sábado, julio 19, 2008

Entre la imprenta y el 'zapping'

REPORTAJE: CRÓNICAS DE AMÉRICA LATINA
El País-Suplemento: Babelia,-España (19/07/08)
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El libro persiste pero la catástrofe educativa amenaza a la novela. Y al no existir los llamados dramáticos en el camino a Damasco ("Saulo, Saulo, ¿por qué no me apagas de vez en cuando?"), se difuminan las posibilidades televisivas de constituir otra vanguardia del comportamiento, afirma Carlos Monsiváis
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En la América Latina de hoy, ¿qué papel desempeñan la novela, el teatro, el ensayo, la poesía? Funciones muy diferentes a las ejercidas hace apenas una generación. Ante el Internet, el predominio de las imágenes, la proclamación (falsa) del fin de la Era de Gutenberg, y el vigor del analfabetismo funcional, el público se recompone, se amplía, se reduce. Y a los diagnósticos al respecto los acompañan el pesimismo y su complemento directo, el triunfalismo, confiados tan sólo en las fuerzas del mercado.
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Lo más señalado de este momento es la globalización de la literatura y de las artes en general, pero este proceso, iniciado en el siglo XIX, lo obstaculizan las devastaciones sucesivas de los países. Cito algunas:
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- La caída incesante de la economía en la que a las mayorías toca (un caso de "abismo revolvente").
- Las crisis políticas sobredeterminadas por el mundo financiero.
- El neoliberalismo que incorpora a las naciones a "la obsolescencia planeada".
- El imperio de los medios electrónicos.
- El fracaso reconocido en forma unánime del proceso educativo (público y privado), hecho a un lado por el culto a la tecnología y por la sobrevaloración del éxito económico, la única prueba aceptada de acceso a la educación...
- El tipo del tipo de best sellers que se definen como "los libros que le gustan a quienes no gustan de la lectura". (Por fortuna, lo light no es el único campo de los best sellers).
- La tendencia académica de las especializaciones absolutas que suele ignorar el placer de la escritura y la lectura.
- La gran importancia formativa del cine que lleva tiempo desplazando a la literatura como criterio de modernización.
- El abandono creciente de la fe en la imaginación individual, hecho a un lado por la manipulación tecnológica. ("En donde estuvo la conciencia, aparecen los efectos especiales").
- El peso de la demografía y el tamaño de las ciudades.
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En este panorama, muy poco del legado típico parece firme, la repetición de fórmulas hace las veces de ánimo crepuscular, y las demandas de la educación media representan a la tradición. Ahora, el mayor peligro para la novela no es el culto de las imágenes (que obliga en demasiados sitios a sólo considerar novela a la telenovela), ni el desdén tecnológico por la letra escrita, ni siquiera la incomunicación cultural entre los países latinoamericanos, sino la catástrofe educativa, robustecida por el desplome de las economías y el desprecio neoliberal por las humanidades. El neoliberalismo es, por definición rápido, el encumbramiento de una minoría depredadora, y por ello se privilegia a la educación privada al margen de los niveles de calidad, y allí, con énfasis, la aptitud tecnológica es la cima, lo que se traduce en el menosprecio por el humanismo, la adopción ornamental de la cultura, y la burocratización en materia educativa.
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Persiste el impulso cultural de una minoría, se vigoriza el fin de las prácticas mnemotécnicas en la educación primaria (el gusto por la poesía se inicia en su memorización), sigue el deterioro de la profesión magisterial, desaparece la mayoría de los contextos culturales, que habían sido el idioma compartido de los países de habla hispana. Ahora, quien desee la difusión masiva deberá en cada libro incluir los niveles informativos prevalecientes. Si se acude a los conocimientos culturales "de antes", deben explicarse de inmediato porque los diccionarios son sitios del destierro. Los niños y los jóvenes no incluyen por lo común la lectura entre sus aficiones básicas, sin que esto consolide en lo mínimo a las profecías desoladoras sobre el exterminio de la lectura. El libro persiste pero ha pasado de necesidad pública a demanda de sector, salvo casos excepcionales, precisamente ahora en su expansión posible.
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En la educación sentimental y sexual, sin embargo, el rock, el sonido de la modernización, el hip hop, el rap y las infinitas variantes de la tecnología aplicada jamás desplazan del todo a la cumbia, la salsa, el vallenato, el tango, el bolero, la canción ranchera. Más allá de la calidad de parte del rock y de las promociones industriales permanece el canon de modelos de vida, de mitos que ajustan las sensaciones de éxito y de fracaso, de pautas de la conducta consideradas impensables unos años o unos minutos antes.
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¿Qué reemplaza a las guías tradicionales de las metamorfosis individuales y colectivas, a la poesía, la novela, el teatro? Con lo anterior no insinúo siquiera que la poesía y la narrativa hayan perdido sus facultades liberadoras y creativas; por el contrario, de la literatura continúan desprendiéndose las grandes atmósferas formativas, lo que certifican por ejemplo la trilogía de los Anillos de Tolkien, la poesía de Sylvia Plath y Jaime Sabines, las novelas de Coetzee y García Márquez. Sin embargo, en lo que a las mayorías se refiere, el influjo mítico de los libros se ha evaporado en buena medida, concentrándose en los sectores minoritarios que no se expanden según los ritmos de la demografía, aunque sí determinan las adaptaciones de cine y televisión.
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Al irrumpir las leyes del Mercado, los géneros fílmicos y televisivos se modifican con rapidez. El cine-cómic que inicia la serie de Star Wars seduce profusamente en el mundo entero, pero ya tienen nombre los atributos de su fascinación, los efectos especiales, anuncio de la jubilación inevitable de la magia que atrapa a cada generación infantil. En la mayoría de los filmes de éxito desbordado, el hechizo radica en la alta tecnología, y la belleza o la obviedad de las imágenes son la substancia de la dependencia de la pantalla.
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En su turno, los efectos de la televisión, ante profundísimos a corto plazo y por acumulación, suelen carecer del brillo del prestigio íntimo, aunque esto ya se transforma gracias al muy buen nivel de las series sobre la vida cotidiana, abordada desde la franqueza o desde la derrota de la censura como se quiera (los primeros "clásicos": Sex and the City, The Sopranos, 24 horas, Queer as Folk, Oz, Six Feet Under). Y lleva tiempo que los productos latinoamericanos no permiten que las personas, aun las menos críticas, consideren a la televisión su cómplice ideal: "Si en el mismo espejo se contemplan todos mis vecinos y mis parientes, yo no puedo ser Narciso". Y al no existir como antídoto a la televisión los llamados dramáticos en el camino a Damasco ("Saulo, Saulo, ¿por qué no me apagas de vez en cuando?"), se difuminan las posibilidades televisivas de constituir otra vanguardia del comportamiento.
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Todavía se cumple el apotegma de Marshall McLuhan: "El medio es el mensaje", pero casi siempre el medio es también la moraleja. -
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Carlos Monsiváis (Ciudad de México, 1938) ha publicado recientemente en México El Estado laico y sus malquerientes. Debate / UNAM.

