viernes, noviembre 20, 2009

¿Un nuevo panorama de la narrativa regional?

Nota de este blog: En particular no comparto mucho de lo expresado aquí, pero en pro de una libre expresión y apertura de opinión, es que publico el artículo del amigo y maestro Sampedro.
Es una pena que dos personas tan apreciadas y destacadas tengan un distanciamiento.
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Diario Milenio-Puebla (19/11/09)
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Quizá sea necesario hacer ahora un nuevo recuento que contemple el panorama que ha dejado la narrativa regional en los últimos sesenta años. Los límites temporales no son caprichosos, si se toma en cuenta que la investigación de don Enrique Cordero y Torres abarca hasta 1950. Después solamente apareció la investigación de Pedro Ángel Palou, Puebla, una literatura del dolor, pensada para el programa del Conaculta, que a principios de los noventa había demandado como un “encarguito” a todos los estados. En el caso de Puebla, el recuento de obras y autores corrió a cargo de un señor de apellido Del Postigo que no cubría los requerimientos mínimos y, por lo tanto, el proyecto se quedó a la espera en un cajón. Palou retomó entonces la investigación y fue así que decidió publicarla en la Secretaría de Cultura en 1995.
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Luego de Puebla, una literatura del dolor, no ha habido nada serio.
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Hay un par de “antologías” (o tres, ya no lo sé) que tratan de abordar el asunto: una elaborada sólo de manera coyuntural por el actual director de la Casa del Escritor, el maese Martínez Garcilazo, quien ya veía en el panorama cómo escalar a un cargo cultural. Esa “antología” debió llamarse “La veleta literaria”. De cualquier manera, sus endebles bases no tienen cimientos. No hay un estudio previo, es como si la hubiera preparado "El Borras".
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Hay otra llena de inexactitudes (lo dije en su momento) de Jorge Arturo Abascal, quien no tardaría en fusilarse sin pudor alguno a Lauro Zavala. Pruebas las hay. Tampoco cubrió las expectativas y el resultado fue más que nulo.
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Es indiscutible que ahora han aparecido otras voces, todas ellas surgidas como resultado de los talleres que se ofrecieron, aunque ya no existen por la incapacidad de sus actuales directivos, la Secretaría de Cultura. Definitivamente, esas voces merecen la atención de los críticos.
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En la antología de narrativa de Alejandro Toledo El hilo del minotauro (Fondo de Cultura Económica, 2006), el autor subraya que “los mapas literarios se forman siempre por piezas cambiantes”. Es la misma idea que, con otras palabras, exponía Pedro Ángel Palou en Puebla: una literatura del dolor.
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A lo mejor vale la pena intentar ahora una recapitulación de la nueva narrativa poblana. No lo sé, soy un tanto escéptico. En todo caso, quien se encargue de la tarea tendrá que contemplar que las antologías no deben basarse en la simulación, no se deben elaborar sólo en coyunturas y, ante todo, deben realizarse con la debida honestidad intelectual. Esto es, sin fusiles abiertamente cínicos y descarados que ofenden a los lectores.
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Que en todo caso las “piezas cambiantes” sean tomadas en serio. Mínimamente, creo.

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