jueves, diciembre 11, 2008

Se nos hizo tarde

Diario Milenio-Puebla (11/12/08)
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En mi colaboración pasada anoté que presentaría la novela de Fritz Glockner editada por B, Se nos hizo tarde en el Complejo Cultural Universitario. Adelanté sólo un poco de lo que leería para la ocasión. Completo ahora –y lo comparto nuevamente con ustedes— mi lectura de Se nos hizo tarde.
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Comienzo por el final de mi participación. Leí la novela de Fritz Glockner tan cerca en el tiempo como cuando, a la mitad de los años setenta, vi el cometa Kohoutek estacionado en el cielo durante casi un mes. En efecto: las referencias de los años setenta que sigo reteniendo son claras, porque ésa fue nuestra década juvenil. Nos tocó presenciar algunos prodigios del milenio, cosa que no le ha sido dada a ninguna otra generación: una final como la del Mundial México 70 entre Italia y Brasil/ Una película abiertamente antipsiquiátrica como Atrapado sin salida y una canción como “Imagina” de Lennon, entre otras muchísimas cosas que nos marcaron para siempre.
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En Se nos hizo tarde se narran dos historias paralelas que confluyen en un punto: los dorados años setenta. La historia del Instituto Oriente es el tema central y de ahí, convocados por alguien, veinte años después de haber terminado la preparatoria, los personajes van hablando de sus vivencias, de sus miedos y de sus experiencias. La nostalgia entonces invade desde el inicio hasta el final, las páginas de Se nos hizo tarde.
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Se abre una puerta y luego se cierra. Y en ese abrir y cerrar de puerta transcurre la historia: en retrospección los personajes reconocen ante el espejo aquello que dice en sus versos José Emilio Pacheco y que es el epígrafe que encierra el contenido temático: “Antiguos compañeros se reúnen./ Ya somos todo aquello/ contra lo que luchamos/ a los veinte años.”En la primera de las historias, Fritz Glockner es el historiador que habla de la fundación del Instituto Oriente. Se asoma a esa parte de la historia que tiene que ver con el fallido intento de fundar un sindicato no charro, al interior del plantel, en 1984. Glockner no abandona sus preocupaciones: en alguna de las páginas del libro menciona la Guerra Sucia del sexenio de Luis Echeverría.
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La otra historia, la que van contando los personajes de viva voz, es la historia de la ciudad y de sus habitantes, la historia del México donde los jóvenes vivíamos queriendo transformar el mundo. Éste es un testimonio de esa ansiedad por querer cambiar las cosas, de ahí que en la portada de Se nos hizo tarde aparezca la imagen del Che (que nunca faltaba en ninguna familia clase media), Rigo Tovar, Mafalda, Travolta, Meche Carreño, los Picapiedra y un micrófono a la usanza de esos años.
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Personajes vivos que nos trasladan hacia el torbellino de allá. La novela de Glockner está escrita para que los años pasados regresen en imágenes, en palabras. La otra historia puede resumirse en dos frases que he subrayado de Se nos hizo tarde: “Nosotros somos los fantasmas que hemos vivido con la información a trasmano de los ecos de lo que fue el 68”/ “¿Qué tanto se puede recuperar la vida desde la nostalgia?” Pienso que parte de la vida sí es recuperable si esa nostalgia no queda estática, tal y como lo aconsejaba Cortázar.

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