miércoles, agosto 19, 2009

De frases y libros

La semana pasada Alberto Chimal estuvo en Puebla, fue un placer conocerlo. Platicando con él, le comenté que mi primer libro leído fue Macario de B. Traven, pero el que realmente me catapulto al mundo de la lectura fue Diablo Guardián de Xavier Velasco, hablamos del año 2003, como verán soy un lector joven y no me avergüenza, al contrario me enorgullece, pues gracias a Velasco llegué a Faulkner y otros más. El otro culpable, pero ya en planos más amistosos y educativos fue Pedro Ángel Palou, pues al tomar un curso que impartió en Casa del Escritor me vi obligado a leer a Kafka, Rulfo y más.
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Yo no soy de esos mamadores que dicen: de chico me chuté todo Verne o cosas así, es cierto no he leído mucho “clásico”, pero a mi cada libro me va llevando a otro. Así ha sido mi modo de leer y me gusta.
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Dada esta pequeña explicación, entremos a lo que truje. Aunque Macario fue el primer libro leído, Diablo Guardián es el correcto para iniciar este proyecto.
Aquí el fragmento o frase:

“El amor: qué cosa tan prohibida. No jugaba con los demás porque nadie entre los demás quería jugar con él, pero escribía cosas de amor (…) porque al amor no había forma de tocarlo si no así: escribiendo sobre él, encerrándose en soliloquios impensables en una escuela primaria para varones, donde todas las niñas son oficialmente detestadas, como no sea para fantasear con dedearles la pepita y enchufárselas”. (Velasco: pág. 25).
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Al leer este fragmento, supe inmediatamente que el escritor había pasado por un sistema educativo similar al mío: el lasallista. De esos extraños códigos, que sólo alguien que pasó por el mismo trauma lo entendería. Quizá otro vaso comunicante sería el siguiente aspecto: en esa época la escritura era un asunto lejano, pero tenía una manía extraña: cambiarle la letra a las canciones amorosas. Había canciones de grupos que me latían, pero no todo lo que decían o cómo lo decían, entonces quitaba una palabra y ponía otra, al terminar ese cortar y pegar, solía escribirle alguna dedicatoria, en esa época lo único próximo que tenía a una mujer, eran mis primas de edad cercana con las que jugaba de repente a esos divertimentos propios de las niñas de diez u once años, todo con tal de estar cercana a una. A la distancia, suena enfermizo, pero hasta cierto punto comprensible, espero.
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La afinidad con el escritor, me hizo lector. Pensar que había otro como yo, fue la clave para ver a la lectura como una mejor forma de vivir la vida. Y ahora que lo pienso bien, esa extraña soledad me hizo acercarme a este mundo, pues nunca tuve un hermano con el cual jugar.

1 comentario:

Unknown dijo...

PUES K BUENO K EXISTIERON (EXISTEN) LIBROS K DE REPENTE TRANSPORTAN A OTROS MOMENTOS Y LUGARES PROPIOS... POR K GRACIAS A ELLOS ... TENEMOS ESCRITORES TAN PROMETEDORES COMO VOS... SALUDOS