martes, julio 06, 2010

La responsabilidad histórica de Moreno Valle-Pedro Ángel Palou(Diario El Columnista 06/07/10)

A lo largo de muchas semanas ya, casi las mismas que duró la campaña hemos venido analizando el comportamiento de las coaliciones, las propuestas –cuando las hubo, pocas-, los errores y sobre todo las carencias de nuestro estado en muchas de las áreas cruciales para el desarrollo social, humano y económico de Puebla.
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A muchos les molestó que aquí se pusiera el dedo en la llaga y que hablásemos del hartazgo social del electorado, del voto switcher que ahora sí podía creer en un cambio posible y en una transformación política radical de nuestro estado. Ese más de 55% que salió a votar el domingo –en otros estado la abstención fue del 60%- estaba convencido de lo que hacía, porque las elecciones no las ganan las encuestas, sino los votantes, en una democracia.
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A las encuestas –incluso a las de salida- en una sociedad cerrada, presa del miedo y de la zozobra continua, se las responde veladamente. Y se hace otra cosa en la soledad del voto, en el momento crucial en el que se tacha la opción que se prefiere. Y por eso eran tan cautelosos. Pero al final la elección no fue cerrada, sino superior a los doscientos mil votantes, casi el 11% mayor y además muy superior a la que llevó a Marín a la gubernatura hace seis años. Esta es, en serio, una elección distinta, con el peso de las elecciones federales, porque se disputaba por primera vez la posibilidad de una verdadera alternancia política y la gente, harta, lo supo. Incipiente o no esa es la democracia.
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Y los poblanos prefirieron democracia, apertura, transparencia. No quisieron más de lo mismo –junto con Oaxaca y Sinaloa le estropearon la ilusión del carro completo al PRI; incluso El País así piensa en su objetivo análisis del caso-, pensaron que si salían a votar cumplirían el sueño de la alternancia política del que aquí hablamos hasta el cansancio.
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Porque Rafael Moreno Valle ha prometido, por encima de todo –incluso de las promesas de marketing puro que todo candidato suelta-, ser el gobernador de la transición democrática en nuestro estado. Tarea titánica si pensamos en lo anquilosado de nuestra política. No sólo se necesita una nueva clase política –esa que hoy llegó a las alcaldías conurbadas, al congreso que si bien no tiene mayoría puede permitirse negociar, consensar, hacer política. Se necesita un primer compromiso: un nuevo pacto social en Puebla. Un pacto social incluyente, democrático y abierto que nazca de escuchar.
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En estos seis meses el gobernador electo puede, como en ninguna otra época hacerlo con tranquilidad y esfuerzo, pasión y paciencia. Puebla ya abrió los ojos, ahora los políticos tienen que hacer lo mismo.
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Y ese pacto social necesita, forzosamente, una reforma política radical. Puebla puede ser un laboratorio del país en materia de separación de poderes, de transparencia y rendición de cuentas y en participación política de todos los sectores sociales. El gobernador electo –le falta un día para la constancia de mayoría- ha dicho que este es un triunfo de los ciudadanos. Es cierto, pero la condición es que sean tomados en cuenta desde el principio como actores de este nuevo escenario político.
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Los votantes del campo –los de la Sierra Norte y la Mixteca- que votaron por la otra coalición tienen que ser integrados desde el inicio de ese plan de desarrollo, la condición de todo verdadero pacto es la inclusión.
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Las libertades de prensa son fundamentales en este periodo. La prensa amordazada o comprada denostó a Moreno Valle hasta el cansancio, lo repudió hasta la madrugada del lunes. ¿Con qué cara aparecen ahora grandes titulares, ocho columnas llenas de adjetivos: histórico, masivo, para calificar a su antiguo villano favorito? En la búsqueda del eterno chayote han mostrado de qué están hechos y han evidenciado que la prensa en Puebla es parte de la debacle política. Una reforma que implique dejar a la prensa hablar pero también dejar de pagar su subsistencia mediante los famosos convenios mordaza es fundamental. Una prensa crítica a la que los ciudadanos confíen no se hace en seis meses. Es parte de esa transición y nos llevará años.
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Adelgazar la burocracia dorada es apremiante. Moreno Valle lo hizo ya en la Secretaría de Finanzas y en el Congreso del Estado. No a la reduplicación de funciones entre dependencias y, sobre todo, organismos descentralizados y desconcentrados. Al pasar todas las funciones ejecutivas de un sector a la dependencia a cargo se eliminan, automáticamente, esa pléyade de zánganos que medran del clientelismo político. Y allí está la otra clave: no a las clientelas como formas de perpetuarse en el poder. Un gobernador de la transición que llega al poder mediante una coalición tan compleja como enorme debe negociar un primer gabinete de todas los colores: no un gabinete de políticos, sino de políticas públicas en donde estén representadas la izquierda, el centro y la derecha que lo llevaron al triunfo. Pero que estén, sobre todo, representados los ciudadanos que han depositado su confianza en una alternativa.
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Esa palabra es para mí la fuente de todo el pacto político del morenovallismo que hoy llega a Puebla de regreso, después de haber sido traicionado por el PRI inicialmente: confianza. El bien más preciado que el pueblo le otorga a su gobernante, ese pacto tácito que le dice: tú sí puedes, yo te delego mis sueños.
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En un comercial para el cine que se proyectó en la campaña Moreno Valle obligaba al público de las salas urbanas a ver la realidad indígena, pobre, incluso miserable de nuestro estado expulsor de migrantes. Prometía trabajar para ellos, para que no ocurra nada de lo que allí con innegable sentimentalismo se nos presentaba. Pero quien conoce los 217 municipios o los 6500 comunidades menores a mil quinientos habitantes en los que se dispersa la población de Puebla sabe que no sea trata de un ardid publicitario: era ahora o nunca antes de la votación histórica de la alternancia.
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Y es ahora o nunca en estos seis años que se pueda llevar a Puebla a otro estado de cosas. A juzgar por las promesas de campaña el diagnóstico ya está hecho, ahora se trata de empezar a trabajar, día a día, por una Puebla que no espera. La Puebla a la que se le prometió el metrobús, los proyectos productivos, la reorganización entera del aparato judicial, la reactivación económica y del campo. La Puebla de las mujeres y los niños, la Puebla de la educación de calidad de verdad. La Puebla de la historia y la cultura, del patrimonio que da trabajo, que es herencia y por ser heredable debe cuidarse, protegerse, pero sobre todo usarse. A reactivar nuestros centros históricos, nuestras zonas arqueológicas, nuestras industrias sin chimeneas y nuestra planta productiva.
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Porque fue el sentido de urgencia el que sacó a votar al ciudadano. Fue ese apremio lo que nos hizo pensar que esta vez, por qué no, la política podía estar al servicio de la gente.
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Por un nuevo contrato social de Puebla y para Puebla, todos debemos sumarnos y conservar nuestra mirada crítica pero también nuestra capacidad de solidaridad en la construcción, necesariamente colectiva, de la sociedad abierta, transparente y en crecimiento constante que deseamos con ahínco.

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