jueves, diciembre 20, 2007

Civilización y enfermedad



Diario Milenio-Puebla (20/12/07)
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Estos últimos días en que se ha discutido tanto la posible decisión que pueda tener el enfermo terminal para abandonar todo tipo de tratamiento y morir simplemente “en paz”, he revisado un libro que desde 1943 se editó en inglés con el título de Civilization and disease y en que en 1987 fue traducido al español por Ramón Aguirre Dávila y publicado por el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Nacional de Salud Pública, mismo que me ha parecido muy actual, pese a los veinte años que nos separan de su primera versión al castellano.
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El libro es una investigación de Henry E. Sigerist y –no estoy seguro de que se consiga, a no ser que se haya reeditado– se puede conseguir en la colección “Biblioteca de la Salud”.
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Ahora que se sigue discutiendo por las Cámaras el problema de la eutanasia (que no deja de ser un problema ético) la investigación a la que hago referencia debería de convertirse en un punto importante de referencia.
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Sobre este tema ya había tratado en varios de sus escritos Susan Sontang. Encuentro un punto acuerdo entre Sontang y Henry E. Sigerist: “la enfermedad es un proceso biológico, una respuesta fisiológica a un estímulo excesivo o a una condición anormal”. Tarde o temprano, escribía Susan Sontang en La enfermedad y sus metáforas, estaremos en la orilla a la que nadie desea llegar, en la orilla donde nos espera la enfermedad.
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Sin embargo, hay un concepto de salud y enfermedad que tiene que ver con la visión que el hombre se ha hecho de la “civilización”.
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Pensamos que la enfermedad es lo no deseado o lo que a nadie se le desea. Y nos preguntamos: ¿por qué a mí? ¿Y por qué no? Todos, desde el momento de la concepción nos comenzamos a morir poco a poco. Estoy consciente que el tema no es muy atractivo para muchos, pero hay que tenerlo presente.
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En 1943, el autor de Civilización y enfermedad escribía que cien años atrás (en 1843) había sólo unos cuantos centros de investigación médica. Pereciera que las cosas no han variado tanto, si tomamos en consideración que la población –en más de cien años— ha crecido de manera importante.
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Actualmente hay mucha gente que no tiene acceso a los servicios de salud pública y enfermarse se ha convertido en un peligro y un lujo. Los medicamentos se han encarecido y las consultas de los especialistas siguen por las nubes.
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El libro de Henry E. Sigerist Civilización y enfermedad, a lo largo de los capítulos que lo conforman hace un recorrido por la historia de la medicina y nos advierte que “la interpretación científica de la enfermedad es aún muy joven”. Me llamó mucho la atención porque creo que esa afirmación es también muy actual, pese a los indiscutibles avances tecnológicos que en materia de medicina ha habido en los últimos años. Habrá que recordar que la penicilina apenas es un descubrimiento de los años cuarenta del siglo pasado. Es muy joven y sin ella muchas vidas no se hubieran salvado. El autor de este libro opinaba –en el lejano 1943– que los países socialmente adelantados habían erradicado la lepra (enfermedad medieval) y algunas enfermedades venéreas y que la tuberculosis sería “una enfermedad del pasado”. Aunque ya Roberto Koch había descubierto el bacilo causante de la tuberculosis, ésta no podía ser erradicada completamente por la disposición heredada de los hombres y su medio social.
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En la larga historia de la enfermedad se han erradicado algunas, pero han aparecido otras. El mundo medieval experimentó nuevas pandemias durante siglos enteros. Ahora se pueden mejorar las condiciones de vida, sólo eso. Lo demás es una certeza: tarde o temprano –como dicen Sontang y Sigerist– estaremos de aquel lado. Por lo pronto, esperemos el bienestar para todos durante este 2008 que casi comienza.

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