jueves, mayo 15, 2008

Contrastes de fin de semana



Diario Milenio-Puebla (17/05/08)
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En el barrio de Los Sapos, a pocas cuadras del zócalo, asesinaron de manera fría, sin que aparentemente mediada motivo alguno, a un par de hermanos que a las dos de la madrugada del domingo 11 pasado salían de uno de esos peligrosos lugares llamados por sus asiduos clientes como "antros".
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La sola palabra (perdónenme lo anticuado) me produce escalofrío: antros. Los antros, para la gente de mi generación, eran sitios terribles donde se reunía sólo la escoria social. No sé si estoy pecando de clasista al decir esto, pero así era. Pero nuestras autoridades han declarado a la prensa que Puebla es una ciudad segura. No lo sé.
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Los hechos de la madrugada del domingo dicen lo contrario. Sólo van algunas preguntas: ¿en dónde estaba la policía cuando ocurrieron los hechos? ¿Por qué nadie hizo nada (absolutamente nada) para detener a esos sanguinarios delincuentes? Hay una familia que está sufriendo, unos padres que han perdido a sus hijos José Carlos Tabares Rodríguez y Samuel Leonardo. Y en el barrio de Los Sapos, agredidos a puñaladas.
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No es la primera vez que esto ocurre por ahí, lo que demuestra que no hay vigilancia ni hay autoridad. A la mañana de ese domingo, todo pasó a la normalidad. No había rastros de nada. El domingo por la tarde amenazaba lluvia, y los anticuarios se fueron retirando temprano. Ignorante aún de la tragedia, yo caminé por ahí mientras las nubes se despejaban un poco. No fue sino hasta el lunes 12 que leí los encabezados en la prensa.
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Los antros me siguen pareciendo un verdadero espanto. Quienes entran a esos lugares ignoran cómo saldrán. Aparte de que son inseguros, me han platicado que a veces quienes son contratados para resguardar el orden son quienes protagonizan la violencia.
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Ese domingo, ese mismo domingo, en el zócalo de la ciudad, un numeroso grupo de gente, en su mayoría jóvenes, organizaron un ruidoso concierto de cristianos evangélicos. Desde la estructura de acero, ellos y ellas alzaban sus banderas blancas con la leyenda “Cristo Jesús Vive” y el símbolo del pez. Ellos y ellas cantaban frenéticos las letras que se reproducían atrás del grupo de cantantes en unas pantallas gigantes.
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Arriba, el cielo se iba abriendo en medio de un bochorno atroz. Y los jóvenes seguían en su abrazo frenético y comunitario. Estaban ahí reunidos los trovadores de Dios, en el zócalo de la ciudad.
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Horas antes, en otro lugar muy cercano al zócalo, en la Plazuela de los Sapos, en la misma calle donde están las "Pasitas", orgullo turístico y rareza nacional, dos jóvenes perdían la vida a manos de la delincuencia. La vida tiene sus contrastes.
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Ellos —los hermanos Tabares Rodríguez— murieron inesperadamente en Los Sapos. ¿Cómo se detendrá la delincuencia? Eso tampoco lo saben los trovadores de Dios, que frenéticos cantaron en el Zócalo. El mismo día.

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