jueves, diciembre 06, 2007

RENÉ AVILÉS FABILA Y LAS MAFIAS LITERARIAS

Bajo el Sol (e-consulta puebla 06/12/07)
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De Fuentes a Monsiváis y Poniatovska o las varias caras de Ruperto Berriozábal
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Por Roberto Martínez Garcilazo

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Invitado por la academia de literatura de la preparatoria Emiliano Zapata, estuvo en Puebla el pasado viernes 23 de noviembre, el escritor mexicano René Avilés Fabila. En la biblioteca Germán List de la preparatoria Zapata develó una placa en su honor y en el salón Barroco del Carolino dictó una conferencia sobre literatura mexicana ante un público formado por jóvenes estudiantes universitarios.
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Durante la conferencia, después de recorrer gran parte de la historia de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX, recapituló y abordó el tema del cuarenta aniversario de la primera edición de su primera novela, Los Juegos.
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Dijo que hace cuatro décadas, en 1967, denunció y satirizó la existencia de una poderosa capilla literaria dirigida por Carlos Fuentes, en la novela se llama Ruperto Berriozabal, y que ahora en el 2007, tal si fuera una variación del Dinosaurio de Monterroso, ese grupo omnímodo sigue imperando pero con distinto jefes. Ahora son Monsiváis y Poniatovska.
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En ese momento de su exposición RAF dijo que, ante la negativa de distintos periódicos y revistas para publicar su articulo Pesadilla de una noche de otoño, o para documentar la biografía de Carlos Monsiváis, decidió hacerlo del conocimiento general por medio de su diario electrónico: http://recordanzas.blogspot.com Acto seguido narró los primeros párrafos del artículo. Yo, ahora, opto por reproducirlos textualmente:
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Hace exactamente cuarenta años, en 1967, escribí y publiqué mi primera novela, Los juegos. Qué escándalo. La historia ha sido repetida una y otra vez y yo he procurado esparcirla con audacia y cierto cinismo. En ella, una obra contracultural, critiqué a un grupo destacado de intelectuales, quienes se llamaban a sí mismos La Mafia, y aunque eran una suerte de broma pesada contra México, tenían un poder que ofendía el desarrollo armónico de la cultura nacional. Es curioso, y quizá Vicente Leñero me lo advirtió, las cosas no han cambiado un ápice. A lo sumo uno o dos de los mafiosos de aquella época (razones naturales) se han muerto de vejez o de inanición literaria. Es decir, nada ha cambiado desde entonces a pesar de que el PRI perdió el control del país, los medios de comunicación lograron hacerse más o menos independientes y los periodistas formados en aquella época oscurantista y represiva pasaron de sumisos a "independientes y rebeldes", algunos hasta progresistas son hoy. A los intelectuales les sucedió algo semejante y se convirtieron en héroes de una izquierda ilusoria aplaudida por una sociedad en pañales. En esa "mafia" destacaba un hombre un poco mayor que yo, que ya era famoso por haber sido un niño particularmente arrogante, catedrático y dueño de una memoria sin duda prodigiosa. Era Carlos Monsiváis, heredero de las glorias de todo grupo o persona que aspirara a ser dueña de México o al menos a tener la razón por encima de todo. Con mi generación, que a pesar de la escasa diferencia de los años, tres o cuatro, no se entendió. Nos miraba con desdén y nosotros nos negamos a recibir sus consejos o directrices. José Agustín le hizo las primeras bromas hirientes no exentas de ingenuidad: "¿Monsiváis a dónde vais? Ni lo sabéis ni lo buscáis" ...
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Hasta aquí la cita. El artículo tiene una extensión de 13 páginas a renglón seguido. En una primera lectura pude contar 58 alusiones descriptivas de Carlos Monsiváis. Por las páginas de esta pieza literaria pasa la Generación de la Onda, Tlatelolco 68, José Revueltas, Octavio Paz, Elena Garro, Carlos Fuentes, Elena Poniatovska, Consuelo Zaizar, López Obrador, Julio Scherer, Carlos Hank González y Gastón García Cantú, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari Gabriel García Márquez entre muchos más.
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René Avilés Fabila es un iconoclasta. Pero también es un moralista que critica la vida social y cultural de México. Es un destructor de los iconos de la hipocresía política y literaria, un denunciador despiadado de los vicios públicos de los personajes del carnaval mexicano.
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Termino citando el último párrafo de la Pesadilla de una noche de otoño e invitándote a leer en el blog de RAF el artículo en su integra, hilarante, implacable lucidez y extensión :
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¿Qué hubiera sido de Carlos Monsiváis si en lugar de nacer en el convulsionado Defe lo hubiera hecho en Suiza, donde no hay miseria ni terremotos, ni la policía mata estudiantes, un país sin caudillos, democrático, donde como bien dijo Orson Wells, en trescientos años de tranquilidad sólo han inventado el reloj cucú, sitio hermoso con lagos y ríos potables que Borges seleccionó para morir porque en su infancia la ausencia de ruido le permitió concentrarse en la lectura, país en el que no hay tragedias y entonces los periodistas se aburren contando calles limpias y tranquilas, sin policías ni ambulantes, lejos de un sistema idiota de partidos como el nuestro?
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Sería el caudillo del silencio, sin temas dramáticos sobre los cuales escribir y deambularía buscando alguna notoriedad por bancos en los que millonarios ladrones de todo el orbe esconden sus fortunas y con una profunda "tristeza reaccionaria" por no ser un mexicano que vive y disfruta sus tragedias nacionales.

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