder más que con absoluta sumisión. Helos ahí, vestiditos de rojo, como la abrumadora mayoría de sus seguidores. Tiemblan, titubean, tragan saliva si el Comandante se refiere a ellos, pues les pedirá cuentas delante de todos y es probable que responder con la pura verdad los hunda para siempre. La única salida ya no decorosa, sino de menos ávida de supervivencia —el Comandante es muy capaz de despedirlos ahí mismo, al aire— es echarse la culpa del desaguisado, esperando que el acto de contrición merezca cuando menos el aplauso oficial, que tiene la ventaja de ser unánime. Nadie como ellos conoce ese dato que hace de su trabajo un oficio de alto riesgo: en nueve años, Chávez hizo ciento treinta cambios a su gabinete.
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Juez, parte y contraparte
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Debe de ser calamidad inenarrable para algún funcionario serio y responsable, saber que cuando llegue la hora de explicar a su jefe la situación, tendrá que hacerlo en acuerdo perfecto con las expectativas del Guionista, Productor, Director y Animador en Jefe, pues de otro modo será reprendido durante largos minutos, o hasta varias decenas de ellos, si tiempo es lo que sobra en el único programa del mundo cuyo animador decide a su capricho cuánto durará la emisión. Cinco, seis, siete horas, la señal está allí, para servirle. Qué distinto es, en cambio, cuando el jefe los ratifica en sus carteras ante el país entero, bajo el aplauso dócil de los presentes. Algo muy similar a lo que sucedía en aquellas ceremonias escolares donde los aprobados recogían triufantes sus boletas de calificaciones. Lo espeluznante es que esto sea serio. Ver cómo sudan frío bajo el uniforme, delante de un país que con toda certeza se ríe de su jeta.
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¿Quién no recuerda a alguno de esos profesores acomplejados y abusivos que tanto se esparcían martirizando públicamente a sus alumnos? El que ponía apodos, favorecía a sus lambiscones y ridiculizaba a sus bestias negras. Imposible oponerse al único mayor de edad presente, cuya fama de drástico le concedía poderes extraordinarios. Más si se toma en cuenta que cualquier adulto habilitado como maestro, prefecto y director tiene un poder enorme sobre los niños. Y el colmo es que las cámaras de Aló Presidente nos muestran a ese adulto convertido asimismo en padre de todos. El que denuncia, juzga, castiga, perdona y premia, nunca se sabe en qué orden. Se sabe, eso sí —sobre todo si uno trabaja para él y por tanto busca su beneplácito con ansias similares a las que le mantienen aterrado y alerta contra su mal humor— que salirse del guión es falta imperdonable. Por la majadería y la dureza que a su entender han merecido las interpelaciones que sugerían un error en él, así fuera de mera apreciación, se infiere que la única regla inamovible es que el jefe no puede equivocarse. ¿O es que hay otra persona adulta presente?
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¿Qué vas a ser de grande?
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Debe de ser extraordinariamente difícil ser un buen tipo —digamos, alguien consecuente con los dictados básicos de su conciencia— en tan comprometidas circunstancias, y más de uno acaso lo habrá conseguido. No hay que ser, sin embargo, politólogo para entender que los más exitosos en ese triste club de agachones vestidos de rojo no son los funcionarios serios, discretos y profesionales, sino aquellos cuyas declaraciones estridentes los ponen al parejo con el jefe, y hasta adelante de él. Tal vez sea una magnífica persona, pero he aquí que el pobre infeliz se mira apavorado día y noche ante la posibilidad de malquistar al jefe y caer de su gracia. Pero todavía, en público. Delante de enemigos, amigos, familiares, colegas. ¿Quién, que sea aguerrido en el discurso, no estará dando lo mejor de sí mismo a la causa del show, que es la que los sostiene a todos donde están?No es México un país ajeno al papelón del aplauso automático, donde hay un líder de palabra incuestionable vitoreado por una horda de obedientes. Por muchas décadas fue todo así, pero ni aún los casos más ignominiosos se acercan al de los ministros de Chávez, reducidos por el jefe y sus cámaras y micrófonos a meros monigotes de los que todo el mundo puede hacer mofa, y en su caso apuntar hacia ellos con el dedo del público desprestigio. Si la gente ve cada semana al comandante cagoteando a sus pobres ministritos, ¿quién va a culparlo a él de lo que no funciona? ¿Quién, que haya sido humillado en el trabajo, o de plano se sienta humilado por él, no quisiera cagotear de esa forma al que según su cargo es un señorón, y en realidad es sólo un ministrito? A todo esto, algunos dan ternura. Todavía creen, los inocentes, que cuando sean grandes van a ser como el jefe.

