jueves, abril 19, 2007

Introspección LII.

Tenerte a escasos pasos y acercarme a ti y decirte cuánto me gustan tus ideas inconclusas, tus palabras incoherentes y tus frases cotidianamente dulces.
Irnos lejos un día, de todos, de ti y de mí, para reencontrarnos en algún valle, quizá en una planicie, o tal vez en la punta de la mujer dormida, y en el recalcitrante frío buscarnos los cuerpos y cubrir nuestras penas con el calor que emane de esa unión.
Y regresar al mundo de siempre y sabernos superiores y eternos, porque hemos sobrevivido. Porque sabemos a que sabe el amor sabor naturaleza.

Y sigue la mata dando.

Paisajes de la Memoria (Diario Milenio 19/04/07)
Juan Gerardo Sampedro
La crísis cultural
Ha corrido la tinta desde la semana pasada en torno del problemático tema de la cultura. Se han dicho muchas cosas producto de la fatal de conducción de ésta. La carta de René Avilés Fabila y la carta abierta del dramaturgo Felipe Galván son un síntoma del actual estado de la errática conducción de la cultura en Puebla.
Las cartas a la opinión pública, más el hecho de que un grupo de maestros de la Casa del Escritor haya pedido la renuncia del secretario, pone en los límites una situación que creo ya insostenible, una situación que a nadie conviene.
Se ha hecho un (llamémoslo así) recuento de los daños: la biblioteca Tola de Habich en cajas de cartón, el Museo Erasto Cortés desmantelado, los pobres resultados del FIP, la comparecencia del secretario ante la Cámara de Diputados y su pobre discurso sobre Gustavo Díaz Ordaz, han sido motivo de polémicas entre la comunidad artística e intelectual, que mira cada vez con más desconfianza a quien encabeza esa secretaría de estado.
Me ha llamado la atención la forma en la que se quiere dar marcha atrás a una campaña de desprestigio en contra del actual director de Literatura, Ediciones y Bibliotecas, Roberto Martínez Garcilazo. Ante el legítimo reclamo que éste ha hecho al ver pisoteados sus derechos, los allegados al señor secretario han dicho que se le pidió la oficina de la Casa del Escritor Refugiado a su director para optimizar recursos, asignándole otras tareas.
Muy del secretario el recurso para quienes le resultan incómodos. La arrogancia, la prepotencia y la humillación hacia los demás son lo propio ante la falta de proyectos y argumentos.
¿No es una campaña de desprestigio enviar a un diario local la ficha negra de Martínez Garcilazo? ¿Quién trabaja para ese medio local y al mismo tiempo es funcionario de la Secretaría de Cultura? ¿Quién ha hecho de su calidad humana unas simples iniciales? ¿Quién ha sucumbido y traicionado su propia manera de pensar? No hay malentendidos. El señor pretende terminar con el proyecto de la Casa del Escritor porque le incomoda la literatura y admira a Díaz Ordaz.
Mientras René Avilés Fabila habla del costo político de mantener en el cargo al señor secretario y Felipe Galván opina que la máxima autoridad cultural del estado fragua un atentado contra la comunidad literaria, Elvira Ruiz ha externado que el señor secretario nada tiene que ver con la cultura, que le es muy ajena, cosa con la que estoy profundamente de acuerdo. Me entero que han llamado a Elvira Ruiz y a Fernando Morales para decirles que no les conviene estar en contra del secretario. Intimidación y bravuconería.
Dignidad es lo que le hace falta al señor secretario; de otra manera, él mismo hubiera hecho ya desde hace mucho tiempo sus maletas. Al esconder la cabeza como avestruz ante las reacciones de la comunidad artística, se ha visto sin liderazgo y con una pésima imagen. No tiene credibilidad el señor secretario de Cultura, lo siento. Me da harta pena.

domingo, abril 15, 2007

Introspección LI.

Suponer que aún estás ahí y caminas candida por el pasillo que lleva rumbo a tu cuarto, nuestro cuarto, ahora mi cuarto, un cuarto en el que descanso semidesnudo mirando hacía la ventana, esperando un no sé qué o intentando hallar una respuesta sin una pregunta formulada, que bien podría ser lo equivalente a la sala donde irán a velar mis restos: grande y lujosa, pero en el aire una sensación tóxica.
Abrazar la almohada e imaginar que una mano se esconde en tu cabello mientras la otra busca tus desnudos pechos y todo sólo porque esa almohada guarda el olor de tu perfume, tu olor.
Dormir esperando tu vuelta y no despertar hasta no saberte a mi lado.