martes, mayo 25, 2010

¡Qué Puebla!-Pedro Ángel Palou(Diario El Columnista 25/05/10)

Un intelectual público tiene varios deberes entre los que destaca el de opinar con conocimiento de causa sobre una variedad de temas del interés colectivo. Poner el dedo en la llaga, aunque duela. Es como si le dijera a los demás: ¡Detente, presta atención! Quizá esa es su tarea más importante, permitir que sus lectores, o sus escuchas –en el radio- o sus televidentes hagan una pausa reflexiva, miren a su alrededor y tomen mejores decisiones. Su papel es incómodo pero necesario puesto que entre sus impostergables decisiones morales está la de darle voz a quienes no tienen voz, la de ser una especie de testigo colectivo que levanta acta y da fe. El poder quiere que sus intelectuales sigan siendo los viejos bufones de los reyes, no su conciencias colectivas.

-
Cada seis años se repite el rito: la ilusión –vana- de una renovada esperanza. La ruina, sin embargo, en la que se encuentran las instituciones y su credibilidad menos que escasa hace que el nuevo casting de actores, hasta ahora, no produzca ninguna emoción social. Tal ausencia de líderes podía ser sustituida con ideas pero, como hemos demostrado en nuestras anteriores entregas, el manantial de ideas de ambas coaliciones para estar seco y en su lugar la campaña negra, las acusaciones mutuas, las falsas o adelantadas victorias desalienta aún más al magro votante que apenas e irá a votar –no más del 40%, por cierto- el 4 de julio.

-

Mientras tanto nuestros políticos se llenan la boca con palabras que nunca han entendido: democracia, libertad, participación, ciudadano. Sólo palabras. ¿Por qué si todo esto nos repugna a los poblanos los partidos políticos parecen seguir creyendo en una ópera bufa, como muestra el insensato jugueteo con las encuestas? Hoy comemos basura, vemos basura en la televisión y escuchamos y votamos basura, no es posible. El candidato con encuestitis –enfermedad que consiste en la inflamación de los números- será un gobernante que despilfarre en promoción y publicidad de su imagen.

-
Habría que ver si nuestra clase política es de verdad demócrata, si entiende lo que esa palabra significa. Un político verdadero no trabaja sólo para su partido sino para la sociedad que lo sostiene –económica y moralmente- y que lo vota. ¿Es tan difícil entenderlo?

-
Y no es posible, de verdad, porque se nos está yendo el tren (no el ligero solamente, sino el del posible desarrollo de Puebla). Nos urge –y podemos ser, como lo fuimos en el siglo XIX, por ejemplo, modelo- replantear la división de poderes. El judicial, por ejemplo, debe tener su presupuesto autónomo –y sus decisiones-, no sujeto a la SFA. El legislativo sólo lo logrará si tenemos un congreso plural que sea un contrapeso del ejecutivo. En Puebla la democracia no es sino un simulacro electoral. Después nuestros gobernantes ejercen antidemocráticamente: ponen jueces y magistrados, dictan leyes y colocan a sus legisladores en los puestos claves para controlar el congreso.

-
Urge, asimismo, transparentar la rendición de cuentas. ¿Y si Puebla se convierte en el primer estado en donde la contraloría no es una secretaria sino un órgano independiente al ejecutivo, que da cuenta plural a los partidos representados en el congreso? Empezaríamos bien con una propuesta así. Y la Comisión de Acceso a la Información lo mismo, y la Comisión de Derechos Humanos (el Senado ya hizo que la federal esté facultada para investigar y denunciar, no sólo recomendar).

-
Urge dejar de comprar a los medios mediante los convenios de publicidad. En una sociedad cuyos medios son y están silenciados no hay lugar para el pensamiento libre, para la disidencia y por ende para el ciudadano. En Puebla hay dos tipos de medios: los que cobran para pegar y los que cobran para callar, lo que es muy penoso.

-
Urge, una vez atendidos al menos esos aspectos medulares de la política, un ambicioso y agresivo programa para atraer inversión. La transparencia política y administrativa es una precondición para que esto exista, por supuesto, pero no basta. No bastan, tampoco, las buenas intenciones. Incentivos fiscales, simplificación administrativa, formación de mano de obra calificada son centrales para que en Puebla haya empleo. Tenemos hoy el nada honroso lugar ¡28! en competitividad en la República (al rato nos va a superar Baja California, jovencísimo y pequeño estado). Las empresas no vienen solas, se necesitan clusters –agrupaciones de empresas que consigan sinergias y se hagan atractivas las unas a las otras. Habrá que definirlos y convencer del hecho incontrovertible de la ventaja geográfica de Puebla.

-
El turismo –lo repito ahora- y la cultura son pivotes del desarrollo, sirven para dar trabajo. Las secretarías del ramo deben fundirse en Puebla –como sucede en España, donde un mismo ministerio se encarga de ambos quehaceres-, para atraer divisas de turistas de la tercera edad, de investigación (tenemos el conjunto de bibliotecas novo-hispanas más importante de América Latina y la Fundación Mary Street Jenkins ha ayudado a que el Archivo de Catedral pueda ya ser consultado modernamente), de aventura y ecoturismo. Para ello hay que ser innovadores. Invertir, por un lado, en infraestructura –carreteras, pequeños caminos, paradores, hostales, todo tipo de restaurantes y comiderías. Hay que vender Puebla, posicionarla en el mercado (nuestra ocupación hotelera este 2010 fue peor que la del año pasado, con todo e influenza). Lo que quiere decir construirla como producto turístico cultural.

-
Nadie se ha puesto a pensar, ni nos ha dicho, cómo puede gobernarse y desarrollarse un estado –en la República Mexicana- después del crack de 2008, sin depender de la dádiva federal o los excedentes del petróleo.

-
Urge una redistribución, reglamentación y replaneación urbanas. No sólo en la ciudad capital, en todo el Estado. Cinturones verdes, límites claros a la expansión de ciudades, un Plan de desarrollo a cincuenta años que pueda irse evaluando quinquenalmente y que implique la revisión de las regiones, las microrregiones y las vocaciones de cada uno de los espacios de nuestra geografía. Para ello se requiere un censo estatal general que catalogue, inventaríe, clasifique nuestras bondades, potenciales y carencias. De ese censo se deberá desprender un documento central que identifique de una buena vez las fortalezas y debilidades de esta Puebla que no puede seguir viviendo de discursos, anquilosadas en viejas prácticas no sólo políticas sino económicas, empresariales e incluso de convivencia francamente inoperantes. Yo tuve la oportunidad de participar en un ejercicio de planeación –de los COPLADEMUNES a la creación de planes de desarrollo- y si no cambiamos todo el esquema puedo asegurar que no sirven de nada, son una farsa.

-

Urge, pues, que creamos en nosotros, que participemos colectivamente en la construcción de otra Puebla, una de la que podamos sentirnos orgullosos y no nos avergüence. Una Puebla del siglo XXI que reconoce en su pasado parte de su fuerza pero que está dispuesta a arriesgar por un futuro lleno de incertidumbres y de retos.

No hay comentarios.: