viernes, marzo 16, 2007

Introspección XXXVIII.

Ha sido una semana pesada.
Las cosas en casa mejoraron. En la facultad siguen su rumbo normal y caótico. Son fechas de elecciones para consejería universitaria. Es una época de canibalismo autentico, pareciera que se juegan los intereses de todo un país, quizá sí, no lo sé. Son fechas agotantes y desesperantes. Pronto acabarán. Casi no gano nada, pero pierdo mucho. No está escrito, ni dicho que este mundo deba ser equitativo, ni justo. Hay que dar más de lo que se recibe. Hay que poner no la mejilla para que peguen, sino toda la cara para que te la desfiguren. Nunca nos dieron a escoger que tipo de vida social, económica, estatal, nacional y mundial queríamos. Somos parte de un gran teatro, donde nuestro papel ya está escogido y es heredado de generación en generación. El cambio requiere no sólo esfuerzo, también se te cobra con la vida y en la mayoría de lo casos el único pago es el anonimato. No escoges cómo deben ser tus hijos y viceversa. Amas a la persona menos idónea y la correcta o no se fija en ti o uno está tan enamorado de lo prohibido que otrora no existe en nuestro mapa personal. Nunca estamos conformes. Siempre queremos más y más. Cada día usamos una máscara distinta. La autenticidad dejo de existir desde años atrás. Mientras más original se intenta ser, más imitativo se vuelve uno.
En estos días me di tiempo para leer otras dos propuestas de Italo, la de Visibilidad y Multiplicidad.
Transcribo la explicación de por qué la Visibilidad es considerada por Italo como uno de los valores a salvar para este milenio:

Si he incluido la Visibilidad en mi lista de los valores que se han de salvar, es como advertencia del peligro que nos acecha de perder una facultad humana fundamental: la capacidad de enfocar imágenes visuales con los ojos cerrados, de hacer que broten colores y formas de alineamiento de caracteres alfabéticos negros sobre un página blanca, de pensar con imágenes. Pienso en una posible pedagogía de la imaginación que nos habitúe a controlar la visión interior sin sofocarla y sin dejarla caer, por otra parte, en un confuso, lábil fantaseo, sino permitiendo que las imágenes cristalicen en una forma bien definida, memorable, autosuficiente, “icástica”.

Italo hace ya veintidós años se preocupaba por algo que nos afecta a todos, la falta de imaginación, producto de la carga constante que recibimos por medio de la televisión, el cine, el internet y las mamparas publicitarias. Haciendo así a nuestra mente menos apta para recibir información con demasiado texto. No tenemos tiempo para imaginar, necesitamos recibir exactamente lo que el otro desea transmitir a cada ser humano que nos habita.

Los requisitos que un texto debe tener para cumplir con la Multiplicidad:

(…) Tenemos el texto unitario que se desenvuelve como el discurso de una sola voz y que resulta ser interpretable en varios niveles (…).
Tenemos el texto múltiple que sustituye la unicidad de un yo pensante por una multiplicidad de sujetos, de voces, de miradas sobre el mundo, según ese modelo que Mijail Bajtin ha llamado “dialógico” o “polifónico” o “carnavalesco”, y cuyos antecedentes encuentra en autores que van de Platón a Rebeláis y a Dostoievski.
Tenemos la obra, que ansiosa por contener todo lo posible, no consigue darse una forma y dibujarse unos contornos, y queda inconclusa por vocación constitucional, como hemos vista en Musil y Gadda.
Tenemos la obra que corresponde en literatura a lo que en filosofía es el pensamiento no sistemático, que procede por aforismos, por centelleos puntiformes y discontinuos, (…).
Entres los valores que quisiera que se transmitiesen al próximo milenio figura sobre todo éste: el de una literatura que haya hecho suyo el gusto por el orden mental y la exactitud, la inteligencia de la poesía y al mismo tiempo de la ciencia y de la filosofía (…).
(…) ojalá fuese posible una obra concebida fuera del self, una obra que permitiese salir de la perspectiva limitada de un yo individual, no sólo para entrar en otros yoes semejantes al nuestro, sino para hacer hablar a lo que no tiene palabra, al pájaro que se posa en canalón, al árbol en primavera y al árbol en otoño, a la piedra, al cemento, al plástico.

Una obra completa es lo que pide Calvino, una novela que te divierta, pero te haga pensar. Que sea rica en estructura, pero leve en su lectura. Que tenga un lenguaje cuidado. Que sea directa, clara, concisa. Que describa cuando tenga que hacerlo. Que el escritor no se proyecte del completo y deje hablar a los personajes, pero también a esas otras voces que va heredando y después las transmite como suyas.

Quizá este libro sea una nueva forma y propuesta de hacer teoría con la literatura de este nuevo milenio.
Sin duda, Italo era un gran visionario.

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