Tres monedas para Fuentes

Diario Milenio-México (24/11/08)
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En el aire
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Como con Ana y Bruno en el Barrio Sur. (El nombre del restaurante, por cierto, es el único real en este párrafo, por razones que bien pronto resultarán comprensibles para el lector).
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Bruno: Anoche en lo de Fuentes estuvo preguntando por ti Enrique Márquez. ¿Por qué no llegaste? Me dijo que habías confirmado.
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Ahora, en cambio, los nombres son reales: Enrique Márquez es uno de los dos secretarios técnicos —junto a Jorge Volpi— del comité encargado de las actividades conmemorativas del 80 aniversario de un conocido escritor. Fuentes es Carlos y, por supuesto, es ese conocido escritor. Y “lo de Fuentes” es la imposición de una medalla que el miércoles pasado le hiciera el gobierno de la Ciudad de México.
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Yo: Pues sí, me apena. Una de esas aventuras terroríficas en el tránsito: no logré llegar a mi casa sino hasta a las 8 y media.
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Ana: ¿Y por qué no te fuiste directo a la cena?
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Yo: Porque andaba en jeans; ni modo de llegar así: ya ni Monsiváis va de jeans a esas cosas. Pero voy a lo de hoy en la noche. ¿Ustedes van?
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Nueva aclaración: “Lo de hoy en la noche” es el estreno mundial de Santa Anna, ópera de José María Vitier con libreto del propio Fuentes, basado, claro, en la figura del controversial caudillo.
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Bruno: A mí no me invitaron.
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Ana:¡Ay, qué raro! A mí sí pero no sé si ir... Ya ven que luego las cosas teatrales a Fuentes nomás no le salen bien. ¿Cómo se llamaba esta obra horrible sobre Dolores del Río y María Félix? ¿El jardín de las violetas susurrantes?
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Yo: Orquídeas a la luz de la luna.
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Ana: Eso. ¡Ahora imagínense sobre Santa Anna! Va a ser como monografía de la primaria. Mejor deberíamos ir a Saks.
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Bruno: ¿A Saks… Fifth Avenue?
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Ana: Sí: hoy hay 50 por ciento de descuento en toda la tienda. Y no me negarán que la calidad de Saks es más consistente que la de Fuentes.
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Recordamos Los años con Laura Díaz y reímos con justicia. También con crueldad.
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Cruz
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Cae la moneda y pierde Saks (una venta) y pierde Ana (un Armani de rebaja) pero gana Santa Anna (una espectadora, lo que no le cae nada mal, puesto que el teatro, aunque plagado de rostros reconocibles, no está lleno sino a las dos terceras partes).¿Y qué tal la tal Santa Anna? Más o menos… tirando a menos. Una ópera, sí, pero con mucho (y muy innecesario) de teatro de revista. Mucho chiste malo. Mucho son jarocho y mucho zapateado metidos con calzador. Mucha grosería evidente y populista. Y un personaje —una Muerte travesti pero cliché, vestida de calaca de Posada— que ni los buenos oficios de Hernán del Riego logran salvar de la gratuidad.
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Cierto: la puesta en escena de Lorena Maza es dinámica y elegante. Cierto: la escenografía de Mónica Raya es a un tiempo pertinente y espectacular. Cierto: Fernando de la Mora es un Santa Anna espléndido (he aquí un raro cantante de ópera que nunca se olvida de que, por definición, es también un actor). Y, aunque la música de Vitier habría de resultar demasiado moderna y pretenciosa para la mayoría, en lo que a mí respecta, su osadía, su eclecticismo y su humor me sedujeron. El problema entonces tendrá por fuerza que ser —¡ay!— el texto.
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A la salida me topo con Ana. Anticipaba ya su frase: “¿Viste? Mejor hubiéramos ido a Saks”.
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Cara
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La moneda vuelve a caer, ahora del lado de Fuentes. Sí, Santa Anna es una mala ópera. Sí, Los años con Laura Díaz es una mala novela y Todas las familias felices también. (Sobre la recentísima La voluntad y la fortuna no puedo pronunciarme todavía, puesto que no la he leído.) Y, sí, supongo que La región más transparente no ha envejecido demasiado bien. (Eso me dice Bruno en nuestra comida. En cuanto a mí, no la he leído más que una vez, a los 15 años, cuando me pareció portentosa; concedo, sin embargo, que en esa época también me daba por pensar que las canciones de Mecano eran pequeñas maravillas.) Pero están Aura y La muerte de Artemio Cruz y Gringo viejo, las tres perturbadoras y conmovedoras y notables, lo que bien podría validar la vecindad mítica de Fuentes con Rulfo y Arreola, escritores ambos de una sola novela que, por tanto, solo una pudieron aportar a nuestro canon. Y más allá —eso también me lo dice Bruno— está Fuentes mismo, que ha sabido pensar México en el tránsito de la revolución a la democracia y de la modernidad a la posmodernidad, que antes que un escritor se antoja un intelectual y uno inteligente. Será por tanto la suya una voz no sólo atendible pero indispensable.(Lo que por otra parte no me lleva a disculparle su Santa Anna).

El cajón del desastre-Fritz Glockner (Diario Cambio de Puebla-24/11/08)

LA SOMBRA
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En el cajón se esconden los recuerdos, las mentiras, alguna que otra lagrima extraviada, un inservible clip, las monedas de poco valor que estorban en la bolsa del pantalón, un recado ya sin urgencia, el souvenir del viaje que termina incomodando y no se sabe en realidad los motivos por los cuales se adquirió, incluso ahí puede que también habiten las telarañas del pensamiento, de la existencia y de la vida misma.
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No existe cajón ordenado, en ellos simplemente se vierten cosas, objetos, ideas, situaciones, nostalgias, tan es así, que cuando se acude por algo que se sabe se encuentra ahí almacenado, se tiene que revolver todo, y luego el desconcierto nos atrapa para preguntarnos a nosotros mismos ¿Qué hace esto aquí?
Al momento en el cual asoma algo que nuestra memoria no ubica los motivos de como aterrizó aquello a ese espacio.
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Por estas y muchas razones más, es por lo que se ha elegido titular a esta columna semanal “El Cajón del Desastre”, ya que no sólo se trata de desempolvar todas aquellas sustancias por ahí dispersas en los cajones sociales, culturales, mentales, sino porque además, es evidente el desastre que hoy día se aprecia en el ambiente de Puebla, México y del mundo en general.
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Tan existe angustia y preocupación para que no “cunda el pánico” como diría aquel personaje de antenas ridículas y traje rojo de la televisión mexicana, entre la percepción de la sociedad, que se pretende inyectar un somnífero mediático con mensajes del tipo: “tu siempre has luchado”, “no existe crisis que nos pueda vencer”, “hoy somos más fuertes” y demás frases impregnadas del peor sentido de libro de superación personal.
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Se había dicho que el catarro económico de los gringos no nos provocaría estornudo alguno, y MADRES, la friolera ha provocado una temblorina absoluta, se insiste en demostrar que el accidente aéreo en el cual perdiera la vida el Secretario de Gobernación se debió a falta de pericia, falla humana, turbulencia o cualquier otra circunstancia que evite la especulación sobre un atentado, y claro, ¿cómo se podría reconocer que la vulnerabilidad llega hasta el segundo hombre en la jerarquía política?
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Me apetece soltar la hipótesis, que para mí es convicción, que sin duda estamos peor que en el siglo XIX, ya que en estos inicios del XXI la brújula política parece sostener un imán debajo, no hay orientación, hoy podemos ver el revestimiento del político, ayer panista, hoy priísta, del perredista disfrazado de panista y diversos ejemplos más, los antiguos antagonistas, hoy son aliados, la fecha de caducidad de las ideologías pareciera ser una constante del actuar humano; sumado a una crisis económica cuyos efectos van a llegar peor que tsunami, así como a un acostumbramiento del número de bajas por día. ¿Cuántos decapitados hubo el fin de semana? Pareciera que es la pregunta que nos hacemos en el presente, y no ya, el marcador del fútbol, o la tensión dramática de dónde se quedo la telenovela de moda.
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De ahí que la sombra esté recorriendo las consciencias, ya no se trata de aquella sombra de Marx que recorría Europa, habilitado en fantasma, ahora es un espectro negro que batalla por inhibir cualquier intento de colorido, por lo que habrá que consumir más de una pastilla que permita descifrar los tiempos, los espacios, la coyuntura, para insistir que la realidad no supere a la ficción, como de pronto estamos acostumbrados a suponer en nuestro país.
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Quedemos pues para el siguiente desastre, o en su defecto, para localizar colectivamente algo del cajón.

