martes, septiembre 01, 2009

Batallas de Nueva York

Diario Milenio-México ('01/09/09)
---
No es un parque temático, aunque igual lo parece. Tampoco es propiamente una pasarela, pero hay leyendas vivas que van y vienen. Se llama, oficialmente, Centro Nacional de Tennis Billie Jean King, si bien uno se guía por el conjuro mágico: US Open. Imposible ignorar la mística imperante: nada más dar un paso hacia dentro del estadio de tenis más grande del mundo, sabe uno que no está ya en Nueva York, sino en alguna suerte de coliseo esencial donde cada septiembre se escribe la Historia.
-
El Arthur Ashe es más que un estadio. Más allá de la cancha central donde ahora mismo juega Roger Federer, serpentea un laberinto de puertas y pasillos por cuyos meandros uno goza extraviarse. Más todavía cuando una rubia avanza por delante de ti, abre la puerta, cruza, la detiene, te obsequia una sonrisa y entonces haces tu mejor esfuerzo por fingir que es normal toparse con Martina Navratilova, la más grande de todas aquí y en cualquier parte. Momento ideal para tener presente que en un torneo Grand Slam lo extraordinario es moneda corriente. Dos minutos después, un recién cincuentón de mirada sagaz y sonrisa sarcástica cruza la misma puerta, con su mochila de raquetas Dunlop colgando de la espalda y el ímpetu de algún novato ilusionado. Es, nada más, John McEnroe. Cuatro veces campeón aquí, como Martina.
-
En el día inaugural, los dos reyes vigentes abren fuego y apenas encuentran resistencia. Devin Britton, rival de Roger Federer en la primera ronda, recién ha confesado que su única meta es no ser aplastado en el partido. Alexa Glatch tampoco tiene cancha para ilusiones, más allá de saberse obstáculo pequeño en el camino de Serena Williams. Acaso, al fin, la única sorpresa estuvo en los dos quiebres de servicio que Britton le ha arrancado al suizo arrasador, quien ganó 6-1, 6-3 y 7-5. Serena, por su parte, ha demolido a Glatch sin el menor asomo de piedad por dos parciales de 6-4 y 6-1.
-
Es todavía temprano para la épica. Los más fuertes ajustan los tornillos, en un descuido se les puede ganar antes de que terminen de ambientarse. Los demás sudan tinta para seguir aquí, y el resultado es una efervescencia que le quita el aliento al recién llegado. Si en los últimos días del torneo reina el drama de los sobrevivientes, el inicio es no menos que un festín donde, conviene recordarlo, todo puede pasar. Para botón de muestra basta el local John Isner, que le ha dado una zurra a Victor Hanescu en cuatro sets, sobre la cancha del estadio Louis Armstrong.
-
Decir que cualquier cosa puede suceder equivale a saber que nada será fácil para nadie. Camino de la cancha, Serena recorría los pasillos tensa y ensimismada por el duelo pendiente; un par de horas más tarde, tendida y perniabierta en el gimnasio con los tobillos a medio vendar, la campeona del año pasado se entretiene jugando a la trivia con mamá Oracene: una y otra se precian de conocer a fondo las canciones de Ice Cube. Tal es el otro lado de la magia, pues antes que un complejo de estadios y canchas —son catorce escenarios simultáneos— éste es un club de tenis. Si afuera se atropellan los cazautógrafos, en los salones priva el relajamiento. No conviene tener demasiado presente la dimensión del desafío mayor, hay que hacer como si no fuera mucho más que otro partido de tenis. El duelo se disputa primero en la cabeza que en la cancha.
-
Ya con la noche encima y el discurso reciente de André Agassi, Venus Williams se esfuerza por estar a la altura, pero pasa que Vera Dushevina ha asumido lo poco que tiene por perder, le rompió ya el primero de sus servicios y va tras el segundo: señal de que un Grand Slam pesa igual para todos. La rodilla maltrecha, el saque tambaleante… ¿Dónde está Venus? Llega la muerte súbita y en un descuido el set es de la rusa, que sin embargo sigue a siete triunfos del cielo. Tras un segundo set no menos errático, Venus se recupera ganando seis juegos al hilo, cede un servicio más y acaba recetando un sufrido 6-7, 7-5 y 6-3 que le devuelve apenas el alma al cuerpo. Puesto en términos simples, aquí no pasó nada.

No hay comentarios.: