viernes, marzo 20, 2009

Explorador del mundo. (El Universal/Cultura 20/03/09)

Antes de iniciar sus labores en Canal 22, dedica tres horas de la mañana a escribir; ahora trabaja en una nueva novela
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Entre las siete y las diez de la mañana, puntualmente, Jorge Volpi escribe. El cambio en sus horarios —era un escritor nocturno— fue uno de los hábitos que adquirió al volver a México hace poco más de dos años, tras residir en San Sebastián y otras ciudades de Europa.
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Sentado en su oficina de Canal 22 —que dirige desde enero de 2007—, el creador de la serie de novelas Trilogía del Siglo XX admite que la verdadera sacrificada ha sido la lectura: acude a la palabra “dispersa” para definir cómo lee. Aún así no le falta tiempo para mantenerse atento y disfrutar, de manera especial, lo que hacen sus contemporáneos: desde los manuscritos de sus amigos del Crack, hasta las novedades de una editorial joven o, más allá, los recientes premios internacionales, como Là où les tigres sont chez eux, de Jean Marie Blas de Robles, ganador del Médicis, (aún sin publicar en español).
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“Con mis amigos del Crack —Ignacio Padilla, Eloy Urroz, Vicente Herrasti y Pedro Ángel Palou— seguimos intercambiando muy frecuentemente manuscritos. Normalmente intentamos ser muy duros entre nosotros”.
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Nacido en el DF en 1968, Volpi se formó con maristas; en la UNAM estudió Derecho y posteriormente se graduó allí como maestro de Letras Mexicanas. En la Universidad de Salamanca, España, hizo su doctorado en Filología Hispánica. Además de escritor, ha sido maestro en varias universidades, funcionario en el Servicio Exterior Mexicano y columnista de diversos medios.
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Se hizo lector desde muy niño: con no poca frecuencia el asma le obligaba a estar más horas que los demás ante los libros. Como escritor se inició hacia los 12 años: son cerca de dos décadas las que lleva de publicar y han sido más de 15 libros. Un conjunto de volúmenes diversos en cuanto a extensión, géneros narrativos —novela, ensayo, antología—; y temas —ciencia, política, literatura, historia—. Esos asuntos atraviesan los libros En busca de Klingsor, El fin de la locura y No será la tierra, que componen la Trilogía del Siglo XX.
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A la par de libros como éstos, Volpi ha participado en ediciones tan variopintas como una donde casi 70 escritores reflexionaban sobre Edgar Allan Poe —a quien buscaba imitar en sus primeros escritos—, o el inclasificable volumen que creó con Denise Dresser: México, lo que todo ciudadano quisiera (no) saber sobre su patria.
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Como con la lectura —que se permite en el coche, en medio del tráfico de la ciudad— el escritor encuentra el tiempo para el hábito de visitar librerías y tiendas de discos. Una o dos veces por semana destina un par de horas a su estancia en el antiguo cine Bella Época, del Fondo de Cultura Económica.
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De fuera de México recuerda con especial interés las librerías La Central, de Barcelona; la Mollat, en Burdeos; la Strand, en Nueva York, que es una librería de viejo, aunque reconoce ser poco asiduo a las de viejo de la calle Donceles, en el DF.
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“Una de las cosas que más disfruto es leer contraportadas. Es, como dicen, un género —lo han ejercido muy bien desde Juan José Arreola hasta Roberto Calasso—. Me encanta hacerlo, y descubro libros a partir de eso”.
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En sus horas de escritura, hoy Volpi teje una nueva novela corta: Oscuro bosque oscuro, que a finales de año publicará con la editorial Almadía. Con la idea de hacer ese libro —no da muchos detalles para “hacerlo un tanto más misterioso”— leyó todos los cuentos de los hermanos Grimm, aunque no será un libro para niños y sí abordará uno de los temas centrales de su obra: el poder.
“Aunque sigo publicando con Alfaguara, publicaré este libro con Almadía porque Martín Solares es un gran amigo mío, es un gran editor, y creo que es imprescindible que proyectos como Almadía o Sexto Piso continúen desarrollando lo que se perdió en las últimas décadas: editoriales mexicanas independientes, arriesgadas, sólidas, coherentes, capaces de devolver esa iniciativa editorial perdida a partir de los años 70 y 80 cuando prácticamente todas las grandes editoriales latinoamericanas fueron adquiridas en España”.
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Con todo y que gran parte de las lecturas de Jorge Volpi tienen como fin documentar los libros que escribe, el narrador no tiene por costumbre releer: “Tal vez es algo que me viene de niño. Prefiero la novedad. Sólo en casos muy extraños, y desde luego jamás como Carlos Fuentes que relee El Quijote cada año, no tengo un libro que yo lea con cierta meticulosidad cada tanto”.
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Aunque se precia de una complicidad con sus amigos escritores, mexicanos o no, asume que a la hora de escribir, el del escritor es un oficio más solitario que el de cualquier otro creador: “El trabajo literario sigue siendo solitario en doble medida: uno no es un artista que aparezca ante un público, sino que lleva a cabo un trabajo en solitario, pensando, quizás, en un lector imaginario como decía Umberto Eco. Uno tiene que intentar interpretar cómo puede ser ese diálogo con un lector al que nunca se está enfrentando, es una más de las construcciones imaginarias que tiene que llevar a cabo el escritor”.
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No le pone cuerpo a ese lector, sin embargo, sí ha intentado en sus obras más recientes una especie de juego con él: una suerte de trampas, guiños, provocación hacia ciertas reflexiones o dilemas morales.
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“La novela es una forma de explorar el mundo, explorar a los seres humanos, cómo se comportan, de qué manera somos y cómo es también en general la sociedad humana”, explica el escritor.

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