jueves, octubre 09, 2008

Sociedad ovípara-Israel León O´Farril-(La Jornada de Oriente de Puebla-09/10/08)

Trabajando con ciertos libros me di cuenta de que citaban constantemente al Popol Vuh, ese libro colonial escrito por los mayas quiché, y que narra su versión de la creación del mundo, las peripecias de los gemelos divinos Hunahpú e Ixbalanqué, y una genealogía fenomenal de este pueblo. Al tratar de corroborar los datos citados en los textos que revisaba contra la versión del Popol Vuh que tengo, me encontré con que faltaba lo citado, o que estaba, pero con modificaciones. Al revisar la bibliografía correspondiente encontré que la traducción citada pertenecía a Adrián Recinos, publicada allá por los años 60 del siglo XX.
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La que sostenía en mis manos es de Ermilo Abreu Gómez y fue publicada unos años antes. En el prólogo, Abreu comenta que hizo una traducción menos críptica y más sencilla para acercar a las nuevas generaciones al conocimiento de tan valioso libro, es decir, le quitó y le puso para que a los muchachos de ese momento (los 50, si no me equivoco), no les pesara tanto la lectura, llena de referencias diversas y quizá un tanto confusas a dioses y personajes de la historia quiché.
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Imaginé una punta de muchachos granosos llenos de hormonas diciendo, “¡qué hueva!, este libro es una jaladota”, o algo así, pues no sé cómo se expresaban en esos años. Lo anterior nos lleva a reflexionar sobre la validez de tal acción: adaptar los textos antiguos para el consumo de las generaciones presentes pues, o el lenguaje ha muerto con todo lo que implica (mentalidad, idiosincrasia, ideología, religión), o es que se nos murieron a nosotros las neuronas para poder analizar algo así. Recuerdo, por cierto, que en la secundaria me dejaron leer precisamente la versión de Abreu, y que ahora que me encuentro escribiendo sobre el particular, me resulta corta e insuficiente.
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¡Chale!, en verdad me sentí bastante basto e ignorante, aunque al conseguir leer la versión de Recinos, me enteré que también es otra traducción y que existen otras varias debido a la dificultad de traducir un lenguaje tan complejo y las referencias que pueden tener significados distintos. Bien, menos mal, pero sigo sin convencerme de que Abreu haya hecho bien. No hace mucho, cuando estaba esperando en una librería poblana, se acercó un chico de secundaria a pedir un clásico y cuando se lo dieron –sólo publicado por Porrúa en una edición de ésas que tiene dos columnas por página– el chico palideció de asombro y preguntó si tenían la versión resumida. Afortunadamente, de ese texto en particular no hay, y el chico se fue, con libro en la mano y cara de terrible resignación, a enfrentarse con la inmensa hueva de leer. ¡Más chale, y más chale!
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¿Acaso dentro de 100 años alguien habrá de hacer una nueva versión de Cien Años de Soledad pues resultará ininteligible para los jóvenes del momento?
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En todo caso, imaginé a mis alumnos, y pensé que no podrían meterse a leer estos textos en sus versiones originales. Inmediatamente caí en la cuenta de mi error: estaba subestimando a los muchachos igual que lo hizo Abreu. Si ellos hubieran tenido una preparación mejor, podrían leer sin problema textos incluso más complicados y nos darían tres vueltas a los que decimos enseñarlas. Y es que con las últimas tendencias educativas –recientemente se habla de lo innecesario del docente, y se le da el horrible epíteto de “facilitador”, lo que me lleva a pensar que “facilitas” el cuerpo– donde se dice que hay que evitar enseñar a los jóvenes con libros complejos pues su cultura es por entero visual. Eso subestima a los muchachos, que no son tarados; al contrario, flaco favor les hacemos al no compartirles la enseñanza de textos tan interesantes, al pasarlos por el tamiz de la simplicidad para que “supuestamente” puedan entenderlos sus “supuestas” mentecillas inferiores. ¡Qué pedantería!
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Lo único que estamos formando son generaciones de holgazanes, haraganes –huevones pues–, que huyen despavoridos a la más leve insinuación de la lectura. No dudo de las legítimas intenciones de un Abreu, pero de no ser por ellas quizá no habría tenido que leer otra versión del mismo libro; tampoco quiero decir que se oculta en la decisión de Abreu un perverso plan para joder a varias generaciones posteriores con el objeto de que no lean y no piensen... No de él, pero sí de muchas otras personas –políticos y empresarios– que sólo ven en lo económico y lo fugaz el progreso de nuestras latitudes.
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Es como si tuviéramos a la gallina del cuento, pero en lugar de huevos de oro, pusiera huevos de harina o confeti, vacuos y llenos de cosas superfluas.
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Ya hay un Huevo Cartoon, cosa que me parece maravillosa; hay hasta un Hueboli, y no le pongo reparos; pero huevones mentales... bueno, eso es algo que debe preocuparnos a todos, no sea que al rato, con aquello de “facilitarles” la vida, se nos olvide comentarles que para vivir hay que comer, o lo que es peor, respirar... es que les puede dar hueva, pobrecitos...

1 comentario:

Anónimo dijo...

la neta me dio hueva leerte, hhahahaha... no como crees, pues que te puedo decir, sin palabras, me abriste los ojos y ahora siento la hiperactividad de leer mas, hahahaha... :D felicidades por tu blog que siempre me hace pensar mas las cosas... besos :*