martes, febrero 08, 2011

Mi paso por tránscrito (Diario Milenio/Opinión 08/02/11)

La escena se repite con una frecuencia escandalosa aunque, en honor a la verdad, cada vez incorpora ligeras variaciones que la vuelven interesante o, al menos, reconocible como repetición variada de algo más. El guión básico de la escena incluye a dos hablantes que participan de un diálogo cotidiano cuyo flujo se ve interrumpido por la aparición de El Acento. Para un espectador ajeno al contexto de los dos hablantes, debería ser claro que ambos tienen acento —es decir, ambos enuncian palabras con un tono de voz y un ritmo y una velocidad peculiares—. Para un espectador más cercano al contexto donde se produce el diálogo entre los dos hablantes, sin embargo, es claro que uno de ellos tiene un acento que, en su semejanza con el habla de los muchos alrededor, se ha vuelto transparente y, por lo tanto, pasa desapercibido, mientras que el acento del segundo hablante va marcado por señas de volumen, ritmo y dicción que lo resaltan como distinto. Este diálogo se nota más cuando se lleva a cabo entre hablantes de dos idiomas diferentes, aunque también suele desarrollarse entre hablantes de una lengua en común. Veamos.

Hablante 1: Enuncia algo.

Hablante 2: No entiende lo enunciado y, luego entonces, detiene el diálogo a través de una interjección.

http://es.wikipedia.org/wiki/Interjección]

Hablante 1: Reacciona ante la interjección y, luego entonces, repite de manera veloz, acaso sin pensar en el hecho, el algo enunciado con anterioridad. A esa anterioridad desde ahora la llamaremos el origen o lo original.

Hablante 2: No entiende lo enunciado y, luego entonces, pide expresa y literalmente su repetición.

Hablante 1: Repite el algo enunciado originalmente pero ahora a una velocidad muy lenta.

Hablante 2: No entiende y, luego entonces, pide que se deletree lo enunciado.

[1.intr. Pronunciar separadamente las letras de cada sílaba, las sílabas de cada palabra y luego la palabra entera; p. ej., b, o, bo, c, a, ca; boca. 2.tr. Pronunciar aislada y separadamente las letras de una o más palabras. 3.tr. Adivinar, interpretar lo oscuro y dificultoso de entender.]

Hablante 1: Deletrea el algo enunciado en el origen. Imagen: los gestos enaltecidos de los labios, la incorporación de las cejas o las manos en el proceso de intercambio.

Hablante 2: Guarda silencio, escucha cada una de las letras enunciadas, las ve literalmente pasar frente a sus ojos mientras se introducen con gran lentitud dentro de sus oídos. Lee, eso queda claro. Lee así y, entonces, sólo entonces, responde.

Hablante 1: Continúa la conversación original hasta que la escena, que es esta escena, se repita una vez más.

CONFESIÓN TRISTÍSIMA: Tengo acento, eso es cierto. Es más: tengo dos acentos, al menos. Nada de lo que cuento aquí tendría mucho sentido si el proceso de migración que me llevó de México a Estados Unidos hace ya algunos años no hubiera marcado mis hábitos de enunciación en las dos lenguas que utilizo de manera preponderante para platicar, trabajar, crear. Nunca intenté no tener un acento, pero tampoco imaginé que con el paso del tiempo adquiriría dos. No sé, ahora, qué sería tener una vida no acentuada. No sé cómo me sentiría si mi manera de hablar no pusiera a todos en alerta: ella no es de aquí. Tengo ya pocos recuerdos de cuando mi acento se confundía con la así llamada normalidad. Como lo explica Yoko Tawada en un texto todavía sin traducción publicada pero cuyo título correspondería, según dicen, al vocablo Exofonía, “seguir los acentos propios y lo que éstos traen puede convertirse en una cuestión de creación literaria”.

[la referencia al texto sin traducción la tomé de “Language in Migration: Miltilingualism and Exophonic Writing in the New Poetics”, en Unoriginal Genius. Poetry by other means in the new Century, de Marjorie Perloff]

De su paso del japonés al alemán, lengua ésta última en la que también ha escrito poesía y novelas, Tawada dice, y aquí traduzco del inglés: “La gente dice que mis oraciones en alemán son muy claras y fáciles de oír, pero que todavía “no son comunes” y, en cierto modo, están desviadas. No me extraña, porque las oraciones son el resultado que yo como un cuerpo individual he absorbido y acumulado al vivir en un mundo multilingüe… El ser humano de hoy es el sitio donde co-existen diferentes lenguajes en mutua transformación y no tiene sentido cancelar esa co-habitación o suprimir la distorsión resultante”.

Volvamos a la escena original. Sabemos que algo ha sucedido entre Hablante 1 y Hablante 2 porque la conversación, cuya naturaleza es fluir, se ha detenido. Seguramente un elemento extraño o no reconocido como una repetición de algo más ha sido incorporado a la conversación y eso ha propiciado el reparo. El paso de una orilla a otra suele ser, en efecto, lento. Hablante 1 y Hablante 2 han atravesado acaso algo. Preguntémonos: ¿por qué el Hablante 1 al no entender algo tiene la necesidad de oírlo en el modo del deletreo? ¿Qué significa en realidad pronunciar las letras, como lo define la RAE, “aislada y separadamente”? Aún más, ¿cómo es que deletrear también es “adivinar, interpretar lo oscuro y dificultoso de entender”?

La última vez que participé de una escena como la que describo me di cuenta de algo que antes, con toda seguridad porque es obvio, me había pasado desapercibido. Mientras veía a mi interlocutor haciendo un esfuerzo casi palpable por ver las letras que deletreaba en su idioma “aislada y separadamente” supe que no me estaba oyendo sino que leía lo dicho. Deletrear es una manera de lectura en el aire. El interlocutor aquél estaba, en efecto, transcribiendo mi habla. Mientras yo deletreaba, el interlocutor transformaba el sonido de mi voz en silenciada letra asegurándose q ue en el paso de la oralidad a la grafía disminuyera el efecto de la distorsión. Cuando lo consiguió, cuando fue finalmente capaz de entender y, luego entonces, de participar activamente en la continuación del diálogo, la cara de felicidad no estaba en modo alguno relacionado al contenido del intercambio sino al exitoso proceso de transcripción.

Pensé en ese momento que ambos éramos practicantes de una lengua en franco proceso de anti-extinción: el tránscrito.

[http://es.wikipedia.org/wiki/Sánscrito]

Así es, se trata de una lengua ceremonial utilizada sobre todo por lectores de pantallas multilingües afectos a los hábitos del copypaste y la yuxtaposición para quienes el oído y las funciones de la oralidad constituyen un riesgo o, con mayor frecuencia, un más allá del que es posible no regresar jamás. Es, en algunos casos, el último reducto de la página silenciosa, convirtiéndose, también con algo de frecuencia, en el estandarte del ojo contra el oído. Se practica en la Tundra Ciberiana, por supuesto.

SEGUNDA CONFESIÓN TRISTÍSIMA: yo sólo sé que quiero escribir un libro en tránscrito.

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