miércoles, agosto 19, 2009

"De encuentros y partidas"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 19/08/09)

A Carmen, porque tu regreso hará nuevamente bella a Puebla
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Fabio Morábito nos entrega su primera novela: “Emilio, los chistes y la muerte” (Anagrama, 2009). Novela que pasó por un proceso largo, pues antes de escribirla se dedicó al cuento, el ensayo y la poesía, destacando libros como “Lotes baldíos” (Premio Carlos Pellicer) y “De lunes todos los años” (Premio Aguascalientes), además tradujo al reconocido poeta: Eugenio Montale.
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“Emilio, los chistes y la muerte” se divide en tres partes y consta de ciento sesenta y seis páginas que cuentan la historia de un niño de doce años: Emilio que, aún gozando de la inocencia propia de un infante, ya conoce el significado del divorcio y la soledad. También se presenta la historia de Eurídice, una masajista que perdió a su hijo de doce años. Ambos cruzarán sus caminos en un cementerio viejo de la ciudad, casi derruido por no decir olvidado. Eurídice carga un duelo y tiene ganas de borrar el tiempo y la memoria; todo esto mientras Emilio tiene una extraña capacidad memorística que consiste en grabarse todos los nombres que ve en el cementerio.
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La vida, el destino, la suerte o las coincidencias hacen que estos dos personajes al ver que tienen un vaso comunicante -la soledad-, opten por buscarse. Ella encuentra en él al hijo que perdió y él haya a su primera amiga. El humano actúa según las circunstancias se lo permiten, por eso no es de extrañarse que estos personajes actúen como lo hacen: Emilio a punto de entrar a la adolescencia y lo que ello implica en el ámbito de la sexualidad; por otro lado Eurídice tiene mucho amor que dar, pues con la muerte de su hijo se encuentra vacía, incompleta.
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Ambos podrán saciar sus inquietudes y necesidades de forma clandestina en el único lugar que comparten y que por ende los une: el cementerio. Sin quererlo, la decisión que han tomado marcará sus acciones venideras. Y no es raro que el cementerio sea el escenario principal, pues con los muertos se van las verdades absolutas y quedan los recuerdos que alargan la vida, al mismo tiempo que manipulan la verdad; maniobras propias de la memoria.
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Fabio Morábito relata esta historia con una fluidez sorprendente, la cual sin duda es producto de sus años de trabajo en el género de la poesía. En “Emilio, los chistes y la muerte” el escritor invita a sus posibles lectores a reflexionar sobre la imposibilidad de ver al otro. Y creo, lo logra. Pues en el mundo real uno va deambulando sin saber exactamente qué lo une con el otro. Juan Carlos Canales, poeta tremendo y amigo, al hablar de las relaciones humanas, sobre todo las amorosas, comenta que cuando se logra descifrar por qué se encuentra con esa persona, la relación se acaba, ya que el misterio es lo que mantiene la unión. Así los personajes de la novela de Morábito: cruzan sus caminos sin entender exactamente por qué, pero al momento en que logran tener un pequeño ápice de luz, huyen sin dejar aviso alguno, aunque también suelen regresar por simple comodidad o miedo.

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