lunes, junio 04, 2007

Introspección LXI.

Roberto desea volver a ella, Lucía, y a esas ansias de desvestirla para llevarla en seguida a la cama y dejar que la pasión o la calentura hagan lo suyo. Convertirse ambos en presa del sexo salvaje y al terminar el acto, fumar juntos un habano como signo de unión y para recordar su viaje a Cuba y su pasión por Ernesto “Che” Guevara.
Nada mejor que conjuntar en un sólo lugar las pasiones que más disfrutaban.
Si el paraíso existe, se llama Cuba y la gloria es tener el sexo más pasional en uno de los tantos hoteles con vista al mar, al infinito, y luego, como postre fumar un habano.
Lucía la representación más exacta del Infierno, que Roberto puede tener en su mente. El sexo con Lucía siempre fue y es tentador, pero es un sexo que quema honda y la sensación dura días. Las reglas eran claras: si quieres andar conmigo, debes entender que sólo serás mi juguete sexual. Odio el amor, no creo en eso y los hombres lo único que tienen de interesante se llama: pene, lo demás no sirve. Sentenció Lucía al conocer a Roberto y saber de sus intenciones.
Coger y ya, acepto Roberto, de día no nos conoceremos y por las noches seremos el principio y fin.

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