jueves, mayo 07, 2009

El año mil

Diario Milenio-Puebla (07/05/06)
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Apropósito de tanta calamidad que nos ha traído la vida al inicio del siglo XXI he leído, en el espléndido ensayo de Georges Duby (Gedisa, 1996) que el año mil representó para los hombres europeos un año de miedo y temor, ante ellos mismos y ante la naturaleza. La Edad Media, bautizada así por los hombres del Renacimiento y de acuerdo a Le Goff, fue una etapa difícil para el hombre en su relación con la naturaleza.
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Me llamó la atención (hoy que hablamos de epidemias) el texto que apareció en Milenio el pasado 28 de abril bajo la autoría de Francisco Báez Rodríguez, “El otro virus… los untores” y que se refiere precisamente a una creencia popular que durante la Edad Media asoló a Europa: la presencia de los untores, personas que esparcían las enfermedades untando las manijas de las puertas con la sustancia que infectaría a quien se atreviera a tocarlas. La presencia de los untores (dice bien Báez Rodríguez) son quizá meras conjeturas que desmovilizan a las sociedades. Lo cierto es que, siguiendo al historiador Duby, el año mil, los hombres de Europa vieron “Los prodigios del milenio”. Hacia el 1014, un enorme cometa se vio claramente y durante meses en el cielo durante el reinado de Roberto. Era un cometa de intenso brillo que se ocultaba con el canto del gallo. Fue una señal milagrosa que tenía la forma de una espada.
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Luego, el 29 de junio de 1033, hubo un eclipse de sol “muy tenebroso” que duró desde la sexta hora del día hasta la octava: “El sol tornó el color del zafiro y llevaba en la parte superior la imagen de la luna en su primer cuarto”.
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Duby habla también de un combate de estrellas que observó Ademar de Chabannes en 1023, cuando “las estrellas combatieron entre sí como lo hacían en ese mismo momento las potencias de la tierra”.
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Y siempre que pasaba el gran acontecimiento sobrevenía una desgracia. A la aparición del cometa siguió el incendio de muchas ciudades, castillos y monasterios italianos; luego de la lluvia de estrellas el Emperador Enrique murió sin dejar hijos, y cuando hubo pasado el eclipse “la sangre cubrió la sangre” porque se oía hablar de “fechorías desconocidas entre los pueblos”.
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El año mil también vio los desórdenes biológicos, mismos que Georges Duby divide en Monstruos, Epidemias y Hambres. La complexión del hombre –reflexiona—también está sometida al desorden y aparecen los monstruos, el hambre y las epidemias que a su vez anuncias discordias.
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Ahora que se ha incrementado el miedo en el mundo por lo que todos conocemos y un untor moderno podría ser el jugador de las Chivas Héctor Reynoso, quien escupió al chileno Sebastián Penco, rival del Everton de Viña del Mar, durante un partido contra el Guadalajara en la Copa Libertadores, lo que lo hará quedar fuera hasta que termine el torneo. Un untor chiva de corazón. Que no haya otros como él.

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