lunes, marzo 19, 2012

El meloso de Damasco (Diario Milenio/Opinión 19/03/12)

Una cosa es cometer crímenes contra la humanidad, y otra que no tenga uno su corazoncito.


Medio mundo recuerda a Linus van Pelt no como el hermanito de la temible Lucy, sino como aquel niño retraído que se pasaba el día chupándose el pulgar y sobándose el moflete con un trapo que por ningún motivo podía faltarle, pues sin él era presa de tremebundos ataques de pánico. Si, para estar contenta, Lucy necesitaba seguir tiranizando al siempre sufrido Charlie Brown, su hermano se bastaba con la estabilidad emocional brindada por el trapo redentor: una de esas manías que de niños nos hacen ver vulnerables, tanto así que aprendemos primero a disimularlas y luego a sustituirlas, porque al fin cada cual tiene su trapo y a ninguno le gusta que se lo quiten.

Hace unos días que el periódico inglés The Guardian hizo pública la correspondencia electrónica desam@alshahba.com y ak@alshahba.com: una ñoña pareja de enamorados que sería totalmente anodina si más allá del mundo digital no fueran conocidos como Asma y Bashar al-Assad. ¿Conocidos, he dicho? ¡Pero si es hasta ahora que los conocemos! Si otros dictadores se hacen notar por sus desmesuradas excentricidades, Bachar y su sofisticada esposa inglesa pecan en todo caso de discretos. De hecho, podrían ser dos emigrantes sirios adinerados, quizás establecidos en Miami, a juzgar por su lifestyle.

“El que he sido últimamente no es el que yo quiero ser”, entona apasionado el cantante Blake Shelton en su versión al éxito cristiano God Gave Me You: regalo del romántico sam@alshahba.com a su querida ak@alshahba.com, a través de la tienda de iTunes. Una compra sin duda privilegiada, no por los quince pesos mexicanos que cuesta la canción, sino por el embargo vigente que en teoría impide a un ciudadano sirio llevar a cabo transacciones en Estados Unidos. ¿Y no ha sido justamente al-Assad la voz cantante en el denuesto del demonio yanqui? Una cosa, no obstante, es que el sanguinario hijo del sanguinario Hafez al-Assad abomine de todo lo gringo, y otra muy diferente que no pueda obtener su dotación de música country en iTunes.

Cierto es que la palabra “sanguinario” no remite a la imagen de un hombre de familia que juega con sus hijos en el iPad y le manda a su esposa canciones cursilonas, sino a la de una suerte de vampiro carnicero que se deleita haciendo correr sangre y ni en sueños ha conocido el calor humano. I’ve been a walking heartache, I’ve made a mess of me, confiesa la canción que debió de ponerle la carne de gallina a la querúbica Asma. Ahora cuando menos podemos inferir que el infeliz Bashar últimamente anda hecho un desastre y trae una espinita en el miocardio, acaso porque no es trabajo fácil producir todos esos miles de muertos por defender su edén particular. Casado con la hija de un multimillonario, jefe máximo de una dinastía cuyo poder abarca ya más de cuatro décadas, el también protector de Hezbolah y Hamás lucha con lo que tiene por emular la vida de un ricachón de Miami Beach sin tener que salir de Damasco.

¿Debería conmovernos la noticia de que la dulce Asma no sólo se entretiene haciendo shoppingelectrónico en Harrod’s, sino también navega en busca de chalecos, chaquetas y camisetas antibalaspret-a-porter, para que su marido se mire al propio tiempo guapo y seguro? “So cute, I miss youuuuuuu”, comenta la mujer al pie de una fotografía de su marido, en donde se le ve de camiseta, dueño de una sonrisa tan generosa como espontánea. Cuesta algo de trabajo conciliar al Bachar que Asma conoce con aquél gigantón de gesto adusto y habla terminante, médico y oftalmólogo cuyos esbirros prohíben a los doctores en los hospitales, bajo pena de ejecución sumaria, que osen curar o siquiera atender a los heridos de guerra.

“Serás siempre la gran mártir del amor, y yo el tonto halagado…”, susurra Bashar al oído de Asma por intermedio de esa canción que atribuye su angelical arribo a “una conspiración divina”, mientras en Homs sus francotiradores disparan inclusive contra quienes pretenden correr hacia una tienda para comprar comida, si es seguro que no hacen online shopping. Puede el mundo acabarse, finalmente, que de cualquier manera Asma y Bashar lo enfrentarán con los audífonos puestos, de manera que en vez de bombardeos escucharán dichosos su canción, como en esas películas de Hollywood donde la gente se enamora con música. Lo dicho, pues: cada quien su trapito.

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