viernes, julio 14, 2006

Placeres sin clamar.

Todo placer es un principio
humano,
y el humano está lleno de placeres.
Por uno de ellos nos condenamos.

La historia marcó a unas caderas
como victimarías de mi género.

¿O ya olvidaste cuando nos expulsaron del paraíso?

Las caderas siguen siendo
nuestra condena,
que arrastramos cada siglo.

No entendimos la lección.

Sigue habiendo poetas
que gastan versos en musas,
pero jamás serán clamados nuestros deseos
y sin embargo ustedes seguirán siendo
dueñas de cada palabra escrita.

A veces no queda más que resignarnos
a seguir siendo engañados por unas caderas,
aunque eso signifique la perdida de la vida.


      

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