domingo, marzo 09, 2008

La voz que no está

Hace un mes, justo antes de salir a las vacaciones de verano, en una de las aulas abandonadas de la preparatoria puedo jurar que tuve el sexo más tremendo del mundo. Roberto es tan experimentado, los cinco años que me saca de diferencia creo si han servido de algo. Es un poco tonto, cierto. No puedo negarlo. Aún juega a las luchitas como si estuviera en la primaria, el colmo sería verlo jugar a la guerra con una pistola friccionaría creada por su mano. Lo peor de todo, es que es capaz. Pero sus manos lo borran todo, acarician de una manera que no puedo describir. A pesar de que abarcan mis diminutas, pero firmes bubis; no lo hacen con brusquedad, si no lentamente. Y si a esa ternura le agrego la adrenalina que me provocaba el peligro de ser descubiertos, la sensación aumentaba más. Supongo que es la misma cosa que ha de sentir un asesino cuando se encuentra apunto de finalizar su fechoría en algún lugar público. Quizá eso expliqué el por qué existen tantos violaciones y asesinatos.

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Hoy es el regreso a clases. Empieza el quinto semestre de preparatoria y nos han avisado que la profesora que nos daba literatura se ha jubilado. Entonces algo inimaginable sucedió o tal vez no tanto. El Director fue a presentarnos al nuevo sustituto. Dijo que se llama Ignacio, que ha publicado cuentos en diversas revistas del país y que hace unos años estudió en la misma preparatoria a la que ahora asisto. El tal Ignacio realmente es equis, ni guapo ni feo, vaya ni siquiera simpático. Se cree un sabelotodo. Nunca creí que mi sueño de saber jubilada a esa bruja se volvería realidad tan pronto. Pero tampoco espere que la fueran a reemplazar con un páyasete de tal calaña. Caray, ni la pendejita de Lorena me caía tan mal como nuestro nuevo profesor. Sin embargo, hay algo que me llama mucho la atención de él. No sé qué.

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Ya van tres meses de clases con nuestro nuevo profesor, que prefiere le hablemos de tú. Según lo intimida más el trato de usted. Tengo que reconocer que sabe mucho de literatura, aunque me sigue cayendo mal. No puedo creer que odie tan fervorosamente a Edgar Allan Poe, tanto que me fascina a mí. Si me gusta leer es gracias a los cuentos de Poe que me regaló alguna vez mi padre. Es inaudito, no puede despreciar a Poe, así porque sí. Si al mismo Roberto, que no pasa de comprar revistas de viejas semi-encueradas, dice que a mi me ama, que a ellas sólo se las quiere coger mentalmente, goza de las tardes de sábado cuando recostados en el sofá de mi casa, le leo algún cuento de Poe.

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Falta poco para salir a las vacaciones de diciembre. Ignacio propuso en el salón un intercambio de libros. Qué cursi, pero al menos no tan estúpido como el intercambio de tasitas, boxercitos o tanguistas. Él también entro en el intercambio. Me va a dar un libro a mí según el papelito y el gasto es mayor de ciento cincuenta y menor de doscientos. Libre elección y el día pactado es el dieciocho de diciembre.
Ha llegado el dieciocho de diciembre y él me ha regalado dos libros, uno de corte policíaco: A sangre fría de Capote, cuya dedicatoria decía: para que leas una verdadera novela basada en hechos reales, la ficción de Poe, es buena, pero es más difícil hacer que la ficción se confunda con la realidad, y otro de un autor cuyo nombre se me hace muy raro: Nabokov, según dice el libro, y Lolita es el título, a este sólo le escribió: Aquí la historia de una niña que como el propio autor dice: “tiene una piel suave como el marfil”. Los libros se ven prometedores, espero leerlos en estas vacaciones.

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En viernes tres de enero y en tres días regresamos a clases, es otro semestre, el número seis y último, después la Universidad. Aún no sé qué estudiar. He terminado de leer el segundo libro que me regaló el maestro Ignacio, es fascinante. Una niña de unos trece años enamorada de un profesor que vive en su casa y que le triplica la edad. La niña es sensual y tierna, creo es propio de la edad. Ahora entiendo por qué mi padre me protegía tanto a esa edad. Seguramente temía que me pasará lo mismo que a esa niña. Lastima que no paso, hubiera sido tan extravagante esa experiencia. El de Capote o lo he leído, su dedicatoria se me hizo demasiado retadora. Quién se cree para hablar así de Poe.
Ayer me vi con Roberto creo me he empezado a aburrir de él. No estoy segura, pero sus caricias ya ni siquiera me gustan. Espero sea tan sólo una etapa. No me imagino mi vida sin él, sería tan aburrida. Quizá sea la sensación de haberlo visto todos los días. Seguramente al regresar a clases y volver al ritmo de antes, de vernos sólo los fines de semana, todo vuelva a la normalidad.

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Ya van dos días de haber iniciado las clases. Me fascinan los temas que vamos a ver. Erotismo es por el que más curiosidad siento. Ignacio nos ha prometido ver a escritores que dice son buenos: Sade, el que más recuerdo entre los tantos que nombró y dijo que también veríamos el de Lolita. Pienso proponerle que me de chance de exponer sobre el tema que trata el libro. Me gustó mucho. Roberto dice que a eso se le llama proyección. No sé, quizá tenga razón. Su mayoría de edad casi siempre impone. Pero mejor debería preguntarle a Ignacio, al fin y al cabo, él sabe más sobre esta materia. Roberto lo único que ha leído son los libros de texto que le dieron en la escuela.

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Vienen las vacaciones de Semana Santa y el sexo con Roberto es más aburrido de lo que creí. Sus caricias nunca tuvieron gracia. Me excitan más las escenas que leemos en las clases de literatura de Ignacio que los bruscos besos que me da Roberto. En lugar de besarme, parece que me quiere comer como a una hamburguesa. Puede ser que ayude mucho la forma con lee Ignacio los fragmentos eróticos, le pone tanta pasión que es imposible no sentir.

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Por fin encontré la definición exacta para expresar lo que últimamente significan mis encuentros íntimos con Roberto. Ignacio en la semana después de las vacaciones santificadas, nos leyó unos poemas de un tal Bukowsky. Sólo habla de coger con viejas. De tratar a la mujer como un objeto y no como una persona. Creo siempre he sido eso para Roberto. Inclusive tiene más privilegio en Bukowsky el acto de tomar cerveza que el de tener sexo con una mujer. Al menos eso he entendido. Pobre poeta borracho y pinche novio caliente el mío, seguro serían amigos del alma si se hubieran conocido.
Mañana le pediré tiempo a Roberto. Mi madre me dijo que los borrachos siempre son mala influencia en la vida, y que todos los borrachos también son mujeriegos.

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No fue difícil pedirle distancia a Roberto, lo asumió con demasiada naturalidad. Dijo que no había ningún problema que entendía y me iba a esperar el tiempo necesario. Sin embargo, me siento vacía. No tengo ganas de ir a clases, pero tampoco me quiero perder mi clase de literatura. Ignacio confía mucho en mí, tal vez sea por mi excesiva atención que pongo a su clase. Lo mamoncito no se le ha quitado, pero su dulce y sensual voz es lo que me agrada, al menos cuando leemos textos eróticos.
Leímos a un autor que dicen es bueno, solía llamar Julio Cortazar, está bien muerto. No recuerdo cuantos años, pero lleva demasiados. Subraye un fragmento que me gustó demasiado: “…entonces había que besarla profundamente, incitarla a nuevos juegos, y la otra, la reconciliada, crecía debajo de él y lo arrebataba, se daba entonces como una bestia frenética, los ojos perdidos y las manos torcidas hacia adentro, mítica y atroz como una estatua rodando por una montaña, arrancando el tiempo con las uñas, entre hipos y un ronquido quejumbroso que duraba interminablemente.", está ubicado en la página 153 y pertenece al capítulo 5 de una novela que tiene el nombre de un juego de niños: Rayuela, según dice una anotación en las copias de los fragmentos que nos dio Ignacio. Cuando lo leyó, no sé si fue coincidencia o al propósito, pero lo hizo cerca de donde yo estaba, sentí que se dirigía a mi. Si no fuera mi maestro en ese momento me hubiera parado a darle un beso. Hace tiempo que su voz me viene causando una sensación extraña, novedosa. Hoy fue la culminación. Su voz me enamora. Él no lo se ha de imaginar cuánto, porque creo para él sólo soy una alumna más. ¿Y sus sonrisas hacía mí no significarán nada? Espero que sí, sería como revivir lo escrito por Nabokov.

