lunes, noviembre 24, 2008

Tres monedas para Fuentes

Diario Milenio-México (24/11/08)
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En el aire
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Como con Ana y Bruno en el Barrio Sur. (El nombre del restaurante, por cierto, es el único real en este párrafo, por razones que bien pronto resultarán comprensibles para el lector).
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Bruno: Anoche en lo de Fuentes estuvo preguntando por ti Enrique Márquez. ¿Por qué no llegaste? Me dijo que habías confirmado.
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Ahora, en cambio, los nombres son reales: Enrique Márquez es uno de los dos secretarios técnicos —junto a Jorge Volpi— del comité encargado de las actividades conmemorativas del 80 aniversario de un conocido escritor. Fuentes es Carlos y, por supuesto, es ese conocido escritor. Y “lo de Fuentes” es la imposición de una medalla que el miércoles pasado le hiciera el gobierno de la Ciudad de México.
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Yo: Pues sí, me apena. Una de esas aventuras terroríficas en el tránsito: no logré llegar a mi casa sino hasta a las 8 y media.
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Ana: ¿Y por qué no te fuiste directo a la cena?
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Yo: Porque andaba en jeans; ni modo de llegar así: ya ni Monsiváis va de jeans a esas cosas. Pero voy a lo de hoy en la noche. ¿Ustedes van?
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Nueva aclaración: “Lo de hoy en la noche” es el estreno mundial de Santa Anna, ópera de José María Vitier con libreto del propio Fuentes, basado, claro, en la figura del controversial caudillo.
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Bruno: A mí no me invitaron.
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Ana:¡Ay, qué raro! A mí sí pero no sé si ir... Ya ven que luego las cosas teatrales a Fuentes nomás no le salen bien. ¿Cómo se llamaba esta obra horrible sobre Dolores del Río y María Félix? ¿El jardín de las violetas susurrantes?
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Yo: Orquídeas a la luz de la luna.
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Ana: Eso. ¡Ahora imagínense sobre Santa Anna! Va a ser como monografía de la primaria. Mejor deberíamos ir a Saks.
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Bruno: ¿A Saks… Fifth Avenue?
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Ana: Sí: hoy hay 50 por ciento de descuento en toda la tienda. Y no me negarán que la calidad de Saks es más consistente que la de Fuentes.
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Recordamos Los años con Laura Díaz y reímos con justicia. También con crueldad.
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Cruz
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Cae la moneda y pierde Saks (una venta) y pierde Ana (un Armani de rebaja) pero gana Santa Anna (una espectadora, lo que no le cae nada mal, puesto que el teatro, aunque plagado de rostros reconocibles, no está lleno sino a las dos terceras partes).¿Y qué tal la tal Santa Anna? Más o menos… tirando a menos. Una ópera, sí, pero con mucho (y muy innecesario) de teatro de revista. Mucho chiste malo. Mucho son jarocho y mucho zapateado metidos con calzador. Mucha grosería evidente y populista. Y un personaje —una Muerte travesti pero cliché, vestida de calaca de Posada— que ni los buenos oficios de Hernán del Riego logran salvar de la gratuidad.
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Cierto: la puesta en escena de Lorena Maza es dinámica y elegante. Cierto: la escenografía de Mónica Raya es a un tiempo pertinente y espectacular. Cierto: Fernando de la Mora es un Santa Anna espléndido (he aquí un raro cantante de ópera que nunca se olvida de que, por definición, es también un actor). Y, aunque la música de Vitier habría de resultar demasiado moderna y pretenciosa para la mayoría, en lo que a mí respecta, su osadía, su eclecticismo y su humor me sedujeron. El problema entonces tendrá por fuerza que ser —¡ay!— el texto.
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A la salida me topo con Ana. Anticipaba ya su frase: “¿Viste? Mejor hubiéramos ido a Saks”.
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Cara
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La moneda vuelve a caer, ahora del lado de Fuentes. Sí, Santa Anna es una mala ópera. Sí, Los años con Laura Díaz es una mala novela y Todas las familias felices también. (Sobre la recentísima La voluntad y la fortuna no puedo pronunciarme todavía, puesto que no la he leído.) Y, sí, supongo que La región más transparente no ha envejecido demasiado bien. (Eso me dice Bruno en nuestra comida. En cuanto a mí, no la he leído más que una vez, a los 15 años, cuando me pareció portentosa; concedo, sin embargo, que en esa época también me daba por pensar que las canciones de Mecano eran pequeñas maravillas.) Pero están Aura y La muerte de Artemio Cruz y Gringo viejo, las tres perturbadoras y conmovedoras y notables, lo que bien podría validar la vecindad mítica de Fuentes con Rulfo y Arreola, escritores ambos de una sola novela que, por tanto, solo una pudieron aportar a nuestro canon. Y más allá —eso también me lo dice Bruno— está Fuentes mismo, que ha sabido pensar México en el tránsito de la revolución a la democracia y de la modernidad a la posmodernidad, que antes que un escritor se antoja un intelectual y uno inteligente. Será por tanto la suya una voz no sólo atendible pero indispensable.(Lo que por otra parte no me lleva a disculparle su Santa Anna).

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