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No espera uno de un libro
que lo revuelque y estruje y reconforte, aunque tal vez sea eso lo que más
desea. Que la novela llegue y tome el control, hasta el punto de hacerlo a uno
dudar si en realidad se trata de una novela. Que nos cuente las cosas de manera
que deje la sensación de que no solamente se refiere a ellas, sino a todas las
cosas. Que a todas partes donde vayamos no podamos por menos de hablar de ella,
y al hacerlo reunamos cantidades ingentes de entusiasmo y vehemencia. Que, con
todo, nos quede la sensación de no haber abarcado ni descrito lo bastante para
dejar bien claro por qué aquél es un libro imprescindible. Espero, sin embargo,
que quien haya llegado hasta el fin de este párrafo se lleve en la memoria
cuando menos el título: HHhH.
“¿De qué trata?”,
preguntan, y uno se cohibe porque de nuevo teme que cuanto diga parecerá
prosaico, si no vago y pueril. Himmlers Hirn heisst Heydrich (“el
cerebro de Himmler es Heydrich”), solía comentarse entre los oficiales de la
inmensa pandilla de asesinos que desde siempre fue la SS-Waffen; de ahí
el peso del truculento acrónimo que da título a la novela de Laurent Binet y
equivale a decir que el nauseabundamente célebre Reinhard Heydrich es nada
menos que el primer responsable por la Solución Final (despreciable eufemismo, da escalofríos
emplearlo). ¿Pero qué estoy diciendo? Esta novela no trata del Holocausto, su
historia es anterior a los primeros campos de exterminio. Y no obstante queda
la sensación de haberlo visto entero a través de ella.
Laurent Binet ha
investigado febrilmente. Lo sabe casi todo sobre el burócrata más temible y
sanguinario de la SS en particular y el Tercer Reich en general, pero no va a
contarnos una biografía. Se ha informado al detalle sobre los pormenores de su
ajusticiamiento y no vacila en contagiar su simpatía por los protagonistas del
incidente, aunque tampoco es ésta una novela propiamente heroica. Más todavía,
no acaba de constarme que sea una novela.
Antes de HHhH, recordaba
borrosamente otro libro que leí hace apenas un par de años: The Killing of Reinhard
Heydrich, donde Callum MacDonald narra con eficacia y pulcritud la
legendaria Operación Antropoide. ¿Cómo pude olvidar los nombres
de Jan Kubiš y Jozef Gabcík, titanes solitarios que sin más medios que
voluntad, ingenio y la pequeña ayuda de unas cuantas familias valerosas
propinaron el golpe más osado en la historia de la resistencia al nazismo?
Binet lo explica en una sola línea, que en alguna medida define la naturaleza
de su intento: “Para que cualquier cosa pueda penetrar en la memoria, es
preciso antes transformarla en literatura”. Y añade, con un más que probable
nudo en la garganta: “No está bien, pero es así.”
Es verdad que
este libro equivale a un gran nudo en la garganta. De esos nudos que
inevitablemente se hacen querer. No transcurre, además, en los tiempos que
narra, sino ya entrado el siglo XXI. El autor-narrador creció en tierra
francesa, escuchando leyendas familiares en torno a aquellos héroes, de modo
que apellidos como Gabcík, Kubiš y Valcík le acompañan mucho antes de lanzarse
a narrar su historia inenarrable. Y lo acompaña uno, sin condiciones, una vez
que a su lado descubre que no escribe esta prosa de vuelos kunderianos para
demostrar nada en especial, sino apenas “por necesidad de consuelo”.
Pareciera que
Laurent Binet camina de puntitas por la historia que cuenta. Le da vergüenza
improvisar un diálogo, y así pide permiso para reconstruirlo. Es como si
escribiera ya no para el lector, sino a su lado. Imposible entrever, no
obstante, cuánto de lo que cuenta está documentado, pues al cabo de las
primeras páginas nada es tan bienvenido como esta confusión providencial. Más
allá de narrar, como varios han hecho y él así lo consigna, los intríngulis de
la gesta heroica, Binet pinta un retrato siniestro del demonio y se lanza a
fungir como exorcista. Ciertamente, la historia de HHhH ocurre en escenarios gemelos del
infierno, ¿pero quién dijo que a esas profundidades no hay sitio para un chorro
profuso de ternura?
Es una pena
pergeñar estas líneas tras leer HHhH nada
más que una vez. Ya se sabe, no obstante, la urgencia que lo toma a uno por
rehén cuando se topa con un libro indispensable, cuya escritura acusa, línea
tras línea, un virulento esfuerzo de sobrevivencia. Un libro que es una obra
maestra, pero antes de eso es una gran hazaña. La clase de epopeya solitaria
que uno, como lector, sospecha también suya.
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