jueves, julio 23, 2009

Paracaidismo institucional-Álvaro Enrigue (El Universal/Opinión 23/07/09)

No soy el ni el primero ni el último de los ciudadanos que lamenta por escrito la costumbre ya casi entrañable de hacer un uso político de la fealdad en el mero corazón del país. El gesto paradigmático de banalización del Zócalo en los últimos años fue la toma a que lo sujetaron los petroleros a principios de los noventa. Lo transformaron durante un buen par de meses en un campo de refugiados de la ONU.
-
La llegada al gobierno local de López Obrador convirtió este uso oposicionista en un gesto de gobierno financiado por nuestros impuestos: ni más ni menos que la Plaza de la República –según el escritor chileno José Donoso el único espacio verdaderamente imperial del continente americano- transformada a perpetuidad en un juguete. La pista de hielo más grande y fea del mundo; el sitio más impráctico para una Feria del Libro; el albergue para las carpas deprimentísimas de la exposición Huellas de la historia –que está muy bien, pero estaría mejor en otro predio.
-
La plaza que está ahí para recordarnos toda la sangre y todos los impuestos que hemos derramado los mexicanos para poder serlo, sujeta al paracaidismo institucional. El caso no sólo no es único en la historia, está intrínsecamente mezclado con la fundación misma de la ciudad.
-
Después de años de batallar contra todo y ganar siempre contrapronóstico, Hernán Cortés tuvo un momento de sosiego casi melancólico. En el otoño de 1521, el extremeño del que nunca se esperó nada y que terminó sometiendo a un imperio, se retiró a Coyoacán a pensar en lo que tenía que hacer después de haber duplicado los territorios de Carlos I. Su carta del 15 de mayo de 1522 dejó un testimonio sorprendentemente culposo sobre ese momento de reflexión en torno a algo que ya nunca nadie más iba a volver a ver: el apogeo de la ciudad que él llamaba –desde el feraz monolingüismo castellano- Temixtitán.
-
El que haya vivido un periodo montado en una tormenta –Borges decía que tal vez todos los seres humanos tenemos todas las experiencias humanas- sabe exactamente de qué tipo de melancolías estoy hablando. Esa hora lenta y honesta en que uno se talla la cara y piensa: Ya le partí el cuajo a esto; ¿ahora qué hago con los pedazos?
-
La ciudad cayó el 13 de agosto; el 17, ya encerrado en Coyoacán, dio la orden de que le encargaran a Moctezuma su limpieza.
-
Inmediatamente después fundó el primer Cabildo, que en una de sus primeras recomendaciones señaló que la capital del nuevo reino debería estar en Coyoacán, Tacuba o Texcoco.
-
Es en ese momento en el que Cortés desconfía de las estrategias para lo inmediato que habían estado imponiendo el derrotero de su vida: el modelo de hombre de acción para el resto del futuro, se detuvo y pensó. Hacia finales de septiembre propuso la estrategia simbólica en la que tal vez se haya basado el éxito del dominio de Castilla para los siguientes 300 años. Que la capital del reino que hasta entonces habían improvisado él y sus hombres se asentara en el corazón del antiguo imperio.
-
Poco menos de un año después el propio Cortés justifica su decisión ante el rey –defendida a sangre y fuego, como todo en su vida-: la ciudad de México “era cosa tan nombrada y de que tanto caso y memoria siempre se ha fecho” que había que aprovechar las ventajas políticas de esa situación. “Como antes fue señora y principal de todas estas provincias, lo será también de aquí en adelante”.
-
Más allá de que la limpieza de Tenochtitlán debió de ser tortuosa; aun si trabajaron en ella todos los supervivientes de su caída, la oposición del Cabildo debió de ser muy recia: Alonso García Bravo no comenzó la traza de la capital hasta fines de diciembre y gracias a que Cortés ya había mandado a sus hombres más leales a sentar sus predios en lo que hacía sólo meses había sido tierra sagrada.
-
Aceptémoslo de una vez para ver si así podemos remediarlo: la ciudad de México tal como la conocemos fue fundada por paracaidistas.

No hay comentarios.: