lunes, julio 14, 2008

El juego más jugado



Diario Milenio-México (14/07/08)
---
1 Los años ñoños
-
Todos alguna vez quisimos escribir un diario. Lo intenté cuando niño, un par de veces, pero había una rara cosquilla subrepticia que no me permitía ni siquiera empezar a explayarme. Por una parte estaba el miedo a ser descubierto, que esas palabras íntimas cayeran en las garras de cualquiera y en adelante todo fuera vergüenza, incluso si las breves confidencias no entraban en detalles bochornosos, ya que por la otra parte se decía que nada más las niñas llevaban un diario. Vamos, la mera idea de empezar escribiendo las palabras “Querido Diario” (con mayúscula, claro, pues el tal diario sólo podía ser una persona) me erizaba los pelos de la nuca y por supuesto me invitaba a cancelar el proyecto y tratar de olvidar que se me había ocurrido. Un tercer elemento disuasivo era el paso del tiempo. A cualquier niño que alcanza los diez años le avergüenza leer lo que escribió a los nueve, y sucesivamente así, hasta alcanzar los trece o los catorce, cuando a uno se le ocurre pergeñar poemas o canciones de amor que en cuestión de unas horas —días, a más tardar— querrá quemar hasta el último trozo, antes de ser quemado por la evidencia.
-
“¿Tú escribiste esto?”, preguntaba el maestro, y uno lo negaba con vehemencia de víctima de la Inquisición. Ya bastante difícil y comprometido era tener que vivir inventando escondites para esos invaluables pornocromos, arrancados de las pocas revistas que con muchos trabajos llegaban a mis manos, para encima arriesgarme al compromiso de un día verme obligado a responder por aquellos renglones que me habrían hundido social, escolar y familiarmente. Al final, si el maestro o los padres le encontraban a uno el cartel a triple plana de la Pet of the Month, quedaba todavía la opción de alegar inocencia, arguyendo que las fotografías pertenecían a otro, pero un elemental principio de camaradería me impedía siquiera pensar en delatarlo (de modo que en lugar de pervertido pudiera uno ser tildado de leal, honesto, íntegro). Nada de lo cual habría sido posible si el hallazgo de marras contenía una historia personal —sueños de amor o delirios de alcoba— escrita, como se decía, con mi puño y letra. Si algo se aprende a fondo en años escolares es justamente que escribir compromete.
--
2 El arte del balcón
-
Hoy día, medio mundo quiere tener su blog. Gracias a ello, nadie parece intimidarse demasiado para escribir todo cuanto le da la gana sobre su persona o las demás, pues queda encima la posibilidad de hacerlo en absoluto anonimato. Dudo que alguna vez se haya escrito tanto, con tamaño entusiasmo, en todas partes. Algunos, sabrá el diablo cuántos, lo hacen ventilando varias de sus más hondas intimidades, mientras otros intentan encubrirlas bajo recursos como la ficción, el humor o la abierta ñoñería, que en los blogs suele ser bienvenida y celebrada por la cibertribu afecta al autor: cada uno palero seguro que a su vez anda en busca de sus propios paleros. Puede uno pasarse el día o la vida enteros ahí, al extremo de que es perfectamente sospechable que aquella timidez primigenia —la que no nos dejaba escribir un diario— está hoy agazapada tras la escritura diaria del blog. Me pregunto de pronto si debería seguir usando las itálicas para escribir una de las palabras más usadas del mundo, asimilada ya por todos los idiomas corrientes.
-
¿Cómo se escribe un blog? Es posible que su más grande virtud estribe en que no hay nada claro al respecto. Arranca uno con el quehacer sin la mínima idea de lo que tal espacio contendrá, pero ya figurándose que no será como ningún otro, pues aun los que más se asemejan resultan diferentes. Después, conforme pasan las semanas y el mamotreto va tomando forma, adquiere uno sin darse cuenta el prurito de alimentarlo, hasta que cualquier día se descubre viviendo para él. Nada muy diferente al vicio mismo de la narración, cuya manía consiste en andar por la vida cazando las historias y persiguiendo cada uno de los detalles que las harán probables y legítimas.
--
3 Degenerando el género
-
Hace ya un año que escribo un blog y todavía no sé de qué trata, pero sospecho que se parece demasiado a aquel viejo concepto del “Querido Diario”, aun si me resisto día con día a pergeñar allí algo semejante. Me da grima la idea de contar qué hago, dónde estoy o qué desayuné hoy en la mañana, pero si voy atrás y reviso los diferentes textos —posts, debería decir— encuentro que he contado más de lo que tendría que contar, especialmente si escribí ficción. Pues no puede uno nada más escaparse de sí y convertirse en otro para entrar en el blog. Ahora mismo no alcanzo a distinguir si estas palabras deberían estar allí, antes que entre las páginas de Milenio, pues ya noto que abuso de la primera persona y ese recurso no es siempre simpático. Claro que a veces uno también disfruta cuando logra escribir antipáticamente, tal vez porque supone que al fin logra salirse de sí mismo y convertirse en otro, con suerte algún villano sin historia.
-
“No escribas textos largos, que sea una pantalla cada día”, sugieren los que saben, pero no lo consigo. Ni lo intento siquiera. He llegado a creer que el tal blog tiene voluntad propia, y desde ya me niego a incluir en él textos ajenos a su flujo particular, cual si esas parrafadas compulsivas hubieran de enmarcarse en un género específico. Rígido, incluso. Pues al fin lo que busca quien escribe no es el espacio oceánico que todo lo admite, como el camino poco a poco definido que se inventa sus reglas y sus límites, como es el caso de todos los juegos. Más todavía si el juego, escritura al fin, ha sido diseñado para comprometer a quien lo practica. Tarde comprende uno, y en ello se complace, que con algunos juegos no se juega.

No hay comentarios.: