jueves, octubre 09, 2008

Sociedad ovípara-Israel León O´Farril-(La Jornada de Oriente de Puebla-09/10/08)

Trabajando con ciertos libros me di cuenta de que citaban constantemente al Popol Vuh, ese libro colonial escrito por los mayas quiché, y que narra su versión de la creación del mundo, las peripecias de los gemelos divinos Hunahpú e Ixbalanqué, y una genealogía fenomenal de este pueblo. Al tratar de corroborar los datos citados en los textos que revisaba contra la versión del Popol Vuh que tengo, me encontré con que faltaba lo citado, o que estaba, pero con modificaciones. Al revisar la bibliografía correspondiente encontré que la traducción citada pertenecía a Adrián Recinos, publicada allá por los años 60 del siglo XX.
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La que sostenía en mis manos es de Ermilo Abreu Gómez y fue publicada unos años antes. En el prólogo, Abreu comenta que hizo una traducción menos críptica y más sencilla para acercar a las nuevas generaciones al conocimiento de tan valioso libro, es decir, le quitó y le puso para que a los muchachos de ese momento (los 50, si no me equivoco), no les pesara tanto la lectura, llena de referencias diversas y quizá un tanto confusas a dioses y personajes de la historia quiché.
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Imaginé una punta de muchachos granosos llenos de hormonas diciendo, “¡qué hueva!, este libro es una jaladota”, o algo así, pues no sé cómo se expresaban en esos años. Lo anterior nos lleva a reflexionar sobre la validez de tal acción: adaptar los textos antiguos para el consumo de las generaciones presentes pues, o el lenguaje ha muerto con todo lo que implica (mentalidad, idiosincrasia, ideología, religión), o es que se nos murieron a nosotros las neuronas para poder analizar algo así. Recuerdo, por cierto, que en la secundaria me dejaron leer precisamente la versión de Abreu, y que ahora que me encuentro escribiendo sobre el particular, me resulta corta e insuficiente.
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¡Chale!, en verdad me sentí bastante basto e ignorante, aunque al conseguir leer la versión de Recinos, me enteré que también es otra traducción y que existen otras varias debido a la dificultad de traducir un lenguaje tan complejo y las referencias que pueden tener significados distintos. Bien, menos mal, pero sigo sin convencerme de que Abreu haya hecho bien. No hace mucho, cuando estaba esperando en una librería poblana, se acercó un chico de secundaria a pedir un clásico y cuando se lo dieron –sólo publicado por Porrúa en una edición de ésas que tiene dos columnas por página– el chico palideció de asombro y preguntó si tenían la versión resumida. Afortunadamente, de ese texto en particular no hay, y el chico se fue, con libro en la mano y cara de terrible resignación, a enfrentarse con la inmensa hueva de leer. ¡Más chale, y más chale!
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¿Acaso dentro de 100 años alguien habrá de hacer una nueva versión de Cien Años de Soledad pues resultará ininteligible para los jóvenes del momento?
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En todo caso, imaginé a mis alumnos, y pensé que no podrían meterse a leer estos textos en sus versiones originales. Inmediatamente caí en la cuenta de mi error: estaba subestimando a los muchachos igual que lo hizo Abreu. Si ellos hubieran tenido una preparación mejor, podrían leer sin problema textos incluso más complicados y nos darían tres vueltas a los que decimos enseñarlas. Y es que con las últimas tendencias educativas –recientemente se habla de lo innecesario del docente, y se le da el horrible epíteto de “facilitador”, lo que me lleva a pensar que “facilitas” el cuerpo– donde se dice que hay que evitar enseñar a los jóvenes con libros complejos pues su cultura es por entero visual. Eso subestima a los muchachos, que no son tarados; al contrario, flaco favor les hacemos al no compartirles la enseñanza de textos tan interesantes, al pasarlos por el tamiz de la simplicidad para que “supuestamente” puedan entenderlos sus “supuestas” mentecillas inferiores. ¡Qué pedantería!
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Lo único que estamos formando son generaciones de holgazanes, haraganes –huevones pues–, que huyen despavoridos a la más leve insinuación de la lectura. No dudo de las legítimas intenciones de un Abreu, pero de no ser por ellas quizá no habría tenido que leer otra versión del mismo libro; tampoco quiero decir que se oculta en la decisión de Abreu un perverso plan para joder a varias generaciones posteriores con el objeto de que no lean y no piensen... No de él, pero sí de muchas otras personas –políticos y empresarios– que sólo ven en lo económico y lo fugaz el progreso de nuestras latitudes.
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Es como si tuviéramos a la gallina del cuento, pero en lugar de huevos de oro, pusiera huevos de harina o confeti, vacuos y llenos de cosas superfluas.
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Ya hay un Huevo Cartoon, cosa que me parece maravillosa; hay hasta un Hueboli, y no le pongo reparos; pero huevones mentales... bueno, eso es algo que debe preocuparnos a todos, no sea que al rato, con aquello de “facilitarles” la vida, se nos olvide comentarles que para vivir hay que comer, o lo que es peor, respirar... es que les puede dar hueva, pobrecitos...

Pondera Jorge Volpi la función de la literatura en la sociedad-(Diario Intolerancia de Puebla-09/10/08)

La literatura es una de las pocas cosas que permite seguir construyendo a partir de la obra otra identificación imaginaria, que es capaz de sentir lo que se lee, puntualiza el autor de En busca de Klingsor
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Notimex
Foto José Pozos
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La literatura tiene una función en la sociedad, que permite por un momento que el lector se ponga en el lugar del otro en diferentes circunstancias, afirmó hoy aquí el escritor mexicano Jorge Volpi, autor de " No será la tierra".
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Al dictar una conferencia dentro del ciclo Los Fabuladores y su entorno, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el también director del Canal 22 añadió que la literatura permite al lector "la identificación con lo humano, de estar cerca del dolor, la alegría, tormento o felicidad" , señaló. Además la literatura es una de las pocas cosas que permite seguir construyendo a partir de la obra otra identificación imaginaria, que es capaz de sentir lo que se lee.
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"Es algo que la literatura refuerza, esa es una función clara entre muchas otras con la sociedad, no solamente por el goce estético, sino por la posibilidad de profundizar ese otro", expresó.
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Respecto a la relación de literatura y Derecho, carrera de la que es egresado por la UNAM, Volpi expuso que "mis novelas tienen que ver con este ejercicio del poder, es decir cómo funciona el poder y cómo el poder afecta la vida de las personas comunes".
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También dijo que una cosa es estudiar literatura y otra leer o escribir, y lo que alguien puede aprender en Derecho es tan útil e importante como la psicología o la filosofía.
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"Para un escritor es importante haber estudiado leyes, aunque no estoy despreciando a la literatura y de aquellos que estudiaron en una escuela de literatura", aclaró.
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Aclaró que para él ha sido muy importante haber estudiado primero Leyes, porque ello le permitió comprender qué es el ser humano, tener una visión amplia de los personajes.
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"Recuerdo que cuando era aún estudiante en la carrera recibí una propuesta de trabajo, que fue de asesor en el Gobierno del Distrito Federal, y luego durante dos años y medio terminé siendo secretario del Procurador General de Justicia del Distrito Federal y después del Gobierno Federal. Ese es mi oscuro pasado", dijo Volpi.
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Apuntó que ahora las nuevas generaciones de escritores no tienen o no cuentan con una carrera de Leyes, "pero de mi generación aún algunos estudiaron esta carrera, antes de publicar su primera obra literaria, por lo cual considero que es muy importante para el narrador, porque es un complemento esencial".
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Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) es un escritor mexicano perteneciente a la llamada "Generación del crack" autor de "A pesar del oscuro silencio" (1993), "La paz de los sepulcros" (1995), "El temperamento melancólico" (1996) y "En busca de Klingsor" (1999). También, de "El fin de la locura" (2003) y "No será la tierra" (2006).

El Güero Téllez, según Garmabella

Diario Milenio-Puebla (09/10/08)
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El "Güero" Téllez fue un gran reportero de policía. No fue el clásico periodista que se basaba solamente en los boletines de prensa, sino que investigaba el caso a manera de los buenos detectives. José Ramón Garmabella, uno de los más famosos criminólogos de México, ha publicado un amplio material donde da a conocer los casos más relevantes del "Güero" Téllez. La editorial es De bolsillo, en su colección Best Seller.
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Este libro –se explica en la cuarta de forros– se edita en el marco de le celebración de los cuarenta años de José Ramón Garmabella “en el fiel cumplimiento de una vocación: el periodismo”.
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En el prólogo se narra el fascinante oficio del reportero de policía. Cuenta Garmabella que hace años los jóvenes que aspiraban a ser reporteros eran asignados a la fuente policiaca. Debo decir que durante un tiempo corto cubrí la nota roja de un diario de circulación local. Y en efecto: a veces uno recolectaba la información, pero no podía firmarla porque se era principiante. Sin embargo, tal como lo cuenta el autor de este libro, a los reporteros de la fuente se les interrogaba de una clásica manera. Transcribo el diálogo:
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“¿Cómo era el asesino?/ Torvo/ ¿Y la pistola?/ Una pavorosa 45./ ¿Y el puñal?/ Filoso y descomunal. / ¿Y la suicida cómo era?/ Bella y otoñal mujer”.
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Quizá lo que arrojan esas preguntas y esas respuestas sean sólo los lugares comunes que vemos a diario en la nota roja de todos los diarios. Y precisamente el mérito del "Güero" Téllez es haber transformado la manera de tratar la nota roja.
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Garmabella lo describe de esta forma: “Si alguien afirmó que para ser torero lo primero que se necesitaba era parecerlo, lo cierto es que Eduardo Téllez Vargas bien parecía periodista de cuerpo entero: alto, vestido con saco y corbata, tocado con sombrero de ala ancha sin que faltara, por supuesto, el indispensable cigarro.”
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Los casos que trató el "Güero" Téllez fueron los que causaron más impacto en el entonces tranquilo Distrito Federal de los cincuenta. Entre otros, se narra el asesinato de Trotsky, el del Estrangulador de Tacuba, Goyo Cárdenas y el suicidio de Miroslava.
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También encontramos en el libro de Garmabella, en otros casos del "Güero" Téllez, el asesinato de Guty Cárdenas, el caso de Blanca Estela Pavón y un pasaje que nos recuerda la noche en la que cayó el ángel de la Independencia luego de un temblor en 1957.
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El Güero Téllez fue uno de los más sobresalientes reporteros de policía que ha dado México. La crónica negra –y roja– de los cincuenta se la debemos a él.
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Buen libro de José Ramón Garmabella, donde narra los casos que cubrió el "Güero" Téllez. Una buena lección sobre el ejercicio periodístico.

miércoles, octubre 08, 2008

“La novela, según los novelistas”-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 08/10/08)

El Fondo de Cultura Económica (FCE) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) editaron hace no mucho este libro que coordinó magistralmente la novelista, poeta y cuentista Cristina Rivera Garza, éste se encuentra dentro de la colección Biblioteca Mexicana, que dirige el historiador mexicano Dr. Enrique Florescano, y pertenece a la serie Historia y Antropología.
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“La novela, según los novelistas” reúne las plumas de distintas escritoras, así como de escritores, quienes a través de sus diversas y amplias voces hacen reflexiones sobre lo que para ellos significa escribir novelas.
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Aquí el autor podrá acercarse a plumas reconocidas a nivel nacional e internacional como son: Jorge Volpi, Mario Bellatin, Ana Clavel, Álvaro Uribe, Eduardo Antonio Parra, Xavier Velasco, Rosa Beltrán, Ana García Bergua, Adriana Díaz Enciso, Guillermo Fadanelli, Pablo Soler Frost, Mario González Suárez, Patricia Laurent Kullick, Susana Pagano y Francesca Gargallo. Todo lector que se acerque a este libro leerá las reflexiones, ideas, los conceptos y motivos que provienen de la parte que genera las novelas y no de esa parte dura, cuadrada que tiene la literatura, me refiero a los encargados de hacer teoría y academia. Aquí son los novelistas se encuentran hablando de su proceso, de sus dudas, de las certezas a la hora de crear las historias que después veremos publicadas, pero también están las manías, los clichés y los ritos que cada uno de ellos tiene a la hora de ponerse el disfraz de escritor.
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Ensayos que han sido escritos de forma cuidadosa y perfectamente literaria, los cuales no buscan definir a la novela, si acaso entenderla desde las distintas perspectivas que aquí se presentan. Pocos libros hay en el ámbito editorial que reúna a tantas y tan variadas plumas para hablar, casi conversar, sobre un tema que de una u otra forma sólo interesa a los mismos novelistas y aquellos lectores que gozan de tener un acercamiento a la forma de pensar de los escritores. Es un libro que junto con Las seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino sirven para ir entendiendo que la teoría literaria no es el arma definitiva para analizar las novelas, también están las propuestas valorativas que uno encuentra en los libros ya nombrados.
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Una antología que, como bien dice Cristina Rivera Garza en la introducción a este libro, es rara, contemporánea, y no busca ser normativa, ni objetiva, ni preceptiva, ni representativa, tampoco es una identificación, resolución o una acumulación, pero si excluye, deforma oscurece, contravine, desobedece y traspasa. Es, al fin y al cabo, a- pesar del propio-, un libro que se circunscribe dentro del gran aro del No.
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Una antología, dice Rivera Garza, que “es un fluir de contextos o una discontinuidad de habitaciones desde o en los cuales algunos narradores y narradoras de México Practican la novela. Hay confesiones y preguntas. Hay genealogías. Hay denuncias y declaraciones. Hay metáforas con pezuña y advertencias inadvertidas. Hay sospechas. Hay, sobre todo, el detalle que, justo en el costado del tiempo y en el costado del espacio y en el costado del cuerpo nos invita a entrar en esas habitaciones donde los y las novelistas ven a la novela y se ven verla y nos ven verlos mientras la ven y, de reojo, vuelven a verse.”
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La recomendación está hecha, querido lector. Nos vemos dentro de una semana.

martes, octubre 07, 2008

Atoyatempan:un párroco víctima-(Diario “El Columnista” de Puebla- 07/10/08)

Los acusadores ahora acuden a iglesias a otros municipios
Fabricaron "alborotadores" acusaciones en Atoyatempan
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Quienes acusaron a Severiano Méndez, párroco de San Salvador Atoyatempan, de pederastia, exorcismo y lucro ahra son sujetos de un "Pena Latae Sententiae", por lanzar falsas acusaciones, por lo que ahora no pueden participar en el culto ministerial, ni recibir los sacramentos
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I
Crónica de los hechos
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Martes 26 de agosto
El Columnista informaba como tema de portada que pobladores de San Salvador Atoyatempan denunciaron ante la Arquidiócesis de Puebla, que comanda aún Rosendo Huesca Pacheco, a un sacerdote por los delitos de pederastia, exorcismo y lucro. Su nombre: José Severiano Méndez Hernández.
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Se dijo que el padre Severiano los llevó a El Tentzon (cerro del poblado) porque aseguraban, el padre en cuestión, afirmaba que ahí se encontraba el demonio al igual que en algunas de las personas del pueblo y había que sacarlo.
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En ese mismo reportaje Noé Ramírez García al ser entrevistado comentó que el padre lo drogó en un evento que supuestamente iba a ser una sanación. Aseguraba que 40 personas, incluyendo niños, quedaron inconscientes, inclusive a una niña la tuvieron que atender por supuesta sicosis.
Mientras la Sra. Imelda Martínez, sin pruebas en mano, comentó que hace casi cuatro años mientras el padre confesaba a su hija: Rosalía Juárez, este le propuso que se acostarán, logrando así que la hija, que ahora tiene como 16 años, quedará traumada. Pero afirmaba la madre que no denunciaron por no querer hacer alarde de la situación.
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Estas denuncias se dieron a conocer ante Rafael Amador Tapia Zúñiga, vicario de la Arquidiócesis. Verónica Ortiz Méndez era quien comandaba al contingente de cuarenta personas que reclamaba justicia.
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Miércoles 27 de agosto
Este diario informaba que el padre en cuestión quien oficiaba misas en la parroquia de San Salvador Atoyatempan, que cuenta con aproximadamente siete mil habitantes, había huido del pueblo sin dar aviso alguno, pues el lunes 25 de agosto el Arzobispo Rosendo Huesca decidió removerlo de la parroquia.
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También se informaba que las opiniones dentro del pueblo estaban divididas. Florentino Peláez quien tiene una hija, contemporánea de aquella que recibió la propuesta indecorosa del parte del padre, se desempeñaba como acólita y nunca sufrió una propuesta de ese tipo. Ángeles González, en el mismo tono, decía a éste diario que el padre Severiano Méndez ha sido lo mejor que ha tenido ese pueblo y aseguraba que ella era capaz de juntar seis mil personas que sí quieren al padre aún en su parroquia contra las cincuenta o ciento cincuenta que no.
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También se informaba que el padre Severiano pertenecía a una asociación denominada: Rey de Reyes, constituida en 1957 por el misionero Borinquen Baptist Church, cuyo objetivo es evangelizar y educar en la fe cristiana, además de organizar misiones, ésta sostiene una afiliación de corte corporativo con la Convención Bautista del Sur.
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Jueves 28 de agosto
El Columnista publicaba que en entrevista con Elfego Galindo, presidente del Consejo Parroquial del mismo nombre, afirmaba que la familia Ortiz, encabezada por Verónica y Gloria, están catalogadas en el pueblo como personas conflictivas que desde años atrás han querido manejar la iglesia del pueblo, buscando un beneficio personal. Además, comentaba, están coludidas con el PRD, específicamente hablando, con el excandidato Antonio Herrera, quien perdió y además ni nativo del pueblo es.
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Gloria Ortiz acusaba al padre Severiano de quedarse con casi todos los montos económicos que se recolectaban en los “retiros”, en esta culpa acompañaban al padre los señores Elfego Galindo, Vicente Castillo y Emilio Hernández, todos ellos miembros del Consejo Parroquial; por otro lado, uno de los acusados, Vicente Castillo comentaba que el padre Severiano jamás estuvo presente en aquel evento donde algunos aseguraban haber sido víctimas del padre al ingerir una droga que les provocaba sicosis.
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Por otra parte, Froylán González, secretario particular de Rosendo Huesca, decía a los medios que el Arzobispo ya estaba tomando cartas en el asunto.
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Lunes 1 de septiembre
En entrevista con este medio Rosendo Huesca calificó de error garrafal la invitación que el padre Severiano hizo a Victoriano Ramírez Madrigal, miembro de la congregación Rey de Reyes. Agregó que mientras no hubiera una denuncia formal ante la Curia Parroquial ni ante el Ministerio Público este caso no tendría que pasar a mayores.
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Viernes 19 de septiembre
El Columnista informaba que la Arquidiócesis anunciaba que el padre Severiano fue exonerado al no haberle encontrado pruebas fehacientes que lo involucrarán con pedofilia, exorcismo o lucro. Doscientas personas exigían su regreso, el cual le fue otorgado según palabras de Eugenio Lira Rugarcía, que funge como vocero, condicionaba que ahora era decisión del padre Severiano.
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II
Detrás de los hechos, la verdad oculta
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A mis manos, a través de una vía de confianza y credibilidad, he recibido más información acerca del tema, pero por miedo a represalias por parte de “los alborotadores”, los informantes me han pedido omita sus nombres, pues temen tanto por su vida como la de sus familiares y allegados sentimentales.
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Atoyatempan es un pueblo que consta de una población de nueve mil habitantes, de los cuales el 80%, profesa fervorosamente la religión católica. Dentro de los católicos, se encuentran una veintena de vividores, encabezados por Francisco Ortiz Bonilla, las hermanas Verónica y Gloria Ortiz Méndez, seguidas por Imelda Martínez Gregorio, madre de Rosalía Juárez Martínez, presunta ofendida por el padre, al recibir la propuesta de irse a la cama, pero se me comenta que ambas mujeres gozan de una reputación muy dudosa y son mal vistas por el pueblo. También, los esposos Omar Ramírez García y Claudia Téllez León, se encuentran en esta lista de alborotadores, además de Margarita García, Samuel Ramírez Mateo y Francisco Luna.
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Los anteriormente nombrados, que fungen como los actuales opositores a la permanencia, y por ende al regreso del padre Severiano, que como ya lo narré, lo acusan entre otros hechos de haber cometido un delito en el ejercicio de sus funciones y que según El Código de Derecho Canónico, expedido en Roma el 25 de enero de 1983, está sancionado por el cánon 1387, con la pena de suspensión de sus funciones clericales y que puede llegar hasta ser expulsado de la Iglesia, y desde luego excomulgado, pero como ya el citado párroco, fue exonerado de las acusaciones por parte del Arzobispo, por no haber recabado la Iglesia Católica prueba alguna, ni haberlas presentado sus acusadores.
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Bajo tales hechos, ahora son, “los alborotadores” quienes son sujetos de un “Pena Latae Sententiae”, a la que se hicieron acreedores ipso facto, por el sólo hecho de haber lanzado las falsas acusaciones contra el párroco y según el cánon 1314, esta pena no es necesario sea declarada por tribunal o autoridad eclesiástica alguna, la pena es con motivo del delito de falsedad por haber acusado sin fundamento o prueba alguna a un confesor y que según el cánon 1387, incurren en “Entredicho Latae Sententiae”, lo que los hace sujetos a las prohibiciones enumeradas en el cánon 1331, esto es: que no pueden participar en el culto ministerial, ni recibir los sacramentos.
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Aún más grave que la “Pena Latae Sententiae”, existe la “Pena Ferendae Sententiae”, y esta última es la que ya declara una autoridad o tribunal eclesiástico (ver cánon 1314), esto significa, que si los falos acusadores se sostienen, pueden ser juzgados por la Iglesia católica e irremediablemente condenados a la excomunión, ¿se atreverá a sancionarlos el Arzobispo?
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“Los alborotadores” tienen metida en la cabeza la idea de la próxima llegada de un nuevo párroco al pueblo, otra mentira más de ellos, pues dicen que el Arzobispo les prometió que ellos mismos lo recibirán. El supuesto próximo sacerdote deberá cumplir con cada uno de los caprichos que tengan, si no, también se le armará la de Troya, afirmaban estos “héroes del pueblo”.
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Mis informantes, afirman que por cuenta y boca propia, dichos revoltosos, han comentando entre el pueblo que han dejado de ir a las iglesias ubicadas en Ahuatepec, Tepeyahualco y Huacaltzingo, además de la parroquia de Atoyatempan, pues aseguran que están malditas. Ahora se han ido a recibir los sacramentos a las parroquias de los municipios circunvecinos, como son la de Sta. Isabel en Tlanepantla, La Natividad en Tochtepec, La Asunción en Molcaxac, Sto. Tomás en Hueyotlipan, Sn. Francisco en Mixtla y Sn. Francisco, pero de Tecali; donde los padres que ofician deberán tener sumo cuidado, si no, seguramente correrán con la misma suerte del padre Severiano Méndez, pero cabe recalcar que estos padres al admitirlos en el culto católico, por desconocimiento de su “Pena Latae Sententiae” , están incurriendo en un delito grave que los puede llevar a incurrir en “Entredicho” (ver cánon 1378).
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En un artículo especial que escribí para este diario, el pasado 29 de agosto, dije que el pueblo nunca miente, sobre todo cuando una multitud lo respalda. Así como “los alborotadores” se plantaron afuera de la Curia, el pueblo que sí quiere al padre Severiano llevó en una primera instancia cinco camiones llenos, como doscientas personas; para una segunda visita juntaron ocho camiones, cerca de trescientas sesenta personas y pudo haber una tercera visita con quince camiones llenos, pero mi fuente afirma que el padre Severiano les pidió ya no seguir insistiendo, quizá la prudencia o la resignación de saberse sin el apoyo del Arzobispo lo invitó a desistir. Estas gentes exigen que “los alborotadores” reconozcan que han incurrido en una falta y pidan perdón de forma pública a las autoridades eclesiásticas, de lo contrario, podrían recibir una censura grave, cuyo castigo podría llegar hasta la excomunión, como ya comenté líneas arriba, se señala que se le debe aplicar dicha pena a todo aquel que acuse a un sacerdote de un delito, sin tener una declaración o sentencia formal, como viene estipulado en El Código de Derecho Canónico.
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La duda que surge al que esto escribe, es saber cuál es la verdadera intención del Arzobispo. Con esta información que tengo no veo más que humo, no hay nada claro. Realmente tendrá la firme intención de resolver el caso o estará simplemente jugando a la política, total, ya mero se va, ¿no?

Tinta verde


Diario Milenio-México (07/10/08)
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Todo esto sucede en Madrid, en uno de esos días luminosos y de temperatura perfecta que, me dicen, abundan en septiembre. Caminaba por el Paseo La Castellana, nada más porque tanto el Paseo como yo nos encontrábamos ahí, en Madrid, cuando descubrí que observaba los árboles –frondosos, de un verde casi delicado– sin decirme “aquí voy, por el Paseo La Castellana, observando estos árboles, frondosos, de un verde casi delicado”. La sorpresa fue tanta que al detenerme, como se dice, en seco, solo tuve tiempo de observar a una mujer joven, vestida de azul celeste, con la que evite chocar en el mas último de todos los momentos. “Nunca seré como ella”, me dije, y continué pasmada ante el acceso directo que, segundos antes, había conseguido tener con los árboles de la Castellana. Creí, de manera por demás malsana, que el Algo Interno –eso que, con frecuencia, denomino como mi Alienígena—que describe sin parar todo lo que veo y, aún, sobre todo quizá, lo que no veo, finalmente se había cansado. En eso estaba cuando tuve que aceptar, con un horror que sólo puede ser provocado en este mundo por los Alienígenas venidos de otros, que en realidad lo que pasaba era más complejo que un cansancio cualquiera. Mi así llamado acceso directo a los árboles septembrinos de La Castellana no se debía, claro está, al fingido cansancio de mi Algo Interno, sino a la aparición, acaso súbita, acaso planeada con mucha antelación, de un tercer Alienígena que ahora, aprovechándose de su propia proclividad al silencio y la ironía, me veía a mí y al Algo Interno Original con suma atención y, tal vez, con un poco de misericordia. Temí, como es natural, que los Alienígenas estuvieran en una etapa de feroz multiplicación y, por eso y no por otra cosa, me introduje en el ABC Serrano, un centro comercial que, en esos instantes, me pareció el último refugio en el mundo contra la invasión rapidísima y, debo añadir, inmisericorde, que estaba sufriendo.
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Entré, dije, al ABC Serrano creyendo que ahí encontraría la paz de Lo Real. Pronto, sin embargo, pude comprobar que pocas cosas en eso Real merecen el apelativo de pacifico.
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Paso a explicar.
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Me entretuve un rato frente a los aparadores sabiendo, de manera radicalmente anticapitalista, que no compraría nada, hasta que no tuve alternativa y lo vi. Ahí estaba el nombre, a un lado de unas tres o cuatro plumas fuentes de diseños lejanamente orientales, sobre frascos octagonales de tinta verde: Omas. Dejé de respirar, lo juro, y luego, como en realidad mis opciones no eran muchas, volví a hacerlo. Eso. Respirar.
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–Así que tú existes– exclamé con cierto resentimiento en una voz lo suficientemente audible para comunicar mi mensaje y lo suficientemente baja para no llamar la atención de los otros clientes.
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Meses atrás, lo recordé todo esto de inmediato, había yo inventado a un tal Martynov N. Omas para uno de los capítulos de una novela que escribía en internet. Martynov había presenciado, de niño, el lánguido caminar de tres mujeres en la playa de algún innombrable Mar del Norte. Ese día, un día de luz por demás densa aunque débil, Martynov N. Omas había decidido escribir, una tarea de la cual había huido con inigualable destreza hasta el momento en que, muchos años después, le contaba toda esta historia a un psiquiatra argentino que trabajaba en Nueva York. Hasta ayer, por supuesto, yo creí que Martynov N. Omas era sólo un producto de mi imaginación. Presa de este golpe bajo de Lo Real, me apresuré a preguntarle a la presunta dueña del lugar –quien, por cierto, no me ponía la menor atención estando como estaba coqueteando descaradamente con un jovencito lleno de acne– por la historia de la compañía Omas.
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– Son de Italia –me dijo con el desenfado de quien no sospecha, no tiene la menor idea, de que Lo Real me golpeaba con una furia desatada–. Una isla –murmuró mientras ensayaba una cierta mirada soñadora que colocaba, tal vez sin saber, de manera automática sobre el rostro del seguramente desdichado jovencito.
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Le pedí, tratando de ocultar mi desesperación, un catálogo, alguna dirección, cualquier cosa que me ayudara a aproximarme a los Omas. Y ella me lo dio, así, como si nada. Puso dicho documento sobre mis manos y yo, sintiendo cómo Lo Real continuaba burlándose arteramente de mí, no tuve otra alternativa más que pagar por un frasco octagonal de tinta verde y, sin esperar el cambio, salir corriendo.
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Iba otra vez sobre La Castellana, ahora sin tener acceso alguno, nidirecto ni indirecto, con los árboles del Paseo, cuando volví a casichocar con La Mujer Que Nunca Seré (la reconocí por el vestido azul celeste). En esos momentos sospeché y, luego, casi de inmediato, estuve segura, que se trataba de una miembro más del clan de los Omas que llegaban a Madrid para recordarme que hasta la imaginación tiene un límite. Que nadie le puede ganar a Lo Real. Yo, como es obvio, tuve que introducir mi dedo meñique en la tinta verde para comprobar que nada de eso era, como se dice, cierto. Corrí, pues, hasta la habitación del hotel, donde recibí una misteriosa llamada. De otro lado del auricular, una mujer hablaba portugués y su acento, que asocié de manera por demás irracional con una playa solitaria en Brasil, me recordó a La Mujer Que Nunca Seré.
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–Eduardo Tarttoni –murmuró. Yo le pedí que repitiera el nombre. Ella lo hizo. Le dije que estaba equivocada, que ahí no se encontraba ningún Eduardo y mucho menos un Tarttoni, pero ella no me creyó.
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–Esta vez no me vas a engañar –dijo en un firme pero claramente fingido portugués de alguna costa lejanísima y más que solitaria de Brasil–. Esta ve me vas a oír.
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Colgué, por supuesto. Colgué y corrí las cortinas de la habitación. Colgué sabiendo, con una certeza que sólo puede ser provocada por Las Alienígenas venidos de otros mundos, que pronto oiría el timbrar algo aletargado, algo triste, de un teléfono que me comunicaría con los Omas.

lunes, octubre 06, 2008

Los monstruos del extremístico

Diario Milenio-México (06/10/08)
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Llamémoslos extremísticos. Son en esencia individuos celosos, tanto que si pudieran cancelarían hasta las últimas rendijas que permiten mirar hacia cielos distintos. ¿Quién podría querer enterarse de más, cuando lo que yo sé lo explica todo?, se preguntan, atónitos, momentos antes de dar libre curso a su rabia de viejos cazadores de brujas. Acostumbrados a confundir el parabrisas con el espejo retrovisor, miran hacia adelante con la mente atascada en el pasado. Gracias a su oportuna rigidez de estándares, pueden calificar a cualquier individuo distinto a ellos como un monstruo y llamar a la guerra en contra suya. Conocemos sus voces, son las que flotan durante días o años en la memoria de algún linchamiento. Voces acostumbradas a fustigar al diablo por su nombre. Voces autorizadas, afirman ellos mismos, que en nombre de su celo celestial se permiten los últimos extremos. Hoy que la inestabilidad planetaria plantea numerosos escenarios de horror, unos y otros extremísticos ya corren a echar mano de su menú de monstruos recurrentes. Antiguamente los llamábamos valores.
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1. La razón. Un extremista comienza a convertirse en extremístico desde el primer momento en que se ve asistido por la razón. Si en el ambiguo espacio de los hechos la razón como tal es menospreciada y ridiculizada por los extremísticos, sobre la tierra firme de las palabras cada uno se afana en subrayar su importancia, como lo haría el dueño de un perro de caza que jamás ha salido de su casa. En inglés, las personas están en lo correcto. En español, tenemos la razón. Si peleamos, será por conservarla: alguien que no la tiene nos la quiere quitar. Sentimos celos de ella, en el fondo. ¿Alguien sabe de algún ataque de celos razonable? Para los extremísticos, toda discusión es parte de la misma cruzada. Perderla es ya pecado; negociarla, herejía.
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2. La opinion. Según los extremísticos, no existe. En todo caso lo hace como la mera sombra de la convicción. Y si la convicción nace naturalmente de la luz, se entiende que sus sombras no puedan conocer la independencia. Nada parecería enfadar a un extremístico tanto como esa vieja sapiencia liberal según la cual en gustos se rompen géneros, si a sus ojos fiscales es en el pantanoso terreno de las opiniones donde pelean a diario el bien y el mal. Entusiastas de un paraíso hipotético donde la gente está toda de acuerdo y nadie tiene nada que ocultar, los extremísticos sólo acreditan la presencia innegable de la opinión cuando ésta es unánime y les favorece. Decidido a eludir las probables sospechas de sus hermanos, el extremístico sólo opina mientras reza.
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3. La lógica. Desde los mismos años escolares aprendimos que aun y sobre todo las ideas más inspiradas pueden volverse objeto de estigma. Parte del espectáculo del extremístico consiste en dar saltitos y saltotes hacia fuera de la lógica estricta, unas veces para desesperar al adversario y otras para acabar de blindar a su rebaño contra cualquier posible contagio inteligente. Si se les ve entusiastas repitiendo una enorme y evidente burrada, ya puede uno inferir el poder que se oculta detrás de tanta beatitud gratuita. ¿Y no es éste, por cierto, un argumento digno de Caifás y Anás? El extremístico sabe que la solución más lógica se convierte en la más ilógica, si es que se le ha sabido estigmatizar.
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4. La neutralidad. Igual que a la razón, a todos esos traidores en potencia que se dejan llamar neutrales el extremístico los menosprecia con tanta energía como la que se gasta en cortejarlos. Una vez seducido y reclutado, no se espera por fuerza que quien era neutral deje de serlo, en la medida en que esta neutralidad coincida totalmente con la visión cerrada del extremístico en turno. El extremístico se dice neutral con la sola intención de joder la báscula, pues a su juicio ella menos que nadie tiene derecho a la neutralidad.
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5. La tolerancia. Parece cuando menos extravagante que un solo hombre echara por sus pistolas a no sé cuantos mercaderes instalados en el templo, y aun más raro sería creerse que después no volvieron a seguir con la vendimia, pero a los extremísticos les excita esta parte del evangelio, tanto como la imagen de Judas Iscariote colgando de la soga. Prohibir y castigar son verbos populares entre los extremísticos, para quienes el verbo tolerar es siempre sospechoso de complicidad. Siempre que el extremístico exige tolerancia, lo hace dando a entender que no tolera más que la obediencia.
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6. El respeto. Nadie mejor que un extremístico se ufana de estar al día en cuanto a quién merece su respeto, que no pasa de ser un visto bueno transitorio, y quiénes propiamente le brindan el suyo, más similar a la reverencia. Entre una y otra forma de respeto, el extremístico y sus seguidores reconocen toda suerte de jerarquías, establecidas según el tamaño del compromiso y la fidelidad de cada cual. No es casual, por lo tanto, que quienes tienen fama de rezar en voz alta disfruten asimismo del respeto que algunos extremísticos sólo conceden a quien muere en combate. Cuando se ve forzado a ofrecer su respeto a quien no considera digno del mismo, el extremístico lo hace con el rictus de asco remojado en horror que acusa la presencia de un monstruo personal. Si por él fuera, le prendería fuego.

7. La dignidad. Antes de haber pensado en referirse a ella, el extremístico ya ha dividido al mundo entre dignos e indignos. Si sucede que uno forma parte, a su juicio, de los segundos, así sea esto por causa de un arranque de dicterios coléricos y arbitrarios, entonces tiene poco o nulo derecho a dignidad alguna, y desde luego que un buen extremístico se consideraría a sí mismo indigno de vivir si se dignara compartir valores con personas indignas de toda dignidad. No compartir valores con aquellos que no parecen meritorios, y entonces no aceptarlos, ni respetarlos, ni perdonarlos: en términos paganos, he ahí una licencia para matar.