domingo, septiembre 14, 2008

Breves notas dominicales, después de ser casi asesinado por un boiler

Escribir en antesalas al día pre-patrio y al mero día patrio (porque esta columna la empiezo a escribir desde el domingo) es extraño, de no ser por el regreso del fútbol, después de quince días y por los veinticuatro ejecutados en Ocyoacac, Edo. de México –aunque parece ser algo normal-, todo transcurre en densa calma.
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Un puente larguísimo y ansiado para los que estamos estudiando. De repente saber que uno se encuentra corriendo los últimos doscientos metros en la licenciatura, torna todo más pesado y desesperante. La sesión de estar vislumbrando, ya, la meta es una tortura extraña. Alegría y desesperación se juntan. Aunado a los seminarios de profundización, donde uno realmente sí aprende, pues en las materias de nivel básico, a veces, la calidad y dedicación tanto de maestros como de alumnos es deplorable.
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Este breve descanso, que para los del Collhi inició el viernes, lo pensaba aprovechar para ponerme al corriente con mis lecturas de Sherlock Holmes, así como de los libros que pienso reseñar en esta columna: Cuauhtémoc. La defensa del quinto sol de Pedro Ángel Palou y La novela según los novelistas de Cristina Rivera Garza, pero el pasado viernes al intentar prender el boiler de mi casa, me explotó levemente provocándome una quemada leve en la mano derecha y que las cejas, pestañas y bigotes se medio quemaran. Asunto que inmovilizó mi mano por un par de días, pues al ponerme la pomada para remediar la quemadura, no tenía otra opción que tenerla recostada, sin hacer nada, pues todo lo que tocaba con la derecha -mano principal para mí-, lo manchaba y dejaba como pegajosito. Algunas cosas las llegaba a hacer con la izquierda, pero era incomodo, extraño.
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Cuando estuvieron por esta ciudad de Puebla Cristina Rivera Garza y Álvaro Enrigue comentábamos que en estos tiempos salir sin el celular era como estar sin el brazo que más llegamos a ocupar, ya derecho ya izquierdo, y que estar sin internet es casi similar a la incomunicación. Pero, ahora que tengo semi-inutilizada la mano derecha debido a la quemadura, reviro, para decir que no tener celular no es para nada similar a no usar un día o dos la mano derecha por unos ratos, uno se llega a sentir inútil, estorbo o bulto. Cuando uno está “incomunicado”, al menos la vida puede seguir de una u otra forma.
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En la semana que se fue, interrumpí la lectura de novela de Palou, para avanzar con Sherlock Holmes, deje a la mitad el primer libro Estudio en escarlata, el cual ya hubiera terminado de no haber sido por lo que renglones arriba relaté. Debo decir que el libro es bueno, su estilo es curioso, interesante, aunque efectivamente hay lapsos de la novela se van tornando pesados, debido a la descripciones excesivamente detalladas. Aunque es un problema que me encuentro muy seguido con obras que no son escritas recientemente. Digamos de Faulkner, Capote, Nabokov en adelante. Pero eso, no le quita la calidad. Cuando uno está acostumbrado a las narraciones agiles que van directo al grano, se dejan de tanta descripción y crean imágenes narrativas muy portentosas que si no las entendiste tienes que regresarte al principio, para no perder el hilo de la novela; cuando te topas con novelas que a veces te otorgan al privilegio de saltarte descripciones, sin necesariamente perder el sentido de la novela, el conflicto literario, suele ser muy fuerte.
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Al parecer hoy será mi último día con la pomada para aliviar el daño sufrido por la quemadura. Antes de dormir, me lavaré, esperando ahora sí tener ganas y tiempo para poder leer, aunque sea, 10 páginas de Holmes o de Palou.
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El viernes pasado en el canal 22 dentro de un programa llamado Página Cero y que conduce Javier Aranda Luna, entrevistaron a Sergio Pitol, el verlo, ahí, hablando, me alegro la noche que ya se estaba tornando pesada debido a que llevaba toda el transcurso de ese viernes por la tarde y toda la noche con la mano cubierta de pomada. Aunque mucho de lo ahí contado, ya lo había escuchado de viva voz, cuando tuve la oportunidad de compartir con él, el pan y la sal, el año pasado, siempre es un deleite escucharlo hablar. Espero poderlo ver pronto. Es un personaje del que es imposible no encariñarse.

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