martes, agosto 31, 2010

Soy los libros que he leído, la pintura vista, la música escuchada: Sergio Pitol-Yadira Llaven (La Jornada-Puebla/Cultura 30/08/10)

“Yo me aventuro a decir que soy los libros que he leído, la pintura que he visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos triunfos, bastante fastidio. Uno es una suma mermada por infinitas restas. Uno está conformado por tiempo, adicciones y credos diferentes”.

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Así se describió Sergio Pitol Demenéghi (Puebla, 1933), el único poblano y el tercer mexicano que ha merecido el Premio Cervantes, durante el homenaje que le realizó el ayuntamiento capitalino, el pasado viernes, donde le entregó copia fiel de la Cédula Real de Puebla.

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El escritor apareció en la sala de cabildo mucho antes de lo anunciado, en compañía de Rodolfo Mendoza, editor de la colección Sergio Pitol Traductor de la Universidad Veracruzana, y de su amigo Javier Aranda Luna, colaborador y fundador de La Jornada.

Llegó sonriente, amable, saludó de mano a algunas personas del público, a manera de recompensa por llegar temprano.

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Al escritor ya se le notaban los años. Su andar cansado, su tez pálida y su ralo cabello platinado, hacen de él uno de sus propios personajes literarios.

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Vestido de un saco negro, pantalón beige y unos lentes de armazón de pasta, que se ponía y quitaba en repetidas ocasiones, Sergio Pitol leyó y releyó el documento que lleva escrito.

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Pese a que el también traductor y diplomático advirtió que no hablaría debido a la enfermedad que padece y que le ha debilitado la voz, finalmente se animó.

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Con voz trémula y pausada, emprendió la difícil lectura. “A finales de 1988 regresé definitivamente a México. Durante mi estancia de 18 años en Europa escribí y publiqué varios libros; algunos se tradujeron a otras lenguas y recibí premios. Fui traductor, profesor, editor, labor a la que ahora me dedicó con pasión, y los últimos 15 años fui diplomático”.

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“Volví al país –continúa– con el propósito de emplear mi tiempo y mis energías sólo en la escritura. Pero en ningún momento me sentí alejado de México, ni de mi lengua. Es así que sentí una necesidad casi física de convivir con nuestro idioma, escuchar a todas horas el español del mexicano”.

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“Mi familia era italiana, pero nací en Puebla. Estudie desde la primaria hasta la preparatoria en Córdoba, Veracruz; sin embargo, mi familia y yo viajábamos durante las vacaciones de verano a Tehuacán por un mes, y al siguiente visitábamos al resto de nuestros parientes en la ciudad de Puebla”, relató.

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“Es sí que Puebla y Veracruz son mis raíces. Cuando se publica algún libro mío, ya sea en México o en el extranjero, exijo que aparezca Puebla como mi lugar de nacimiento”, concluyó con la voz entrecortada; mientras el público lo ovacionaba de pie.

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En la atestada sala de cabildo, la presidente municipal, Blanca Alcalá, consideró que “las nuevas generaciones de poblanos debemos de aprender y sentirnos orgullosos de un poblano como usted, que ha puesto en alto a su ciudad y a México, en el mundo”.

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“La escritura es un acto profundo de libertad. La Cédula Real se engalana al ponerse en sus manos. Bienvenido a su casa que es Puebla”, dijo Alcalá segura, en su breve intervención.

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El recorrido

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Después de hora y media, el protocolo terminó. Los fotoperiodistas cercaron al autor de Nocturno de Bujara. Algunos asistentes al homenaje pidieron la obligada foto junto al Premio Xavier Villaurrutia. “Aunque sea, tómela con mi celular”, pidió insistente uno de los lectores de Pitol a Abraham Paredes, colaborador de esta casa editorial.

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Los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla, lo apresuraron. “Sergio, ya lo están esperando en el Carolino”, le dijo uno de ellos, a lo que el escritor responde notoriamente emocionado: “nos iremos caminando”.

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Sólo una calle divide al Palacio Municipal del edificio Carolino de la UAP, donde Pitol presentó su último libro, Una autobiografía soterrada. Estudiantes, escritores, funcionarios académicos y reporteros acompañaron al escritor en el recorrido.

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Previamente, Pitol Demenéghi se paró en dos ocasiones antes de llegar al antiguo edificio universitario. La primera vez fue para tomarse una foto sobre las escalinatas del patio del ayuntamiento, y la segunda para fumarse un cigarro que intentó prender en repetidas ocasiones.

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Pitol iba feliz por las calles de Puebla, el rostro lo delataba. Saludaba con un ademán a los curiosos, que no le quitaban la vista por la turba de gente que lo acompaña. Los flashazos interrumpían su andar lento.

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“¿Quién será?... creo que lo conozco, pero no sé de dónde. No será que están filmando una novela”, le dijo una señora a otra, convencida de que Pitol era un actor de la pantalla chica.

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Un reportero le confirmó a las sexagenarias que se trataba de un famoso escritor nacido en la ciudad, pero poco conocido por su propia gente. “Ha regresado a Puebla para recibir un homenaje”.

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El encuentro con los universitarios

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Unos minutos después del periplo, Pitol llegó a la Sala de Proyecciones del edificio Carolino, donde unas 200 personas lo recibieron con palmas, tras casi dos horas de espera.

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Antes de que comenzaron los comentarios sobre Una Autobiografía Soterrada, el escritor dijo tomar el micrófono y no hablar más. “Fui amigo de Carlos Monsiváis más de 55 años. Le dediqué el primer cuento que escribí y a él le dedico mi último libro, que pone fin a mi obra”.

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Finalmente, en su oportunidad, Javier Aranda Luna, colaborador y fundador de La Jornada, aseguró que pocos escritores han animado tanto la narrativa como lo ha hecho Sergio Pitol. “El humor, la parodia, la farsa, se han convertido en el signo de identidad de sus libros, en la corriente subterránea que habita su prosa. Pero Pitol no se ha convertido en un clásico moderno sólo por eso, sino por haber transgredido los límites de los géneros literarios con tal eficacia que nos ha permitido oír, sentir y ver mejor las historias que nos propone”.

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Aranda Luna expuso que la parodia, la farsa, la burla, el choteo son las formas más virulentas de la crítica. También que toda crítica debe empezar con la autocrítica. Partiendo de ello, aseguró que “pocos escritores han tenido la capacidad de autoparodiarse, de burlarse de sí mismos con la saña con que Sergio Pitol lo ha hecho. El escarnio que hace de algunas zonas de su pasado, de los versos dadaístas que escribió impresionado por el mar e incluso de ciertas ensoñaciones resulta de una crueldad que sólo puede provocar la carcajada”.

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Además de ser un delicioso libro, Una autobiografía soterrada, destacó, “es un estupendo estudio sobre el cuento, la novela, la farsa, la parodia. También una invitación para acercarnos a la alquimia de la literatura donde todo converge, y un razonado inventario de libros y autores como Borges, Reyes, Gombrowicz, Wilkie Collins, Pappini, Chejov, Gogol, Tolstoi, Conrad, Tabucchi, Faulkner, Bolaño, Below”.

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Por último, el periodista Javier Aranda resumió: “Sergio Pitol nos ha enseñado, quizá sin proponérselo, que lo fugitivo permanece, que el esperpento, la fiesta y el espantajo pueden hacernos mirar de mejor manera la vida que le tocó presenciar al escritor, esa vida que forma parte de la vida de todos”.

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