domingo, noviembre 23, 2008

Homenajearon Montemayor, Velasco y Volpi a Carlos Fuentes-(Diario Milenio/Cultura-22/11/08)

El arte de novelar, título de la mesa en la UAM; participó Poniatowska
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La mesa contó con figuras representativas del género, como Elena Poniatowska, Wendy Guerra, José Ramón Ruisánchez, Xavier Velasco, Vicente Herrasti, Adrián Curiel Rivera y Jorge Volpi.
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El narrador, poeta, ensayista y traductor Carlos Montemayor afirmó hoy que dos ejemplos claros de lo que es la novela son La Biblia (prosa) y La Odisea (verso), al presidir la mesa El arte de novelar III, organizada como parte del Homenaje Nacional que se rinde a Carlos Fuentes por sus 80 años, en la Universidad Autónoma Metropolitana.
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El Miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua y Correspondiente de la Real Academia Española señaló que el arte de la novela sigue convocando a grandes escritores, aunque desde hace mucho tiempo se ha augurado su muerte, sobre todo en el siglo XX. Subrayó que la novela es un género que ha sobrevivido al paso de los siglos.
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La mesa contó con figuras representativas del género, como Elena Poniatowska, Wendy Guerra, José Ramón Ruisánchez, Xavier Velasco, Vicente Herrasti, Adrián Curiel Rivera y Jorge Volpi.
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Ante un escaso público, el acto se inició con la participación de Herrasti, quien refirió que su historia como novelista arrancó cuando, durante el tercer año de primaria, su maestra le encargó que escribiera una historia, una novela. “Tomé un libro clásico de mi casa. Tomé los párrafos que me interesaron y eliminé los que mi impaciencia de niño me señaló, por inútiles. Al otro día lo presenté a la profesora, lo leyó y me lo devolvió. Luego, me pasó al frente y me pidió que lo leyera para toda la clase y eso hice”, dijo Herrasti.
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El resultado fue que la maestra lo reprendió al decirle que no podía ser cierto, “seguramente te lo escribió tu papá; así pasa siempre, los padres maleducan a sus hijos al hacerles la tarea”. Eso, confesó, no supo si lo hizo feliz o infeliz, pero así sucedió.
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Indicó que 10 años después volvió a intentar hacer una historia, ahora sin plagiar, y fue cuando nació un maridaje que hasta la fecha existe. En tanto, Velasco y Curiel coincidieron en que sus inicios en el arte de novelar giraron en torno al antiacademicismo y en ocasiones la escritura fue un escape de la realidad.
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Volpi leyó un texto de familia y Guerra, quien viajó de Cuba para tomar parte en el homenaje, preparó un texto que tituló El síndrome de Scarlett O´Hara.