lunes, julio 11, 2011

Desde lo más hondo del ser-(Sexenio-Puebla 05/07/11)

A Salud y Juanita, por seguir siendo mis ángeles de la guarda.

A mi familia y ambos apellidos, a pesar de las diferencias, por seguir ser familia.

A Dulce María, por enseñarme otra forma de ver la vida.

Disculpe, querido lector, que nuevamente abandoné la lectura; pero es preciso dedicarles unas palabras a mis ex-alumnos del Instituto Covadonga, con motivo de su graduación de preparatoria.

A principios de este semestre los abandoné, sin despedida de por medio, sirva esto como una disculpa sincera.

Me hubiera gustado poder ser padrino de su generación, pero otros caminos me llamaron y había que dar paso al crecimiento. No ha sido sencillo. La vida es todo menos fácil, hay que aprender a vivirla; como les dije siempre se saldrá raspado y aun así deberá seguirse avante, no dejar que vean nuestra derrota. Por muchos obstáculos que la vida les ponga, jamás se rindan; luchen por sus sueños; defiendan sus ideales; no pierdan la capacidad de sorprenderse; construyan su lugar en esta vida, no sean una estadística más, sean capaces de cambiar las estadísticas y darles un rumbo positivo. Cuestionen cualquier decisión, argumento o sentencia. No den paso al absolutismo. Palabras más, palabras menos; es lo que siempre les dije mientras fueron mis alumnos.

Sin embargo, nadie de ustedes; son máquinas para caminar sin miedo, sin dudas y sin ganas de querer echar todo a volar al sufrir la primera derrota contundente. También hay que hacerlo, porque son humanos y es válido sentirse derrotados; pero tendrán que levantarse, sacar fuerzas y continuar con su proyecto de vida, no pierdan la meta, quizá deberán experimentar nuevos rumbos, siempre es sano hacerlo; porque si no se puede de una forma, deberá poderse de otra.

Empero, ni el triunfo sabe, ni la derrota se supera sin amor. El amor es el motor de la vida, amor para reconocer la dualidad que la vida nos dio: se es tan fuerte como débil, se es tan transparente como oscuro. Al final, como lo enseñan tantas religiones y “sociedades secretas”: uno es una piedra en bruto y hay que aprender a pulirse, para convertirse en el templo más hermoso del mundo, digno de ser visitado o habitado por una o más personas. Amor para tener el valor de darle paso a la humildad –no confundirlo con la humillación, jamás se hinquen ante nadie que no sea la Divinidad-; amor para aprender a reconocer los errores y tener la capacidad de cambiarlos, anularlos o controlarlos. Amor para darle sentido y significado al camino por andar, para ponerle vida a la vida. Luchen por sus amigos, por su familia y por su pareja; ciertamente a veces dan ganas de mandarlos lejos; quizá es cuando más se necesitan cerca.

Habrá que entender que por más que la vida nos diga que se está solo, no es así; se tiene familia, amigos, novia o novio y, sobre todo, a uno mismo. Aprender a conservar a los que valen la pena y quitar a los que no, también es una enseñanza que la vida nos da a cada uno. Una de las tantas batallas por librar, para al final ganar la guerra. Que ninguna pelea quedé en ustedes, jamás se retiren, den todo hasta que ya no tengan nada por dar.

Quisiera decirles que es fácil, darles la receta; pero no la hay; me gustaría compartirles una experiencia y no la tengo; si acaso digo esto, a ustedes que tantos enojos me provocaron , como alegrías me regalaron; es por parafrasear una frase de antaño: Te lo digo 3er de prepa del Instituto Covadonga, para que lo escuches profesor Alfredo. Siendo su profesor fui su alumno y les agradezco las enseñanzas que me dieron y aún me siguen dando en la distancia.

No escribir el futuro, aprender del pasado y vivir el presente como si fuera el último día; es lo que los hubiera dicho en su último día; tal vez sería la forma más breve de todo lo anteriormente dicho.

Gracias a todos y cada uno de ustedes, por haberme dejado compartir un tramo de camino en su vida.

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