lunes, noviembre 07, 2005

Cuento

Cuento publicado el lunes 7 de noviembre de 2005, en suplemento Universus 9 del Diario Intolerancia de Puebla.

Una Rossana cualquiera

Se encuentra como todas las noches frente al espejo, contemplando la belleza papable de su cuerpo. No se detiene en mirar de frente el reflejo de su cara, siempre de paso, mientras pone el rimel o las sombras.
Faltan tres horas para continuar con la rutina. Las cuales serán aprovechadas ¿o desperdiciadas? por miles de químicos encargados de sacar a flote lo banal y ocultar el rostro del alma. Rossana no esta interesada en el mundo. Ayer cayó una bomba en Irak, mientras no caiga en mi coche, no importa, piensa ella, mientras la televisión parla como estúpida. La tele sólo habla para evitar su soledad.
A desayunar, grita la madre. No tengo tiempo ma, que no te das cuenta que a mi edad, eso no se acostumbra. La comida no va a los antros, si acaso déjame afuera una barra y un yogurt dietético. No más. Al acabar la oración, sigue frente al espejo, intentando combinar todas sus compras hechas el día de ayer en la más lujosa tienda departamental. Hará frío, comenta la madre al ver el cielo. Rossana, finge demencia y sigue viendo que blusa deja relucir el arete en su ombligo.
Han transcurrido tantos minutos como blusas y pantalones, ninguno combina con el color del cielo. Gris como la estabilidad de un país que a ella no le afecta, mientras USA, no desaparezca a ella le vale sorbete si matan a mujeres en Ciudad Juárez, tampoco es feminista, no tiene tiempo para pensar en las demás de su clase, pobres gatas.
La tele sigue prendida, sin ningún fin específico, ya dijimos sólo evita que Rossana se de cuenta que está sola, pero también debemos agregarle la acción mental: escucha a la tele, olvídate de tu madre.
Por fin, decide ponerse un conjunto de ropa, el cual por cierto, va acorde a la moda televisiva. Al fin, se da un respiro, deja de mirar el espejo, se mira por completo, satisfaciendo así a su ego. De repente, se acuerda que hay un aparato llamado reloj y sirve para marcar la hora. En la santísima canción de mi adorada Britney, ya es hora de irme. Necesito llegar temprano, es inicio de clases y tengo que darles oportunidad a los pelafustanes de nuevo ingreso, admirar el cuerpo que jamás tocarán ni en sueños, a ver cuantos perdedores se las para su aparato a medio pasillo, se dice para sus adentros.
Apaga la tele, toma la mochila que lleva más cosméticos que libros, pues tampoco van a desayunar al restaurante de moda. Busca las llaves del carro, las toma y en el camino al coche, pasa por la cocina para tomar el desayuno, -ya dijimos una barra dietética y un yogurt de la misma característica-, Rossana debe conservar la línea.
Es lunes primer día de clases y Rossana Valdivieso, presente.


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