viernes, julio 18, 2008

Tú,
eres el producto de mi sana locura,

lo nuestro
es una soberana verdad

y siempre será sobre nosotros de ahora en adelante

jueves, julio 17, 2008

Ricardo "Pajarito" Moreno

Diario Milenio-Puebla (17/07/08)
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Cuando terminé de escribir mi novela Ojos de entonces había visto, en un diario, una nota pequeñita que dedicaba esas mínimas líneas a explicar que Ricardo "El Pajarito" Moreno vivía en Durango y de la caridad en unos baños públicos donde le permitían dormir sobre cajas de cartón. Años antes, supe que Ricardo Moreno quemó por imprudencia una casa del Centro Histórico de Zacatecas.
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Traté de seguir la secuencia porque precisamente era un personaje de mi novela y, aunque los capítulos estaban cerrados, me interesaba la vida de Ricardo "El Pajarito" Moreno: un boxeador que tenía fama de carnicero, según sus contrincantes.
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No poseía técnica, lo que lo hacía vulnerable, pero pegaba como patada de mula. Yo tuve la oportunidad de conocerlo en un café del centro de Zacatecas en 1987. Casi no hablaba con nadie. Entraba al café, veía un poco la televisión, comía algo y se iba. A veces me pedía un cigarro y ya. Lo recuerdo con una pelota de esponja que rebotaba contra el piso para hacer un round de sombra a petición de los meseros.
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Le perdí la pista. Luego, mucho después, supe que el excampeón nacional de peso pluma andaba por Durango.
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De su estancia en un sanatorio mental del Distrito Federal me enteré mucho después. Yo recuerdo al "Pajarito" con su caminar aprisa y a saltitos, apoyando la punta de los pies al dar el paso. Nunca perdió la agilidad de los buenos boxeadores.
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El pasado 25 de julio, el Esto publicó la noticia en primera plana de que Ricardo Moreno había muerto un día antes. Sí: la noche del 24 de julio escuché adormilado la noticia en los deportes de Televisa. Una noticia escueta: “Murió el 'Pajarito' Moreno”.
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En los años cincuenta gozó de gran fama. Era un carnicero. Hay muchas anécdotas de Ricardo Moreno: que se paseaba en un Cadillac con tapones de oro, que tenía una enorme casa en el Pedregal, que alimentaba a sus cachorros con chuletas de primera y que encendía los cigarrillos con billetes de alta denominación. No se arrepintió jamás. En una de sus últimas entrevistas lo dijo: "gocé lo que tuve".
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El "Pajarito" Moreno nació en Chalchihuites, Zacatecas, en 1937. Por eso era conocido también como "El barretero de Chalchihuites". Decía que su madre le había puesto el mote de "El Pajarito" desde chamaco. Filmó varias películas con Viruta y Capulina, Resortes, Ana Bertha Lepe y Teresa Velázquez. Y como tantos boxeadores que llegan a la cumbre, luego de sus excesos, lo perdió todo.
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Hay varias anécdotas que ilustran su carácter humanitario: se dice que fue un hombre muy generoso, bastante generoso. Es cierto que se iba de parranda en su yate particular, y que se jactaba ante la prensa de todos sus excesos.
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Pero hay muchos testimonios que lo muestran como un hombre más que generoso: se quitaba la camisa para dársela a otro. Quizá la historia de Ricardo Moreno sea la misma que la de otros muchos boxeadores que luego de la fama lo dilapidaron todo, igual que el "Toluco" López y otros más.
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El "Pajarito" Moreno terminó su carrera cuando disputó –y perdió— el título mundial pluma frente a Hogan "Kid" Basey, el nigeriano que dijo: "gracias a Dios no tiene técnica, pero nadie me había pegado así". El "Pajarito" terminó en la lona en el tercer round, en Los Angeles en 1958. Murió el "Pajarito", pero su recuerdo se mantiene en muchos aficionados al boxeo.

martes, julio 15, 2008

Lechos liminales



Diario Milenio-México (15/07/08)
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Las congregantes rulfianas no tienen empacho en admitir un conocimiento profundo de los placeres y tormentos de la carne —lecciones que han aprendido del pícaro Anacleto Morones
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La denominación transgenérica que pone en entredicho la estricta diferenciación sexual en la obra de Rulfo no se limita al personaje de Doroteo/Dorotea en la novela Pedro Páramo. En Anacleto Morones, uno de los diecisiete cuentos que componen El llano en llamas, una de las 10 mujeres que buscan a Lucas Lucatero para que dé fe de los milagros cometidos por su suegro, el ahora denominado Niño Morones, es una “a la que le dicen Melquíades”, un nombre de uso tradicionalmente masculino en México. Asimismo, Rulfo les ha otorgado a esas integrantes de la congregación del Niño Morones características más bien viriles: Francisca, por ejemplo, porta un bigote “de cuatro pelos” que, sin embargo, no impide que Lucatero la invite a “dormir con él” hacia el final de la jornada, ya cuando las otras mujeres han ido abandonado, en grupo o a solas, la casa de Lucatero. Desafiando o de plano burlándose del estereotipo de la beata, estas congregantes de inquebrantable fe religiosa son mujeres que saben distinguir bastante bien entre ser señoritas y ser solteras. Ante el asombro Lucatero, quien dice no haber estado enterado de que la hija de Anastasio tuviera marido, la misma responde: “Soy soltera, pero tengo marido. Una cosa es ser señorita y otra cosa es ser soltera. Tú lo sabes. Y yo no soy señorita, pero soy soltera”. Son mujeres, incluso, que han abortado: Nieves García, antigua amante de Lucatero confiesa: “Lo tuve que tirar. Y no me hagas decir eso aquí delante de la gente. Pero para que te lo sepas: lo tuve que tirar. Era una cosa así como un pedazo de cecina. ¿Y para qué lo iba a querer yo, si su padre era un vaquetón?”. Viejas y sin los encantos físicos de la femeneidad convencional, redefiniendo los estados civiles en los que viven y describiendo a la maternidad como una opción, las congregantes del Niño Morones se parecen mucho a las chicas modernas —esas figura a la vez amenazante y seductora que tanto asoló las mentes y cuerpos de los habitantes del medio siglo en México. Solteras, que no solteronas, las congregantes rulfianas no tienen tampoco empacho en admitir un conocimiento profundo de los placeres y tormentos de la carne— lecciones que han aprendido, de ahí su devoción, del evangelio del pícaro de Anacleto Morones. Tan bien lo han aprendido que, después de tener sexo con Lucatero, Francisca la de los bigotes no duda en expresar la comparación que ha hecho entre las habilidades sexuales del suegro y del yerno:
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“—Eres una calamidad, Lucas Lucatero. No eres nada cariñoso. ¿Sabes quien sí era amoroso con una?
-¿Quién?
-El Niño Anacleto. El sí que sabía hacer el amor”.
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Rulfo tampoco denegó la sexualidad polimorfa de los niños o de los locos. En Macario, el cuento que le dedicó a Clara, su esposa, y el único que incluye, de hecho, una dedicatoria, Rulfo crea la voz de un niño o un adolescente presuntamente afectado de sus capacidades mentales que, además de padecer de un hambre constante y un claro temor al infierno, describe con detallada pericia sus encuentros íntimos con Felipa, una mujer de la que se conoce su nombre, pero de la que se desconoce su relación de parentesco. Felipa, en todo caso, no es la madrina a quien Macario teme y respeta, sobre todo porque ella “es la que saca el dinero de su bolsa para que Felipa compre todo lo de la comedera”. Felipa es, sobre todo, sus pechos, de donde mana una leche con sabor a las flores de obelisco. Felipa, además, va en las noches al cuarto de Macario y ahí se le arrima, “acostándose encima de [él] o echándose a un ladito”. La imagen es, por supuesto, maternal y erótica a la vez. Perturbadora. Oscilante.
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Atrapados en el umbral entre la vida y la muerte, entre lo posible y lo permitido, la sexualidad rulfiana se despliega en modos y prácticas variadas. Acaso por eso mismo el Adán y Eva edénicos devienen, en los terrenos de Pedro Páramo, un par de hermanos incestuosos que Juan Preciado, el hijo que busca a su padre, encuentra dentro de una casa con “el techo en el suelo” cuando, a causa de las muchas cosas que le han pasado y que no entiende, sólo alcanza a tener deseos de dormir. Los hermanos ya duermen completamente desnudos sobre sus raquíticos lechos y, por ello, lo conminan a recostarse. Así, luego de un sueño intranquilo por el cual han atravesado las voces disgustadas de los hermanos, Juan Preciado despierta:
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“-¿A dónde se fue su marido?
—No es mi marido. Es mi hermano; aunque él no quiere que se sepa.”
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Por boca de ella, uno de los poquísimos personajes sin nombre en la novela y la obra de Rulfo, el recién llegado se entera así de la relación pecaminosa que, según la mujer, le ha dejado el rostro lleno de “manchas moradas como de jiote”. Por ella también llega a sus oídos la confesión que el obispo no pudo perdonar:
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“—Yo le quise decir que la vida nos había juntado, acorralándonos y puesto uno junto al otro. Estábamos tan solos aquí, que los únicos éramos nosotros. Y de algún modo había que poblar el pueblo. Tal vez tenga ya a quien confirmar cuando regrese”.
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Con culpa pero sin arrepentimiento, la innombrable justifica así el incesto. Si la causa ha sido la soledad que acorrala, el resultado será la supervivencia de una comunidad que, de otra manera, no podrá sino ser una caja de espectros. El futuro de Comala pende así de la sexualidad no normativa y liminal que domina ya sus lechos.
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Si por queer se entiende el tipo de teoría que no sólo enfatiza la naturaleza social, y por lo tanto relacional, de las identidades de género sino que también, acaso sobre todo, explora las conductas sexuales que cuestionan tales definiciones, trastocándolas o, de plano, redefiniéndolas, el texto rulfiano es, de entrada, un texto queer. Ya en la Comala llena de espectros o ya en el llano, los personajes rulfianos responden apenas, y eso con trabajos, a los llamados de la masculinidad y la feminidad dominantes, comportándose, en cambio, con el desparpajo o la determinación de quien se sabe singular y complejo y problemático. Los momentos de intermitencia genérica que aparecen y desaparecen, sólo para volver a aparecer propician, sin duda, una lectura alternativa de los cuerpos de la modernidad mexicana desde uno de sus textos fundadores.

lunes, julio 14, 2008

Re-inventando las lecturas.

En negritas van los libros que leí desde el 1 de enero hasta el sábado 12 de julio del presente año. Esperemos que éste nuevo período me traiga más lecturas.
La meta ahora son leer 17 libros a partir del domingo 13 de julio hasta el último día del año 2008.


Libros que he leído de mi pequeña biblioteca:
Narrativa:

Vicente Riva Palacio: Los cuentos del General (Cuento).
Vicente Riva Palacio y Manuel Payno: El libro rojo (Crónicas).
Emilio Rabasa: La Bola (Novela).
José López Portillo: La Parcela (Novela).
Rafael Delgado: La Calandria (Novela).
Federico Gamboa: Santa (Novela).
Jorge Ibargüengoitia: Los relámpagos de agosto (Novela).
Mariano Azuela: Los de abajo (Novela).
B. Traven: Macario. (Novela).
Juan Rulfo: Pedro Páramo/El llano en llamas (Novela y cuento).
Sergio Pitol: La vida conyugal (Narrativa).
Sergio Pitol: El desfile del amor (Novela).
Elena Poniatowska: Querido Diego, te abraza Quiela (Narrativa).
José Emilio Pacheco: Los principios del placer (Cuento y Noveleta).
José Emilio Pacheco: Las batallas del desierto (Novela).
José Manuel Villalpando: Mi gobierno será detestado (Novela).
Guillermo Samperio: Ellas habitan un cuento (Cuento).
Daniel Sada: Luces artificiales (Novela).
Carlos Fuentes: La Región más transparente (Novela).
Carlos Fuentes: Aura. (Novela).
Héctor Aguilar Camín: La Guerra de Galio (Novela).
Pedro Ángel Palou: Pequeño Museo de la Melancolía (Relato).
Pedro Ángel Palou: Los placeres del dolor (Cuento).
Pedro Ángel Palou: Música de Adiós (Cuento).
Pedro Ángel Palou: El Último Campeonato Mundial (Novela).
Pedro Ángel Palou: Bolero (Novela).
Pedro Ángel Palou: Demasiadas vidas (Novela).
Pedro Ángel Palou: Casa de la Magnolia (Novela).
Pedro Ángel Palou: Con la Muerte en los Puños (Novela).
Pedro Ángel Palou: En la Alcoba de un Mundo, Una vida de Xavier Villaurrutia (Novela).
Pedro Ángel Palou: Memoria de los Días. (Novela).
Pedro Ángel Palou: Qliphoth (Novela).
Pedro Ángel Palou: Quien dice sombra (Novela).
Pedro Ángel Palou: El diván del diablo (Novela).
Pedro Ángel Palou: Zapata (Novela).
Pedro Ángel Palou: Morelos, morir es nada (Novela).
Ignacio Padilla: Si volviesen sus majestades (Novela).
Ignacio Padilla: Amphitryon (Novela).
Ignacio Padilla: Espiral de artillería (Novela).
Ignacio Padilla: Una forma falsa de verdad (Selección de textos).
Ignacio Padilla: Las Antípodas y el Siglo (Cuento).
Ignacio Padilla: La Gruta del Toscano (Novela).
Jorge Volpi: A pesar del oscuro silencio (Novela).
Jorge Volpi: La paz de los sepulcros (Novela).
Jorge Volpi: El juego del Apocalipsis (Novela).
Jorge Volpi: Sangrar tu piel amarga (Novela).
Jorge Volpi: El temperamento melancólico (Novela).
Jorge Volpi: En busca de Klingsor (Novela).
Jorge Volpi: El fin de la locura (Novela).
Jorge Volpi: No será la tierra (Novela).

Eloy Urroz, Ignacio Padilla y Jorge Volpi: Tres bosquejos del mal (Cuento).
Cristina Rivera Garza: Nadie me verá llorar (Novela).
Cristina Rivera Garza: La muerte me da (Novela).
Mario Bellatin: Flores (Novela).
Mario Bellatin: La jornada de la mona y el paciente (Novela-Diario).
David Toscana: Lontananza (Relato).
David Toscana: Duelo por Miguel Pruneda (Novela).
Gerardo Kleinburg: No honrarás a tu padre (Novela).
Luis Humberto Crosthwaite: Instrucciones para cruzar la frontera (Relatos).
Xavier Velasco: Luna llena en las rocas (Crónicas).
Xavier Velasco: Diablo Guardián (Novela).
Xavier Velasco: Materialismo Histérico (Cuento).
Xavier Velasco: Éste que ves (Novela).
Mónica Lavín: Cambio de vías (Novela).
Beatriz Rivas: La hora sin diosas (Novela).
Sandra Becerril: La calle de las brujas (Novela).
Victoria García: Historias de otros (Novela).
Juan Gerardo Sampedro: Ojos de Entonces (Novela).
Juan Gerardo Sampedro: Nudos (Cuento).
Gabriel Wolfson: Caja (Cuento).
Mario Calderón: Destino y otras ficciones (Cuento).
Mario Calderón: Donde el Águila paró (Cuento).
Ricardo Cartas Figueroa: La Noche de Karmatrón (Cuento).
Felipe Galván: Autor anónimo (Novela).
Antología de narradores en Puebla: Varios. (Narración).
Insólitos y ufanos, antología de cuento poblano: Varios (Cuento).
Fronteras del deseo: Varios (Cuento).
El eco hecho carne: Varios (Cuento y poesía).
Augusto Monterroso: Movimiento perpetuo.
Pedro Antonio de Alarcón: El sombrero de tres picos (Novela).
Gabriel García Márquez: Cien años de soledad (Novela).
Gabriel García Márquez: Extraños doce cuentos peregrinos (Cuento).
Roberto Bolaño: Los detectives salvajes (Novela).
José Saramago: El evangelio según Jesucristo (Novela).
Vila-Matas: Bartleby y compañía (Novela).
J. M. Coetzee: Desgracia (Novela).
Antonio Tabucchi: La Cabeza Perdida de Damasceno Monteiro (Novela).
Albert Camus: El Extranjero (Novela).
Milan Kundera: La Insoportable Levedad del Ser (Novela).
Truman Capote: A sangre fría (Novela).
Truman Capote: Música para Camaleones (Cuento).
Michael Ende: Momo (Novela).
Franz Kafka: El Proceso (Novela).
Franz Kafka: La Metamorfosis (Cuento o novela).
Lewis Carroll: Alicia en el País de las Maravillas/A Través del Espejo (Cuento o novela).
V. Nabokov: Lolita (Novela).
V. Nabokov: Desesperación (Novela).
W. Faulkner: ¡Absalón! ¡Absalón! (Novela).
Heinrich Böll: El honor perdido de Katharina Blum (Novela).
Hesse: Demian (Novela).
Hesse: Lobo estepario (Novela).
Hesse: Bajo las ruedas (Novela).
Hesse: El último verano de Klingsor (Novela).
H. Melville: Bartebly, el escribiente y otros cuentos (Cuento).
Conrad: El corazón de las tinieblas (Novela).
Robert L. Stevenson: Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Novela).
Gustave Flaubert: Madame Bovary (Novela).
Fedor Dostoievsky: Crimen y Castigo (Novela)
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Poesía:
Dante Alighieri: La divina comedia (Poesía).
Charles Bukowsky: Poemas de viejo indecente (Poesía).
Rafael Argullol: Duelo en el Valle de la Muerte (Poesía).
Eduardo Casar: Mar privado (Poesía).
Luigi Amara: Envés (Poesía).
Alí Calderón: Imago Prima (Poesía).
Mijaíl Lamas: Cuaderno de Tyler Durden seguido de Fundación de la casa (Poesía).
Alejandra Peart: En estas horas (Poesía).
Roberto Martínez Garcilazo: Responso ante la Ceniza (Poesía).
Roberto Martínez Garcilazo: Lumbre oscura (Poesía).
Juan Carlos Canales: Teoría (Poesía).
Juan Carlos Canales: Antología (In) necesaria (Poesía).E
nrique de Jesús Pimentel: Criatura Tú (Poesía).
Enrique de Jesús Pimentel: Catacumbas (Poesía).
Mario Calderón: Vibraciones de la Creación (Poesía).
Ignacio Sánchez Prado: Poesía para nada (Poesía).
Miguel A. Maldonado: Magia corriente (Poesía).
Miguel A. Maldonado: La Carne Propia (Poesía).
Julio Eutiquio Sarabia: Mudar de vida (Poesía).
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Ensayo, Conferencias, Memorias, Diarios y Teorías:
Faulkner, Hemingway, Capote, etc...: El Oficio del Escritor (Entrevistas).
Italo Calvino: Seis propuestas para el próximo milenio (Cátedra).
V. S. Naipaul: Leer y escribir (Memorias).
Mempo Giardinelli: Final de novela en Patagonia (Diario).
Gabriel Zaid: Los demasiados libros (Ensayo).
Sergio Pitol: Pasión por la trama (Memorias-Ensayo).
Sergio Pitol: El arte de la fuga (Narrativa).
Carlos Monsiváis: Las Herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX (Ensayo).
Pedro Ángel Palou: Resistencia de Materiales (Ensayo).
Ignacio Padilla: El Peso de las Cosas (Ensayo).
Chávez Castañeda, Estivill, Herrasti, Padilla, Palou, Urroz y Volpi (y Tomás Regalado que no es del Crack): Crack. Instrucciones de Uso (Variado).
Guillermo Cabrera Infante, Roberto Bolaño, Jorge Franco, Rodrigo Fresán, Santiago Gamboa, Gonzalo Garcés, Fernando Iwasaki, Mario Mendoza, Ignacio Padilla, Edmundo Paz Soldán, Cristina Rivera Garza, Iván Thays y Jorge Volpi: Palabra de América (Ensayo).
Ignacio Padilla y Rubén Gallo: Heterodoxos mexicanos (Antología de narrativa mexicana a modo de ensayo-conversación).
Fritz Glockner: Memoria Roja (Ensayo).
José Luis Trueba Lara: Masones en México (Ensayo).

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Otras disciplinas:
F. Nietzsche: Así habló Zaratustra (Filosofía).
F. Nietzsche: El Anticristo (Filosofía).
F. Nietzsche: Más allá del bien y del mal (Filosofía).
Cioran: Adiós a la filosofía y otros textos (Ensayo-aforismos).
Erich Fromm: El arte de amar (Filosofía).
Michel Maffesoli: El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos (Sociología).
Michel Maffesoli: Posmodernidad (Sociología-Cátedra).
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En proceso:
Mario Bellatin: Obras completas (Novela).
Eugenio Aguirre: Victoria (Novela).
Sergio Pitol: De realidad a la literatura (Cátedra).
Julio Cortázar: Rayuela (Novela).
Roberto Bolaño: 2666 (Novela).
Santiago Gamboa: El síndrome de Ulises (Novela).
Josué Barrera: Conducta Amorosa (Cuento).
Homero: La Ilíada.
Cirlot: Bronwyn (Poesía).
Nabokov: Curso de Literatura Europea (Memorias).
Lev Tolstói: Anna Karénina (Novela).
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Me faltan:
Fedor Dostoievsky: EL jugador (Novela).
Fedor Dostoievsky: Los Hermanos Karamazov (Novela).
Heinrich Böll: Opiniones de un payaso (Novela).
Benito Pérez Galdós: El Gran Oriente (Novela).
Julio Cortázar: El perseguidor y otros relatos (Cuento).
Jorge Luis Borges: El libro de los Seres Imaginarios.
Sergio Pitol: Adicción a los ingleses (Ensayo).
Ignacio Trejo Fuentes: El vaquero más auténtico que existió (Novela).
Carlos Montemayor: Minas del retorno (Novela).
James Joyce: Ulises (Novela).
F. Nietzsche: Consideraciones Intempestivas (Filosofía).
F. Nietzsche: Sobre el porvenir de nuestras escuelas (Filosofía).
F. Nietzsche: Ecce homo (Filosofía).
Cervantes: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha I y II.
Homero: La Odisea
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Estoy atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro me gustaría llevar?:
Diablo Guardián de Xavier Velasco, Quien dice sombra de Palou García, El arte de la Fuga de Pitol y La Gruta del Toscano de Padilla.
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¿Alguna vez me enamore de algún personaje de ficción?:
Pig y Violetta, Diablo Guardián de Xavier Velasco; Andrés, Qliphoth de Pedro A. Palou García y Ortega, Quien dice sombra también de Palou.
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¿El último libro que compraste fue...?:
Si Volviesen sus majestades de Ignacio Padilla
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¿El último libro que leíste fue...?:
Mi gobierno será detestado de José Manuel Villalpando
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¿Qué libros estás leyendo? :
Victoria de Eugenio Aguirre
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Cinco libros especiales para ti:
Diablo Guardián – Xavier Velasco
Qliphoth – Pedro A. Palou García
La Insoportable Levedad del Ser – Milan Kundera
Quien dice sombra – Pedro A. Palou García.
Alicia en el País de las Maravillas/ A través del Espejo – Lewis Carroll.
y de pilón: Bronwyn de Cirlot, La Gruta del Toscano de Padilla y Poesía para nada de Sánchez Prado
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¿Qué libro esperas con ansias?:
El que pienso escribir.
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¿Qué libro regalarías?:
Cualquiera de Kundera, de Xavier Velasco, de los de los del Crack y de Pitol.

El juego más jugado



Diario Milenio-México (14/07/08)
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1 Los años ñoños
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Todos alguna vez quisimos escribir un diario. Lo intenté cuando niño, un par de veces, pero había una rara cosquilla subrepticia que no me permitía ni siquiera empezar a explayarme. Por una parte estaba el miedo a ser descubierto, que esas palabras íntimas cayeran en las garras de cualquiera y en adelante todo fuera vergüenza, incluso si las breves confidencias no entraban en detalles bochornosos, ya que por la otra parte se decía que nada más las niñas llevaban un diario. Vamos, la mera idea de empezar escribiendo las palabras “Querido Diario” (con mayúscula, claro, pues el tal diario sólo podía ser una persona) me erizaba los pelos de la nuca y por supuesto me invitaba a cancelar el proyecto y tratar de olvidar que se me había ocurrido. Un tercer elemento disuasivo era el paso del tiempo. A cualquier niño que alcanza los diez años le avergüenza leer lo que escribió a los nueve, y sucesivamente así, hasta alcanzar los trece o los catorce, cuando a uno se le ocurre pergeñar poemas o canciones de amor que en cuestión de unas horas —días, a más tardar— querrá quemar hasta el último trozo, antes de ser quemado por la evidencia.
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“¿Tú escribiste esto?”, preguntaba el maestro, y uno lo negaba con vehemencia de víctima de la Inquisición. Ya bastante difícil y comprometido era tener que vivir inventando escondites para esos invaluables pornocromos, arrancados de las pocas revistas que con muchos trabajos llegaban a mis manos, para encima arriesgarme al compromiso de un día verme obligado a responder por aquellos renglones que me habrían hundido social, escolar y familiarmente. Al final, si el maestro o los padres le encontraban a uno el cartel a triple plana de la Pet of the Month, quedaba todavía la opción de alegar inocencia, arguyendo que las fotografías pertenecían a otro, pero un elemental principio de camaradería me impedía siquiera pensar en delatarlo (de modo que en lugar de pervertido pudiera uno ser tildado de leal, honesto, íntegro). Nada de lo cual habría sido posible si el hallazgo de marras contenía una historia personal —sueños de amor o delirios de alcoba— escrita, como se decía, con mi puño y letra. Si algo se aprende a fondo en años escolares es justamente que escribir compromete.
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2 El arte del balcón
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Hoy día, medio mundo quiere tener su blog. Gracias a ello, nadie parece intimidarse demasiado para escribir todo cuanto le da la gana sobre su persona o las demás, pues queda encima la posibilidad de hacerlo en absoluto anonimato. Dudo que alguna vez se haya escrito tanto, con tamaño entusiasmo, en todas partes. Algunos, sabrá el diablo cuántos, lo hacen ventilando varias de sus más hondas intimidades, mientras otros intentan encubrirlas bajo recursos como la ficción, el humor o la abierta ñoñería, que en los blogs suele ser bienvenida y celebrada por la cibertribu afecta al autor: cada uno palero seguro que a su vez anda en busca de sus propios paleros. Puede uno pasarse el día o la vida enteros ahí, al extremo de que es perfectamente sospechable que aquella timidez primigenia —la que no nos dejaba escribir un diario— está hoy agazapada tras la escritura diaria del blog. Me pregunto de pronto si debería seguir usando las itálicas para escribir una de las palabras más usadas del mundo, asimilada ya por todos los idiomas corrientes.
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¿Cómo se escribe un blog? Es posible que su más grande virtud estribe en que no hay nada claro al respecto. Arranca uno con el quehacer sin la mínima idea de lo que tal espacio contendrá, pero ya figurándose que no será como ningún otro, pues aun los que más se asemejan resultan diferentes. Después, conforme pasan las semanas y el mamotreto va tomando forma, adquiere uno sin darse cuenta el prurito de alimentarlo, hasta que cualquier día se descubre viviendo para él. Nada muy diferente al vicio mismo de la narración, cuya manía consiste en andar por la vida cazando las historias y persiguiendo cada uno de los detalles que las harán probables y legítimas.
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3 Degenerando el género
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Hace ya un año que escribo un blog y todavía no sé de qué trata, pero sospecho que se parece demasiado a aquel viejo concepto del “Querido Diario”, aun si me resisto día con día a pergeñar allí algo semejante. Me da grima la idea de contar qué hago, dónde estoy o qué desayuné hoy en la mañana, pero si voy atrás y reviso los diferentes textos —posts, debería decir— encuentro que he contado más de lo que tendría que contar, especialmente si escribí ficción. Pues no puede uno nada más escaparse de sí y convertirse en otro para entrar en el blog. Ahora mismo no alcanzo a distinguir si estas palabras deberían estar allí, antes que entre las páginas de Milenio, pues ya noto que abuso de la primera persona y ese recurso no es siempre simpático. Claro que a veces uno también disfruta cuando logra escribir antipáticamente, tal vez porque supone que al fin logra salirse de sí mismo y convertirse en otro, con suerte algún villano sin historia.
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“No escribas textos largos, que sea una pantalla cada día”, sugieren los que saben, pero no lo consigo. Ni lo intento siquiera. He llegado a creer que el tal blog tiene voluntad propia, y desde ya me niego a incluir en él textos ajenos a su flujo particular, cual si esas parrafadas compulsivas hubieran de enmarcarse en un género específico. Rígido, incluso. Pues al fin lo que busca quien escribe no es el espacio oceánico que todo lo admite, como el camino poco a poco definido que se inventa sus reglas y sus límites, como es el caso de todos los juegos. Más todavía si el juego, escritura al fin, ha sido diseñado para comprometer a quien lo practica. Tarde comprende uno, y en ello se complace, que con algunos juegos no se juega.