miércoles, febrero 18, 2009

"¡Qué viva el ocio!"-(Columna "El Guardián del diván"-Diario “El Columnista” de Puebla- 18/02/09)

No hay fin de semana más saludable para estos días de crisis que el pasado. Aclaro nada tiene que ver con el catorce de febrero. La sanidad de la que hablo me la provocó un par de ensayos demasiado frescos y combativos. El culpable, querido lector y lectora, es Rafael Lemus con su libro “Contra la vida activa” editado por -la desenfadada y bien dirigida- editorial Tumbona. Este libro viene a ser el round (o número) nueve, perteneciente a la colección “versus”. Lemus escribe dos ensayos: “Elogios de las cosas” y “Elogio del aburrimiento”. En ambos textos el nombrado autor invita al lector a reflexionar sobre su situación y contexto actual en el que se encuentra. Le pide unos minutos de su atención para discutir sobre un tema: la búsqueda de una vida feliz, plena. Lo que todo humano desea en esta vida.
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Pero momento querido lector, nuestro autor en cuestión no receta determinadas fórmulas para alcanzar la meta. Al contrario, combate toda ecuación conocida y sugiere que se despierte a la realidad que rodea y perjudica a cada uno de los humanos que habitan el planeta. Lemus, de manera combativa y amena, apunta que la vida contemporánea es extraña, contradictoria, pues en estos días la felicidad se vende como este asunto de trabajar muchas horas libres para obtener un sueldo “bien merecido”, aunque mal pagado, y así poder comprar artículos diferentes y objetos varios que nos harán la vida más placida. Y sobre todo se busca combatir al ocio (tiempo libre), ya que la nueva visión ve a tal como un mal social.
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Empero han olvidado que el ocio es saludable, porque es un respiro, una oportunidad para estar con uno mismo, para tirarse en el pasto y gozar de algo natural o simplemente para no hacer nada. Pero eso es insano y criticado. Los padres no pueden ver a sus hijos tirados en la cama un fin de semana, porque, dicen, desperdician su vida. Que mejor deben buscarse algo productivo que hacer como trabajar para obtener algún sueldo y volverse activos socialmente. Sólo así podrán entender lo que es la vida y convivir en ella. Lo cual no está alejado de la realidad. La estabilidad emocional, personal y social se gana trabajando ocho horas diarias en una oficina, soportando malos tratos del patrón; maltratando al cliente; comiendo fast food en el tiempo libre; viboreando al colega del escritorio vecino; llegando a casa fundido a medio comer luego ver las noticias y enterarse que al mundo se lo lleva el carajo. Eso señala Lemus es la calidad de vida que se anhela. Y se anhela, porque se tiene miedo a “no hacer nada”. En ese “no hacer nada” se puede leer un libro, ver una película, hacer el amor, ver la salida del sol en el mar, en fin, captar bellos momentos que podrán dar plenitud a la vida. Sin embargo, eso es no ganar dinero, es perder el tiempo y la vida es corta como para darse ese lujo.
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Un libro para leer en un rato de inactividad que al menos le arrancará una sonrisa, en el peor de los casos; en el mejor, le dará la esperanza de que aún es tiempo de no malgastar su vida, convirtiéndose en un ente sin ociosidad, como fueron en un inicio los trabajadores de “Metrópolis” (Fritz Lang). Hay que aspirar a la rebelión o la vida que plantea Jean-Pierre Jeunet en su “Amélie”.

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