domingo, enero 24, 2010

De lesbianas póstumas y escaneos CAT-Nicolás Alvarado (El Universal/Opinión 24/01/10)

Es una suerte que hable yo inglés. Y no porque sea, como dicen, “la lengua de los negocios” (lo es, pero eso es cosa que me tiene sin cuidado, ya sólo porque me he descubierto un pésimo hombre de negocios) o siquiera porque se trate de un idioma hermoso, en el que se han producido grandes obras literarias (también lo es, y celebro haber podido leer a tantos anglófonos, de Shakespeare a Philip Roth, en su idioma original; también, sin embargo, he disfrutado a Dostoievski, a Goethe y a Dante, a pesar de que no domino sus respectivas lenguas). Lo que me hace, entonces, celebrar mi conocimiento del idioma inglés es algo mucho más sencillo: me permite comprender las películas en esa lengua que pasan por televisión (es decir la mayoría). Visto el estado que guarda el arte del subtitulaje en nuestro país, no es ése un privilegio menor.
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Me explico. Uno de mis canales favoritos es ése que antes solía llevar por nombre Cinecanal Classics y que hoy –a saber por qué– se llama Citystars, ya sólo porque me confieso devoto del cine clásico hollywoodense, que constituye la totalidad de la oferta programática de dicha señal. Hace unos meses, el todavía Cinecanal Classics dio una buena noche The Sun Also Rises, adaptación filmada por Henry King en 1957 de la novela de Ernest Hemingway que, en traducción española, conocemos como Fiesta. Hemingway no es uno de mis escritores favoritos pero he aquí que, de todas sus novelas, la que prefiero es justamente ésta. Como director, King tampoco es uno de mis preferidos pero, a decir verdad, tenía curiosidad por ver qué tal la pegaba Tyrone Power de Jake Barnes, el periodista expatriado al que la guerra ha dejado impotente en todo sentido, y sobre todo a la entonces bellísima Ava Gardner encarnar a Brett Ashley, mitad femme fatale, mitad trágica.
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Para la película, el guionista se inventa un diálogo entre Jake y Brett que no existe en la novela, acaso en aras de subrayar cómo la guerra ha marcado también al personaje femenino. Así, en una secuencia, Power espeta a una Gardner gloriosamente triste un “You used to be gay before” que, de acuerdo a la primera acepción de la palabra gay –la única conocida entonces y la única utilizable en el cine censurado de los años 50–, no puede querer decir sino “Antes eras alegre”. ¿Cómo lo pone el subtitulaje? “Antes eras gay”. Con lo que la heroína de Hemingway adquiere de súbito –sin deberla ni temerla– un pasado lésbico, que la transforma de mujer heterosexual que se debate entre la emancipación y los atavismos de género en machorra reprimida.
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Recordé el dislate hace un par de noches que veía, por Universal Channel, un capítulo de House, esa serie que trata de médicos y, primus inter pares, de uno neurótico pero genial. Yo no estudié medicina pero, nomás por haber sido paciente suficientes veces (no más que cualquier otro), sé que la prueba que mide la acción de las plaquetas se llama tiempo de coagulación y no tiempo de sangrado (traducción literal de bleeding time) y que no existe en español un estudio llamado “escaneo CAT” pero sí uno que responde al nombre de tomografía (o, si se quiere ser preciso y pomposo, tomografía axial computarizada, que eso quieren decir las siglas CAT: computed axial tomography).
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¿Mis deseos para los subtituladores chambones? Un tiempo de sangrado eterno, que los escanee un gato negro y que, una vez muertos, los difamen a propósito de su preferencia sexual. Es lo menos que merecen.

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