domingo, diciembre 03, 2006

Cuento desesperado XVI

Estás sentado en tu sillón de descanso, vistes zapatos negros, bien boleado como te lo ha pedido tu madre cada que se entera de que tendrás una cita con una amiga, has estrenado pantalón nuevo, extrañamente también es del color de tus zapatos, para combinar y rematas con una camisa verde militar. Te has perfumado con la loción que tu padre manda a traer a tu hermana cada que viene de visita, es una loción especial, no importa la marca, sólo la procedencia: París, la ciudad de las luces y la cultura, al menos eso te han hecho creer en tu preparatoria. Mientras esperas en el sillón, observa el reloj, ya se acerca tu momento, lo que tanto esperabas desde que cumpliste los dieciséis. Son las ocho de la noche, te paras del sillón y te ves por enésima y última vez te contemplas en el espejo, una revisión de cuerpo completo, no puedes dejar ir ningún detalle, esta noche debes lucir como todo un galán de hollywood.
Has bajado raudo las escaleras de tu casa, no sin antes hacer una escala en el baño, hay que vaciar todo el miedo y nervios, no puedes equivocarte, no hoy. Es tu día. Ya estando en la puerta, revisas tus herramientas para el día de hoy: las llaves de tu beetle del año, cartera con mil pesos, checas el saldo disponible de tu celular: quinientos pesos, recoges de la mesa las direcciones de tus amigos a los que irás a recoger, que se encuentra a un costado derecho de la puerta que te conducirá a la calle como lo hace todas las mañanas, sólo que esta vez te llevará a un viernes de desenfrene. Abres la puerta, el aire te da, es fresco, como debe ser hoy, subes la vista al cielo y notas a una luna llena, perfecto, esta noche serás un lobo, que se cuide la ciudad, devorarás cada rincón que nunca antes habías visto, tú y tus amigos serán los dueños. Hoy es su noche. Tu noche. Una vez revisadas las herramientas, pasas llave a tu casa y se le dejas encargada a tu fiel pastor alemán: Ferdinando.
Te trepas al beetle, antes bocho, y tomas rumbo a lo desconocido. La noche ahí está, esperando a que tú y tus amigos la tomen por los cuernos. Hoy han llegado a la mayoría de edad, están listos para recorrer juntos las aventuras citadinas que tanto deseaban, las historias que han querido vivir desde los dieciséis años. Atrás quedaron ya: las salidas a centros comerciales, el beber y fumar a escondidas, y las películas porno. Es más hoy la chaqueta dejo de ser su deporte preferido. Es hora de vivir en grande, te dices, mientras llegas a casa del “Spud”, lugar de reunión de tu clan: “Spud”, “Sonric´s”, tú: “Wolfi” y claro, falta uno, haces memoria, no es hombre, pero lo parece: “Invisible”. Los une la patética tragedia de estar sin novia y novio desde los quince años. A otros círculos amistosos los ha unido el amor a un equipo, la pasión por hobbie, cualquier cosa, pero a ustedes los unió la soledad. Nada más trágico que eso. Quizá por eso decidieron autobautizarse como: El club de los dolidos y abandonados. Pero, como ya se ha dicho, hoy es distinto. Lo sabes y estás seguro de ello. Después de treinta minutos de trayecto, llegas a casa de “Spud”. Tocas el claxon de tu carro con la tonada hermosa de la cucacaracha. Si otra cosa los ha distinguido de entre su generación es su escaso miedo al ridículo. En menos de un minuto, salen al encuentro tus dolidos amigos. Esperas a que se trepen y después de recibir miles de preguntas acerca de cómo es que conseguiste el carro, tú, que eres huevón y no trabajas; decides por preguntarles si ya pensaron en el primer lugar al cual irán a divertirse esta noche. De pronto un silencio ensordecedor inunda tu automóvil. Pero cómo van a saber a dónde ir, si nunca han salido, te dice “Spud” con absoluta certeza. Cualquier lugar es bueno con tal de divertir, mejor dicho, conocer, agrega “Invisible”. Decides por tomar camino al “Manhattan” tus primos siempre te han hablado muy bien de él. Además matas dos pájaros de un tiro: mientras “Spud”, Sonric´s” y tú observan a las chivas bailar, “Invisible” o consigue chamba o quizá se liga a un solterón atractivo.
En el camino al paraíso decides ir rememorando viejos tiempos y dejar oír en el radio de tu carro al Sabina cantando su himno: Calle Melancolía. Tu carro de pronto se convierte en un coro angelical de dolidos con mucho sentimiento. Sabina se la pasaría feliz con ustedes, comentas en voz alta, pero nadie te escucha, como es costumbre.
Por fin, llegan al dichoso “Manhattan”. Das tu carro al valet parking, siempre quisiste hacer eso. Entran al reino de dios, piden su respectiva mesa y su tequila para amenizar la noche. El vino es para acompañar las penas, el tequila para disfrutar las alegrías, así reza uno de los principios de su patético club.
Una vez instalados en su mesa con vista perfecta a la pista. Escuchan anunciada a la asombrosa “Violetta”, traída desde Brasil. Qué mejor que ver a aun brasileña bailar para ustedes. Se sabe de antemano que Brasil exporta buenos jugadores, excelentes culos que se mueven con gran perfección al ritmo que les pongan. Una perfecta noche para ser el inicio y la primera de tantas.
Y sí “Violetta” se mueve como ni ustedes se podían imaginar. Está como ustedes se imaginaron a la mujer de sus sueños. Han dado los billetes grandes a la chica, se lo gano: ¡cuerpo perfecto!, ¡baile esplendoroso! y ¡caray!, no lo pudieron evitar, tanto que “Invisible” se apeno, a leguas se nota que se excitaron. Pero, hay algo que no entienden. No hay esa satisfacción esperada. Es como un triunfo sin sabor, comentas a “Spud” y el asiente y agrega que siente como si hubiera leído Tolkien pero pirata y “Sonric´s” aumenta a las quejas, que siente como si hubiera hecho una limpia ahuevo.
Por unanimidad democrática y sin tomar en cuenta la opinión de “Invisible” deciden abandonar el lugar, ir en busca de una pizza, tomar rumbo a su cueva de siempre y sintonizar el playboy channel. No es lo mismo que en vivo, pero les causa más satisfacción.
Quizá después de todo, es mejor su vida. O tal vez ha sido tanta la espera y las ansias que esperaban más de lo que realmente es el mundo.
No hay como la rutina, repiten en coro, al menos saben lo que les espera, comenta “Invisible”. Pero ¡qué hueva!, agregas.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Bueno...bueno, esto si que el sumun de lo inesperado!
Sera que el ser necesita contención aun en estados exaltados??
No..se..no me pondría a interpretarte, me llevo la magia de tu exquisito relato.
Un abrazote.

Indianguman dijo...

jajajajaja
como que el hombre es animal de costumbres, dicen
y el deseo se condiciona tan fácil pué

un besito