miércoles, mayo 16, 2012

Disentir es un verbo (Diario Milenio/Opinión 15/05/12)


La semana pasada, uno de los candidatos a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, visitó el campus de una prestigiosa universidad privada y jesuita en México: la Universidad Iberoamericana. Como lo atestiguan numerosas grabaciones en YouTube, y como lo han enfatizado tanto los que aplauden como los que condenan la acción, el encuentro entre estudiantes y candidato fue ríspido y dramático. Tanto la bienvenida como la despedida estuvieron signadas por las consignas enunciadas a coro, el abucheo espontáneo, los brazos alzados. Nada menos, pero tampoco nada más. En un país en que una guerra absurda e ilegítima ha desatado una violencia atroz que, según comentan analistas internacionales, ha alcanzado ya los niveles catastróficos, esta expresión de disenso solo puede ser calificada como civil. Vivimos, después de todo, en un país que nos ha acostumbrado a despertar con noticias atroces —49 cadáveres sin cabezas ni manos aparecieron ayer mismo en Cadereyta, para mencionar solo el hecho más reciente.

Para los que estamos acostumbrados al cariz crítico de los ámbitos universitarios, especialmente aquellos que pretendemos contribuir a la formación de un pensamiento y una acción críticas tanto dentro de nuestros salones de clase como en las relaciones que se establecen entre la universidad y la comunidad que le da sentido, las expresiones de desacuerdo acontecidas en el campus Santa Fe de la Universidad Iberoamericana son poco más que parte consuetudinaria de la energía estudiantil. Solo aquellos acostumbrados a jerarquías inamovibles y a estructuras rígidas de poder, o a los que viven en una torre de marfil, pueden en verdad sorprenderse ante la existencia de este tipo de manifestaciones. En las condiciones extremas en que se desarrolla la vida social del país, lo extraño no es que ocurran, sino que no ocurran más seguido.

Más importante que los gritos y las consignas que se corearon en los espacios públicos del campus universitario fueron, sin duda, el silencio y el respeto que campearon durante el desarrollo del evento dentro del auditorio de la institución de educación superior. El candidato del partido que gobernó a México durante aproximadamente 70 años del siglo XX tuvo la oportunidad de exponer sus puntos en un discurso solo de vez en cuando interrumpido, y eso más por aquéllos que gritaban en su apoyo que en su contra. Es de llamar la atención que, como puede comprobarse en la grabación que la universidad misma puso a disposición del público a través de su cuenta en Twitter, la sesión de preguntas y respuestas transcurrió de una manera organizada y dinámica, en un ambiente donde prevaleció el silencio sobre el grito.

Tanto los alumnos que pasaban al frente del auditorio para plantear preguntas como aquéllos que las hacían por teléfono desde filiales en Guadalajara y en Coahuila, se identificaban con sus nombres completos, brindando también información sobre su carrera y el semestre que cursaban. Todos saludaron al candidato, algunos usando el respetuoso usted e, incluso, el muy respetuoso “don”. Cualquier persona que haya sido profesor debió haber notado que no pocos de los estudiantes que se dirigieron al micrófono para plantear sus preguntas hicieron referencia directa a información obtenida o discutida en sus clases en el momento de contextualizar o, en su caso, explicar detalladamente, el contenido de sus preguntas (por ejemplo, cuando uno de ellos tuvo que regresar al micrófono para dar una definición de la palabra anomia, que el candidato no entendió).

Contra estereotipos que presentan a los estudiantes, y a los jóvenes en general, como criaturas sin memoria, o sin preocupación alguna por la memoria ya sea individual o social, los estudiantes de la Ibero plantearon preguntas surgidas desde el territorio tenso y crítico de una memoria colectiva y reciente. Se acordaron, por ejemplo, de la intervención del candidato en la Feria del Libro de Guadalajara, y citaron su elección de la Biblia como uno de sus libros de cabecera. Se acordaron, y citaron, las cifras de los femenicidios en el Estado de México. Se acordaron, y por eso pidieron una explicación, de las violaciones a los derechos humanos que acompañaron a la represión ocurrida en San Salvador Atenco en el 2006, cuando Peña Nieto era gobernador del Estado de México.

Pero a los alumnos de la Ibero no solo les importaba la memoria reciente, sino también, acaso sobre todo, la memoria futura. Armados de artefactos tecnológicos propios de su condición privilegiada, los estudiantes no dejaron de grabar el evento de principio a fin y desde tantos puntos de vista como fueron posibles. Tal vez ellos no vivieron en carne propia las manipulaciones mediáticas del PRI en el pasado, pero en tanto parte de una posmemoria colectiva, se prepararon para defender su versión de los hechos.

Yo no sé qué tanta influencia tengan los hechos de la Ibero en la elección que celebraremos en poco tiempo. La historia de México nos ha enseñado una y otra vez, sin embargo, que cuando el malestar colectivo alcanza a los sectores medios, especialmente a los hijos de las clases medidas, se han registrado cambios cualitativos en el sentir social respecto al poder existente, y la legitimidad de ese poder. Mientras tanto, qué orgullosos deben sentirse los profesores de esos estudiantes que hacen preguntas relevantes y disienten sin caer en la violencia ni la confrontación gratuita. Yo, en todo caso, lo estaría.

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