Un
día normal, pesado y sin poca gente en el museo, Friolento, lluvioso.
Puebla
luce triste. Ni se antoja caminarla, parece más atractivo encerrarse en casa y
no salir.
Un
día donde los abrazos son más disfrutables, donde el calor corporal de Dulce se
vuelve más reconfortador.
Un
viernes que me anuncia que mi vida social se reduce a dos cosas: literatura y
Dulce, al mismo nivel; aunque con su ausencia es más evidente que Dulce poblaba
mayormente mis días.
Un
día para visitar un café con Dulce, pero a falta de ello, se convirtió en un
día para permanecer en casa y acobijarse con la calma y la espera.
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