jueves, mayo 08, 2008

XXIX

Mientras Edna le platica a Roberto su antigua relación amorosa tan llena de lugares comunes, piensa, en sus adentros, en este siglo que le ha tocado vivir a ella, todo lleno de eternos retornos, viciosos, enfermizos. Un barroco mal hecho. Un mundo en el cual se ha perdido un poco ese encanto por la simplicidad... donde uno ya no cree tan fácilmente en nada... (aunque no sabe por qué pluraliza la debacle... si debería hablar muy en lo particular) siempre –piensa- se sospecha de una conspiración en las palabras. Entonces la comunicación se vuelve una falacia, o peor: un enigma, y la Esfinge acecha en cada pasillo, en cada página, en cada frase dicha al oído o leída en una ventana de mensajería instantánea, así, no queda más opción que volver a la base donde se hallé un lenguaje en verdad efectivo, que no mienta, pero la búsqueda es difícil, tortuosa, aun las formas primigenias de comunicación se han contaminado ya con algo de mentira. Ya no hay pureza, y si la hubiera en algún lugar recóndito, para alcanzarla se debe estar en una especie de trance: quizá un tanto ebria o intoxicada.
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Postmodernismo le llamo Roberto. ¿Perdón?, dijo Edna. Eso que dijiste sobre la comunicación y sus dilemas, se llama postmodernismo, argumentó Roberto. ¿Cómo, pensé en voz alta? Sí, y no sólo eso, también fuiste muy expresiva, me enterraste las uñas en el brazo mientras te explicabas, contestó, Roberto, con un dejo de dolor. Edna sólo atinó a pedir perdón y regresar a la narración de su pasado dolorosamente aburrido.

1 comentario:

Krmn Lilith dijo...

Jajajajaja... Chido jovenazo! Loco eso del postmodernismo... post mortem ismo ? Jo... yo sigo sin poder terminar el trabajo, pero eso sí, qué bien me malviajo...

Chau, loco