sábado, diciembre 20, 2008

En una madrugada de diciembre

Estos días han sido diversos, desde el pesado y aburrido cierre de semestre, pasando por el café compartido en alguna ciudad de Puebla con Pedro Ángel Palou, Sampedro y mi novia Carmen, y antes el breve recorrido que hice con mi amada mujer en el Complejo Cultural Universitario de la BUAP (sorprendentemente hermoso, sólo espero que sepan darle uso).
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Las tensiones siempre crean conflictos entre las amistades y las parejas, este cierre provocó pequeñas riñas –no graves- entre Carmen y yo, pero supimos salir avante, somos un buen equipo, sin duda alguna, nos queremos mucho.
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Otras de las grandes maravillas de las que estoy gozando este cierre de año, es el continuar reseñando libros para mi columna que mantengo en El Columnista lo que me va disciplinando en mi lectura, que cada día se va actualizando, más de lo que ya estaba y desde luego, sigo descubriendo a mi ritmo a esos libros que todos osan en llamar: indispensables, sagrados, importantes. Carmen me ha regalado hace meses atrás, pero apenas le encontré el momento apropiado, el libro más emblemático de Cortázar: Rayuela; y por mi cuenta, he decidido que es chance darle su oportunidad a Octavio Paz: El laberinto de la soleda. Ya está de regreso Pedro Ángel, buen momento para tomar a uno de sus escritores favoritos, para después discutirlo con él, al menos en la parte de ensayo., Luego vendrá el poeta, que es quizá, la parte que menos me llama la atención de Paz.
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Hablando de poetas, gracias al regalo que me ha hecho Pedro –el ciclo poético Bronwyn de Juan Eduardo Cirlot- ahora he comprado la reunión poética que hicieron hace no mucho en Siruela: En la llama, ya sólo falta tener Del no mundo, para hacerme de toda su poesía y leerlo de lleno. Desde que me lo presentó Pedro Ángel, no he dejado de buscar información de Cirlot, desafortunadamente en México no hay mucho de él –aunado a que se le conoce más como el hacedor del Diccionario de Símbolos, pero no en su fase poética-, razón que le ha llevado a Carmen a reanimarme para aventarme una tesis sobre Cirlot, debido a que sería un tema nuevo en México y quizá me abriría la oportunidad para buscar en una beca en España. La idea me gusta, pero prácticamente toda la bibliografía de Cirlot se consigue en España, casi no hay nada en este lado del charco.
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Se viene la navidad y es distinta para mí, hace años que no disfrutaba estas fechas de otra manera, no es lo mismo el poeta y su musa en sueños, que un poeta con una musa carnal, táctil. Hasta me da menos hueva cerrar el año, aunque ella sea un poco grinch, así me gusta. Eso nos otorga el nivel necesario para darle existencia a la armonía.

Ahora un poema de Cirlot, pertenece al poemario: Oda a Ígor Strawinsky y otros versos (1944).
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A María del Carmen
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Si sólo pudieses acercarte,
venir a este sollozo que sufre y permanece.
Si sólo pudieses, desde lejos,
mirar este desierto,
esta calma sin manos, este cuerpo
yacente, sin piernas, debatiéndose.
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Si solamente pudieras oírme,
si acaso, sólo, pudieras oír cómo te amo
sin alas, sin agua, sin labios
cómo te amo, ¡sí, sólo cómo te amo!
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Pero tú desconoces mi existencia
y vas perdiéndote en mi propio desamparo.
Tú desconoces el paisaje y se levante
cada una de estas miradas rotas.
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Y vives en una casa sin puerta ni ventanas
y no me oyes llorar cuando atardece
y no adviertes la sangre que mancha tu vestido.

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