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En la noche me hablo Roberto, dice que ya casi es mayo y sigo sin darle alguna noticia mía. Que ya no sabe qué hacer sin mí. Dice extrañar cada parte de mi cuerpo. Hasta tuvo el atrevimiento asqueroso, aunque un poco sexy tengo que reconocer, de contarme cómo se masturbo una de sus tantas noches de desesperación mirando una foto mía en la que aparezco en bikini. Su relato se me hizo un poco innecesario, pero me hizo sentir una sensación de poder, supremacía sobre él.
Desde luego, le pedí perdón y le dije que ayer soñé con él, obvio que le mentí. Realmente mi sueño era con Ignacio. Me lo imagine acostado en mi cama leyéndome algún fragmento literario, mientras yo lo empezaba a desvestir lentamente.

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Mañana se termina el curso y temo que mi vida se vuelva inmensa e invariablemente aburrida. Roberto ha dejado de buscarme, creo se canso. Ignacio nos agradeció la oportunidad de haber podido trabajar con nosotros y que ojalá y mantuviéramos el contacto todos con él, que le mandemos mails para contarle de México, pues en un mes se irá a Alemania a estudiar una maestría en filosofía nietzscheana.
No aguante más y le escribí una carta excesivamente sincera. Le escribí que lo amaba, que soñaba con él y que su voz me provocaba muchas sensaciones que ni yo entendía.
Nunca me respondió. Seguramente me tiro a loca, o pensó: otra más que cae.
Al mismo tiempo que Ignacio se va a estudiar a Alemania, yo ingresaré a la Uni, me decidí por arquitectura, dicen que es lo más cercano a la escultura, bueno según mi padre.
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Qué curiosa es la vida. De mi vida salió un Ignacio, pero ha llegado otro. Este sí tiene cuerpo, cara bonita y viste bien. Al igual que Roberto es un poco tonto, pero no tiene vicios o al menos no tan marcados como Roberto. Lo malo es su voz, tan sin chiste. Tenemos más de un mes saliendo como amigos. Pero ayer me dijo: Claudia me gustas demasiado y una chica como tú, o sea yo, es difícil de encontrar. Dijo que mis labios se le antojan por la frescura que irradian. Si supiera que han besado ya bastantito. Le dije que sí, es obvio que seré su primera novia. El pobre temblaba como venado bebé cuando empieza a caminar. No podía ni verme a los ojos. A lo más que atinaba era a acariciarme la mano, que tierno se me hizo, pero asqueroso también, la mano le sudaba, parecía que traía al mismísimo diluvio en su mano.

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La ventaja de este Ignacio es demasiada. Es inexperto en el sexo, así que por fin puedo tener el control absoluto de la situación. Podré enseñarle cómo acariciarme: con la brutalidad con que lo hacia Roberto, agregando la dulzura con que leía mi primer Ignacio.La voz sigue siendo el inconveniente. Pero si la literatura es capaz de hacer sentir lo que Roberto no pudo lograr, seguramente el recordar la voz de Ignacio I me haga disfrutar más el sexo primerizo y dulce con este mí Ignacio II.

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