Busco una mujer que habita
en la espesura de las nubes,
cuando habla los dioses callan,
y las vírgenes le rinden tributo.
Una eternidad tarde encontrarte,
nací y morí setenta veces siete
y sigues blanca, cálida.
Mírame, herido
de manos y costillas,
cúrame con tus caricias
o mátame con un beso.
Pero no me dejes
reencarnar en tú búsqueda,
que siempre habrá un romano
para crucificarme.
Terminemos con esto Magdalena.
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