domingo, marzo 11, 2007

Introspección XXXVI.

Veinte páginas las dedicadas por Calvino para hablar de la Rapidez. Ejemplos demasiados, extensión la normal, información bastante, pero las leí en un santiamén. Parece que leí la mitad de páginas. Cuando menos lo vi, ya había terminado de leer.
Asistí pues al ejemplo puesto en práctica.
Aquí algo de lo dicho por Italo:

(…) El siglo de la motorización ha impuesto la velocidad como un valor mensurable, cuyos records marcan la historia del progreso de las máquinas y de los hombres. Pero la velocidad mental nos e puede medir y no permite confrontaciones o competiciones, ni puede disponerlos propios resultados en una perspectiva histórica. La velocidad mental vale por sí misma, por el placer que provoca en quien es sensible a este placer, no por utilidad prácticas que de ella se pueda obtener. Un razonamiento veloz no es necesariamente mejor que un razonamiento ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez.
Cada uno de los valores que escojo como tema de mis conferencias, lo he dicho al principio, no pretende excluir el valor contrario: así como en mi elogio de la levedad estaba implícito mi respeto por el peso, así esta apología de la rapidez no pretender negar los placeres de la dilación. La literatura ha elaborado varias técnicas para retardar el curso del tiempo; he recordado ya la iteración; me referiré ahora a la digresión.
En la vida práctica el tiempo es una riqueza de la somos avaros; en literatura, el tiempo es una riqueza de la que se dispone con comodidad y distanciamiento: no se trata de llegar ante a una meta establecida: al contrario, la economía de tiempo es algo bueno porque cuanto más tiempo economicemos, más tiempo podremos perder. Rapidez de estilo y de pensamiento quiere decir sobre todo agilidad, movilidad, desenvoltura; cualidades todas que se avienen con una escritura dispuesta a las divagaciones, a saltar a de un argumento a otro, a perder el hilo cien veces y a encontrarlo al cabo de cien vericuetos.

Vaya que la vida fue rápida con él. Jamás llegó a dar las conferencias. Las conocemos porque quedaron escritas.
Y tiene razón. La vida es rápida. Un día estaba besando a una mujer de cuerpo pecaminoso y al otro día me estaba diciendo: ya me aburrí de nosotros.
En un rato leeré en qué consiste la Exactitud.

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