miércoles, agosto 23, 2006

En el lugar de siempre.

Hete ahí en el lugar de siempre en la misma ciudad y con la misma gente para que ella al volver no encuentre nada extraño y sea como ayer y nunca más lejano. Esperando a que vuelva, eres todo un faro del romanticismo, de repente alguien te acompaña a hacer guardia mientras te cuenta historias de amor con finales felices, cliché en su máxima expresión. Nadie se atreve a decirte la realidad, es tanto el amor o la lastima que les generas, no quieren cargar con remordimiento de conciencia. Pesa más haber lastimado a alguien profundamente en el corazón que el hecho de asesinar a un inocente o encarcelarlo. Al muerto se le puede llevar flores y al encarcelado al acabar su condena se le puede decir: lo siento. Pero a un herido de corazón es imposible redimirlo no hay novela ni poema que cure dicha pena, menos canción que haga menos dolorosa la pena y desde luego plegaria que sirva. Dicha empresa suele ser tan difícil que la religión católica ha sido incapaz de inventar un Santo de los dolidos y el único candidato posible aún está vivo. Eres tú. La desgracia te persigue tanto que ni siquiera podrían elegirte para tal puesto has cometido tantos pecados como tantas mujeres te han abandonado.
Sabes que ella no regresará. No quieres afrontarlo. Te refugias en la literatura para crear esa historia de amor que jamás existió ni existirá con la mujer de tus sueños.
Acéptalo. Ella jamás te quiso ni te querrá, eres demasiado pobre y demasiado listo para ella. No me vengas ahora con el cuento de que no sabías cómo era ella cuando le hablaste, tú que tanto observas a la gente antes de hablarles, tú que tanto te cuidas de los humanos, son de temer según tu ideología. Tu defecto, creo, es no haber sido un daddy boy y algo pendejo. A ella le gusta mangonear a los hombres. A gente como tú sólo les saca unos poemitas para después cogérselos y abandonarlos. Si fueras digamos el clon humano de Pinky, ella ya hubiera repasado contigo el Kamasutra entero.
Tu abuela decía que a los fantasmas no hay que temerles, no hacen daño, sólo espantan, y que si los escuchas hasta pueden ser buenos amigos. En cambio, los vivos matan, roban, extorsionan, violan y aunque sean tus amigos te pueden traicionar. Eso podría explicar el por qué de todas tus ex-novias, ex-amantes o ex-frees la que más te duele y provocó la estadía que tienes, ha sido para ti como un fantasma, sabemos que existe por lo que nos cuentas pero jamás hemos visto una foto donde salgan juntos y menos los hemos visto caminar por alguna calle de esta ciudad.
Ya déjala ir. Jamás te perteneció ni tú a ella. Es más jamás existieron.
La vida cobra caro nuestros errores. Dejaste ir a dos personas que te amaron, nunca les hiciste caso. No tuviste ojos para ellas y ahora andan penando por los abismos, llorando su amor incumplido, así como tú, hete ahí sentado en el lugar de siempre en la misma ciudad y con la misma gente que presencia como pagas caro tu error, todos los días te escuchan hablar de ella, porque no te pueden ver, pero te sienten como el frió decembrino que cala por las mañanas y mata por las noches. Están hartos de oírte contar la misma historia.
Nadie se atreve a decir lo que sienten y piensan de ti.
Aunque me duela más a mí que a ti, vine a decírtelo para que dejes de causar lastima y pena ajena. Ya acepta que ella sigue viva y nunca te quiso. Déjala ir para que tu alma descanse en paz y puedas ir a donde te corresponde, al mundo de los muertos, deja el de los vivos. Ya no perteneces aquí. Ya pagaste con creces el llorar y narrar tu amor ficticio. Vete y déjanos en paz.
¿Me escuchaste Ignacio? Soy Xavier, ¿aún me recuerdas? Haz un ruido aunque sea para saber que no estuve hablando todo este tiempo solo. Adiós y nos vemos espero no muy pronto.