viernes, octubre 12, 2007

Desde tu histórica altura...



Diario Milenio-Puebla (12/10/07)
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El 9 de octubre del ‘67, yo todavía no era “arrojado” a este mundo (qué heideggeriano). Un general boliviano disparaba, con mano trémula, sobre el pecho de Ernesto Guevara de la Serna. “Dispara ya, que viniste a matar a un hombre,” fueron las últimas palabras del guerrillero argentino-cubano. En la escuelita boliviana La Higuera, aunque capturado, maniatado, imposibilitado, moría un hombre de pie.
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Octubre, 2007. Los jóvenes del nuevo siglo continúan apolillados bajo toda la parafernalia mercadotécnica del Che. Playeritas chica/mediana/y/grande; llaveros para las “revolucionarias” llaves de la casa, del carro; encendedores que, congruentemente, encenderían habanos, pero que, en su lugar, alumbran Marlboro o Camel; no digamos los afiches con aquella foto que Alberto Korda tomó sin afán de dinero, esa imagen de Ernesto Guevara viendo hacia el horizonte, después del desastre del buque francés, con esa legendaria expresión de rebeldía, de América Latina, del hundimiento yanqui, de la patria o la muerte. Y a eso nos dedicamos: a comprar retratos, playeras, encendedores, llaveritos del guerrillero. ¿Y hasta dónde se olvida la importancia de su vida, su herencia, sus pasos por el Congo, Tanzania, Praga, Bolivia, Guatemala? Como si cargar su imagen en un simple souvenir nos hiciera revolucionarios. Como si decir “Hasta la victoria siempre” nos hiciera revolucionarios. ¿Acaso a Ernesto Che Guevara le hubiera gustado este plástico y esencialmente vacío despliegue de publicidad y mercadotecnia? ¿Acaso los empresarios que se benefician de su fotografía son partidarios de lo que representa una figura así?
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A cuatro agitadas décadas de la muerte del Che, soldado y ciudadano de América Latina, los jóvenes, que somos quienes más nos identificamos con él, al menos en apariencia (por pose, por esnobismo, o por una real admiración hacia él), nos estancamos superficialmente en la figura de Ernesto Guevara, sin apreciar su valor histórico, político y social, sino viéndolo como un hombre mil veces fotografiado, como si hubiera sido un gran astro del pop.
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Hasta siempre, comandante.

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